martes, 27 de junio de 2017

¿HACER PENITENCIA TIENE SENTIDO EN EL SIGLO XXI?


Para el mundo contemporáneo, hundido por completo en la exaltación y la búsqueda del placer, cualquier acto que implique renunciar a la comodidad resulta oscurantista y patológico.

Por: Diana R. García B. | Fuente: fraynelson.com
PREGUNTA:

Padre Nelson, tuve hace poco una discusión con un amigo del Regnum Christi que me hablaba sobre la necesidad de hacer penitencia como un camino para la conversión personal e incluso la salvación del mundo. Mi postura era que esas costumbres masoquistas medievales ya tuvieron su hora y ya pasaron, gracias a Dios. Al finla la discusión se pudo un poco tensa y aunque no me convenció lo que oí, sí me dejó pensando un poco. Usted qué opina? -- G.J.

RESPUESTA:

He encontrado este escrito en Internet que creo que orienta mucho. Tal vez yo no lo hubiera podido decir mejor.

"Para el mundo contemporáneo, hundido por completo en la exaltación y la búsqueda del placer, cualquier acto que implique renunciar a la comodidad no sólo resulta «oscurantista», pasado de moda, sino hasta patológico.

Absolutamente escandalizados se mostraron los medios de comunicación que a mediados de 2010 reprodujeron una nota del diario argentino MdZ que sacó a la luz las «prácticas retrógradas» que se practican en el seminario del Instituto del Verbo Encarnado, una de las comunidades religiosas que más vocaciones sacerdotales atrae en ese país.Penitencia en cuaresma.

Todo empezó cuando un ex seminarista decidió hacer del conocimiento secular cómo viven los futuros sacerdotes; resulta que en el instituto los jóvenes hacen penitencia: «Más allá de las vocaciones y la proliferación de esta fe, las prácticas medievales persisten en esta institución y el día en el que más se aplican son los viernes», se lee en el periódico. Los sacrificios que ahí se hacen pueden desde incluir ayuno de una de las principales comidas hasta la autoflagelación con un látigo de tres cuerdas con nudos en el extremo, o el uso de un cinturón de piedras durante la Misa.

Otras cosas vividas en esa institución dedicada a la solidaridad con los más necesitados y no a la propia comodidad, y que disgustaron al ex seminarista en cuestión, son éstas: «No hay radio ni televisión. Todos duermen en literas triples, no hay dónde poner las cosas personales ni roperos. Nos bañamos con agua fría, cocinamos a leña».

MOTIVO DE ESCARNIO

La verdad es que desde tiempos de la primitiva Iglesia los cristianos han sufrido la burla intolerante ante la mortificación cristiana. Basta recordar los dibujos que el paganismo romano hacía de un burro crucificado para insultar a los seguidores de Cristo.

Para el mundo en general, particularmente el contemporáneo, donde lo que impera es la búsqueda del placer, la penitencia es masoquismo, oscurantismo, peligrosa patología que hay que combatir.

SE TOLERA SI NO ESTÁ CRISTO

Pero si bien todo lo que implica renuncia por motivos cristianos suele causar asombro y oposición, hay otros casos en los que las mortificaciones son bien vistas y hasta aplaudidas.

Así, se aclama a quienes más dietas hacen para estar delgados, e igual a quienes lo consiguen por medio de la anorexia. Penitencia por Cuaresma La belleza externa ha tomado tal importancia que varones y mujeres se someten a dolorosas cirugías estéticas a fin de verse más hermosos y más jóvenes.

Lo mismo hay que decir de los vegetarianos y veganos, que se privan de determinados alimentos y productos, ya sea por motivos de salud física, apoyo a los supuestos «derechos» de los animales, o por influencias religiosas hinduistas o budistas, las cuales incluyen ayunos y otras mortificaciones. En todo esto está ausente Cristo, por eso no sólo es bien tolerado sino presentado como positivo e imitable.

EN EL AMOR ESTÁ EL MOTIVO

La diferencia de una mortificación para perder peso o para alcanzar el nirvana budista respecto de una mortificación cristiana radica en el amor; en las primeras el esfuerzo y las privaciones tienen su fuente en el «yo» —verse mejor o alcanzar la conciencia de ser «dios»—, en la última la motivación es el amor a Cristo: el creyente hace penitencia no porque le guste sufrir y hacerse daño, sino para unirse más estrechamente con Jesucristo sufriente.

Si no hay suficiente amor, las privaciones serán motivo de desdicha, no de crecimiento. Es por eso que las penitencias han de practicarse de manera libre; por ejemplo, cuando un feligrés se acerca al sacramento de la Confesión lo hace voluntariamente tanto para recibir el perdón como para dar alguna satisfacción o reparación por sus faltas a través de la penitencia que el sacerdote le indica.

Los santos siempre han sido asiduos practicantes de la penitencia, no sólo por sus propios pecados sino por los de los demás. Conforme se avanza en la relación con Dios, se puede ir entendiendo mejor el valor de la mortificación y su práctica de manera correcta. Y quien la ha llevado a cabo en algún grado y en alguna ocasión, seguramente ha podido entrever al menos algo de su grandeza; hasta el ex seminarista del Instituto del Verbo Encarnado confiesa que, tiempo después de marcharse, «quise volver»; aunque la institución no lo consideró conveniente."


Diana R. García B.

MENSAJE DEL CIELO A NUESTRO GRUPO DE ORACIÓN – VIERNES 23 DE JUNIO 2017


Se roció agua bendita en todo el lugar.

Abbba, Habsa Abba, Abra Saraida Jesús, Abra Saraida María… Habsa Abba.
El Ángel Rosa del Corazón del Santísimo hizo la señal de su presencia.

HNO. JOSÉ: Gracias Rosa del Corazón del Santísimo por tu presencia, bendita seas.

Se rezó… San Miguel Arcángel defiéndenos del combate…
Se rezó Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea…
Sagrado Corazón de Jesús Todos: En Voz Confío.
Sagrado Corazón de Jesús Todos: En Voz Confío.
Sagrado Corazón de Jesús Todos: En Voz Confío.
Inmaculado Corazón de María Todos: Sé la salvación del Alma mía.
Inmaculado Corazón de María Todos: Sé la salvación del Alma mía.
Inmaculado Corazón de María Todos: Sé la salvación del Alma mía.

QUE LA PAZ ESTÉ CON USTEDES
TODOS: Y con tu Espíritu.
Buenas noches queridos hijitos…
HNO. JOSÉ: Bienvenida seas Madre Santísima gracias por tu santa Presencia .
Yo los recibo en Mi Corazón… hijitos míos, a todos los que sufre y los que esperan en el Señor, en Mi Hijo Jesús que han venido a buscar hoy, que es lo que esperan el día de hoy, en donde está su corazón, que es lo que tienen en sus pensamientos, realmente está buscado a Jesús, ¿Realmente todos tienen a Jesús en sus corazones?
Muchos hijitos aquí están yendo por el camino equivocado y aquí que los ha traído el Padre todo Misericordia, para que YO los reciba en Mi Corazón, a ti querido hijo, que crees que ya no puedes más, que crees que la vida es difícil, que tienes muchos problemas, que tal vez tengas deudas y sientas que tus fuerzas ya no dan más… YO te recibo en Mi Corazón, la Misericordia del Padre te ha traído aquí, no en vano estas aquí, el sólo estar aquí y creer…. y decir SI CREO, SI CREO EN TI JESÚS, solo con eso vas a poder ser rescatado, de esa crueldad que tu solo te empujas en contra de la Divinidad… ahora que has escuchado, que tienes que ir a Misa, que tienes que Confesarte, que tienes que Comulgar, muchas veces se le dijo a éste Grupo y muchas veces han escuchado hijitos míos COMUNION DIARIA, Misas diarias… pero gran gente parte aquí que recién viene, quizás a segunda o tercera vez, pero quizás no escuchen bien porque estabas aturdido, porque querías como por Obra de magia que se resuelvan tus problemas… así no es hijito mío, hijita mía, así no es, tu confía, tu cree, pero sobretodo ten FE, busca las cosas de Dios y solo así encontrarás el verdadero camino, ÉL es la Luz de éste mundo… JESUS, cree en Él, confía en Él, Él escucha tus Oraciones y YO te escucho a tí y te recibo a tí y a todos y cada uno de ustedes en MI Corazón, los recibo, los quiero y YO los llevaré al Corazón de Mi Hijo, hijitos míos, preciosos hijos, preciosas hijas, nada es en vano, nada es casualidad, el Amor de Dios es Infinito, el Padre Omnipotente y Misericordioso tiene Piedad de ti… arrepiéntete hoy, vuelve al camino.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: YO SOY LUZ, AMOR Y PAZ…
HNO. JOSÉ: Bienvenido seas Señor, gracias por estar con nosotros, bendito y alabado seas Tu Sacratísimo Corazón.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: Solo quiero decirle una sola cosa hoy… algo importante que han de saber, Mi Amor es infinito hacia ustedes, lo han escuchado muchas veces, pero hoy quiero que lo reflexionen, Infinito porque la vida entera, Mi última gota de Sangre la entregué por ustedes, por Amor a TI, por Amor a Ti, te perdono totalmente y ahora que u eres consciente del Amor y del Perdón que has recibido gratuitamente y eternamente es hora que tú le des Amor y Perdón a tu hermano, a tu hermana… aquel que está a tu lado, al que te trata bien y al que te trata mal, porque todos son mis hijos y a todos YO los Amo… mi Amor para ti y la misión de Amar a todos.

HNO. JOSÉ: El Señor esté con nosotros.
TODOS: Y con tu Espíritu.
HNO. JOSÉ: La bendición de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo esté con ustedes
TODOS: Amén
HNO. JOSÉ: Podemos ir en Paz.
TODOS: Demos gracias a Dios y a nuestra Madre Santísima.
Un aplauso para la Santísima Trinidad, a nuestra Madre Santísima y a nuestros Ángeles.

Grupo Católico de Oración por los Enfermos – Si Señor

José Miguel Pajares Clausen

lunes, 26 de junio de 2017

UNA ÉPOCA AZUL


Un bellísimo texto que nos invita a tener más amor y confianza en la Madre de Dios que también es Madre nuestra: María.
Hoy recabo la presencia de un amigo, pequeño, zascandil, chisgarabís y poeta. Esto último le salva. También se orna con ribetes de filósofo, y a menudo me interroga sobre ciertas grandes cuestiones que escrutan los sabios (no siempre con éxito). Pero se muestra seguro en asuntos como el que ha de ocuparnos enseguida. Lo encontré en Belén, pero lo había visto ya en Nazaret, cuando el Arcángel San Gabriel anunció a María.

Ahora dice hallarse en una época azul. Sucede, en su opinión, que el azul es el color mariano por excelencia, y basta que se abra un claro entre las nubes para que exclame con entusiasmo:
– ¡Mira, el manto azul de la Virgen!

A su juicio, el cielo visible, cuando está limpio, es el manto de la Madre de Dios. Así, siempre, dondequiera que va, se encuentra guarecido, seguro, entero, firme, inexpugnable bajo los pliegues del manto -inmenso o breve, según se mire-, pero siempre humano. Porque -como ha leído en algún lugar-, para quien lo sabe amar el mundo pierde el disfraz de infinito «y se hace pequeño como una canción, como un beso de lo eterno».

El ama tiernamente los cielos tersos, los lagos altos, limpios, tranquilos de la montaña y los mares sosegados del mediodía. En ellos percibe con todos los sentidos la presencia de la Inmaculada.

También gusta de contemplar, bajo el manto azul, cómo vienen las nubes de lejos, enormes blancuras que se arrebolan, forman y deforman, se hacen y deshacen con belleza fascinante ante su mirada absorta. Son pinceladas divinas, luces de maravilla con las que juega la Luz, envidia de Velázquez, Goyas y Tizianos. Al fondo, siempre el azul, dando unidad y armonía al cuadro entero; es lo permanente, lo eterno que presta al alma aquel sosiego sin el cual no vive.

Yo le pregunto:
-¿Y de noche, no lloras un poco?
Entonces abre los brazos, solemne, y sentencia:
-Donde el sol se oculta, estalla el cielo. Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas. Nunca se debe llorar o temer. La luz no ha desaparecido; se ha ido a los luceros, para cantarnos la inmensidad del universo, en el que reina como Emperatriz la Madre de Dios. Yo creo en las noches, concluye el pequeño, con Rilke.

Sigo indagando:
-¿Pero cuando cae la niebla y nada se ve, o las nubes densas no dejan resquicio al cielo alto?
-Entonces -explica-, el corazón se yergue, lo traspasa todo, hasta donde jamás deja de brillar el sol y es diamantino el azul. También la ausencia consciente es un modo de presencia, quemazón saludable, que enciende el deseo de ver y tener. Hay soledades sonoras, músicas calladas, vacíos llenos de plenitud, como aquel «¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!». Nunca el Padre Dios -y la Madre Virgen- estuvieron tan metidos en el Corazón de Cristo. La ausencia viva es presencia aguda, dulce, aunque un poco dolorosa. Algo así acontece cuando se trata a la Humanidad Santísima de Jesús: Él pone en el alma un hambre insaciable, un deseo “disparatado” de contemplar su Faz.

En esa ansia -que no es posible aplacar en la tierra-, hallarás muchas veces tu consuelo
En esa ansia -que no es posible aplacar en la tierra-, hallarás muchas veces tu consuelo (del Via Crucis, del Beato Josemaría)

¿Qué será, además, contemplar el otro rostro bellísimo, el de la Virgen Santa, que aguarda allá, tras el manto azul?

Sabiduría antigua

Cuando son negras las nubes y rugen con la luz lívida del relámpago, mi pequeño amigo asevera:
-Ya está el diablo metiendo el rabo. Siempre anda como león rugiente, buscando presa que devorar (esto lo ha leído en San Pedro).
Y yo inquiero por qué nuestra Madre buena, que podría enviar al infierno el Infierno entero, permite que el demonio meta el rabo bajo su manto.

El pequeño teólogo se ajusta las gafas en el ceño y acto continuo extiende el brazo cuan largo es, vibrando su dedo índice hacia mi cara:
-No debemos olvidar que es muy antigua la sabiduría de la Madre de Dios. Ella sabe bien que si vemos bajo su manto, algunas veces, el rabo del gran cornúpeta -corniabierto y astifino-, sabremos inferir que fuera está el diablo entero, y no saldremos de la zona de seguridad. Aunque el demonio meta el rabo, ¡ahí no pasa nada!

En su concepto, como en el de ilustres pensadores, el mundo entero es una gran parábola del Reino de los Cielos. Las parábolas de Jesús no son tan sólo un modo pedagógico de elevar la mente humana desde las cosas más asequibles a los más altos misterios, son también una muestra de la más honda y veraz lectura del mundo. El mero físico, o químico, o biólogo, no entiende casi nada. Sólo ve en el agua, H2O; y en la vida, DNA.

Pero la realidad es mucho más. El agua es río y mar, cascada, refrigerio para la boca cuarteada, pulcritud para el manchado, motivo siempre de encendida acción de gracias. Las cosas todas son señales indicadoras del Amor divino, transparencias del poder creador de Dios, de quien proceden y a quien conducen. El materialismo, el positivismo -¡ay, esos “ismos”…!- han puesto a las gentes anteojos de madera. Incluso inteligencias agudas que leen y entienden voluminosos libros ininteligibles, ya no saben leer en las cosas más sencillas y elocuentes. Les urge volver a la escuela, escuela primaria, a empezar de nuevo: la eme con la a, ma.
Pero, cuidado, es preciso escoger bien.

La mejor escuela

La mejor es, sin duda, la escuela de Santa María, escogida por Dios mismo cuando quiso hacerse Niño y aprender a ser Hombre. Ella es Sedes sapientiae, Asiento de una sabiduría más antigua que el mundo. La Liturgia pone en labios de la Madre de Dios estas palabras de la Escritura: Antes de los siglos, desde el principio me creó, y por los siglos subsistiré. No es, éste, un principio de orden cronológico, sino de lógica divina, trascendente al tiempo. Antes del comienzo de la creación, Dios tiene en su mente la criatura de insuperable belleza, compendio de toda humana perfección.

Es la que puede decir: El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada.

Por eso, hay un clásico que le canta:
Fuera de Dios no hay quien sea tan antigua como vos.
Y le hace decir Quevedo:
Soy más antigua que el tiempo (…)
Infinitos siglos antes que criara el firmamento, ya él me había criado en mitad de aquel silencio.
Pero oigamos la voz autorizada: “Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y las aguas no traspasaban sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano…”.

Niña de los ojos de Dios

Parece que la creación entera contiene un cierto sello, un dulce y vigoroso toque mariano. Cabe una lectura mariana del mundo. Tienen fundamento los versos de Lope: Vos sois aquella Niña con que el Señor del cielo y tierra mira.

También Calderón de la Barca llama a la Virgen niña, Niña de los ojos de Dios. Y nuestro pequeño amigo remacha gozoso: ¡cabe una lectura mariana del mundo!

Yo quiero, Madre mía, que tú seas la Niña de mis ojos; ver las cosas todas a tu luz. Y así, ¡cuánto más hermoso se ve el Niño! Y José, qué espléndido, qué bien plantado, qué bien trabaja, qué bien habla y qué bien calla; qué santazo es José: no hay otro como él.

¿Y el establo? ¡si no huele sino a clavel! ¡si es un palacio lleno de Ángeles, los Príncipes del Cielo!

¿Y el sudor de la frente cuando se trabaja recio? Son perlas que se engarzan en la corona del Rey de reyes. La fatiga ya no enoja, es medio y fuente de santificación. Incluso las mayores contrariedades, incomprensiones, calumnias, persecuciones, son piedras preciosas que fulgen y adornan la Cruz victoriosa de Nuestro Señor Jesucristo.

Y el infierno ya no son “los otros”, como acontece en el angustiado mundo ateo de un Jean Paul Sartre. El infierno es lo que vio Paul Claudel, tras su fulgurante conversión: “pocas horas me bastaron para enseñarme que el Infierno está allí donde no está Jesucristo”. ¡Qué mal se pasa si Él no está! Y si se pasa “bien” en apariencia, qué vacío, luego.

El encuentro con los demás es siempre un encuentro con Cristo. Cristo, que sufre en los enfermos del cuerpo. Cristo, que sufre más en los enfermos del alma. Cristo, que triunfa en las almas que están en gracia de Dios y caminan hacia la santidad.

Cristo, en la lectura mariana del Evangelio, aparece en toda su belleza, sencilla y magnífica, humana y divina. Cada detalle de cada gesto, de cada palabra y de cada silencio de Jesús, adquiere un relieve de intensidad conmovente. Se desvanecen los temores infundados: la época azul resulta la más cristocéntrica que pueda pensarse. Nunca se está más cerca de Jesús que cuando se está con su Madre: ¡El Señor es contigo!

Leer los grafismos del mundo, siendo María la Niña de nuestros ojos, es descubrir siempre nuevas bellezas en lo creado y redimido por Cristo; abrirse a la posibilidad apasionante de hacer de la prosa de cada día, endecasílabos, verso heroico (Esto lo aprendió el pequeño, como tantas otras cosas, del Beato Josemaría Escrivá). Una mañana de octubre, de 1967, que esplendía bajo el manto azul de Navarra, en el campus de la Universidad, con millares de personas embebidas, nuestro hombre escuchó con emoción contenida estas palabras antológicas: Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria.

Y qué gozoso resulta andar, con la Niña de Nuestros Ojos, descubriendo ese algo divino que en los detalles se encierra. ¡Los detalles! Ahí está sobre todo la Madre de Dios: en los detalles.

Cualquier momento es óptimo para comenzar o recomenzar a vivir en el encanto de una nueva, definitiva e insuperable época azul. Ya no se ansía otra, porque ésta está siempre abierta a nuevas y mayores maravillas.

PIROPOS A LA MADRE VIRGEN

Al pequeño filósofo, como a cualquier hijo de María Santísima, le encanta encontrar más piropos -antiguos y nuevos- a la Madre de Dios. Por ejemplo, este de Gómez Manrique: Toda eres toda bella.

No es poco lo que afirma Jerónimo del Río, que debió de ser un excelente jugador de ajedrez: Dama con que el Rey mata al diablo, ¡al gran cornúpeta!

En el Cancionero general de Hernando del Castillo, se encuentra una letanía espléndida:
clara lumbre
luz del día
espejo de Dios
templo santo
perla
zafiro
vaso blanco cristalino
paraíso
huerto precioso
planta de fértil rosa
Rosa
flor de flores
rosa de rosas
madre preciosa
madre cristalina
la rosa entre las flores
lucero amado

Y en el Poema de la Bestia y el Ángel, se dice que éste es el dogma de María:
…que tiene finura de cristal, hipérbole de amores y gracias de requiebro.

Todo es muy razonable si se tiene en cuenta que Ella es el Sol que da a luz al Sol hermoso (Lope), Madre de fremosura (Alfonso X, Cantiga X), Madre del Amor hermoso.

Y como es a la vez Madre de Dios y Madre nuestra, bien dice Calderón cuando en El cubo de la Almudena explica la universal experiencia de los buenos hijos de Dios: Si trabajando vosotros aclamáis a María bella, cuidando nosotros de ella, Ella cuida de nosotros.

Y Hernando de Talavera, del XVI:
Llena de inmensidad
De aquel Dios inmensurable,
Dios de Dios;
Llena de sonoridad
Del Verbo eterno inefable.

Pero ahora nos sorprenden unos versos con una enseñanza inesperada, en el Tratado de la Asunción, del sin par Juan del Encina:
Dame tu gracia graciosa,
gracia de gracia de Dios,
pues, aquél y tu sois dos
en querer sois una cosa,
¡o Madre de Dios y Esposa!
ven, Señora, ven a mí,
que no ay fuerza tan forzosa
que pueda ser poderosa
de escribir de ti y sin ti.

Luego, es evidente que Ella está con nosotros, los que de Ella escribimos y, sin duda también, con los que de Ella leemos.

En fin, para acabar de un plumazo, si no, no habría final, leamos lo dicho por Fray Pedro Manrique del Beato Alonso de Orozco, que “lo más de la vida gastó en alabanzas suyas (de María Santísima): perdía el seso en la consideración de esta Señora, de lo que fue y de lo que merecía”.

Oh, si esto pudiera decirse del pequeño poeta… Perder el seso, querer con locura a la Madre de Dios. Esta es una expresión muy del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer: amar a la Virgen con locura: Te daré un consejo, que no me cansaré de repetir a las almas: que ames con locura a la Madre de Dios, que es Madre nuestra.

COLECCIÓN ARVO, Nº 130. AÑO XII. DICIEMBRE 1992.

Pbro Dr. Antonio Orozco Delclós


EL CORAZÓN HUMANO DE MARÍA


María no solamente ha sido el más grande ejemplo de Fe, sino el modelo más perfecto del amor humano.
San Lucas hace dos referencias al corazón de la Santísima Virgen que llaman poderosamente la atención. La primera nos describe a los pastores quienes, convocados por un ángel del Señor encontraron a la Sagrada Familia. “…reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. Y todo los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.” (Lc 2, 19) En el mismo capítulo dos del evangelista, tras el episodio del niño perdido y hayado en el Templo, encontramos una segunda y muy similar referencia: “…Y su madre guardaba estas cosas en su corazón.” (Lc 2, 51)

La madre del salvador guardaba estas cosas en su corazón. A la luz del Evangelio, valdría la pena preguntarnos si esas cosas de Dios que aprendemos en la Sagrada Escritura, en algún retiro espiritual o en la Eucaristía misma las estamos guardando en nuestro corazón. Pero además la dulcísima Madre de Cristo no solo las guardaba, sino que además las ponderaba. ¿Solo María era capaz, en su pureza y plenitud de Gracia ponderar y guardar las cosas de Dios en Su corazón?

Pensemos que la Virgen no solamente ha sido el más grande ejemplo de Fe al decir al Ángel Gabriel “Hágase en mí según tu palabra”, sino que la vemos como un modelo de amor humano. No es difícil imaginar a la Virgen Santa con el niño Dios en los brazos derramando amor y ternura, entregando su corazón plenamente a esa frágil criatura que es Dios mismo hecho hombre. Esa Madre amorosa que abrazaba al pequeño Niño es la misma que acogió en su regazo el cuerpo inerte del crucificado. El mismo corazón que se llenaba de gozo y pronunciaba “Mi alma glorifica al Señor…” es el que con el cuerpo exánime de Jesús en los brazos parecía escuchar “¿A dónde se fue tu Amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿A dónde se marchó el que tú quieres, y le buscaremos contigo?” (Cant V, 17) Ese corazón entregado enteramente a Dios, aún antes de la anunciación, es el mismo que gime y solloza al pie de la cruz. Ese mismo corazón en el que se guardaban las maravillas que ocurrían en torno al salvador es el que se remueve con fuerza de terremoto ante el sacrificio del Rey de Reyes. Y era un corazón humano el que daba tanto amor y sentía el más profundo de los dolores. Y ese corazón, el de María, era humano. Como el tuyo o como el mío.

Santa María no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Una vida y un corazón humanos pero de Jesús. ¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo. Tú y yo tenemos su propio corazón como un escalón a la Puerta Santa que es Jesús. Con el ejemplo de la Santa Madre de Dios, no solo sabemos que podemos amar a Cristo, debemos amarle así porque la tenemos a Ella misma como intercesora.
Corazón generoso y tierno corazón como por naturaleza es el de toda mujer que es madre, el de María nos inspira profundamente. Y podríamos admirar a la Virgen por amar al Niño Dios, de igual manera que admiramos a cualquier madre que sostiene a su pequeño en los brazos. Pero el corazón de María ya era de Dios aún antes de la Anunciación. Había decidido reservar su corazón a Dios sin necesitar algún prodigio. En la Anunciación se consuma la previa entrega que ya se había realizado. ¿Cómo nos extraña entonces que haya podido pronunciar esas palabras que la han subido a la cúspide de la Fe “Hágase en mí según tu palabra”? Pensándolo con mayor hondura el corazón de María, sí es corazón humano, no solo era capaz de eso, sino de mucho más.

El corazón amoroso y entregado es, en su generosidad, un corazón fiel: Un corazón humano al pie de la cruz. Si con facilidad podíamos imaginar la ternura de la escena en el pesebre, con gran dificultad podemos apenas hacer un esbozo en la imaginación de la Santísima Virgen recibiendo de José de Arimatea el cuerpo ensangrentado de su hijo. ¿Cómo imaginar el dolor de una Madre que limpia, con mano trémula, la sangre de su hijo? Remueve en lo más profundo aún a nuestro propio y durísimo corazón el pensar en la mirada de María ante el rostro desfigurado y atrozmente golpeado de Jesucristo. Y su corazón dolido estaba ahí, fiel, al pie de la cruz. ¿Dónde está nuestra corazón? ¿Al pie de la cruz como el de la Santísima Virgen o escondido y alejado como el de los discípulos que abandonaron al Señor?

El corazón de María nos muestra todas las encontradas emociones que un corazón es capaz de sentir. Es el corazón de la Virgen uno tan grande y tan generoso, que es además nuestro propio refugio. Su corazón es, además de ejemplo y con dignidad sobresaliente para ser admirado, el consuelo para la aflicción. ¿Cuánto no comprenderás nuestros humanos dolores ella que enfrentó el dolor más profundo que se pueda experimentar?

Pero el corazón humano de nuestra Madre en Cristo no solo es un ejemplo de ternura amorosa o de abyecto dolor. María en su corazón es la Madre del buen consejo, y quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. Poderoso corazón el de María, que puede convertir nuestro egoísmo y amor propio en caridad y amor a Dios. El corazón entregado de María debería enseñarlos a pedirle confiados a Dios: “Padre, mi corazón puede poco ¡Haz que te ame mas!”
Es a la Madre de Dios a quien hemos de acudir para pedirle que nos enseñe a amar más, a entregar más, a ser más justos, a rogarle que con su corazón dulcísimo nos proteja, nos enseñe, nos guíe.


El corazón humano de María. Humano. Como el tuyo y como el mío.