jueves, 30 de junio de 2011

¿CÓMO CONTEMPLAR EL CORAZÓN DE JESÚS Y EL CORAZÓN DE MARÍA?



El corazón es un signo sencillo que encierra un gran misterio.

Es asequible, concreto y profundo. Dice más de lo que es, mucho más. Está cargado de afectos. Referirse al corazón es un modo sintético de considerar el gran misterio de la entrega en el amor. Los enamorados pintan corazones en los árboles y en las iglesias.

El Sagrado Corazón no es sólo una representación sensible, ni su devoción se queda en un conjunto de prácticas religiosas. La devoción al Sagrado Corazón evoca el amor del Hijo de Dios que se encarnó por amor y que entregó su cuerpo en la cruz mediante un acto de amor. Esta devoción ayuda a centrar la vida espiritual en el amor de Jesús, rico en misericordia.

Si alguien tiene sed que venga a mí y beba (Jn 17, 37)

El buscador de Dios encuentra en la oración una respuesta. La meditación diaria es un momento de gracia en que el Espíritu Santo viene con Su poder y nos cubre con Su sombra (cf Lc 1,35). Allí, el amor se convierte para el sediento en la única ocupación.

Desde el día en que el soldado traspasó el costado de Jesús con su lanza (Jn 19,34), la Iglesia es regada por esa fuente de la que mana la Vida. Por eso ayuda mucho contemplar en la oración la herida en el costado de Jesús. Junto a María, al pie de la cruz, ver cómo brotan el agua y la sangre, figuras del bautismo y de la eucaristía. Es un continuo fluir de la misericordia divina que nos lava y nos nutre y sacia nuestra sed a través de los sacramentos. El costado traspasado de Jesús nos baña con su infinita misericordia que brota del manantial del amor: el Sagrado Corazón.

Un modo de contemplar el amor de Jesús es, pues, a través del costado traspasado. Les comparto tres consideraciones delante de la herida del costado de Jesús que me han ayudado en la oración:
1. Dios nos ama con un corazón humano.
Una dificultad frecuente en la vida de oración consiste en que se ve el mundo espiritual demasiado lejano a nuestra realidad cotidiana. Me gusta imaginar a un bebé buscando desde el suelo la mirada de su padre sin poder alcanzarlo. De pronto el padre se tumba en el suelo, se pone a su nivel y le sonríe. Luego lo carga y lo levanta. Nosotros no alcanzamos a Dios y, de pronto, Él desciende hasta nosotros y nos eleva a Sí.
En Cristo, Dios se hace asequible.
(cf Jn 1,14) El Corazón de Jesús representa la humanidad de Cristo; lo vemos como uno de los nuestros. Dios se encarnó para amarnos con un corazón humano. Así nos permitió vivir la comunión de vida con Él. Y cuando vemos a Dios amándonos así, con un corazón como el nuestro, nos brota espontáneo decirle: ¡Así te necesito, de carne, sangre y hueso!

Si el amor de Dios nos parece demasiado espiritual para estar a nuestro alcance es que aún no conocemos a Jesús de Nazareth, el que nació en Belén y murió en Jerusalén por amor a nosotros.

2. Contemplar para escuchar.
Otra dificultad que se plantea continuamente en la dirección espiritual y en los cursos de oración cuando se explica que orar es sobre todo escuchar, es la pregunta ¿Y qué significa escuchar en la oración? ¿Cómo se hace para escuchar a Dios? Mi respuesta suele ser: si quieres escuchar, contempla.

Contémplalo en la cueva de Belén, contémplalo en la cruz, contémplalo en la creación, contémplalo en el Sagrario, contempla los corazones traspasados de Jesús y de María…. y escucharás que te dice que te ama.

Contemplar los misterios de la vida de Cristo es comprobar la abundancia del amor de Dios a nosotros. "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19, 37; Zac 12, 10). Mirarle con los ojos interiores, mirarle sobre todo cuando estamos dolidos y arrepentidos y escuchar que nos dice una y otra vez: No pasó nada, te sigo amando igual.

Así se lo dijo a Sor Faustina:
Has de saber hija mía, que mi corazón es la Misericordia misma. Desde este mar de Misericordia las Gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se haya acercado a Mí ha partido sin haber sido consolada. Cada miseria se hunde en mi Misericordia y de este manantial brota toda Gracia salvadora y santificante..." (Diario de Sor Faustina # 1777, p. 626)

3. Dejarse amar.
¿Quién entiende la pasión de Cristo? ¿Quién entiende la Eucaristía? No tratemos de entender, son misterios que más bien es preciso contemplar y agradecer.

El icono de este artículo que se encuentra en la parte superior, apareció en el siglo XII en Oriente es fuente de fecunda inspiración.

Centra la mirada en las manos de Jesús. No están atadas con cuerdas. Las cuerdas que le atan debe descubrirlas el corazón contemplativo: son las cuerdas del amor a la Iglesia. Se encuentran libres, pero Jesús libremente se somete y se ofrece como manso cordero.

Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente (Jn 10,18) Su no-violencia es la fuerza del amor (Jean Corbon)

Después de resucitado quiere quedarse con las manos voluntariamente atadas, preso en el Sagrario, para que vaya a visitarle y allí encontrar yo mi descanso: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré (Mt 11, 28). Él es el preso y sin embargo, cuando voy a acompañarle, soy yo el que sale consolado.
Para mí, éste icono, llamado Del esposo, es el icono de los Corazones traspasados de Jesús y de María. Mira los rostros de Jesús y de María.

Jesús reclina su cabeza sobre la Madre, significando aceptación. Y María, representándonos a todos nosotros, se une a Jesús llena de compasión (en este contexto puedes leer con provecho el artículo ¿Cómo si se rezó bien el rosario?). Ese diálogo contemplativo de la mirada de María, nos hace comprender que el quehacer en la oración es dejarse amar y amar. El rostro de Cristo Redentor: manso y misericordioso. En sus ojos cerrados repasa la historia de tu vida y de la suya, deja que te invada de paz y junto con San Pablo concluye sin decir palabra: Me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20)

Y una vez que has experimentado el grande amor que Dios te tiene: dale amor. El camino nos lo indican las dos manos de María. ¿Hacia dónde están orientadas? Hacia el costado traspasado: así nos muestra ella el camino de la interioridad y la conversión. Conocer el amor, vivir el amor, compartir el amor.

Este icono me dice que la oración, más que actos y técnicas es un tiempo para estar juntos, sin preocuparnos de pasos y de métodos, sino de estar en su presencia, contemplando el rostro de Cristo. Estarse allí, como María: dándole amor, gustando su amor, compartiendo su amor.

Una sugerencia para la meditación personal en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
En la solemnidad del Sagrado Corazón haré mi oración de esta manera, tal vez alguno quiera hacer lo mismo: trayendo a la memoria el icono de los Corazones traspasados estaré rumiando esta expresión de San Agustín que me hace tanto bien en el momento presente de mi vida:
El pasado ponlo en las manos de la Divina Misericordia. El futuro en manos de la Divina Providencia. El presente en manos del Divino Amor”. ¡Sagrado Corazón de Jesús! En ti confío.

Autor: P Evaristo Sada LC

TEOLOGÍA: LA FE ORIENTA A LA RAZÓN A ABRIRSE A LO DIVINO



Resumen de prensa y discurso completo del Papa en la entrega de los Premios Ratzinger (30 junio 2011)

En la Sala Clementina del Palacio Apostólico, Benedicto XVI confirió por primera vez el "Premio Ratzinger", instituido por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI a los profesores: Manlio Simonetti, italiano, experto de Literatura cristiana antigua y Patrología: Olegario González de Cardedal, español, sacerdote, docente de Teología sistemática; y Maximilian Heim, alemán, cisterciense, abad del monasterio de Heiligenkreuz en Austria y docente de Teología fundamental y dogmática.

Después del saludo del presidente de la Fundación, monseñor Giuseppe Antonio Scotti, el Santo Padre pronunció un discurso.

"La teología es ciencia de la fe, dice la tradición - observó el Papa -, (...) pero si el fundamento de la teología, es decir la fe, no se convierte, al mismo tiempo, en objeto del pensamiento, si la praxis se refiere solo a sí misma, o vive exclusivamente del préstamo de las ciencias humanas, entonces la praxis se queda vacía y privada de fundamento".

En la teología "está en juego la cuestión de la verdad, es su fundamento último y esencial. Una expresión de Tertuliano puede llevarnos a dar un paso más: "Cristo no dijo: Yo soy la costumbre, sino yo soy la verdad", agregó el Santo Padre, explicando que las "religiones paganas por su naturaleza eran "consuetudinarias": (...) se observaban las formas de culto tradicionales esperando permanecer así en la relación acertada con el ámbito misterioso de lo divino. El aspecto revolucionario del cristianismo en la antigüedad fue la ruptura con "lo consuetudinario" por amor de la verdad. (...) En San Juan apóstol se encuentra la otra interpretación fundamental de la fe cristiana, que se expresa en la designación de Cristo como Logos. Si Cristo es el Logos, la verdad, el ser humano debe corresponderle con su propio logos, con su razón".

"De ahí se entiende cómo la fe cristiana, por su propia naturaleza, debía suscitar la teología, debía interrogarse sobre la razonabilidad de la fe. (...) Por cuanto se presente claro en el cristianismo, el nexo fundamental entre Logos, verdad y fe, la forma concreta de ese nexo ha planteado y plantea siempre nuevas preguntas. (...) San Buenaventura (...) habló de un doble uso de la razón -un uso que es incompatible con la naturaleza de la fe y uno que, en cambio, pertenece a la naturaleza de la fe".

Para Buenaventura "existe (...) el despotismo de la razón, que se hace juez supremo de todo. Este tipo de uso de la razón es ciertamente imposible en el ámbito de la fe" porque quiere someter a Dios "a un procedimiento de prueba experimental", dijo el Santo Padre explicando que en nuestros días "la razón experimental se presenta hoy ampliamente como la única forma de racionalidad declarada científica. (...) Con este enfoque se han llevado a cabo obras grandiosas y nadie quiere poner en duda que sea justo y necesario en el ámbito del conocimiento de la naturaleza y sus leyes. Sin embargo, hay un límite en el uso de esa razón: Dios no es un objeto de la experimentación humana. Es un Sujeto y se manifiesta sólo en la relación de persona a persona".
"En esta perspectiva Buenaventura menciona un segundo uso de la razón, que se aplica al ámbito "personal", a los grandes interrogantes de la naturaleza humana. El amor quiere conocer mejor a aquel que ama. El amor verdadero, no vuelve ciego, sino que da la vista. De él forma parte la sed de conocimiento del otro. Por esta razón, los Padres de la Iglesia encontraron a los precursores del cristianismo - fuera del ámbito de la revelación a Israel - no en la religión consuetudinaria, (...) sino en los "filósofos", en las personas sedientas de la verdad y por lo tanto en camino hacia Dios. Cuando no se utiliza así la razón, las grandes cuestiones de la humanidad quedan fuera del alcance de la razón y se dejan a la irracionalidad. Por eso, la teología auténtica es tan importante. La verdadera fe orienta la razón a abrirse a lo divino, de modo que, guiados por el amor a la verdad, se puede conocer a Dios más de cerca".

Texto completo del discurso del Papa.
Señores Cardenales, venerados Hermanos, ilustres Señores y Señoras:
Ante todo quisiera expresar mi alegría y gratitud por el hecho de que, con el otorgamiento de su premio teológico, la Fundación que lleva mi nombre dé público reconocimiento a la obra llevada a cabo, en el arco de una entera vida, por dos grandes teólogos, y a un teólogo de la generación más joven dé un signo de aliciente para avanzar por el camino emprendido. Con el Profesor González de Cardedal me une un camino común de muchos decenios. Ambos hemos iniciado con san Buenaventura y por él nos hemos dejado indicar la dirección. En su larga vida de estudioso, el Profesor González ha tratado todos los grandes temas de la teología, y no reflexionando y hablando simplemente en abstracto, sino confrontado siempre con el drama de nuestro tiempo, viviendo y también sufriendo de modo totalmente personal las grandes cuestiones de la fe y con ellas las cuestiones del hombre de hoy. De este modo, la palabra de la fe no es algo del pasado; en sus obras, verdaderamente, llega a ser contemporánea para nosotros. El Profesor Simonetti nos ha abierto de modo nuevo el mundo de los Padres. Precisamente mostrándonos desde el punto de vista histórico, con precisión y atención, lo que dicen los Padres, ellos se convierten en personas contemporáneas a nosotros, que hablan con nosotros. El Padre Maximilian Heim ha sido elegido recientemente Abad del monasterio de Heiligenkreuz en Viena –un monasterio rico de tradición– asumiendo con esto la tarea de hacer actual una gran historia y de conducirla hacia el futuro. En esto, espero que el trabajo sobre mi teología, que él nos ha donado, pueda serle útil y que la Abadía de Heiligenkreuz pueda desarrollar ulteriormente, en nuestro tiempo, la teología monástica, que ha acompañado siempre a la universitaria, formando con ella el conjunto de la teología occidental.

Pero no es mi tarea tener aquí una laudatio de los premiados, que ya ha sido hecha de manera competente. Pero quizá, la entrega del premio puede ofrecer la ocasión de dedicarnos por un momento a la cuestión fundamental acerca de qué es, verdaderamente, la teología”. La teología es ciencia de la fe, nos dice la tradición. Pero aquí surge, inmediatamente, la pregunta: ¿verdaderamente es posible? ¿O no es esto en sí mismo una contradicción? ¿Acaso ciencia no es lo contrario de fe? ¿La fe no deja de ser fe, cuando se convierte en ciencia? ¿Y no deja la ciencia de ser ciencia cuando está ordenada, o incluso subordinada, a la fe? Estas cuestiones, que ya para la teología medieval representaban un serio problema, con el moderno concepto de ciencia se han vuelto aún más impelentes, a primera vista incluso sin solución. Se comprende así porqué, en la era moderna, la teología en vastos ámbitos se haya retirado primariamente en el ámbito de la historia, a fin de demostrar aquí su seria característica científica. Es necesario reconocer, con gratitud, que con esto se hayan realizado obras grandiosas, y el mensaje cristiano ha recibido nueva luz, capaz de hacer visible su íntima riqueza. Sin embargo, si la teología se retira totalmente al pasado, deja hoy a la fe en la oscuridad. Después, en una segunda fase, se han concentrado en la praxis, para mostrar que la teología, en relación con la psicología y la sociología, es una ciencia útil que da indicaciones concretas para la vida. También esto es importante, pero si el fundamento de la teología, la fe, no llega a ser al mismo tiempo objeto del pensamiento, si la praxis es referida sólo a sí misma, o vive únicamente de los préstamos de las ciencias humanas, entones la praxis se vuelve vacía y privada de fundamento.

Por tanto, estos caminos no son suficientes. Por cuanto sean útiles e importantes, se convierten en subterfugios, y permanece sin respuesta la verdadera pregunta. Que resuena: ¿es verdad aquello en lo que creemos o no? En la teología está en juego la cuestión acerca de la verdad; ella es su fundamento último y esencial. Una expresión de Tertuliano puede hacernos dar aquí un paso hacia adelante: Cristo no ha dicho: Yo soy la costumbre, sino: Yo soy la verdad - non consuetudo sed veritas (Virg. 1,1). Christian Gnilka ha mostrado que el concepto consuetudo puede significar las religiones paganas que, según su naturaleza, eran costumbres”: se hace aquello que se ha hecho siempre; se observan las tradicionales formas culturales y se espera así permanecer en la justa relación con el ámbito misterioso de lo divino. El aspecto revolucionario del cristianismo en la antigüedad fue precisamente la ruptura con la costumbre por amor a la verdad. Tertuliano habla aquí sobre todo en base al Evangelio de san Juan, en el que también se encuentra la otra interpretación fundamental de la fe cristiana, que se expresa en la designación de Cristo como Logos. Si Cristo es el Logos, la verdad, el hombre debe corresponder a Él con su propio logos, con su razón. Para llegar hasta Cristo, él debe estar en el camino de la verdad. Debe abrirse al Logos, a la Razón creadora, de la que deriva su misma razón y a la que ella lo remite. De aquí se comprende que la fe cristiana, por su misma naturaleza, debe suscitar la teología, debía interrogarse sobre la sensatez de la fe, si bien, naturalmente, el concepto de razón y el de ciencia abrazan muchas dimensiones, y así la naturaleza concreta del nexo entre fe y razón debía y debe siempre nuevamente ser sondada.

Por lo tanto, por cuanto se presente clara en el cristianismo, el nexo fundamental entre Logos, verdad y fe, la forma concreta de tal nexo ha suscitado y suscita siempre nuevas preguntas. Está claro que en este momento semejante pregunta, que ha ocupado y ocupará a todas las generaciones, no puede ser tratada detalladamente, y ni siquiera a grandes líneas. Sólo quisiera intentar proponer una pequeña nota. San Buenaventura, en el prólogo a su Comentario de las Sentencias ha hablado de un dúplice uso de la razón, de un uso que es inconciliable con la naturaleza de la fe y de uno que, en cambio, pertenece precisamente a la naturaleza de la fe. Existe la violentia rationis, el despotismo de la razón, que se hace juez supremo de todo. Este tipo de uso de la razón es ciertamente imposible en el ámbito de la fe. ¿Qué entiende Buenaventura con esto? Una expresión del Salmo 95, 9 puede mostrarnos de qué se trata. Aquí Dios dice a su pueblo: En el desierto () donde me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron aunque habían visto mi obra. Aquí se alude a un dúplice encuentro con Dios: ellos han visto. Pero esto a ellos no les basta. Ellos ponen a Dios a prueba. Quieren someterlo al experimento. Él, por decirlo de alguna manera, es sometido a un interrogatorio y debe someterse a un procedimiento de prueba experimental. Esta modalidad de uso de la razón, en la era moderna, ha alcanzado el culmen de su desarrollo en el ámbito de las ciencias naturales. La razón experimental se presenta hoy ampliamente como la única forma de racionalidad declarada científica. Lo que no puede ser científicamente verificado o falsificado cae fuera del ámbito científico. Con esta formulación se han realizado obras grandiosas; que ella sea justa y necesaria en el ámbito del conocimiento de la naturaleza y de sus leyes nadie querrá seriamente ponerlo en duda. Sin embargo, existe un límite a semejante uso de la razón: Dios no es un objeto de la experimentación humana. Él es Sujeto y se manifiesta sólo en la relación de persona a persona: esto forma parte de la esencia de la persona.

Desde este punto de vista Buenaventura alude a un segundo uso de la razón, que vale para el ámbito de lo personal”, para las grandes cuestiones del mismo ser hombres. El amor quiere conocer mejor a aquel que ama. El amor, el amor verdadero, no vuelve ciegos, sino videntes. De esto forma parte precisamente la sed de conocimiento, de un verdadero conocimiento del otro. Por esto, los Padres de la Iglesia han encontrado los precursores y los pioneros del cristianismo – fuera del mundo de la revelación de Israel – no en el ámbito de la religión consuetudinaria, sino en los hombres en busca de Dios, en los filósofos: en personas que estaban sedientas de verdad y estaban, por lo tanto, en camino hacia Dios. Cuando no existe este uso de la razón, entonces las grandes cuestiones de la humanidad caen fuera del ámbito de la razón y son dejadas a la irracionalidad. Por esto una teología auténtica es tan importante. La fe recta orienta la razón para abrirse a lo divino, a fin de que ella, guiada por el amor por la verdad, pueda conocer a Dios más de cerca. La iniciativa para este camino está en Dios, que ha puesto en el corazón del hombre la búsqueda de su Rostro. Por tanto, forma parte de la teología, por un lado, la humildad que se deja “tocar” por Dios y, por otro, la disciplina que se liga al orden de la razón, preserva el amor de la ceguera y ayuda a desarrollar su fuerza visiva.

Soy consciente de que con todo esto no ha sido dada una respuesta a la cuestión acerca de la posibilidad y la tarea de la recta teología, sino que sólo ha sido puesta en luz la grandeza del desafío ínsito en la naturaleza de la teología. Sin embargo, precisamente de este desafío el hombre tiene necesidad, porque ella nos impulsa a abrir nuestra razón interrogándonos acerca de la misma verdad, acerca del rostro de Dios.

Autor: Vatican Information Service

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - 01 DE JULIO




Es una fiesta de origen relativamente reciente, aunque la idea subyacente es muy antigua y tiene sus raíces incluso en la Escritura, ya que lo que celebramos es el amor de Dios revelado en Cristo y manifestado sobre todo en su pasión. El símbolo de ese amor es el corazón de Cristo herido por nuestros pecados.

Juliana de Mont Cornillon, fue el instrumento de Dios para promocionar el establecimiento de la fiesta en honor de la eucaristía. Fue igualmente una monja, Margarita María Alacoque, de la orden de la Visitación, en Francia, quien impulsó la idea que cristalizaría en una nueva fiesta en el calendario. Entre 1673 y 1675 tuvo santa Margarita María, en su convento de Paray-le-Monial, una serie de visiones en las que Cristo le habló pidiéndole que trabajase por la institución de una fiesta del sagrado corazón, que debería celebrarse el viernes después de la octava del Corpus Christi.

Roma actúa lentamente, y por eso hubieron de pasar casi cien años hasta que la Santa Sede autorizó a los obispos polacos y a la romana archicofradía del Sagrado Corazón para celebrar dicha fiesta. Solamente en 1856, el papa Pío IX la hizo extensiva a toda la Iglesia. En los años siguientes creció en rango e importancia, así como en popularidad. La Liturgia de las horas y la misa de esta fiesta sufrió varias revisiones. La que se llevó a cabo bajo la dirección de Pío XI quedó en vigor desde 1928 hasta 1968. El breviario romano y el misal, revisados de acuerdo con los principios del concilio Vaticano II, constituyen la etapa final en la confección de la liturgia de esta fiesta. El leccionario de la misa ofrece una más amplia elección de lecturas basadas en el sistema de los tres ciclos.

Significado de la fiesta.
La devoción al sagrado corazón es devoción a Cristo mismo. En las representaciones artísticas no está permitido mostrar el corazón solo. Hay que representar a Cristo en su humanidad completa, porque él es el objeto de nuestra adoración y hacia él se dirige nuestra oración: "Venid, adoremos al corazón de Jesús, herido por nuestro amor".

Cuando hablamos del corazón de Jesús o de un corazón humano, ¿qué queremos decir? ¿Nos referimos a un órgano humano o a una metáfora? Eso depende del contexto de nuestro discurso; pero, según Karl Rahner en una reflexión filosófica sobre el tema "corazón", es uno de esos términos primordiales que encierran un rico significado y valor y apuntan a todo un mundo de realidades. El corazón representa el ser humano en su totalidad; es el centro original de la persona humana, el que le da unidad. El poeta Yeats habló del "núcleo profundo del corazón". El corazón es el centro de nuestro ser, la fuente de nuestra personalidad, el motivo principal de nuestras actitudes y elecciones libres, el lugar de la misteriosa acción de Dios 1.

A pesar de que en las profundidades del corazón puede existir el bien y el mal, el corazón es símbolo de amor. Según Rahner, la más íntima esencia de la realidad personal es el amor. Y puesto que Cristo tuvo un amor perfecto, su corazón es para nosotros el perfecto emblema del amor. Su corazón fue saturado de amor perfecto al Padre y a los hombres. Nosotros aprendemos lo que es amor tratando de comprender algo del amor de Cristo. Su amor es totalmente, pero no solamente, humano, porque en él nos encontramos con el misterio de un amor humano-divino. El corazón humano de Cristo está hipostáticamente unido a su divinidad. El amor de Dios se ha encarnado en el amor humano de Cristo.

El amor de Dios hacia el hombre existía desde toda la eternidad. Los textos del Antiguo Testamento abundan de esta evidencia. "Con amor eterno te he amado", declara Yavé a su pueblo por medio del profeta Jeremías (Jer 31,2). La liturgia de esta fiesta está sacada de los siguientes textos. La antífona de entrada de la misa es del salmo 32: "Los proyectos del corazón del Señor subsisten de edad en edad, para liberar las vidas de sus fieles de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre". La respuesta al salmo responsorial es como sigue: "La misericordia del Señor dura por siempre para los que cumplen sus mandatos". Las lecturas del Antiguo Testamento para los tres ciclos proclaman el amor de Dios para con su pueblo, demostrando cómo lo eligió y lo salvó, estableció con él un pacto, lo condujo con suavidad y con andaderas de amor y fue un buen pastor para él.

Si ya el Antiguo Testamento revela el gran corazón de Dios, el Nuevo Testamento lo manifiesta completamente. San Juan, heraldo de la encarnación y del amor de Dios, sólo acierta a exclamar: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó por él a su Hijo único" (Jn 3,16). El amor de Cristo por el Padre y hacia el hombre caído, al que vino a salvar, lo llevará a la muerte, y una muerte de cruz. El mismo declaró: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13). El sufrimiento y la muerte en cruz de Jesús son una muestra de su amor por nosotros. San Pablo se maravillaba frecuentemente pensando en ello: "Dios mostró su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rom 5,8). San Pablo experimentó ese amor en un nivel personal profundo: toda su vida fue vivida en la fe en el Hijo de Dios, "el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál 2,20).

La contemplación de este misterio debería conducirnos a una respuesta múltiple. Debería suscitar en nosotros sentimientos de fe, amor y adoración. ¿También compasión? También ella tiene su parte en nuestra devoción, con tal de que no olvidemos que Jesucristo, ahora en su gloria, no puede sufrir. Pero el pensamiento de lo mucho que padeció en manos de los hombres puede suscitar sentimientos de compasión. Compadecer a Cristo en sus sufrimientos y penas no es un fenómeno moderno. Ha formado parte de la piedad cristiana desde tiempos muy remotos, y alcanzó su máxima expresión en la Edad Media. La compasión no está totalmente ausente de la liturgia. Se encuentra de forma discreta, pero inconfundible, en las celebraciones de semana santa; por ejemplo, en los "improperios" del viernes santo: "Pueblo mío, ¿qué te he hecho...?" Ciertamente, la meditación de los sufrimientos de Cristo debería suscitar en nosotros el dolor de los pecados, de los nuestros propios y de los del mundo. Pero hay también lugar para el gozo, gozo de conocer que somos tan amados y que ha triunfado el amor.

Sin embargo, nuestra devoción no debe quedarse en el nivel del sentimiento. La palabra latina devotio tiene mucha más fuerza que la de sus equivalentes en las lenguas actuales. En el contexto religioso indica servicio dedicado y voluntad decidida de hacer la voluntad de Dios. Sugiere culto no solamente de tipo litúrgico, sino de nuestras vidas completas. Esta devoción se realiza aceptando la invitación de Cristo a tomar nuestra cruz y seguirle. La Iglesia, y sus miembros individualmente, deben completar, de una manera misteriosa, lo que falta a los sufrimientos de Cristo. Todos tenemos el privilegio de tomar parte en la obra redentora de Jesús. Como observa Rahner: "A nosotros, que tomamos parte en el destino de su amor en el mundo, nos está permitido y, además, se nos exhorta a continuar su pasión y muerte en el cuerpo místico de la Iglesia hasta el fin de los tiempos" 2.

Raíces bíblicas y litúrgicas.
El papa Pío XII, en su encíclica Haurietis aquas, sobre la devoción al sagrado corazón de Jesús, publicada en 1956, se preocupó de fundamentar esta devoción en sus fuentes bíblicas. La citada encíclica es un documento importante en el que se han inspirado la misa y el oficio de la fiesta actuales. También sirvió de estímulo al famoso historiador monástico Dom Jean Leclercq para trazar, en un artículo escrito hace años, el desarrollo de esta devoción desde sus inicios hasta nuestros días. Las ideas que ofrecemos en esta sección están tomadas del citado artículo.

La devoción al sagrado corazón de Jesús tiene sus orígenes en dos textos del Nuevo Testamento, ambos del evangelio de san Juan. El primero, del capítulo séptimo, versículos 37-38: El que tenga sed, que venga a mí y beba; el que cree en mí, como dice la Escritura, de sus entrañas (o corazón) manarán ríos de agua viva.

Los comentaristas concuerdan en que se refiere al pecho, o corazón, de Cristo. Para los creyentes es una fuente inagotable de vida y bendición. Este pasaje se asimila además a otro texto que se encuentra al final del evangelio de san Juan (19,33-34) y recuerda el misterioso incidente que tuvo lugar después de la crucifixión: Mas al llegar a Jesús y verlo muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y seguidamente salió sangre y agua.

En la tradición cristiana, la sangre se interpretó como símbolo de sacrificio y del misterio eucarístico. El agua simboliza el Espíritu Santo, que brota de Cristo hacia la Iglesia.

La devoción al corazón de Jesús brotó de la meditación de esos textos. Con el correr de los siglos, la atención se centró en el corazón de Jesús más bien que en el costado herido, pero el misterio subyacente sigue siendo el mismo.

Los textos arriba citados colocan la fiesta del corazón de Jesús en el contexto de la semana santa, concretamente el viernes santo. Como observa el padre Plácido Murray, "la liturgia es un eco del viernes santo, una llamada a interiorizar el culto". El amor es la clave de la semana santa y es a la vez el mensaje principal de esta fiesta.

En el pasaje del capítulo séptimo de san Juan, Jesús alude a la profecía de Ezequiel (Ez 47) que anuncia el agua viva que brota del templo. El es el cumplimiento de aquella profecía, el verdadero templo del que brota el Espíritu: "De él brota sangre y agua, la gracia y los sacramentos; de él nace el misterio de la Iglesia, la salvación de los hombres".

La liturgia relaciona estos textos no sólo con la pasión, sino también con la resurrección. Ya hemos visto cómo el pasaje de Ezequiel se evoca durante el tiempo pascual en el rito de la bendición del agua y la aspersión al comienzo de la misa: "Vi que manaba agua del lado derecho del templo. Aleluya. Y habrá vida dondequiera que llegue la corriente y cantarán. Aleluya, aleluya". La antífona IV alternativa deja claro que esta profecía se cumple en el Calvario: "De tu costado, oh Cristo, mana una fuente de agua viva, que limpia el mundo de pecado y renueva la vida. Aleluya".

Durante la Edad Media, la devoción al sagrado corazón mantuvo su relación con el misterio pascual, con la Biblia y la liturgia. Así lo afirma Dom Leclercq, el cual nos informa de que "consistía en adherirse al misterio de la pasión de Cristo y a su victoria y resurrección mediante una fe confiada, puesto que su muerte y triunfo revelaron precisamente el amor".

La ternura de esta devoción queda expresada en las palabras de un escritor medieval, Arnoldo de Bonneval: .Qué dulzura en esta apertura de su costado! Ella nos ha revelado los tesoros de la bondad de Jesús, la caridad que su corazón tiene por nosotros".

La liturgia.
Es tiempo ya de que examinemos más de cerca los textos de la liturgia, que incluye algunos de los pasajes más consoladores del Antiguo y del Nuevo Testamento. Además de los textos de la Escritura, tenemos las composiciones de la Iglesia misma, inspirados por la palabra de Dios y la tradición. Hay riqueza de material para meditar y sacar inspiración.

El primer texto que vamos a considerar es del Oficio de lecturas, y pertenece al capítulo octavo de la carta de san Pablo a los Romanos. Nos da el encabezamiento apropiado: "El amor de Dios se ha revelado en Cristo". El Apóstol es aquí de lo más elocuente al proclamar ese amor, del que habla con la experiencia que le otorga el haberlo experimentado incluso en momentos de grandes dificultades personales. "¿Quién me podrá separar del amor de Cristo?" Y responde que ni siquiera la muerte, porque el amor de Cristo ha triunfado.

Veamos ahora el leccionario de la misa con sus lecturas para los tres ciclos. Ya nos hemos referido anteriormente a las tres lecturas del Antiguo Testamento, que descubren el amor eterno de Dios. Nos queda por examinar las del Nuevo Testamento. En el ciclo A es san Juan quien se dirige a nosotros (Jn 4,7-16). Su mensaje indica que el amor de Dios nos fue revelado cuando envió a su Hijo al mundo para ser el sacrificio que quita nuestros pecados. Al final de la lectura, san Juan hace la tremenda afrmación: "Dios es amor".

En el ciclo B, la segunda lectura es de la carta a los Efesios (3,8-19). San Pablo afirma de sí mismo que es el heraldo del amor de Dios. Este amor se va desplegando a lo largo de la historia en un plan llevado a cabo cuidadosamente y que alcanza su punto culminante en Cristo. Su tarea como apóstol consiste en proclamar "el infinito tesoro de Cristo". La segunda parte de la lectura consiste en una fervorosa oración para que los seguidores de Cristo crezcan fuertes en fe y amor y que lleguen a un mayor conocimiento del amor de Cristo, que es un misterio que sobrepasa toda humana capacidad de comprensión.

El amor de Cristo no está reservado exclusivamente a una élite. Abraza a todos los hombres, incluso a los más descarriados. Hasta tiene preocupación y afecto especial para los pecadores. Esta verdad está expresada maravillosamente en la parábola del buen Pastor. Es significativo que esta parábola, en la tierna versión de Lucas 15, 3-7, haya sido elegida como lectura evangélica para el ciclo C. El buen Pastor abandona su rebaño para ir en busca de la oveja perdida, y cuando la encuentra, la lleva al redil cargándola sobre sus hombros. Luego se alegra con sus amigos por haberla encontrado. Así habrá gran alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente.

Hay varios textos que llaman nuestra atención sobre el costado traspasado de Cristo. La lectura evangélica para el ciclo B nos relata precisamente ese hecho descrito por Juan (19,3137), que podría ser el texto fundamental para la fiesta, y cuyo simbolismo ya ha sido comentado. En el Oficio de lecturas, san Buenaventura comunica su comprensión de ese misterio: "Manando de la fuente arcana del corazón (su sangre), dio a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, siendo para los que viven en Cristo como una copa llena en la fuente viva que salta hasta la vida eterna".

Para la oración colecta, el misal propone dos opciones. La primera se refiere al corazón de Cristo como fuente de toda gracia y bendición, recuerda y se alegra de los beneficios de su amor para con nosotros, y concluye pidiendo: "Concédenos recibir de esta fuente divina una inagotable abundancia de gracia". La segunda oración, que es la que se usaba antes, ve en este corazón, llagado por nuestros pecados, el receptáculo de los infinitos tesoros del amor de Cristo.

El prefacio reúne las varias ideas: el Calvario, el costado traspasado y el corazón abierto, y celebra el amor de Cristo, que no cesa de arder por amor a la humanidad.

Elevado sobre la cruz, hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia: para que así, acercándose al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de las fuentes de la salvación.

Aquí encontramos de nuevo el misterio pascual; una vez más resuena la proclamación de la pascua: "Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación".

Amor mutuo.
La obligación de amarnos unos a otros deriva como conclusión lógica del misterio que hemos celebrado. San Juan afirma claramente (1 Jn 4,11): "Si Dios nos ha amado de este modo, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Jamás ha visto nadie a Dios. Si nos amamos los unos a los otros, Dios mora en nosotros y su amor en nosotros es perfecto". Este pasaje es de la primera lectura del ciclo A. La lectura evangélica de este mismo día es del capitulo undécimo de Mateo (25-30), y nos invita a mirar a Cristo y a aprender de su ejemplo: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso". El amor cristiano puede tener varias formas, pero cuanto más se acerque al de Cristo más irá adquiriendo el sello de la mansedumbre. Bienaventurados los mansos!"

Hoy ponemos, con razón, el acento en la dimensión horizontal de la religión. Se reconoce la justicia social como un elemento esencial del cristianismo. El amor de Dios no es compatible con la indiferencia ante la manifiesta injusticia social. Pero las actividades políticas y sociales deben ser animadas por el amor cristiano. Cristo debe vivir en el creyente por la fe y el amor. Debemos adquirir la mentalidad de Cristo y dejarnos mover por el Espíritu. "Plantados y construidos sobre el amor", es el principio en el cual debe basarse la acción social cristiana.

Todo eso está en armonía con la devoción al corazón de Jesús, pero conviene que hoy pongamos un acento especial en estas cosas. Lo tenemos implícito en las lecturas de la Biblia, y sólo es necesario explicitarlo y exponerlo en la predicación. Se expresa en las oraciones colecta de la misa y en una de las intercesiones de laudes dirigida expresamente a Cristo: "Jesús, fuente de vida y santidad, haznos santos e irreprochables por el amor".

La comunión sacramental no es solamente participar en el cuerpo y la sangre de Cristo; implica, además, participación en la vida de sus miembros con un compromiso de amor y de servicio. Esta es la idea que expresa la oración poscomunión: "Este sacramento de tu amor, Dios nuestro, encienda en nosotros el fuego de la caridad, que nos mueva a unirnos más a Cristo y a reconocerlo presente en los hermanos". El latín usa la palabra atraeré, en el sentido de ser atraídos hacia el corazón abierto del Salvador, y se inspira en las mismas palabras del Señor: "Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). Ser atraídos hacia Jesús, hacia su corazón, no significa ser retraídos de nuestros hermanos; es para encontrarlos en el corazón de Cristo, para amarlos "en las entrañas de Cristo Jesús" (Flp 1,8).

Magisterio papal reciente.
Desde que el papa Pío XII publicó su encíclica Haurietis aquas, varios de sus sucesores han tratado del culto al sagrado corazón de Jesús. El papa Pablo VI, en su carta apostólica titulada Las innumerables riquezas de Cristo (6 de febrero de 1965), recomendaba esta devoción como un medio excelente de honrar al mismo Jesús, y hacía notar la relación íntima entre esta devoción y el misterio eucarístico: "Deseamos especialmente que el corazón de Jesús sea honrado por una participación más intensa en el sacramento del altar, puesto que el mayor de sus dones es la eucaristía". Pablo VI contaba esta devoción entre las fórmulas populares de piedad que el concilio Vaticano II quería promover, porque no podía por menos de alimentar una piedad auténtica hacia la persona de Cristo. Estaba, además, en armonía con la liturgia, porque precisamente en el corazón de Jesús tiene la liturgia su origen y su vida; desde ese corazón el sacrificio de expiación se elevó hacia el Padre eterno.

Juan Pablo II, en su primera encíclica, Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), que trata del misterio de la redención, tiene la siguiente expresión: "La redención del mundo - este tremendo misterio de amor en el cual la creación se renueva - es en su raíz más profunda la plenitud de la justicia en un corazón humano, el corazón del Hijo primogénito, para que pueda ser justicia en el corazón de muchos seres humanos, predestinados desde la eternidad en el Hijo primogénito a ser hijos de Dios y llamados a la gracia y al amor".

En una audiencia general, el 20 de junio del mismo año, el santo Padre habló abundantemente de la devoción al sagrado corazón, cuya fiesta estaba a punto de celebrarse. "Hoy, anticipando la fiesta de ese día, junto con vosotros, deseo volver los ojos de nuestros corazones hacia el misterio de ese corazón. Me ha hablado desde mi juventud. Cada año vuelvo a este misterio en el ritmo litúrgico del tiempo de la Iglesia".

Es característico del papa Juan Pablo hablar del corazón de Cristo asociándolo con todo corazón humano. Es un caso de "cor ad cor loquitur", "el corazón habla al corazón". El corazón es un símbolo que habla del hombre interior y espiritual. El corazón humano, iluminado por la gracia, está llamado a comprender las "insondables riquezas" del corazón de Cristo. San Juan el apóstol, san Pablo y los místicos de todos los tiempos, han descubierto por sí mismos y han compartido con otros esas mismas riquezas espirituales. Pero Jesús atrae a todos hacia su corazón, se revela a ellos, les habla al corazón, vive en sus corazones por la fe y quiere ser rey de ellos no por el ejercicio de la fuerza, sino con suavidad y amor.

Por fin, en una nota litúrgica, el papa explica cómo esta fiesta incluye y resume el ciclo litúrgico: "Así, al final de este ciclo fundamental de la Iglesia, la fiesta del sagrado corazón de Jesús se presenta discretamente. Todo el ciclo está incluido definitivamente en él: en el corazón del Hombre-Dios. De él irradia también cada año la vida entera de la Iglesia".

Vincent Ryan

PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN
Las Promesas de Nuestro Señor a Santa Margarita María Alacoque en favor de aquellos que son devotos a su Sagrado Corazón:
1. Otorgaré las gracias necesarias en vida.
2. Llevaré paz a sus hogares.
3. Los consolaré en sus aflicciones.
4. Seré su seguro refugio en vida, y sobre todo, en la muerte.
5. Bendeciré todas las acciones emprendidas.
6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano infinito de misericordia.
7. Las almas tibias se tornarán fervientes.
8. Las almas fervientes se elevarán a la perfección.
9. Bendeciré los lugares donde se honre Mi Sagrado Corazón.
10. A los sacerdotes les daré la gracia de tocar los corazones endurecidos.
11. Aquellos que propaguen mi devoción tendrán su nombre escrito en mi corazón y no serán borrados.
12. Prometo por medio de mi gran misericordia y mi grandioso amor, que aquellos que comulguen los nueve primeros viernes de mes recibirán la gracia de la penitencia final; no morirán en desgracia ni sin recibir los Sacramentos; mi Divino Corazón será su refugio seguro en este último momento.

Siendo las mismas, en otros lugares sueles explicarse así:
LAS 12 PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
1ª.- A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias para su estado.
2ª.- Daré paz a sus familias.
3ª.- Las consolaré en todas sus aflicciones.
4ª.- Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, principalmente en la hora de la muerte.
5ª.- Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6ª.- Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
7ª.- Las almas tibias se harán fervorosas.
8ª.- Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9ª.- Bendeciré las casas en las que la imagen de mi Corazón se exponga y sea honrada.
10ª.- Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.
11ª.- Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
12ª.- A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final… a los que me tributen gloria, amor y reparación, prometo un especial auxilio durante su vida pero principalmente a la hora de su muerte.

Ninguna revelación privada de Nuestro Señor Jesucristo ha sido más expresa, reiterada y solemnemente aprobada por la Santa Sede que la de Paray-le-Monial.

Sí. Dios tiene Corazón. Su nombre es Jesús. Nos ama. Y Santa Margarita María, su confidente y mensajera, viene también a recordárnoslo ahora a nuestra Patria, con su Visita, para mostrarnos su amor y renovar en nosotros su culto y espiritualidad, confirmándonos una vez más que Dios es infinito amor y nos ama hasta el extremo.

CONSAGRACIÓN SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Me entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesús Cristo, mi persona y vida, acciones, penas y sufrimientos para que utilice mi cuerpo solo para honrar, amar y glorificar al Sagrado Corazón. Este es mi propósito definitivo, único, ser todo de Él, y hacer todo por amor a Él, y al mismo tiempo renunciar con todo mi corazón cualquier cosa que no le complace, además tomarte, Oh Sagrado Corazón, para que seas el único objeto de mi amor, el guardián de mi vida, mi seguro de salvación, el remedio para mis debilidades e inconstancia, la solución a los errores de mi vida y mi refugio seguro a la hora de la muerte.

Sé pues, Oh Corazón de Bondad, mi intercesor ante Dios Padre, y líbrame de su sabia ira. Oh Corazón de amor, pongo toda mi confianza en ti, temo mis debilidades y fallas, pero tengo esperanza en tu Divinidad y Bondad.

Quita de mí todo lo que esta mal y todo lo que provoque que no haga tu santa voluntad, permite a tu amor puro a que se imprima en lo más profundo de mi corazón, para que yo no me olvide ni separe de ti.

Que yo obtenga de tu amada bondad la gracia de tener mi nombre escrito en Tu corazón, para depositar en ti toda mi felicidad y gloria, vivir y morir en bondad tuya. Amen.

NUESTRO ESPEJO DE LA VIDA



No le descubro la pólvora a nadie, si digo que…, si somos creyentes, hemos de amar al prójimo como a nosotros mismos.

Tal es, lo que se nos dice en los Evangelios: Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así que también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos a otros (Jn 13,34-35). Y desgraciadamente que poco en serio nos tomamos esta obligación, se podría decir. Que hay muchos cuyo pasatiempo preferido consiste en hacerles la puñeta a los demás. No hay nada más que coger el coche y circular por la ciudad, enseguida veremos con cuanta amabilidad, nos ceden el paso, no nos pisan la plaza del aparcamiento, no nos atosigan, y por supuesto nunca nos insultan y mucho menos nos levantan la voz.

Y ya que estamos metidos en coches y circulación, voy a transcribir una bonita historia que ha llegado a mis manos:
Renato, volvía del trabajo, sudoroso y cansado deseando llegar cuanto antes a su casa. Circulaba por una carretera que diariamente tomaba. Era de noche y llovía a mares, con un ambiente gélido, cuando vio delante de él, al borde de la carretera, un lujoso coche y una señora de edad avanzada, al pie de este. Se dio cuenta que ella necesitaba de ayuda... Así que paró su coche detrás del de la señora se acercó a ella. La señora, al verlo llegar por el aspecto de pobreza y suciedad que tenía Renato, se asustó y pensó que podría ser un asaltante. Renato por la pinta que llevaba no podía inspirar confianza, a nadie y se dio cuenta del miedo que le embargaba a la señora y le dijo: Señora, he parado para ayudarla, no se preocupe.
Renato miró las ruedas del coche y vio lo que se pensaba; una de las ruedas estaba en el suelo y le dijo a la señora, voy a cambiarle la rueda y mientras tanto, abriéndole la puerta del coche, le dijo: Métase dentro pues tardaré un poco y hace mucho frio y encima está lloviendo fuerte. La señora entró en su confortable coche y se dio cuenta de que Renato se estaba poniendo como una sopa.

Agachado en el barro, mojado y con las manos ateridas, Renato se agachó, colocó el gato que previamente había buscado en el maletero del coche y levantó el auto. Cambió la rueda pero quedó un poco sucio y con una herida en una de las manos, que se había hecho al apretar las tuercas de la rueda.

Mientras Renato trabajaba, la señora abrió la ventanilla y se puso a conversar con Renato. Así se enteró del nombre de su bienhechor. Ella le contó que no era de aquella zona, y que solo estaba de paso por allí. También le dijo, que no sabía cómo agradecerle la preciosa ayuda que le estaba dando. Renato apenas sonrió mientras se levantaba, dando por terminado el trabajo.

Ella preguntó cuánto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Renato no hubiese parado para socorrerla. Renato no pensaba en dinero, a él le gustaba ayudar a las personas. Este era su modo de vivir. Y respondió: Si realmente quiere pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, dele a esa persona la ayuda que ella precise y acuérdese de mí. Y no quiso tomarle nada, a pesar de la insistencia de la señora.

Algunos kilómetros después la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que secase su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa. La señora notó que la camarera estaba con casi ocho meses de embarazo, pero la misma no dejó que la tensión y los dolores que su embarazo le proporcionaba, le cambiaran su actitud...

La señora pensó que como alguien que teniendo tan poco, podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Renato. Después que terminó su comida, y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se marchó. Y cuando la camarera volvió se preguntaba donde la señora podría haber ido, cuando notó algo escrito en la servilleta, sobre la cual tenía 5 billetes de 500 €.

A la camarera se le saltaron las lágrimas cuando leyó lo que la señora escribió. Decía: Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudo hoy y de la misma forma que ahora te estoy ayudando a ti. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien, en la medida de lo que tú puedas.

Aquella noche, cuando regresó a casa, cansada se acostó en la cama, su marido ya estaba durmiendo y ella se quedó pensando en el dinero y en lo que la señora dejó escrito... Y se preguntaba: ¿Cómo pudo esa señora saber, cuánto ella y su esposo precisaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil...

Se quedó pensando en la bendición que había recibido, y una gran sonrisa apareció en su rostro. Agradeció a Dios lo que había recibido y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurró: No hay que preocuparse, todo saldrá bien. ¡Te amo Renato!

Nuestra vida así, es un espejo que refleja todo los que hacemos. El bien o el mal que hacemos siempre vuelve a nosotros, por esos caminos inescrutables que Dios tiene para con nosotros.

Más de uno puede pensar: Yo amo a Dios pero, ¿….porqué he de amar al prójimo? ¿Amara a Dios?.

Ya de por sí, no es fácil, pero amar al prójimo, es que resulta imposible. Dios está ahí, se dicen muchos, y no nos molesta ni nos chincha… pero el prójimo, por una razón o por otra continuamente nos está sacando siempre de nuestras casillas.

Hace años un fraile, de una orden mendicante conventual, me decía que cuando entró en el seminario, le hablaron, del voto de castidad, del voto de obediencia y del voto pobreza, pero que se sentía estafado, porque nadie le habló del voto de convivencia, que es el que más trabajo le daba su observación.

Dios ha creado todo lo visible y lo invisible y Él ama todo lo que Él ha creado y en especial a los seres humanos, a todos sin excepción, porque su voluntad es la de que todos se salven. Cierto es, que Él ama a unos, más que a otros, lo cual no debe de escandalizar a nadie, pues una de las características del amor es la reciprocidad, y Él ama al que más le ama Él. Cierto es también, que Él no ha perdido nunca la esperanza de que aquellos que no le aman, y que incluso le odian, cambien y llegue un momento en el que acepten su amor y se salven.

Y si Él, ama a todos, incluso a los que le crucificaron, que razón podemos alegar nosotros, para no amar al prójimo: ¿Acaso somos nosotros más que Él? Cuando se ama de verdad, uno ama todo aquello que ama su amado, y si mi amado que es el Señor, ama a todo el mundo incluso a sus enemigos y a los míos, ¿Qué razón tengo yo para no amar al que me odia? Santo Tomás Moro, antes de morir y refiriéndose a sus enemigos que le iban a cortar el cuello, decía: “¿Porque ser ahora enemigo de quien estará un día unido conmigo en amistad eterna?”.

San Agustín, decía: Nada podemos dar a Dios que sea nuestro; pero si podemos dar al prójimo. Dando al menesteroso grajearás para ti la abundancia. Y Santa Teresa de Jesús, escribía: La más cierta señal que hay, de que amamos Dios es el amor del prójimo: Porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras”. En otras palabras: Si quieres que aumente tu amor a Dios, comienza por amar lo que Él ama que es nuestro prójimo, y cuanto más nos chinche él, más debemos de amarle, porque mayor será el amor que el señor nos tendrá.

La realidad es que cuando el Espíritu Santo ha establecido su morada en el corazón de un hombre, este ya no puede distinguir entre amar a Dios y amor al prójimo, entre oración y caridad fraterna, porque estas dos realidades están inextricablemente unidas. La oración suscita una caridad total en el corazón, del hombre que se ha entregado a Dios. Nuestro amor al prójimo, nos marcará siempre el nivel de nuestra vida espiritual y sobre todo el nivel de hasta donde llegamos amando al Señor. San Alfonso María Ligorio decía que: Las almas verdaderamente enamoradas de Dios nunca cesan de rogar por los pobres pecadores”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

TESTIGOS DE "DIOSCIDENCIAS"



Se puede reconocer o aceptar, más o menos según la fe de cada cual, que Dios dirige o permite el devenir, y a esa acción la llamamos de distintas maneras, unas más acertadas que otras.

La mayoría de las personas la llama suerte o destino, los más pesimistas fatalidad, pero a mis amigos y a mí nos gusta llamarla Providencia (bueno, a muchos más), aunque al ser y sentirse tan cercana, en ocasiones, se nos escapa, permítaseme la licencia: “dioscidencia”.

La cosa no queda en una afirmación, más o menos formal o sonora, adecuada o no, de la concatenación de un hecho extraordinario en nuestra cotidianeidad. Siempre queda cierto espacio de temor, de duda, tentación, o sospecha que podemos estar soñando.

Aún no sabemos vivir lo extraordinario de forma ordinaria, ni viceversa. Decimos que ya les pasó a otros, más santos que nosotros, para justificarnos.

El problema, lo gordo, es cuando ves que quizá tu propia vida se está tejiendo en base a ésas, no digamos coincidencias con lo que Dios quiere, sino dioscidencias”, lo que Dios quiere, así de directo. Que los hilos de la trama de nuestra vida los lleva Él, y de hecho se nota, ¡ay, vaya que se nota! Y hace, quiere hacer, una historia de salvación contigo, sí, has oído bien, conmigo y contigo.

Este término tan curioso, "dioscidencia", utilizado por varios amigos míos cuya memoria traigo aquí junto con este artículo (Eufemio y Genaro, entre otros), se verifica en los pequeños y grandes detalles de nuestra vida ordinaria. Y si no, ¿por qué, y sobre todo quién, hace coincidir tantas cosas, hechos concretos, para mi bien, para el bien de todos? ¿quién es capaz de sacar siempre, de nosotros y de cualquier lugar, de un abundante pecado una sobreabundante gracia?

He encontrado en muchas personas, amigas, este reconocimiento de las maravillas de un Dios cercano y atento en detalles hasta decir basta. No se le dice basta, es una forma de expresarse, claro está, pero da una idea de su paternidad y cuidados en acción, de su amor y belleza tan delicados, y totalmente sobreabundantes.

Ayer fue un día muy especial para mí, bueno realmente, si se sabe ver bien, todos lo son para la alegría y el bienestar. Pero es que ayer, me sentí muy cerca de Pedro el pescador de hombres, de san Pedro, en el día de su Solemnidad, junto con san Pablo, claro. Sin haberlo yo elegido, ayer fue el día en que por coherencia con mi ser iglesia, piedra viva de la misma, por fidelidad a mi dignidad e identidad de hijo de Dios, me embarqué en esta aventura de Religión en Libertad, en este blog que se llama, precisamente, Echad vuestras redes.

Pero es que además, ayer, para mí era un especial recuerdo de mi identidad y misión en la Iglesia, porque se cumplían cinco años desde la obtención de mi Diplomatura de Ciencias Religiosas, por la Universidad Pontificia Comillas. Desde entonces, he intentado con más ímpetu, si cabe, aprovechar al máximo posible en cuantas comunicaciones he podido tener para mostrar mi amor por la Iglesia en cada red en la que he estado hasta hora: clases de Religión Católica a niños, cursos y catequesis que he impartido a adultos acerca de los sacramentos, escribiendo para blogs en internet, en conferencias sobre la Palabra de Dios, y hasta en una ponencia de un Congreso de Filosofía que dí sobre el sentido religioso.

Y es que, como me ha escrito hace poco mi amigo Jorge, el pescador de hombres –es decir- el cura:es el momento de ser no sólo creyentes y practicantes, sino militantes de nuestra fe. Hoy no se puede andar con ambigüedades. Y una cosa es ser crítico y otra arremeter contra nuestra madre la Iglesia por sistema”.

Por ello, para recordar y amar esta dioscidencia que nos tiene nuestro Padre, en la Red, en este blog, este amor que debemos tener siempre a la Iglesia Católica, en la que ni más ni menos que hemos descubierto a Jesucristo, quiero traer aquí un texto de las Sagradas Escrituras, que para mí es muy significativo respecto de la misión que tengo en este mundo. Se trata del testigo que a mí me pasaron los que me inculcaron la fe desde bien pequeño, mis padres y maestros (1 Jn 3, 1ss): Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro...”.

Luis Javier Moxó Soto

FRASES SABIAS



-No se nos paga por hora; se nos paga por el valor que agregamos a la hora. – Jim Rohn
-Existe un mito de que el tiempo es dinero, cuando de hecho, el tiempo es más valioso que el dinero. Es un recurso no renovable. Una vez que lo hemos gastado, si lo hemos gastado mal, se ha ido para siempre. – Neil Fiore
-La gratitud silenciosa no le sirve de mucho a nadie. – G.B. Stern
-Todos tenemos habilidad; la diferencia está en cómo la usamos. – Stevie Wonder
-Comparado a lo que deberíamos ser, todavía estamos medio despiertos. – William James
-No podemos convertirnos, a punta de sueños, en alguien; necesitamos forjarnos en uno a punta de trabajo duro. – James A. Froude
-Todo aquello que nos irrita de los demás puede guiarnos a comprendernos mejor a nosotros mismos. – Carl Jung
-Todo aquel que deja de aprender está viejo, ya sea que tenga 20 u 80 años. Quien quiera que siga aprendiendo se mantiene joven. La más importante en la vida es mantener nuestra mente joven. – Henry Ford
-De la manera en que un fuego pequeño es apagado por una tormenta mientras que ésta aviva uno grande, así mismo una fe débil se debilita por situaciones adversas y catástrofes mientras que la fe fuerte se fortalece por ellas. – Viktor E. Frankl
-El dolor alimenta el valor. No podemos ser valientes si tan sólo nos han pasado cosas maravillosas. – Mary Tyler Moore
-La habilidad es lo que somos capaces de hacer. La motivación es lo que determina lo que hacemos. La actitud es lo que determina cuán bien lo hacemos. – Lou Holtz
-Necesitamos comprender que los pensamientos son herramientas. ¿Les estamos usando tan productivamente como podemos? ¿Nos están sirviendo o estamos siendo sus víctimas? – Dr. Tom Morris

El más grande éxito en la vida está en caminar mano a mano con Dios y en ponerle en primer lugar en nuestro corazón. Cuando Dios es nuestro amigo y Salvador, entonces las cosas cambian de enfoque y podemos mirar más allá del horizonte.

Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, lo que quieran pedir se les concederá". Juan 15:4-7

EXPERIENCIA EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN



UNA EXPERINCIA EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS

Nos cuenta Alfonso Aguiló la experiencia tan fuerte, y tan aleccionadora, que tuvo Victor Frankl, joven psiquiatra judío, en los campos de concentración nazis. Es toda una lección de grandeza humana ante la barbarie que estaba sufriendo.

Sus padres, un hermano y su mujer habían muerto en las cámaras de gas. Él mismo había sido torturado y sometido a innumerables humillaciones. Durante meses, nunca pudo estar seguro de si al momento siguiente lo llevarían también a la cámara de gas, o se quedaría de nuevo entre los que se salvaban, o sea, entre aquellos que luego tenían que llevar los cuerpos a los hornos crematorios, y retirar después sus cenizas.

Víctor Frankl había nacido en Viena pero era de origen judío, y eso precisamente le había conducido hasta aquellos campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial. Allí experimentó en su propia carne la dura realidad de una tragedia que asombró y asombra aún al mundo entero. Fue testigo y víctima de un gigantesco desprecio por el hombre, de todo un cúmulo de vejaciones y hechos repugnantes que, por su dimensión y su crueldad, constituyeron una dolorosa novedad en la historia.

Frankl era un psiquiatra joven, formado en la tradición de la escuela freudiana, y fiel a sus principios, era determinista de convicción. Pensaba que aquello que nos sucede de niños marca nuestro carácter y nuestra personalidad, de tal manera que nuestro modo de entender las cosas y de reaccionar ante ellas queda ya esencialmente fijado para el futuro, sin que podamos hacer mucho por cambiarlo.
Sin embargo, aquel día, estando desnudo y solo en una pequeña habitación, Frankl empezó a tomar conciencia de lo que denominó la libertad última, un reducto de su libertad que jamás podrían quitarle. Sus vigilantes podían controlar todo en torno a él. Podían hacer lo que quisieran con su cuerpo. Podían incluso quitarle la vida. Pero su identidad básica quedaría siempre a salvo, sólo a merced de él mismo.

Comprendió entonces con una nueva luz que él era un ser autoconsciente, capaz de observar su propia vida, capaz de decidir en qué modo podía afectarle todo aquello. Entre lo que estaba sucediendo y lo que él hiciera, entre los estímulos y su respuesta, estaba por medio su libertad, su poder para cambiar esa respuesta.

Fruto de estos pensamientos, Frankl se esforzó por ejercitar esa parcela suya de libertad interior que, aunque sometida a tantas tensiones, era decisivo mantener intacta. Sus carceleros tenían una mayor libertad exterior, tenían más opciones entre las que elegir. Pero él podía tener más libertad interior, más poder interno para decidir acertadamente entre las pocas opciones que se presentaban a su elección.

Gracias a esa actitud mental, Frankl encontró fuerzas para permanecer fiel a sí mismo. Y se convirtió así en un ejemplo para quienes le rodeaban, incluso para algunos de los guardias. Ayudó a otros a encontrar sentido a su sufrimiento. Les alentó para que mantuvieran su dignidad de hombres dentro de aquella terrible vida de los campos de exterminio. En aquel momento de tanto desprecio por el hombre, de un desprecio como quizá no había conocido la historia, cuando una vida humana parecía no valer nada, precisamente entonces la vida de este hombre se hizo especialmente valiosa.

En las más degradantes circunstancias imaginables, Frankl supo sacar partido de modo singular al privilegio humano de la autoconciencia. Y le sirvió para comprender con mayor hondura un principio fundamental de la naturaleza humana: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir. Una libertad que nos caracteriza como seres humanos. Ni siquiera los animales más desarrollados tienen ese recurso: están programados por el instinto o el adiestramiento, y no pueden modificar ese programa; es más, ni siquiera tienen conciencia de que exista.

En cambio, los hombres, sean cuales fueren las circunstancias en que vivamos, podemos formular nuestros propios programas, proponernos proyectos en la vida y alcanzarlos. Podemos elevarnos por encima de nuestros instintos, de nuestros condicionamientos personales, familiares o sociales. No es que esos condicionamientos no influyan, porque sí influyen, y mucho, pero nunca llegan a eliminar nuestra libertad.

Y son esas dotes específicamente humanas las que nos elevan por encima del mundo animal: en la medida en que las ejercitamos y desarrollamos, estamos ejercitando y desarrollando nuestro potencial humano.

Hasta aquí el impresionante relato. Uno no termina de comprender como en pleno siglo XX se podían cometer estas atrocidades, propias de energúmenos sin corazón. Tal vez esto fueron aquellas pandilla siniestra capitaneados por un loco, un endemoniado, llamado Hitler. Pero ya en siglo XXI siguen las atrocidades cometidas por regímenes democráticos de todo el mundo contra los seres humanos aún no nacidos. El aborto es un exterminio masivo con la bendición legal de los casi todos los gobiernos, e incluso con la bendición de algunos hospitales católicos. ¿Hemos perdido la cabeza? Algún día será juzgada esta sociedad por crímenes contra la humanidad.

Juan García Inza

LOS OBISPOS DE CANADA ADVIERTEN A LOS JÓVENES CONTRA LOS RIESGOS DE LA CULTURA GAY



Valioso documento que aborda los temas más polémicos.

Aprueban una carta-vademecum sobre el ministerio pastoral dirigida a los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo.

Para la Iglesia Católica es justo no discriminar a los gays, (está escrito en el Catecismo desde siempre) y no se puede quitar a los Estados la libertad de discutir sobre la bondad o no de la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio. Mientras por las calles de Nueva York los activistas gays celebran el reconocimiento de las uniones homosexuales, en el cercano Canadá la Conferencia Episcopal aprueba un documento sobre el riesgo de la cultura homosexual.

Para ello se ha creado una comisión constituida por los obispos canadienses que ha elaborado una carta-vademecum sobre el ministerio pastoral dirigida a los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo. Las Sagradas Escrituras y la tradición enseñan que las relaciones sexuales entre personas del mimo sexo no están de acuerdo con la intención original de Dios, expresada en el plano de la creación, aclara el documento firmado por la Comisión para la Doctrina de la Conferencia Episcopal de Canadá. A las personas que enseñan el catecismo y a los demás educadores católicos les asigna la función de dejar claro que los actos homosexuales son inmorales y producen graves consecuencias para los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo . Los padres tienen la responsabilidad moral más grande, educar a sus hijos e hijas en materia de sexualidad humana.

Los puntos de vista más controvertidos.
El documento del obispado canadiense afronta todos los puntos de vista más controvertidos sobre el tema de la homosexualidad, comenta la página web canadiense Lifesitenwes.com, sobre todo en lo que se refiere a una cultura gay que opone a las enseñanzas de la Iglesia su estilo de vida agresivo e inmoral. Según la doctrina católica la homosexualidad designa las relaciones entre hombres o entre mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas de su mismo sexo. Se manifiesta de formas muy variadas a lo largo de los siglos y en las diversas culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicable. Apoyándose en las Santas Escrituras, en la que se presentan las relaciones homosexuales como graves depravaciones, la Tradición siempre ha declarado que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva. Un número importante de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una prueba. Por eso, tienen que ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. En ningún caso pueden ser aprobadas. La doctrina católica especifica que las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben, gradualmente y con resolución, acercarse a la perfección cristiana.

Lo que dice el Catecismo.
El Catecismo de la Iglesia Católica trata la cuestión de la Castidad y homosexualidad” en los números 2357-2359. Respecto al punto n° 2358, entre la primera versión del año 1992 y el editio typica, normativa, de 1997, hay una diferencia. En el primer texto se habla de tendencias homosexuales innatas, mientras que en el texto final se introduce el concepto de tendencias homosexuales profundamente arraigadas de las que se habla en la Instrucción publicada por la Congregación para la Educación Católica. La Iglesia dice sí al respeto de la persona homosexual, a la cual, en cuanto persona, se debe dignidad, acogida, ayuda. No se puede de hecho olvidar que la persona humana, en cuanto creada a imagen y semejanza de Dios, precede y trasciende su propia sexualidad, su propia orientación sexual. Las uniones homosexuales no tienen que ser legalizadas por un motivo natural: la ley civil no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar a la conciencia. Las leyes, hechas por los hombres, tienen razón de ley sólo por ser conformes a la ley moral natural, reconocida por la recta razón, y porque respetan en particular los derechos inalienables de cada persona. Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren a la unión entre dos personas del mismo sexo garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial. Y por un motivo biológico-antropológico: en las uniones homosexuales están del todo ausentes aquellos elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. El Derecho Civil confiere a las parejas unidas en el matrimonio un reconocimiento institucional, ya que tienen la función de garantizar el orden de las generaciones y son por lo tanto de eminente interés público. Las uniones homosexuales en cambio no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no revisten el papel arriba citado por el bien común. Los homosexuales, como personas y ciudadanos, pueden siempre recurrir - como cualquier ciudadano haciendo uso de su autonomía privada - al derecho común para tutelar las situaciones jurídicas de interés recíproco.

Los políticos católicos.
¿Y cómo se tienen que comportar los políticos católicos respecto a las legislaciones favorables a las uniones homosexuales? Si se propone por primera vez ante la Asamblea Legislativa un proyecto de ley favorable al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto tan nocivo para el bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral. En el caso de que esté ya en vigor una ley favorable a las uniones homosexuales, tiene que oponerse de todos los modos posibles y hacer notar su oposición. Si no fuera posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario podría ofrecer lícitamente su apoyo a propuestas dirigidas a limitar los daños de dicha ley y a disminuir los efectos negativos en el plano de la cultura y la moralidad pública, a condición que quede clara y sea conocida por todos su personal y absoluta oposición a dicha ley y que sea evitado el peligro de escándalo. Las leyes civiles son principios que dan estructura a la vida del hombre en el seno de la sociedad, para el bien o el mal.

Estas tienen un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad o de unas costumbres. Las formas de vida y los modelos que expresan no sólo configuran externamente la vida social, sino que también tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a ser la causa del ofuscamiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la pérdida de valor de la institución matrimonial. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral y natural. En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales están condenadas como graves depravaciones. Y los obispos canadienses lo recuerdan señalando con el índice la cultura gay.

Giacomo Galearri/Vatican Insider