¿De dónde surge el
fuego que anima a tantos hombres y mujeres a llevar el evangelio a otros?
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
¿De dónde surge el fuego que anima a tantos
hombres y mujeres a llevar el Evangelio a otros? De una experiencia profunda,
íntima, personal, de Jesucristo.
Quien tiene a Cristo en su corazón, quien siente
en sus venas el fuego que el Maestro vino a traer al mundo (cf. Lc 12,49),
necesita darlo a conocer a otros, porque el amor es, esencialmente,
comunicativo.
El Papa Francisco lo explica en la exhortación
“Evangelii gaudium”, sobre todo en los nn. 264-267. El n. 264 inicia con estas
palabras:
“La primera motivación para evangelizar es el
amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que
nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la
necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?”
El anhelo que impulsa a tantos católicos a
predicar a Cristo es tan intenso que permite repetir las palabras de san Pablo:
“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un
deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 9,16‑17)
¿Cómo llegar a esa pasión misionera? De un modo
muy sencillo: con la cercanía que surge desde la contemplación. Quien reza,
quien participa en la Liturgia de la Iglesia, quien se deja tocar por la
misericordia, se convierte en misionero.
“La mejor motivación para decidirse a comunicar
el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con
el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a
cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo,
que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que
humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir
a los demás” (“Evangelii gaudium”, n. 264).
Cada ser humano anhela, a veces sin darse cuenta
de ello, el encuentro con Dios salvador. Cuando nos damos cuenta de ello, somos
capaces de comprometer toda nuestra vida en la tarea de llevar el Amor de
Cristo a los otros.
“A veces perdemos el entusiasmo por la misión al
olvidar que el Evangelio responde a las
necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido
creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor
fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido
esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más
hondas de los corazones” (“Evangelii gaudium”, n. 265).
Cristo camina hoy en la historia humana en cada
bautizado que celebra, que agradece, que reza, que vive en la misericordia.
Porque ese bautizado transmite, muchas veces con su presencia humilde y llena
de cariño sincero hacia el otro, que Dios Padre es Amor y que nos lo ha dado
todo en su Hijo Jesucristo.
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