martes, 5 de julio de 2016

DESATAR LENGUAS


"Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. Jesús expulsó al demonio, y en seguida el mudo comenzó a hablar. La gente, asombrada, decía:

– ¡Nunca se ha visto cosa igual en Israel!

Pero los fariseos decían:

– El propio jefe de los demonios es quien ha dado a este el poder de expulsarlos.

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Viendo a la gente, sentía compasión, porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos:

– Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedid al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla."

 Jesús cura a un mudo. Seguramente también era sordo. Quizá también nosotros somos sordomudos. Sordos a la injusticia, al dolor de los demás, a su miseria. Mudos por no denunciarlos. También es posible que nosotros estemos sometidos por el demonio del individualismo, del egoísmo. Jesús puede liberarnos. Nosotros, si somos sus discípulos, también debemos ayudar a que los "mudos" hablen. Seguro que nos acusarán de hacerlo en nombre del jefe de los demonios, de meternos en política, de olvidar nuestros deberes religiosos.

Como Jesús, debemos seguir enseñando la Buena Nueva y liberando a los demás de sus dolencias: ayudarles a hablar ante las injusticias. Ayudarles a andar, a no quedarse quietos ante el egoísmo y el mal.

Nuestra sociedad está desamparada. Debemos ser muchos los que corramos a socorrerla.

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