La Hostia consagrada
es particularmente eficaz para poder palpar el amor infinito de su corazón.
Por: n/a | Fuente: caminohaciadios.com
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¿Quién no necesita de un amigo con quien caminar
a lo largo de la vida? ¿Quién no necesita de una persona que nos escuche y
acoja con el mayor aprecio? ¿Quién no necesita de alguien con quien compartir
la alegría fraterna de la amistad, y siempre dispuesta para ayudarnos en los
momentos difíciles? El mejor de estos amigos es Jesús, nuestro Reconciliador, a
quien podemos recibir en el Sacramento de la Eucaristía, y a quien también
podemos visitar, acompañándolo ante el Sagrario, en el silencio de una capilla
o de una iglesia.
El Señor Jesús nos llama «amigos». Está siempre
con nosotros y, como sabemos, eso se manifiesta de modo visible en la
Eucaristía,«sacramento del Sacrificio del Banquete
y de la Presencia permanente de Jesucristo Salvador». Siendo un
sacramento admirable, a veces se nos olvida que podemos recurrir a él con
frecuencia. No tenemos que esperar cada Domingo para encontrarnos con Cristo
presente en la Eucaristía. Podemos salir al encuentro del Señor. Ahí Jesús nos
espera siempre, anhelante de que le abramos el corazón en la intimidad de la
oración.
Si bien es verdad que podemos conversar con el
Señor Jesús en todo momento y en cualquier lugar, su presencia en la Hostia
consagrada es privilegiada y particularmente eficaz para poder «palpar el amor infinito de su corazón». Allí está
presente por excelencia, en el modo como Él quiso permanecer entre nosotros.
Eso hace una gran diferencia. El Señor está realmente presente en la
Eucaristía, invitándonos a acompañarlo, ofreciéndonos su firme apoyo en nuestro
peregrinar. La Iglesia y el mundo-nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica-
«tienen gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este
sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración».
¿QUÉ
LE DECIMOS AL SEÑOR JESÚS SACRAMENTADO?
¡Todo aquello que anida en nuestro corazón! La
adoración eucarística es un momento de intimidad, de confianza y de amistad con
Dios. En esos ratos de oración ante el Santísimo, ante Jesús Sacramentado,
recordamos que su presencia es fruto del amor que nos tiene. Es un momento
oportuno para renovar nuestro propósito de ser santos y de responder
generosamente al amor de Dios. En la adoración a Cristo Jesús también podemos
pedir perdón por nuestras faltas y pecados, reconociendo así, con humildad, que
sólo Él tiene el poder para perdonarnos, renovando nuestra confianza en su
misericordia.
Podemos rezar por los demás, por nuestros
familiares, los amigos, por los necesitados, los sufrientes, los enfermos.
También por la iglesia, el Santo Padre y sus desvalidos, por los que necesitan
de la fe y se creen abandonados de Dios. En fin, en cada uno de nosotros anidan
diversas intenciones y necesidades que podemos presentar con fe y confianza al
Señor Jesús. De hecho, la adoración Eucarística tiene una profunda relación con
la evangelización. Por un lado, rezar por los demás ya es una privilegiada
forma de apostolado; y por otro, la experiencia de encuentro con el Seños nos
renueva en el ardor para anunciarlo como quien se ha encontrado personalmente
con Él.
Es verdad que «a menudo, en nuestra oración
-como señalaba el Papa Benedicto XVI-, nos encontramos ante el silencio de Dios
(...) Pero este silencia de Dios, como le sucedió también a Jesús, no indica su
ausencia. El cristiano sabe bien que el Señor está presente y escucha». Esta
situación, que quizás hemos experimentado en más de una ocasión, nos invita a
confiar y tener paciencia, y puede ser un tiempo de maduración para nuestra fe,
recordándonos que «el Dios silencioso es también un Dios que habla, que se
revela».
¿CÓMO
VISITAR AL SEÑOR PRESENTE EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO?
Para empezar necesitamos silencio interior y
recogimiento para visitar al Señor Sacramentado. «El
silencio -indicaba Benedicto XVI- es capaz
de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos, para hacer
que allí habite Dios, para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el
amor a Él arraigue en nuestra mente y en nuestro corazón y anime nuestra vida».
Cuando nos encontramos en presencia
de Jesús Sacramentado lo primero es hacer un acto de fe y tomar consciencia de
que Dios está ahí realmente presente.
Muchas veces visitaremos el Santísimo Sacramento
de modo espontáneo. No siempre hallamos una capilla cerca de donde vivimos o
trabajamos, pero a veces tenemos la oportunidad de hacerlo y la aprovechamos.
¿A quién no le gusta recibir la visita sorpresa de un amigo cercano? El Señor
se alegrará también cuando lo visitemos así. Sin embargo, si podemos hacer de
la visita al Santísimo un hábito que tendrá muchos frutos en nuestra vida
espiritual. Quizás podamos visitarlo unos minutos al día, o dos o tres veces
por semana. Podemos hacerlo solos, en la compañía de alguien, o también en
familia. Invitar a alguien a visitar al Señor presente en el Santísimo
Sacramento es una excelente oportunidad para hacer apostolado y dar ocasión
para que otras personas que quizás estén un poco alejadas del Señor vuelvan a
encontrarse con Él en la intimidad de la oración.
Si bien podemos rezar con las palabras que
espontáneamente vengan a nuestro corazón, cuando vamos a visitar al Señor Jesús
por un tiempo más prolongado ayuda muchísimo preparar nuestra visita. Podemos,
por ejemplo, dedicar unos minutos a un momento de diálogo personal con el
Señor, otros minutos a la meditación de un texto eucarístico o a rezar con los
salmos, y otro momento a pedir por nuestras necesidades y las de los demás. Las
posibilidades son muy variadas, y esta costumbre ayudará a que nos mantengamos
concentrados y enfocados.
Hablando precisamente de textos sobre los cuales
podemos meditar, existen diversas citas en la Sagrada Escritura sobre las
cuales podemos rezar y que nos ayudarán en nuestra meditación. Lo pasajes sobre
la institución de la Eucaristía en la Última Cena, por ejemplo, así como
aquellos en los cuales el Señor habla del «Pan de Vida», entre tantas otras,
nos ayudarán a tomar especial consciencia de la presencia real del Señor.
Mediar delante del Señor «nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de
la gracia», nos ayudará a un encuentro más íntimo con Él, y a descubrir con
mayor ardor el inmenso bien que significa su presencia en la Eucaristía. Hay,
por otro lado, muchos devocionarios eucarísticos que podemos utilizar en
nuestra visitas. En ellos encontraremos también otros textos valiosos,
oraciones de santos, así como cantos adecuados para la oración eucarística que
con seguridad eriquecerán nuestra oración.
«Yo estoy con ustedes todos los días»
Cuando nos acercamos a Jesús Sacramentado
tengamos siempre presente su promesa: «Yo estoy con
ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». Es una invitación a
confiar con Él, con alegría, sabiendo que está ahí siempre, paciente, gozoso,
dispuesto a ayudarnos, a escucharnos. De la misma manera, recordemos que el
Señor nos ha querido dejar una Madre que nos acompaña y nos ayuda a acercarnos cada
vez más a su Hijo. Que Ella, como lo decía el Beato Papa Juan Pablo II, «que fue la verdadera Arca de la Nueva Alianza, Sagrario
vivo del Dios Encarnado, nos enseñe a tratar con pureza, humildad y devoción
ferviente a Jesucristo, su Hijo, presente en el Tabernáculo».
Preguntas
para el diálogo
1.
¿Qué tan importante es en
mi vida espiritual la adoración Eucarística?
2.
¿Qué obstáculos veo en mi
vida para crecer en mi devoción a Jesús sacramentado?
3.
¿Qué medios puedo poner para
que mis visitas al Santísimo sean una experiencia cada vez más profunda de
encuentro con el Señor Jesús?
Citas
1.
Jn 15,14.
2.
S.S. Juan Pablo II,
Homilía, 12/06/1993.
3.
Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 13800
4.
Benedicto XVI, Respuestas a
las preguntas de los jóvenes durante la vigilia de oración, 01/09/2007.
5.
Benedicto XVI, Audiencia
general, 07/03/2012.
6.
S.S. Juan Pablo II,
Ecclesia de la Eucharistia, 25.
7.
Mt 28,20.
8.
S.S. Juan Pablo II,
Homilía, 12/06/1993.
Citas
para la oración
- La institución de la Eucaristía: Mt
26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,15-20.
- El Señor Jesús es el Pan de Vida: Jn 6,51
59.
- Nuestra actitud frente a la Eucaristía:
1Cor 11,27 29.
- El Señor nos invita a la comunión con Él: Ap 3,20; Jn 14,23.