jueves, 30 de abril de 2015

LA FE Y SU VALOR


Desde luego, la fe es un don de Dios…, que Él se lo dona a todo aquel que se lo pide. Pero si no se le pide nadie puede adquirirlo correctamente, salvo que Dios disponga otra cosa. La fe es primariamente la virtud en el hombre que Dios más desea que poseamos, aunque su valor intrínseco sea menor al de la virtud de la fe, porque la fe en el hombre es la antesala, del salón donde se encuentra el amor que es la virtud más esencial de todas, porque no olvidemos que Dios, la esencia de Dios es el amor. Dios es amor y solo amor, como reiteradamente, nos escribe el discípulo amado: “16 Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanecen él”. (1Jn 4,16).

Es muy duro y difícil creer sin ver, máxime cuando lo que se nos pide que creamos, limita nuestros deseos de placer material. Es fácil aceptar que Buenos Aires está en América, aunque nunca hayamos estado allí, porque esta creencia no nos obliga ni condiciona nuestra vida. Nuestra razón inicialmente y sin ninguna meditación o elaboración, nos dice que no creamos en los que no vemos, que solo existe lo que vemos.

Pero si profundizamos y elaboramos nuestros juicios, sacamos conclusiones y estas nos aseguran que además del mundo material que vemos y palpamos, existe un mundo invisible y espiritual, que no vemos pero si palpamos su existencia, desde el momento en que estamos emitiendo juicios, pensamientos, razones e ideas, que indudablemente no pertenecen al mundo material, pero que si existen, desde el momento en que nosotros mismos somos sus creadores y no podemos negar su existencia.

Y si también resulta que existe un mundo invisible y espiritual, es porque también además de cuerpo tenemos alma, y si resulta que también además de alma, tenemos impulsos y raciocinios que nos inquietan con preguntas transcendentes, es porque hay agua, y si hay agua, hay una Fuente que crea y rige esa agua y que a su vez nos creó y nos rige a nosotros. Esa Fuente se llama Dios.

Pero si no pasamos por la antesala de la fe, nunca alcanzaremos el salón del amor, porque es imposible amar lo que uno piensa que no existe. Por otro lado nadie puede dar el primer paso de solicitar la fe si al mismo tiempo no da el paso de amar a Dios, porque las tres virtudes teologales, nacen crecen y decrecen, lo mismo que puede desaparecer, siempre al unísono.

Nuestro Catecismo en su parágrafo 166, nos dice que: La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros”.

El primer paso para llegar a tener fe, incluso antes de tenerla es el buscarla. Nadie adquiere nada si previamente no lo busca y antes de empezar a buscar, tiene que nacer en el alma humana, el deseo de buscar lo que se desea. Dios al crear el alma humana pone en ella unas improntas de carácter fundamental, que le ayudarán al hombre a encontrar las respuestas a una serie de preguntas que el hombre se hace acera de el mismo y de otras cuestiones. Son preguntas transcendentes, aquellas preguntas que constantemente y a lo largo de la historia de la humanidad, el hombre se ha venido haciendo, buscando siempre una respuesta totalmente concluyente que jamás la ha encontrado ni la encontrará, si es que solo se apoya en el orden material humano para buscar la respuesta, y no en su Creador, precisamente fúe el crador del orden material al que pertenece nuestro cuerpo no nuestra alma.

El 6 de agosto de 1993, Juan Pablo II publica la encíclica “Veritatis splendor” y en ella hace alusión a las preguntas transcendentes que acucian al hombre al decir que: “Por otra parte, son elementos de los cuales depende la “… respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana que, hoy como ayer, conmueven íntimamente los corazones: ¿Qué es el hombre?, ¿cuál es el sentido y el fin de nuestra vida?, ¿qué es el bien y qué el pecado?, ¿cuál es el origen y el fin del dolor?, ¿cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad?, ¿qué es la muerte, el juicio y la retribución después de la muerte?, ¿cuál es, finalmente, ese misterio último e inefable que abarca nuestra existencia, del que procedemos y hacia el que nos dirigimos?”.

La impronta fundamental que Dios puso en nuestras almas, es la referida a nuestra búsqueda de Él. Una vez que el hombre movido por la impronta divina se pone en marcha para buscar a su Creador, el demonio tratará de llevarlo por caminos equivocados, pues su afán naturalmente está, en que el hombre nunca encuentre a Dios. Ha habido épocas desgraciadas de nuestra historia humana en las que el ateísmo en su forma pura y dura, ha estado muy floreciente, aún hoy en día no ha desaparecido, porque se ha revestido de otras formas más elaboradas como es por ejemplo el agnosticismo, cuya fórmula básica de pensamiento viene a ser así: No tengo suficientes pruebas ni de que existe Dios, ni de que no existe. Por lo tanto no puedo declararme ni creyente, ni ateo”. Ahora lo que el demonio ha puesto de moda, es la táctica de negarse a sí mismo su existencia, lo cual le da unas mayores capacidades de actuación.

            El valor de la fe del creyente, sea esta grande o pequeña, radica siempre en que todo aquel que adquiere la posición de ser creyente, automáticamente está manifestando su amor Dios. Los ángeles nunca han necesitado tener fe, pues ellos al poder contemplar en Rostro de Dios desde su creación, fuese esta individual o de conjunto, cosa esta que ignoramos, es por ello, por lo que, contemplan admirados la fe de los hombres, los que la tengan se sobreentiende naturalmente. Ellos saben muy bien como estima Dios y ama al hombre de fe. Fue más de una vez la que a su paso por esta tierra, exclamó admirado ante una demostración de la fe humana. Y más de una fe nos aconsejó el aumento de nuestra fe: “En verdad os digo que, si tuviereis fe y no dudareis, no solo haréis lo que la higuera, sino que si dijereis a ese monte: “Quítate y échate en el mar”, se haría, y todo cuanto con fe pidiereis en la oración lo recibiríais”. (Mt 21,21-22). “Le dijo Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree. 24 Al instante gritando, dijo el padre del niño: ¡Creo! Ayuda a mi incredulidad”. (Mc 9,14 24). “29 Jesús le dijo: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron”. (Jn 20, 29). “¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle? 20* Díjoles: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a ese monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible”. (Mt 17, 19-20). “31 Al instante Jesús le tendió la mano, le agarro, diciéndole: Hombre de poca fe, ¿porque has dudado?”. (Mt 14, 31). "5 Dijeron los apóstoles al Señor; Auméntanos la fe. 6 El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar”, y os habría obedecido”. (Lc 17, 5-6). “6 Dijo, pues, el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto; 7 y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? 8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”. (Lc 18, 13-14). “39 El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?”. (Mc 4,39-41).

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

«¿ESTOY AL SERVICIO DE LOS DEMÁS O HAGO QUE LOS DEMÁS ME SIRVAN?», PREGUNTA FRANCISCO EN SANTA MARTA


El cristiano está dentro de una historia de pecado y de gracia, siempre delante de la alternativa: servir o servirse de los hermanos. Así lo ha recordado el santo padre Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana de jueves en la residencia Santa Marta.

El Papa se ha detenido sobre dos rasgos de la identidad cristiana: la historia y el servicio.

Así, Francisco ha recordado que san Pablo, san Pedro y los primeros discípulos “no anunciaban un Jesús sin historia: ellos anunciaban a Jesús en la historia del pueblo, un pueblo que Dios ha hecho caminar durante siglos para llegar” a la madurez, “a la plenitud de los tiempos”. El Papa ha indicado que Dios entra en la historia y camina con su pueblo.

A propósito, el Santo Padre ha explicado que “el cristiano es un hombre y una mujer de historia, porque no pertenece a sí mismo, está dentro de un pueblo, un pueblo que camina. No se puede pensar en un egoísmo cristiano, no, esto no es así. El cristiano no es un hombre o una mujer espiritual de laboratorio, es un hombro es una mujer espiritual dentro de un pueblo, que tiene una historia larga y continúa caminando hasta que el Señor vuelva”.

Es una historia de gracia -ha asegurado- pero también historia de pecado.

De este modo, ha exclamado el Papa: “¡cuántos pecadores, cuántos crímenes! También hoy Pablo menciona al rey David, santo, pero antes de hacerse santo fue un gran pecador. Un gran pecador. Nuestra historia debe asumir santos y pecadores. Y mi historia personal, de cada uno, debe asumir nuestro pecado, nuestro pecado y la gracia del Señor que está con nosotros, acompañándonos en el pecado para perdonar y acompañándonos en la gracia. No hay identidad cristiana sin historia”.

El segundo rasgo de la identidad cristiana del que ha hablado Francisco es el servicio: “Jesús lava los pies a los discípulos invitándonos a hacer como él: servir”.

De este modo, el Papa ha recordado que la identidad cristiana es el servicio, no el egoísmo. ‘Pero padre, todos somos egoístas. ¿Ah, sí? Es un pecado, es una costumbre de la cual debemos separarnos. Pedir perdón, que el Señor nos convierta. Somos llamados al servicio. Ser cristianos no es una pertenencia o una conducta social, no es maquillarse un poco el alma, para que sea más bonita”.

Para finalizar, el Pontífice ha planteado esta pregunta: “En mi corazón ¿qué hago más? ¿Hago que me sirvan los otros, o me sirvo de los otros, de la comunidad, de la parroquia, de mi familia, de mis amigos? ¿Sirvo o estoy al servicio de...?”

¿HOMBRES DE POCA FE?


 
• Mateo 6,28-30:


La parábola de los lirios: el cuerpo vale más que el vestido. Jesús manda mirar las flores, los lirios del campo. ¡Con qué elegancia y belleza Dios los viste! “Si Dios los viste así, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
 

Jesús insiste en las cosas de la naturaleza, para que viendo las flores y el campo, la gente recuerde la misión que tenemos: luchar por el Reino y crear una convivencia que pueda garantizar comida y vestido para todos.


...Sería anti-evangélico decir a un padre de familia sin empleo, pobre, con ocho hijos y mujer enferma:"¡No ande preocupado con lo que va a comer y a beber!
 

Debe de haber una diferencia en la vida de los que tienen fe en Jesús y de los que no la tienen.


Los que tienen fe en Jesús comparten con él la experiencia de gratuidad de Dios como Padre, Abba. Esta experiencia de paternidad tiene que revolucionar la convivencia. Tiene que engendrar una vida comunitaria que sea fraterna, semilla de una nueva sociedad.
 

¿Por qué preocuparse del vestido y de la salud?" (Mt 6,25.28).
 

Esto lo podemos decir cuando, al imitar a Dios como Jesús, nos organizamos entre nosotros para poder compartir, garantizando a los hermanos la sobre vivencia.
 

El Reino pide una convivencia, donde no haya acumulación, y donde haya compartir, para que todos tengan lo necesario para vivir.

El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro.


Jesús, en Mateo 6,24-34, nos invita a revisar la relación con los bienes materiales y trata dos asuntos de distinto peso: Nuestra relación con el dinero (Mt 6,24) y nuestra relación con la Providencia Divina (Mt 6,25-34). Los consejos dados por Jesús suscitan diversas preguntas de difícil respuesta.

Por ejemplo, ¿cómo entender hoy la afirmación: "No puedes servir a Dios y al dinero” ¿Cómo entender la recomendación de no preocuparnos con la comida, la bebida y la ropa. (Mt 6,25)?


• Mateo 6,24: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.


Cada cual tendrá que elegir. Tendrá que preguntarse: “¿Quién ocupa el primer lugar en mi vida: Dios o el dinero?”
 

De esto dependerá la comprensión de los consejos que siguen sobre la Providencia Divina (Mt 6,25-34). No se trata de una opción hecha sólo con la cabeza, sino de una opción de vida bien concreta que envuelve las actitudes.


• Mateo 6,25: Jesús critica la excesiva preocupación con la comida y el vestido.
 

Esta crítica de Jesús provoca hasta hoy mucho espanto entre la gente, pues la gran preocupación que tiene un padre, una madre de familia es la comida y el vestido para los hijos.
 

El motivo de la crítica es que la vida vale más que la comida y el cuerpo vale más que la ropa. Para aclarar su crítica, Jesús cuenta dos parábolas: de los pajaritos y de las flores.


• Mateo 6,26-27: La parábola de los pajaritos: la vida vale más que la comida. Jesús manda mirar a los pajaritos. No siembran, no almacenan, y sin embargo tienen siempre algo que comer, porque el Padre celestial los alimenta: “¿No valéis vosotros más que ellos?”
 

Lo que Jesús critica es cuando la preocupación por la comida ocupa todo el horizonte de la vida de las personas, sin dejar espacio para experimentar y saborear la gratuidad de la fraternidad y de la pertenencia al Padre.
 

Por eso, el sistema neoliberal es criminal porque obliga a la gran mayoría de las personas a vivir 24 horas al día preocupándose por la comida y por la ropa, y produce en otra pequeña minoría rica el ansia de comprar y consumir hasta el punto de no dejar espacio para otra cosa.
 

Jesús dice que la vida vale más de los bienes de consumo.

El sistema neoliberal impide la vivencia del Reino.


• Mateo 6,28-30:
La parábola de los lirios: el cuerpo vale más que el vestido. Jesús manda mirar las flores, los lirios del campo. ¡Con qué elegancia y belleza Dios los viste! “Si Dios los viste así, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
 

Jesús insiste en las cosas de la naturaleza, para que viendo las flores y el campo, la gente recuerde la misión que tenemos: luchar por el Reino y crear una convivencia que pueda garantizar comida y vestido para todos.
 

• Mateo 6,31-32: No ser como los paganos. Jesús retoma la crítica contra una excesiva preocupación por la comida, la bebida y el vestido. Y concluye: “¡Son los paganos que se preocupan con todo esto!”
 

Debe de haber una diferencia en la vida de los que tienen fe en Jesús y de los que no la tienen.
 

Los que tienen fe en Jesús comparten con él la experiencia de gratuidad de Dios como Padre, Abba. Esta experiencia de paternidad tiene que revolucionar la convivencia. Tiene que engendrar una vida comunitaria que sea fraterna, semilla de una nueva sociedad.


• Mateo 6,33-34: El Reino en primer lugar. Jesús apunta dos criterios: “Buscar primero el Reino” y “No preocuparse por el día de mañana”. Buscar en primer lugar el Reino y su justicia significa tratar de hacer la voluntad de Dios y permitir a Dios que reine en nuestra vida.
 

La búsqueda de Dios se traduce concretamente en búsqueda de una convivencia fraterna y justa. Donde hay esta preocupación por el Reino, nace una vida comunitaria donde todos viven como hermanos y hermanas y nadie pasará más necesidad.
 

Allí no habrá más preocupación con el día de mañana, esto es, no habrá más preocupación en acumular.
 

• Buscar primero el Reino de Dios y su justicia.
 

El Reino de Dios tiene que ser el centro de todas nuestras preocupaciones.


El Reino pide una convivencia, donde no haya acumulación, y donde haya compartir, para que todos tengan lo necesario para vivir. El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro. Esta manera de ver el Reino ayuda a entender mejor las parábolas de los pajaritos y de las flores, pues para Jesús la Providencia Divina pasa por la organización fraterna.
 

Preocuparse por el Reino y su justicia es lo mismo que preocuparse por aceptar a Dios como Padre y ser hermanos y hermanas de otros.
 

Ante el creciente empobrecimiento causado por el neoliberalismo económico, la salida concreta que el evangelio nos presenta y que los pobres encontrarán para su supervivencia es la solidaridad y la organización.


• Una lama afilada en la mano de un niño puede ser una arma mortal. Una lama afilada en la mano de una persona agarrada con cuerdas es arma que salva. Así son las palabras de Jesús sobre la Providencia Divina.
 

Sería anti-evangélico decir a un padre de familia sin empleo, pobre, con ocho hijos y mujer enferma:"¡No ande preocupado con lo que va a comer y a beber!
 

¿Por qué preocuparse del vestido y de la salud?" (Mt 6,25.28).
 

Esto lo podemos decir cuando, al imitar a Dios como Jesús, nos organizamos entre nosotros para poder compartir, garantizando a los hermanos la sobre vivencia.

El Reino pide una convivencia, donde no haya acumulación, y donde haya compartir, para que todos tengan lo necesario para vivir. El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro.
 

De lo contrario seríamos como los tres amigos de Job, para defender a Dios, contaban mentiras sobre la vida humana Sería como “disponer de un huérfano y traicionar a un amigo” (Job 6,27).
 

En boca del sistema de los ricos, estas palabras pueden ser armas mortales contra los pobres.
 

En boca del pobre, pueden ser una salida real y concreta para una convivencia mejor, más justa y más fraterna.
 

• ¿Cómo entiendo y vivo la confianza en la Providencia Divina?
 

• Como cristianos tenemos la misión de dar una expresión concreta a aquello que nos anima por dentro.
 

¿Cuál es la expresión que estamos dando a nuestra confianza en la Divina Providencia?
 

Mi lengua proclama tu promesa, pues justos son tus mandamientos.

Acuda tu mano en mi socorro, pues he elegido tus ordenanzas. (Sal 119,172-173)

Al copiar este artículo favor conservar o citar la Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS

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Publicado por Wilson f.

IGLESIA, SERVIDORA DE LOS POBRES


Los obispos españoles analizan la grave crisis económica, social y moral y ofrecen su propuesta desde la fe

Por: Resumen CEE | Fuente: www.conferenciaepiscopal.es

La reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se clausuró el pasado viernes, 24 de abril, en Ávila con la aprobación de la Instrucción Pastoral "Iglesia, servidora de los pobres". En este documento, los obispos quieren compartir, con los fieles y con quienes deseen escuchar su voz, su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española y su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufrían las consecuencias de la crisis.

Estructurada en cuatro partes, la Instrucción pastoral comienza analizando la situación social actual y los factores que están en su origen y lo explican. Seguidamente enumeran los principios de la Doctrina social de la Iglesia que iluminan la realidad y ofrecen su propuesta desde la fe.

En la primera parte, dedicada a describir la situación social, los obispos se fijan en los nuevos pobres y las nuevas pobrezas, de manera especial la que sufren en primer lugar, las familias golpeadas por la crisis.

En ellas no es difícil encontrar muchos jóvenes sin trabajo y con grave riesgo de caer en situaciones desesperadas, ámbitos en que se da la pobreza infantil, ancianos olvidados o mujeres afectadas por la penuria económica. Además de las carencias económicas y sociales en las familias, los obispos señalan también la pobreza en el mundo rural y en quienes se dedican al mar, y acentúan la pobreza originada por la emigración que, haciendo visible el derecho a encontrar mejores condiciones de vida, hoy significa la pobreza de los más pobres.

Los inmigrantes sufren más que nadie la crisis que ellos no han provocado y los países que los reciben recortan sus derechos y limitan, también para ellos, los servicios sociales básicos. Los obispos piden en este ámbito a las autoridades nacionales y de la Unión Europea actitudes de generosa acogida y cooperación con los países de origen que permitan su desarrollo.

Además de las nuevas pobrezas, la Instrucción Pastoral señala como rasgo de la sociedad actual la corrupción, a la que define como un mal moral y cuyo origen es, según los obispos, la codicia financiera y la avaricia personal. Estas situaciones de corrupción provocan alarma social, alteran el funcionamiento de la economía, impiden la competencia leal y encarecen los servicios. La corrupción es una grave afrenta a nuestra sociedad, es una conducta éticamente reprobable y es un grave pecado. La necesaria regeneración personal y social vendrá por un mayor aprecio al bien común, que se origina en las virtudes morales y sociales, se fortalece con la fe y se hace visible en el amor al prójimo.

Tanto las nuevas pobrezas como la corrupción están facilitadas por el empobrecimiento espiritual. El talante personal y el comportamiento moral de las personas están dañados por la indiferencia religiosa, el olvido de Dios o la despreocupación por la cuestión sobre el destino trascendente del ser humano. No se puede olvidar, dicen los obispos, que la personalidad del hombre se enriquece con el reconocimiento de Dios que sostiene nuestra dimensión ética, nos impulsa al amor a todo hombre, haciendo de la caridad fraterna la señal distintiva.

EN LA SEGUNDA PARTE, LA INSTRUCCIÓN PASTORAL SEÑALA CUATRO FACTORES QUE EXPLICAN LA SITUACIÓN SOCIAL ACTUAL.

El primero de ellos es la negación de la primacía del ser humano que se apoya en la dignidad que Dios le otorga.

El segundo es el dominio de lo inmediato y lo técnico en la cultura actual. En ésta, el primer lugar lo ocupa lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido. La técnica parece ser la razón última de todo lo que nos rodea y su desarrollo se presenta como la panacea para resolver todos los males del hombre.

El modelo social centrado en la economía es el tercer factor que explica esta situación de crisis: la burbuja inmobiliaria, el excesivo endeudamiento, la falta de regulación y supervisión de los mercados han ocasionado una época de recesión, para la que la única solución presentada es la lógica del crecimiento, como si “más” fuera igual a “mejor”.

Por último, en cuarto lugar, encontramos, como consecuencia de la lógica del crecimiento, una cierta idolatría de los mercados, cuando en realidad, la actividad económica, por sí sola, no puede resolver todos los problemas sociales; su recta ordenación al bien común es incumbencia, sobre todo, de la comunidad política, la que cual no deb e eludir su responsabilidad en esta materia.

LA TERCERA PARTE DE LA INSTRUCCIÓN CONSISTE EN UNA EXPLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA QUE ILUMINAN LA REALIDAD Y PUEDEN AYUDAR A LA SOLUCIÓN DE LOS GRAVES PROBLEMAS QUE LE AFECTAN.

El primero de ellos es la primacía de la dignidad de la persona : el ser humano es la medida de todas las cosas, no un instrumento al servicio de la producción y del lucro. Los obispos instan a un modelo de desarrollo que ponga en el centro a la persona. Si la economía no está al servicio del hombre, se convierte en un factor de injusticia y exclusión.

El segundo principio es que los bienes tienen una dimensión social y un destino universal , como se vivía ya en el Antiguo Testamento y enseñaron los Padres de la Iglesia. La acumulación de los bienes en pocas manos es una grave injusticia, pues la propiedad privada está orientada al bien común. Por eso, dice la Iglesia, Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos de forma equitativa, según los principios de la justicia y de la caridad.

En la vida social, otro principio ineludible es el de la solidaridad y el equilibrio entre los derechos y los deberes. La solidaridad es el empeño firme y perseverante por el bien común, es decir por el bien de todos y cada uno. La convivencia implica que los derechos de unos generan deberes en otros y que la satisfacción de unos depende de la diligencia de los otros. Los derechos económico-sociales no pueden realizarse si todos y cada uno de nosotros no colaboramos y aceptamos las cargas que nos corresponden; de igual modo que el derecho a los bienes materiales conlleva el deber del trabajo diligente del hombre. El bien común es el bien de ese “todos nosotros”, formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en una comunidad o sociedad. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad.

El principio de subsidiariedad señala las funciones y responsabilidades que corresponden a las personas individuales en el desarrollo de la sociedad a través de comunidades y asociaciones de orden familiar, educativo, cultural, etc. Al mismo tiempo, regula las funciones que corresponden al Estado y a los cuerpos sociales intermedios, para impedir la tendencia totalitaria de los estados. El principio de subsidiariedad permite un justo equilibrio entre la esfera pública y la privada; reclama del Estado el aprecio y apoyo a las organizaciones intermedias y el fomento de su participación en la vida social.

Por último, entre los principios de la Doctrina Social se señala el derecho a un trabajo digno y estable que permite la integración y la cohesión social, por lo que cualquier política económica debe estar al servicio del trabajo digno.

LA CUARTA PARTE DE LA IGLESIA, SERVIDORA DE LOS POBRES, OFRECE OCHO PROPUESTAS ESPERANZADORAS DESDE LA FE PARA VIVIR EL COMPROMISO CARITATIVO, SOCIAL Y POLÍTICO.

- Promover una actitud de renovación y conversión, que nos identifique con Cristo y que salga al encuentro de los pobres, siendo instrumentos para su liberación, promoción e integración en la sociedad.

- Cultivar una espiritualidad que impulse al compromiso social. Sólo el encuentro con el Amor de Dios, puede transformar y purificar los corazones de los discípulos, cambiándolos de egoístas y cobardes en generosos y valientes; de estrechos y calculadores, en abiertos y desprendidos.

- Apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización, porque el anuncio del Evangelio, fermento de libertad y de fraternidad, ha ido acompañado siempre de la promoción humana y social de aquellos a los que se anuncia.

- Como consecuencia de lo anterior, profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad y de la acción social, desde el testimonio personal y sin olvidar el anuncio explícito de Jesús. Tenemos, además, el reto de ejercer una caridad más profética. No podemos callar cuando no se reconocen ni respetan los derechos de las personas, cuando se permite que los seres humanos no vivan con la dignidad que merecen.

- Promover el desarrollo integral de la persona y afrontar las raíces de las pobrezas. Además de atender a las necesidades más urgentes, el acompañamiento de las personas es la base de la acción caritativa: No se trata sólo de asistir y dar desde fuera, sino de participar en sus problemas y tratar de solucionarlos desde dentro.

- Defender la vida y la familia como bienes sociales fundamentales.

- Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión. La reducción de las desigualdades debe ser uno de los objetivos prioritarios de una sociedad que quiera poner a las personas, y también a los pueblos, por delante de otros intereses.

- Fortalecer la animación comunitaria. Es necesario que la comunidad cristiana sea el verdadero sujeto eclesial de la caridad.

EN SU CONCLUSIÓN, los obispos alientan una vez más la esperanza de los que sufren las consecuencias de la grave crisis actual y se ponen junto a ellos: “Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza; juntos en el esfuerzo comunitario por superar esta situación difícil”. Al mismo tiempo, agradecen el esfuerzo de quienes viven la caridad con el prójimo y animan a imitarlos, no sólo en las relaciones cotidianas sino también en las relaciones sociales, económicas y políticas.

miércoles, 29 de abril de 2015

LOS JÓVENES NO SE CASAN POR MIEDO; LA RESPUESTA ES EL TESTIMONIO DE LOS MATRIMONIOS, DICE EL PAPA


En su catequesis de la audiencia general, celebrada el último miércoles de abril en la Plaza de San Pedro y ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países, el Papa Francisco, en el ámbito de sus reflexiones sobre la familia, se refirió al matrimonio.

En efecto, el obispo de Roma, tras haber considerado en la catequesis anterior las narraciones del libro del Génesis acerca del designio originario de Dios sobre la pareja formada por un hombre y una mujer, se centró directamente en Jesús, quien con su presencia en las bodas de Caná nos revela de modo nuevo la bondad y dignidad del matrimonio, ofreciéndonos un mensaje más actual que nunca, puesto que las separaciones van en aumento, mientras el número de matrimonios desciende.

De ahí la invitación de Francisco a reflexionar seriamente para comprender por qué los jóvenes de hoy no quieren casarse, a pesar de que casi todos desean una seguridad afectiva estable y un matrimonio sólido.

[Sobre esto léase en ReL: ¿Hay algo peor para la familia que el divorcio? Sí, no casarse por miedo al fracaso]

El Santo Padre indicó entre los factores que causan esta situación el temor a equivocarse y fracasar que impide confiar en la gracia que Cristo ha prometido a la unión conyugal.

El Papa reafirmó que el matrimonio consagrado por Dios protege a los esposos, puesto que quienes se casan en el Señor, se transforman en un signo eficaz del amor del Creador en el mundo.

“Pidamos a la Virgen María –dijo el Papa Bergoglio al saludar a los fieles y peregrinos en lengua española– que interceda por todos los esposos, especialmente por los que pasan por dificultades”. Y añadió que Jesús nos enseña que “la obra de arte de la sociedad es la familia, el hombre y la mujer que se aman”.

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA TRADUCIDA DEL ITALIANO
La familia: el matrimonio (I)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nuestra reflexión sobre el designio originario de Dios sobre la pareja hombre-mujer, después de haber considerado las dos narraciones del Libro del Génesis, se dirige ahora directamente a Jesús.

El evangelista Juan, al comienzo de su Evangelio, narra el episodio de las bodas de Caná, en las cuales estaban presentes la Virgen María y Jesús, con sus primeros discípulos (cfr. Jn 2, 1-11). ¡Jesús no sólo participó en aquel matrimonio, sino que “salvó la fiesta” con el milagro del vino!

Por lo tanto, el primero de sus signos prodigiosos, con el cual Él revela su gloria, los cumplió en el contexto de un matrimonio y fue un gesto de gran simpatía por aquella familia naciente, solicitado por el apremio materno de María.

Y esto nos hace recordar el libro del Génesis, cuando Dios terminó la obra de la creación y hace su obra maestra; la obra maestra es el hombre y la mujer. Y aquí precisamente Jesús comienza sus milagros, con esta obra maestra, en un matrimonio, en una fiesta de bodas: un hombre y una mujer. Así Jesús nos enseña que la obra maestra de la sociedad es la familia: ¡el hombre y la mujer que se aman! ¡Ésta es la obra maestra!

Desde los tiempos de las bodas de Caná, tantas cosas han cambiado, pero aquel “signo” de Cristo contiene un mensaje siempre válido.

Hoy, no parece fácil hablar del matrimonio como de una fiesta que se renueva en el tiempo, en las diversas estaciones de la entera vida de los cónyuges. Es un hecho que las personas que se desposan son cada vez menos. Esto es un hecho: los jóvenes no quieren casarse. En muchos países en cambio aumenta el número de las separaciones, mientras disminuye el número de los hijos.

La dificultad para quedarse juntos – ya sea como pareja o como familia – lleva a romper los vínculos cada vez con mayor frecuencia y rapidez, y precisamente los hijos son los primeros en pagar las consecuencias.

Pero pensemos que las primeras víctimas, las víctimas más importantes, las víctimas que sufren más en una separación son los hijos. Si experimentas desde pequeño que el matrimonio es un vínculo “a tiempo determinado”, inconscientemente para ti será así.

En efecto, muchos jóvenes son llevados a renunciar al proyecto mismo de un vínculo irrevocable y de una familia duradera. Creo que debemos reflexionar con gran seriedad sobre el porqué tantos jóvenes “no se sienten” de casarse. Existe esta cultura de lo provisorio…todo es provisorio, parece que no hay algo definitivo.

Ésta de los jóvenes que no quieren casarse es una de las preocupaciones que surgen en el día de hoy: ¿por qué los jóvenes no se casan? ¿Por qué a menudo prefieren una convivencia y tantas veces “a responsabilidad limitada”?

¿Por qué muchos – también entre los bautizados – tienen poca confianza en el matrimonio y en la familia? Es importante tratar de entender si queremos que los jóvenes puedan encontrar el camino justo para recorrer. ¿Por qué no tienen confianza en la familia?

Las dificultades no son sólo de carácter económico, si bien estas son realmente serias. Muchos consideran que el cambio sucedido en estos últimos decenios haya sido puesto en marcha por la emancipación de la mujer. Pero ni siquiera este argumento es válido. ¡Pero esta es también una injuria! ¡No, no es verdad! Es una forma de machismo, que siempre quiere dominar a la mujer. Hacemos el papelón que hizo Adán, cuando Dios le dijo: “¿Pero por qué has comido la fruta?” Y él: “Ella me la dio”. Es culpa de la mujer. ¡Pobre mujer! ¡Debemos defender a las mujeres, eh!

En realidad, casi todos los hombres y las mujeres querrían una seguridad afectiva estable, un matrimonio sólido y una familia feliz. La familia está en la cima de todos los índices de agrado entre los jóvenes; pero, por miedo de equivocarse, muchos no quieren ni siquiera pensar en ella.

Aunque son cristianos, no piensan en el matrimonio sacramental, signo único e irrepetible de la alianza, que se transforma en testimonio de la fe. Quizás, precisamente este miedo de fracasar es el más grande obstáculo para acoger la palabra de Cristo, que promete su gracia a la unión conyugal y a la familia.

El testimonio más persuasivo de la bendición del matrimonio cristiano es la vida buena de los esposos cristianos y de la familia. ¡No hay modo mejor para decir la belleza del sacramento! El matrimonio consagrado por Dios custodia aquel vínculo entre el hombre y la mujer que Dios ha bendecido desde la creación del mundo; y es fuente de paz y de bien para la entera vida conyugal y familiar.

Por ejemplo, en los primeros tiempos del Cristianismo, esta grande dignidad del vínculo entre el hombre y la mujer venció un abuso considerado entonces completamente normal, es decir, el derecho de los maridos de repudiar a las esposas, también con los motivos más falsos y humillantes. El Evangelio de la familia, el Evangelio que anuncia precisamente este sacramento ha vencido esta cultura de repudio habitual.

El germen cristiano de la radical igualdad entre los cónyuges hoy debe traer nuevos frutos. El testimonio de la dignidad social del matrimonio se hará persuasivo precisamente por este camino, el camino del testimonio que atrae, el camino de la reciprocidad entre ellos, de la complementariedad entre ellos.

Por esto, como cristianos, debemos hacernos más exigentes a este respecto. Por ejemplo: sostener con decisión el derecho a la igual retribución por igual trabajo ¿por qué se da por cierto que las mujeres deben ganar menos que los hombres? ¡No! ¡El mismo derecho! ¡La disparidad es un puro escándalo!

Al mismo tiempo, reconocer como riqueza siempre válida la maternidad de las mujeres y la paternidad de los hombres, a beneficio sobre todo de los niños. Igualmente, la virtud de la hospitalidad de las familias cristianas reviste hoy una importancia crucial, especialmente en las situaciones de pobreza, de degrado, de violencia familiar.

Queridos hermanos y hermanas, ¡no tengamos miedo de invitar a Jesús a la fiesta de bodas! Y no tengamos miedo de invitar a Jesús a nuestra casa, para que esté con nosotros y custodie la familia. ¡Y también a su madre, María! Los cristianos, cuando se desposan “en el Señor” son transformados en un signo eficaz del amor de Dios. Los cristianos no se desposan sólo por sí mismos: se desposan en el Señor en favor de toda la comunidad, de la entera sociedad.

De esta bella vocación del matrimonio cristiano, hablaré en la próxima catequesis. Gracias.

(Traducción del italiano por Maria Cecilia Mutual de Radio Vaticano)