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lunes, 1 de abril de 2024
martes, 26 de marzo de 2024
EL MARTES SANTO
La Pasión de Jesús. El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
EL DÍA DE LAS GRANDES
CONTROVERSIAS
La noche del lunes fue como la del domingo: enseñanzas a los discípulos y mucha
oración. Jesús está en máxima tensión. El ambiente de paz de Betania ayuda a
relajar los espíritus, pero Jesús no cede en su lucha y necesita rezar.
El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los rostros de
los que le acompañan están serios; ya no hay vítores de los acampados alrededor
de Jerusalén, ni en la misma ciudad. Pero muchos quieren oír y ver al Maestro,
al Hijo de David, al que resucitó a Lázaro, al que se ha proclamado Hijo del
Padre eterno. Este día todos los grupos que se oponen a Jesús se van a unir y
emplear sus armas dialécticas para destruirle. "Siguieron
observando y le enviaron espías que simulaban ser justos para cogerle en alguna
palabra y entregarlo al poder y jurisdicción del gobernador" (Lc).
Muchas cosas van a quedar claras en este día y mucha va a ser la luz para los
de mente y corazón abiertos.
EL PAGO DEL TRIBUTO AL CÉSAR
Los fariseos se habían enfrentado con Jesús tanto el domingo como el lunes y
estaban avergonzados. Ahora van a enviar discípulos camuflados para cogerle en
una palabra comprometida; le preparan una pregunta que creen sin solución, o
mejor, con todas las soluciones posibles negativas para Jesús: es la cuestión de la relación de la esfera religiosa con
la autoridad política, gran tema de todos los tiempos y que tantos problemas ha
llevado consigo. Acuden con retorcimiento mental, con adulación y
falsedad y acompañados de los herodianos, que eran partidarios del poder de los
romanos y de Herodes.
La cuestión se plantea así: "Entonces
los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en
alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos, junto a los herodianos, a preguntarle:
Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y
que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas"
(Mt). La suavidad de las palabras esconde la malicia. Ciertamente Jesús es
veraz, pero a ellos no les interesa la verdad, sino atraparle y entregarlo como
prisionero. Por eso plantean la cuestión que les parece insoluble. "Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar
tributo al César, o no?". El tema aparente es sólo el del
impuesto, pero detrás lleva mucha más carga. Si responde que no se pague
tributo al Cesar se hace reo de rebelión y puede ser tomado preso por los
herodianos o los romanos. Si dice que se pague el tributo se hace
colaboracionista, y acepta el yugo gentil sobre el pueblo elegido, algo
intolerable para muchos. No parece haber más salidas. El nivel más profundo del
tema es el de la relación de lo religioso y lo político. ¿Tiene que regirse el pueblo por las leyes de Dios y ser
gobernando por los sacerdotes? ¿O acaso debe tomar la dirección de lo religioso
el poder político? En la historia se han dado las dos soluciones con
malos frutos casi siempre. Ciertamente la cuestión es compleja.
Jesús no rehúye el problema del momento, ni el más profundo, y va a dar una
solución que recorrerá la historia a partir de entonces. "Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me
tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un
denario. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le
respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios" (Mt). La solución sorprende a
todos. Toda autoridad viene de Dios, pues la sociedad necesita de la autoridad
para no caer en el caos y en la anarquía. Se debe obedecer a esa autoridad en
sus mandatos justos y en las leyes que no sean inmorales; pero lo político es
autónomo de lo religioso. Por tanto es lícito pagarle el tributo al César que
lo necesita para su función, pero siempre dando a Dios todo el corazón que es
lo suyo propio. "Al oírlo se quedaron
admirados y dejándole se marcharon" (Mt). "Y no
pudieron acusarle por sus palabras ante el pueblo y, admirados de su respuesta
se callaron" (Lc). Los siglos siguientes contemplan esta respuesta
como un giro importante en una cuestión difícil, y casi nunca bien resuelta
PRIMER MANDAMIENTO DE LA LEY
En el movimiento de los grupos surge una pregunta de uno que ha quedado
cautivado por las palabras del Señor. "Se
acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que
les había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos?" (Mc). Muchos eran los preceptos que se atribuían
a la Ley. Unidos los de la sagrada Escritura y los de las diversas tradiciones
rabínicas eran más de seiscientos. Su cumplimiento parecía imposible para los
hombres de buena voluntad. Por otra parte parecía difícil, si no imposible,
ordenarlos según su importancia. La luz de las palabras de Jesús ante las
cuestiones anteriores ilumina el alma del escriba de buena voluntad, y sin
consultarlo con otros, se lanza a preguntar con auténtico deseo de saber, no
para atacar al Señor con astucias.
Jesús respondió con palabras conocidas por todos los israelitas, con palabras
del “shemá Israel” que recitaban todos los días tres veces.
JESÚS DESCUBRE EL PECADO DE LOS FARISEOS Y LOS ESCRIBAS
El ambiente es tenso y expectante. Jesús vive con intensidad el momento. Quiere
dejar algo muy importante a los que le escuchan. No se trata sólo de sus
discusiones con los escribas, los fariseos y los saduceos. Se trata de
denunciar la raíz del pecado en los corazones de los hombres. Sólo cuando se
descubre el rostro de la soberbia, se puede vencer y vivir la vida de amor
tantas veces anunciada, pero siempre lejana. Por eso Jesús manda que se reúnan
los más posibles, también sus enemigos. Cuando, de pronto, Jesús eleva la voz
para ser oído por todos, y con fuerza expresa de modo fuerte verdades que
pueden doler, pero que pueden curar. Va denunciar el pecado interno de los
escribas y de los fariseos que es actuar "para ser vistos",
no guiados por el amor. La soberbia espiritual lleva al engreimiento ante la
propia perfección y su primer fruto es hacer las cosas para ser alabados por
los hombres. La gloria y el amor de Dios se desdibujan, la humildad se hace
imposible y, en una pendiente difícil de controlar, se deslizan una serie de
abusos cada vez más notorios. No denuncia Jesús la doctrina de los escribas y
fariseos pues dice "haced lo que dicen" sino
las motivaciones de sus corazones. Sus palabras, sus gritos más bien, van a
resonar en el templo como latigazos que intentan convertir a los duros de
corazón. La cólera de Dios se hace manifiesta como en el Sinaí.
EL ATAQUE INICIAL ES CONTRA
LOS ESCRIBAS
"Guardaos de los escribas, que les gusta
pasear con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas, y ocupar los
primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; que
devoran las casas de las viudas mientras fingen largas oraciones. Estos
recibirán un juicio más severo" (Mc).
Después reúne en su crítica a fariseos y escribas; es decir, a los que presumen
de cumplir la ley, tanto si son doctos como si no lo son. "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas
y fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus
obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las
ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren
moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus
filacterias y alargan sus franjas. Apetecen los primeros puestos en los
banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas,
y que la gente les llame Rabí. Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar
Rabí, porque sólo uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. A
nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre,
el celestial. Tampoco os hagáis llamar doctores, porque vuestro Doctor es uno
sólo: Cristo. El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a
sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado" (Mt)
No niega la autoridad de unos y de otros; desvela el fondo de sus intenciones
que se manifiesta en vanidades que alcanzan el ridículo. El amor verdadero es
humilde, y busca servir más que servirse. La humildad no tiene fuerzas para
decir que es humilde, pues sería orgullo espiritual, pero se advierte en que
sirve a todos; entonces Dios da gloria en lo más íntimo del alma y cuando
conviene en lo exterior, pues ya nada puede hacer daño al que nada busca en las
vanidades humanas.
INVECTIVAS CONTRA LOS
ESCRIBAS Y FARISEOS
Hasta este momento el Señor se ha dirigido a discípulos suyos para que corrijan
la soberbia que corrompe hasta lo religioso si entra en el alma. Los escribas y
fariseos se agitan molestos. No aceptan la corrección. Murmuran. Jesús los mira
con indignación; sus ojos llamean, el tono de su voz se eleva, golpea aquellas
almas para que se les abran los ojos. El látigo de su lengua se agita en el
aire, golpea las conciencias, y surgen otros siete ayes parecidos a los que en
un pequeño grupo ya había dicho Jesús. Pero ahora la denuncia va a ser dicha en
público y en el Templo de Dios. La justicia se hace voz que denuncia.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni
vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían" (Mt)
La palabra hipócritas llena el ambiente. Hombres de dos caras y de sentimientos
retorcidos. Y ataca la actitud de cerrar el reino de los cielos a los humildes.
Ni entran, ni dejan entrar. Han perdido la llave de la salvación al perder el
sentido del amor que todo lo ilumina. Los cumplimientos externos no bastan si
falta esa actitud del corazón, de la voluntad y de la mente.
"Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo
prosélito y, una vez convertido, le hacéis hijo del infierno dos veces más que
vosotros" (Mt).
El proselitismo para acercar almas a Dios es bueno, y se debe vivir con celo.
Pero una vez dentro ¿que se les da? lo mismo
que ellos viven. Su celo es movido por falta de rectitud de intención y los que
entran se encuentran con desorientación y con pecado. De poco valió el
proselitismo.
"Ay de vosotros, guías de ciegos!, que
decís: El jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del
Templo, queda obligado. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que
santifica al oro? Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la
ofrenda que está sobre él, queda obligado. ¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o
el altar que santifica la ofrenda? Por tanto, quien ha jurado por el altar,
jura por él y por todo lo que hay sobre él. Y quien ha jurado por el Templo,
jura por él y por Aquel que en él habita. Y quien ha jurado por el Cielo, jura
por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado" (Mt).
Pervierten el sentido de lo sagrado. Usan a Dios y abusan de su santo nombre.
Por eso son ciegos que no ven que la santidad del juramento la da Dios mismo
con su grandeza y poder.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero
habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y
la fidelidad. estas últimas había que hacer, sin omitir aquéllas. ¡Guías de
ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello" (Mt).
Cuidan cosas pequeñas e insignificantes, y descuidan las grandes. Bueno es
cuidar lo mínimo, pero a condición de que lo grande sea tratado con esmero y
delicadeza. Esa es la verdadera piedad.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro
quedan llenos de carroña e inmundicia. Fariseo ciego, limpia primero el interior
de la copa, para que luego llegue a estar limpio también el exterior" (Mt).
Las apariencias pueden llevar a pensar en que son santos y perfectos. Pero a
Dios nadie le puede engañar. Los malos deseos y los pensamientos desbordados es
lo que deben cuidar, después vendrá lo exterior como fruto que nace de buena
raíz.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera
aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
podredumbre. Así también vosotros por fuera aparecéis justos ante los hombres,
pero por dentro estáis llenos de hipocresía e indignidad" (Mt).
La imagen del sepulcro blanqueado ha cristalizado como señal de la hipocresía,
la verdad y la sinceridad ante Dios puede llevar a superar esa corrupción.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas
de los justos, y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no
habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así, pues,
atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los
profetas. Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres" (Mt).
Esta es la denuncia fundamental. Jesús revela lo que en aquellos momentos está
en sus corazones: el odio hasta la muerte contra toda justicia. Quieren matar
al inocente, porque no aman a Dios. Son hijos de Caín que odia al inocente Abel
porque sus obras eran malas y la vida del justo es un reproche inocente. Jesús
advierte su irritación, pero no cede.
"¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo
podréis escapar de la condenación del infierno? Por eso he aquí que voy a
enviar a vuestros profetas, sabios y escribas; a unos mataréis y crucificaréis,
y a otros los flagelaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en
ciudad, para que caiga sobre vosotros toda sangre inocente que ha sido
derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de
Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre el Templo y el altar. En
verdad os digo: todo esto caerá sobre esta generación" (Mt).
El enfrentamiento
cada vez es más total. Jesús quiere enderezar a aquellos hombres de su conducta
desviada con la fuerza del profeta. Pero lo que consigue es que su odio llegue
al máximo y pongan todos los medios para matarle
EL MARTES SANTO
La Pasión de Jesús. El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
EL DÍA DE LAS GRANDES CONTROVERSIAS
La noche del lunes fue como la del domingo: enseñanzas a los discípulos y mucha oración. Jesús
está en máxima tensión. El ambiente de paz de Betania ayuda a relajar los
espíritus, pero Jesús no cede en su lucha y necesita rezar.
El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los rostros de
los que le acompañan están serios; ya no hay vítores de los acampados alrededor
de Jerusalén, ni en la misma ciudad. Pero muchos quieren oír y ver al Maestro,
al Hijo de David, al que resucitó a Lázaro, al que se ha proclamado Hijo del
Padre eterno. Este día todos los grupos que se oponen a Jesús se van a unir y
emplear sus armas dialécticas para destruirle. "Siguieron
observando y le enviaron espías que simulaban ser justos para cogerle en alguna
palabra y entregarlo al poder y jurisdicción del gobernador" (Lc). Muchas cosas van a quedar claras en este día
y mucha va a ser la luz para los de mente y corazón abiertos.
EL PAGO DEL TRIBUTO AL CÉSAR
Los fariseos se habían enfrentado con Jesús tanto el domingo como el lunes y
estaban avergonzados. Ahora van a enviar discípulos camuflados para cogerle en
una palabra comprometida; le preparan una pregunta que creen sin solución, o
mejor, con todas las soluciones posibles negativas para Jesús: es la cuestión de la relación de la esfera religiosa con
la autoridad política, gran tema de todos los tiempos y que tantos problemas ha
llevado consigo. Acuden con retorcimiento mental, con adulación y
falsedad y acompañados de los herodianos, que eran partidarios del poder de los
romanos y de Herodes.
La cuestión se plantea así: "Entonces
los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en
alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos, junto a los herodianos, a preguntarle:
Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y
que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas"(Mt). La suavidad de las palabras esconde la malicia.
Ciertamente Jesús es veraz, pero a ellos no les interesa la verdad, sino
atraparle y entregarlo como prisionero. Por eso plantean la cuestión que les
parece insoluble. "Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar
tributo al César, o no?". El tema aparente es sólo el del impuesto,
pero detrás lleva mucha más carga. Si responde que no se pague tributo al Cesar
se hace reo de rebelión y puede ser tomado preso por los herodianos o los
romanos. Si dice que se pague el tributo se hace colaboracionista, y acepta el
yugo gentil sobre el pueblo elegido, algo intolerable para muchos. No parece
haber más salidas. El nivel más profundo del tema es el de la relación de lo
religioso y lo político. ¿Tiene que regirse el pueblo por las leyes de Dios y
ser gobernando por los sacerdotes? ¿O acaso debe tomar la dirección de lo
religioso el poder político? En la historia se han dado las dos soluciones con
malos frutos casi siempre. Ciertamente la cuestión es compleja.
Jesús no rehúye el problema del momento, ni el más profundo, y va a dar una
solución que recorrerá la historia a partir de entonces. "Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me
tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un
denario. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le
respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios" (Mt).
La solución sorprende a todos. Toda autoridad viene de Dios, pues la sociedad
necesita de la autoridad para no caer en el caos y en la anarquía. Se debe obedecer
a esa autoridad en sus mandatos justos y en las leyes que no sean inmorales;
pero lo político es autónomo de lo religioso. Por tanto es lícito pagarle el
tributo al César que lo necesita para su función, pero siempre dando a Dios
todo el corazón que es lo suyo propio. "Al
oírlo se quedaron admirados y dejándole se marcharon"(Mt). "Y no pudieron acusarle por sus palabras
ante el pueblo y, admirados de su respuesta se callaron" (Lc).
Los siglos siguientes contemplan esta respuesta como un giro importante en una
cuestión difícil, y casi nunca bien resuelta.
EL PRIMER MANDAMIENTO DE LA
LEY
En el movimiento de los grupos surge una pregunta de uno que ha quedado
cautivado por las palabras del Señor. "Se
acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que
les había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos?" Mc). Muchos eran los preceptos que se atribuían
a la Ley. Unidos los de la sagrada Escritura y los de las diversas tradiciones
rabínicas eran más de seiscientos. Su cumplimiento parecía imposible para los
hombres de buena voluntad. Por otra parte parecía difícil, si no imposible,
ordenarlos según su importancia. La luz de las palabras de Jesús ante las
cuestiones anteriores ilumina el alma del escriba de buena voluntad, y sin
consultarlo con otros, se lanza a preguntar con auténtico deseo de saber, no
para atacar al Señor con astucias.
Jesús respondió con palabras conocidas por todos los israelitas, con palabras
del “shemá Israel” que recitaban todos los días tres veces.
JESÚS DESCUBRE EL PECADO DE LOS FARISEOS Y LOS ESCRIBAS
El ambiente es tenso y expectante. Jesús vive con intensidad el momento. Quiere
dejar algo muy importante a los que le escuchan. No se trata sólo de sus
discusiones con los escribas, los fariseos y los saduceos. Se trata de
denunciar la raíz del pecado en los corazones de los hombres. Sólo cuando se
descubre el rostro de la soberbia, se puede vencer y vivir la vida de amor
tantas veces anunciada, pero siempre lejana. Por eso Jesús manda que se reúnan
los más posibles, también sus enemigos. Cuando, de pronto, Jesús eleva la voz
para ser oído por todos, y con fuerza expresa de modo fuerte verdades que
pueden doler, pero que pueden curar. Va denunciar el pecado interno de los
escribas y de los fariseos que es actuar "para
ser vistos", no guiados por
el amor. La soberbia espiritual lleva al engreimiento ante la propia perfección
y su primer fruto es hacer las cosas para ser alabados por los hombres. La
gloria y el amor de Dios se desdibujan, la humildad se hace imposible y, en una
pendiente difícil de controlar, se deslizan una serie de abusos cada vez más
notorios. No denuncia Jesús la doctrina de los escribas y fariseos pues dice "haced lo que dicen" sino las
motivaciones de sus corazones. Sus palabras, sus gritos más bien, van a resonar
en el templo como latigazos que intentan convertir a los duros de corazón. La
cólera de Dios se hace manifiesta como en el Sinaí.
Guardaos de los escribas, que les gusta pasear
con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas, y ocupar los primeros
asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; que devoran
las casas de las viudas mientras fingen largas oraciones. Estos recibirán un juicio
más severo" (Mc).
Después reúne en su crítica a fariseos y escribas; es decir, a los que presumen
de cumplir la ley, tanto si son doctos como si no lo son. "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas
y fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus
obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las
ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren
moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus
filacterias y alargan sus franjas. Apetecen los primeros puestos en los
banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas,
y que la gente les llame Rabí. Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar
Rabí, porque sólo uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. A
nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre,
el celestial. Tampoco os hagáis llamar doctores, porque vuestro Doctor es uno
sólo: Cristo. El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a
sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado" (Mt)
No niega la autoridad de unos y de otros; desvela el fondo de sus intenciones
que se manifiesta en vanidades que alcanzan el ridículo. El amor verdadero es
humilde, y busca servir más que servirse. La humildad no tiene fuerzas para
decir que es humilde, pues sería orgullo espiritual, pero se advierte en que
sirve a todos; entonces Dios da gloria en lo más íntimo del alma y cuando
conviene en lo exterior, pues ya nada puede hacer daño al que nada busca en las
vanidades humanas.
Hasta este momento el Señor se ha dirigido a discípulos suyos para que corrijan la soberbia que corrompe hasta lo religioso si entra en el alma. Los escribas y fariseos se agitan molestos. No aceptan la corrección. Murmuran. Jesús los mira con indignación; sus ojos llamean, el tono de su voz se eleva, golpea aquellas almas para que se les abran los ojos. El látigo de su lengua se agita en el aire, golpea las conciencias, y surgen otros siete ayes parecidos a los que en un pequeño grupo ya había dicho Jesús. Pero ahora la denuncia va a ser dicha en público y en el Templo de Dios. La justicia se hace voz que denuncia.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni
vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían" (Mt)
La palabra hipócritas llena el ambiente. Hombres de dos caras y de sentimientos
retorcidos. Y ataca la actitud de cerrar el reino de los cielos a los humildes.
Ni entran, ni dejan entrar. Han perdido la llave de la salvación al perder el
sentido del amor que todo lo ilumina. Los cumplimientos externos no bastan si
falta esa actitud del corazón, de la voluntad y de la mente.
"Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo
prosélito y, una vez convertido, le hacéis hijo del infierno dos veces más que
vosotros" (Mt).
El proselitismo para acercar almas a Dios es bueno, y se debe vivir con celo.
Pero una vez dentro ¿que se les da? lo mismo
que ellos viven. Su celo es movido por falta de rectitud de intención y los que
entran se encuentran con desorientación y con pecado. De poco valió el
proselitismo.
"Ay de vosotros, guías de ciegos!, que
decís: El jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del
Templo, queda obligado. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que
santifica al oro? Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la
ofrenda que está sobre él, queda obligado. ¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o
el altar que santifica la ofrenda? Por tanto, quien ha jurado por el altar,
jura por él y por todo lo que hay sobre él. Y quien ha jurado por el Templo,
jura por él y por Aquel que en él habita. Y quien ha jurado por el Cielo, jura
por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado" (Mt).
Pervierten el sentido de lo sagrado. Usan a Dios y abusan de su santo nombre.
Por eso son ciegos que no ven que la santidad del juramento la da Dios mismo
con su grandeza y poder.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero
habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y
la fidelidad, estas últimas había que hacer, sin omitir aquéllas. ¡Guías de
ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello" (Mt).
Cuidan cosas pequeñas e insignificantes, y descuidan las grandes. Bueno es
cuidar lo mínimo, pero a condición de que lo grande sea tratado con esmero y
delicadeza. Esa es la verdadera piedad.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro
quedan llenos de carroña e inmundicia. Fariseo ciego, limpia primero el
interior de la copa, para que luego llegue a estar limpio también el
exterior" (Mt).
Las apariencias pueden llevar a pensar en que son santos y perfectos. Pero a
Dios nadie le puede engañar. Los malos deseos y los pensamientos desbordados es
lo que deben cuidar, después vendrá lo exterior como fruto que nace de buena
raíz.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera
aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
podredumbre. Así también vosotros por fuera aparecéis justos ante los hombres,
pero por dentro estáis llenos de hipocresía e indignidad" (Mt).
La imagen del sepulcro blanqueado ha cristalizado como señal de la hipocresía,
la verdad y la sinceridad ante Dios puede llevar a superar esa corrupción.
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas!, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas
de los justos, y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no
habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así, pues, atestiguáis
contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. Y
vosotros, colmad la medida de vuestros padres" (Mt).
Esta es la denuncia fundamental. Jesús revela lo que en aquellos momentos está
en sus corazones: el odio hasta la muerte contra toda justicia. Quieren matar
al inocente, porque no aman a Dios. Son hijos de Caín que odia al inocente Abel
porque sus obras eran malas y la vida del justo es un reproche inocente. Jesús
advierte su irritación, pero no cede.
"¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo
podréis escapar de la condenación del infierno? Por eso he aquí que voy a
enviar a vuestros profetas, sabios y escribas; a unos mataréis y crucificaréis,
y a otros los flagelaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en
ciudad, para que caiga sobre vosotros toda sangre inocente que ha sido
derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de
Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre el Templo y el altar. En
verdad os digo: todo esto caerá sobre esta generación" (Mt).
El enfrentamiento
cada vez es más total. Jesús quiere enderezar a aquellos hombres de su conducta
desviada con la fuerza del profeta. Pero lo que consigue es que su odio llegue
al máximo y pongan todos los medios para matarle
lunes, 25 de marzo de 2024
EL LUNES DE AUTORIDAD, LUNES SANTO.
La noche del domingo fue intensa para Jesús. Explica muchas cosas a los suyos, pero, sobre todo, reza. Su alma está en tensión.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
UNA NOCHE INTENSA
La noche del domingo fue intensa para Jesús. Explica muchas cosas a los suyos,
pero, sobre todo, reza. Su alma está en tensión. Ve, quiere, siente, habla con
el Padre, es invadido por el Espíritu Santo que le empuja al sacrificio. Vive
un amor intenso y dolorido. Ante sus ojos desfilan los sucesos de aquellos tres
años, y la humanidad entera con sus miles de historias individuales se le hace
presente. Es la oración del Mediador entre Dios y los hombres, y vive su
función con intensidad.
LA MALDICIÓN DE LA HIGUERA
También ayuna, su espíritu no se relaja. El lunes, al encaminarse de nuevo al
Templo de Jerusalén, "sintió
hambre". Pero en lugar de
recurrir a los suyos pidiendo alimento, se dirige hacia un higuera buscándolo.
Sabe que florecen hacia junio y raramente lo hacen en abril; pero le mueve un
deseo intenso de que Israel dé buenos frutos, a pesar de todas las evidencias.
Tiene hambre del amor de su pueblo y de todos los hombres. Pero aquel pueblo es
como la higuera que tiene muchas hojas y ningún fruto. Y surge la ira profética
como el relámpago en un cielo de tormentas, y clama hablando con el árbol, y
más aún con su pueblo: "que nunca
jamás coma nadie fruto de ti" (Mc). Los discípulos escuchaban
sorprendidos.
Al día siguiente "Por la mañana, al
pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz". Los discípulos estaban acostumbrados a los
milagros, pero esta vez se sorprenden, pues se dan cuenta que forma parte del
mensaje de Jesús que les habla por medio de un símbolo. Un árbol frondoso y
prometedor se ha secado casi de repente. "Y
acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha
secado". Era como decirle
explícanos esta nueva parábola unida a un milagro tan extraño. Jesús abre su
alma y les explica algo esencial: el valor de la fe y la importancia del perdón
y les contestó: "Tened fe en
Dios". La necesitarán pues
dentro de poco van a ver la debilidad de Dios, o mejor, un manifestarse del
amor divino que se abajará al máximo para ganar la buena voluntad de los
hombres. Para personas acostumbradas a considerar a Dios lleno de poder y
majestad, es un escándalo verle humilde para vivir el misterio del perdón.
Al comenzar la vida pública Jesús expulsó a los mercaderes del Templo en un
acto que suscitó esperanzas en algunos y enemistad en los comprometidos con el
mercadeo de las cosas de Dios. Ahora va a suceder algo similar, pero no en vano
han transcurrido tres años de intensa evangelización. Jesús ya no se presenta
sólo como un reformador religioso, pues en el Templo se ha proclamado el Hijo
de Dios igual a Padre. Está hablando en su casa, en la casa de Dios, y todo su
poder se dejará ver con fuerza. "Llegan
a Jerusalén. Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a
los que compraban en el Templo, y derribó las mesas de los cambistas y los
puestos de los que vendían palomas. Y no permitía que nadie transportase cosas
por el Templo, y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa será
llamada casa de oración para todas las gentes? Vosotros, en cambio, la habéis
convertido en una cueva de ladrones" (Mc).
Su acción no encuentra ahora gentes sorprendidas por el desconocido galileo.
Ahora todos saben que el que actúa con santa ira se ha proclamado Mesías rey,
ha sido aclamado por el pueblo y discutido por los príncipes. Temen, recogen
sus enseres, y huyen. La actividad era grande en el mercado del Templo durante
la Pascua. Miles de sacrificios, multitud de animales, vocerío, paso por el
centro del templo, y nada de oración. Pero la acción apunta más alto, los
responsables son los que dirigen el Templo. El sumo Sacerdote permite aquel
barullo porque se enriquece con cada transacción. Si el dinero fluye a sus
arcas poco le importa el orden del templo. Los que le asisten también son
colaboradores de aquel abuso. En realidad la gloria del Altísimo era cuestión
muy lejana de sus intereses. Aquí está la raíz del rechazo de Jesús como Mesías
que se manifiesta como el Hijo de Dios. Si fuesen hombres de oración, si
estuviesen unidos con Dios, descubrirían la verdad del enviado de Dios. Pero no
lo son, por eso cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas lo
supieron, “buscaban el modo de perderle;
pues le temían, ya que toda la muchedumbre estaba admirada de su doctrina"
(Mc).
SIEMPRE EL MISMO TEMA
La rabia crece en sus corazones. El mismo Sanedrín ha determinado que se le mate,
pero Jesús actúa con impunidad en el Templo. Es más actúa haciendo y
deshaciendo, enseñando y corrigiendo abusos. Parece que les provoca. Y ellos no
pueden aguantar. Por eso con irritación se enfrentan con Jesús sin atender a
sutilezas, a gritos: "Y mientras paseaba
por el Templo, se le acercan los príncipes de los sacerdotes, los escribas y
los ancianos, y le dicen: ¿Con qué potestad haces tales cosas?, o ¿quién te ha
dado tal potestad para hacerlas?".
Siempre es el mismo tema: ¿quién eres?, como
si no lo hubiese dejado claro muchas veces allí mismo. Pero no quieren
aceptarlo, ninguna razón les moverá de su incredulidad. Por eso Jesús les
contestó de un modo sorprendente: "Yo
también os haré una pregunta, respondedme, y os diré con qué potestad hago
estas cosas: el bautismo de Juan ¿era del Cielo o de los hombres?. Y
deliberaban entre sí diciendo: Si decimos que del Cielo, dirá: ¿por qué, pues,
no creísteis? Pero ¿vamos a decir que de los hombres? Temían a la gente; pues
todos tenían a Juan como a un verdadero profeta. Y contestaron a Jesús: No lo
sabemos. Entonces Jesús les dice: Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago
estas cosas" (Mc).
LA AUTORIDAD DE JESÚS
Jesús tiene autoridad de rey; tiene la autoridad de quien tiene poder de hacer
milagros; tiene autoridad de hombre perfecto y sabio; tiene la autoridad de
Hijo de Dios; tiene la autoridad del Padre que le ha dado todo poder. Ninguna
de ellas es aceptada por aquellos hombres de corazón envilecido. Sus mentes
bullen ante la cuestión de quedar bien con el pueblo. Y se refugian en la
evasiva cuando se les enfrenta con la verdad. Jesús no puede actuar con la
claridad de la verdad a los que están cerrados a la luz. Y deja en evidencia a
los que no quisieron creer en el Bautista, y no quieren creer en Él.
CRISTO NOS AMA INCLUSO CUANDO NOS ATREVEMOS A NEGARLO
Lunes Santo. La caridad es ser capaz de servir hasta que ya no pueda mas.
Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El día de hoy vamos a ponernos el cristal de la caridad, y bajo esta óptica
contemplaremos la Última Cena.
¿Qué es la caridad? Si alguien quisiese definir
la caridad, podría escribir libros enteros. Si alguien quisiese definir la
caridad, podría llenar bibliotecas, o simplemente tomar una fuente con agua y
lavar los pies a sus discípulos durante la cena: "[...] cuando ya el diablo había puesto en el
corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo
que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a
Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una
toalla, se la ciñó. Luego hecha agua en un lebrillo y se pone a lavar los pies
de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido".
La caridad es ser capaz de servir hasta que ya no haya nada más que uno pueda
hacer; la caridad es servir hasta la último. "No
hay amor más grande que aquél del que da la vida por quien ama". Cristo, constantemente, va a unir su caridad
con su muerte. Tanto es así, que la cruz va a ser la mayor expresión de caridad
de Cristo.
Nos impresiona cuando vemos a Cristo rebajarse como un esclavo a lavar los
pies, quizá no nos impresiona tanto el hecho de que Cristo no solamente lava
como esclavo los pies a sus discípulos, sino que muere esclavo en la cruz por
sus discípulos. La caridad, la verificación, el amor, la muerte de Cristo están
inseparablemente unidos. La caridad de Cristo es una caridad que se ofrece en
la separación de aquellos que ama. "Hijos
míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis y a donde
yo voy vosotros no podéis venir".
El amor de Cristo es un amor totalmente desinteresado, no es un amor que se
busque a sí mismo. El amor de Cristo no busca la propia felicidad sino la
felicidad de aquellos que ama. Cristo incluso va a aceptar la separación de
aquellos que ama por amor; pero, al mismo tiempo, como todo auténtico amor, el
amor de Cristo va a buscar en todo momento compartir, y por eso Jesucristo les
dice a sus discípulos: "Como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros".
Cristo busca encarnar su amor en los que ama. Cristo busca que aquellos que Él
ama también amen como Él: "En esto
conocerán que sois mis discípulos: en que os tengáis amor unos a otros como yo
os he amado". La
caridad que no se transmite, la caridad que no se manifiesta, la caridad que no
se encarna en aquellos que amamos no puede ser una caridad auténtica.
No hay que olvidar que el Maestro se nos presenta como modelo de caridad, como
dirá San Juan, "en la glorificación", es
decir, en la muerte, en el don absoluto de sí mismo por amor a los suyos. Éste
es el don más grande que un hombre puede dar: el don de sí mismo. ¿Qué otra cosa podemos dar más que nosotros? Aun
cuando hubiéramos terminado de dar mucho, todavía quedaríamos nosotros por
darnos. ¿Qué más puede ofrecer un soldado a su
señor, cuando ya lo ha dado todo? ¿Qué más puede ofrecer Cristo, cuando ya lo
ha dado todo? ¿Qué más puedo ofrecer yo, como discípulo, cuando ya lo haya dado
todo?
La caridad de Cristo tiene, además, una muy especial característica. En el Evangelio
de San Mateo se dice: "aquél que me
negare delante de los hombres yo le negaré delante de mi Padre celestial". Justamente
en este contexto de caridad se introduce el misterio de la negación de Pedro.
Sin embargo, Pedro no contaba con la última de las delicadezas de la caridad de
Cristo. Dice el Evangelio: "Señor, ¿a
dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me
seguirás más tarde. Pedro le dice: ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi
vida por ti. Le responde Jesús: ¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad
te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces."
La caridad ama aun cuando el amado nos niega. Así ama Cristo. Cristo no
solamente ama cuando nosotros somos grandes apóstoles que entendemos
perfectamente los planes del Señor sobre nosotros -¡qué
fácil sería amar así!- Cristo ama incluso cuando nosotros nos atrevemos
a negarlo. Y nos ama con un amor redentor, nos ama con un amor transformador,
nos ama con un amor purificador, nos ama con un amor que es capaz de sacarnos
del pozo donde nosotros podríamos vernos encerrados.
El amor de Cristo no es un amor que arrasa; es un amor que reconstruye, cuando
el alma se deja reconstruir. Es un amor que hace que aquél que lo ha negado
pueda amarlo a Él, como Cristo lo ama. ¿Cómo nos ha
amado Cristo? Hasta dar su vida por nosotros. ¿Cómo
tenemos que amar nosotros a Cristo? Hasta dar nuestra vida por Él.
San Juan va a unir la caridad con la obediencia y con el sacrificio en la
obscuridad: "Si alguno ama, guardará
mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él".
Cristo une caridad, obediencia y presencia de Dios. La esencia de toda santidad
y de toda virtud cristiana está en la caridad. No hay presencia de Dios donde
no hay caridad, no hay presencia de Dios donde no hay obediencia; y donde no
hay obediencia, no hay caridad ni presencia de Dios; y donde no hay caridad no
hay obediencia ni presencia de Dios.
Tendríamos que darnos cuenta que esta especie de trinidad es el corazón del
cristiano. Presencia de Dios es obediencia y es caridad. Quien diga que tiene a
Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. Y quien quiera obedecer, primero
tiene que amar. Y quien regatea con el egoísmo, no obedece ni tiene a Dios en
su corazón. La caridad se hace obediencia y se hace presencia. Si no es así, la
obediencia es vacía y la presencia ausencia. Solamente cuando hay esta
presencia, esta caridad y esta obediencia, el hombre posee luminosidad para
poder guiar su vida en la autenticidad.
"El Paráclito, el Espíritu Santo, que el
Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo cuanto os he
dicho". La presencia
amorosa de Dios en nosotros es la garantía de la luminosidad interior. No
puedes guiar tu vida si estás cegado por el egoísmo. No puedes guiar tu vida si
en tu interior no existe luminosidad y la disposición de vivir en la
obediencia. No puedes guiar tu vida si en tu interior no existe la verdadera
presencia de Dios. La caridad, como obediencia que se hace presencia, es la clave
que Jesús mismo nos deja.
Después de hablar del amor, Cristo empieza hablando del Príncipe de este mundo.
No hay que olvidar que la auténtica caridad se hace testimonio precisamente
ante las persecuciones del Príncipe de este mundo. Y así como la luz expulsa la
noche, y la obscuridad se ve alejada por la aurora, la caridad expulsa de
nuestra vida al Príncipe de este mundo.
¿Quién no le tiene miedo al contagio del mundo del
demonio y de la carne en su propia vida? ¿Alguien puede sentirse inmune a esto?
¿Alguien puede decir que tiene las manos limpias? Y, sin embargo, ¿cómo podemos resistir al Príncipe de este mundo?
Sólo quien vive en la caridad tendrá la capacidad suficiente para
desencadenarse una y otra vez del Príncipe de este mundo. Sólo el que tenga
caridad como ley auténtica de su vida podrá estar liberándose de las ataduras
que el Príncipe de este mundo le ponga a su corazón. Solamente quien no es
capaz de vivir la caridad acabará por vivir con el demonio dentro del corazón.
La caridad es el testimonio del cristiano. Ante las asechanzas del demonio, que
muchas veces podrá buscar encimarse, apoderarse de la vida del hombre, más aún,
que muchas veces hará fracasar las obras buenas del hombre, sólo la caridad
continuará siendo la coraza con la cual el hombre vence, con la cual el hombre
es capaz -a pesar de los errores, a pesar de los fallos propios o de los
demás-, de volver a amar y de entregarse.
No hay que tenerle miedo al demonio si en nosotros hay caridad, si en nosotros
hay amor verdadero. No hay que tenerle miedo al demonio de las tentaciones y de
las dificultades, en el seguimiento de Cristo, si en nosotros verdaderamente
existe un corazón lleno de amor a Dios.
Aun cuando el corazón pueda estar en la soledad, en el abandono, en la
dificultad y en la prueba, tenemos que saber que la caridad de Cristo se
convierte en paz en nuestra alma, consuelo de nuestra soledad. "Os dejo la paz; mi paz os doy; no os la doy como la
da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he
dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegrarías[...]".
Éste es el rostro de la caridad que Cristo nos presenta. Una caridad que se
ofrece, una caridad que se comparte, una caridad que se hace testimonio, una
caridad que ama incluso en la negación del amor. Y al mismo tiempo, es una
caridad que se convierte en presencia por la obediencia, es una caridad que no
se contamina a pesar de las asechanzas del demonio o de la soledad en la que
nosotros podamos vivir.
Este amor -lo vemos en Cristo-, no es simplemente un bonito sentimiento
interior. Este amor tiene obras que efectivamente manifiestan el amor, obras
que realmente realizan el amor, obras que demuestran que estamos auténticamente
entregados a Cristo. Porque si no prestamos más que a aquellos de quienes
esperamos recibir, ¿qué mérito tendremos que no
tengan también los pecadores? Si no saludamos más que a los que nos
saludan, ¿en qué nos diferenciamos de los gentiles?
Y si no amamos más que a los que nos aman, ¿qué
hacemos que no hagan también los publicanos?
También a nosotros se nos exige una caridad que se hace celo apostólico, como
el mejor servicio hecho a los hombres. ¿Qué más les
puedes dar a los hombres sino la presencia de Dios en sus corazones? No
existe la caridad sin celo apostólico, no existe la caridad sin esfuerzo por
conquistar a los hombres para Cristo. Y la podremos disfrazar de lo que
queramos, pero sin celo apostólico que influya verdaderamente en las sociedades
en las que vivimos, en los ambientes en los que nos movemos, no hay caridad.
Sin un corazón que arda por sus hermanos los hombres, no hay caridad, porque
Cristo, por amor a nosotros, busca introducir la presencia de Dios en nosotros.
"En el que me ama moraremos".
¿Realmente mi amor a los hombres es un amor que busca hacer que la presencia de
Dios esté dentro de mis hermanos? ¿O es un amor platónico, o es un amor
romántico? ¿O es un amor que arde, y porque arde quema, y porque quema
transforma, y transforma en celo apostólico?
Cuando revisemos la caridad, veamos el amor de Cristo por nosotros, veamos
nuestro amor por Cristo, veamos nuestro corazón, y veamos si verdaderamente hay
caridad que es obediencia y es presencia. Pero nunca olvidemos la tercera
dimensión de la caridad: el celo apostólico.
Recordemos que se nos va a exigir. "Tuve
hambre y no me diste de comer; tuve sed y no me diste de beber; estuve desnudo
y no me vestiste, en la cárcel, enfermo y no me fuiste a ver". Si a ésos, Cristo los manda lejos de sí, lejos del
amor, lejos de la vida eterna, ¿qué será de aquellos que le negaron a sus
hermanos los hombres, por falta de caridad, la presencia de Dios en su corazón?
¿Qué será de aquellos que, llevados por la pereza o por la soledad, o por el
Príncipe de este mundo, o por el orgullo, se permitieron el lujo de no llenar
el corazón de sus hermanos los hombres con la presencia del Señor?
P Cipiano Sánchez LC
LUNES SANTO: LA SOMBRA DE JUDAS
Este Lunes Santo, hagamos un alto en el camino para meditar sobre nuestras propias traiciones, grandes o pequeñas.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
Cuando la historia de la humanidad se entrelaza con la traición, surge una
figura que ha trascendido el tiempo: Judas
Iscariote. Su nombre, sinónimo de traición, nos invita a reflexionar
este Lunes Santo sobre nuestras propias elecciones y la eterna lucha entre la
lealtad y el interés personal.
EL COMERCIO DE CONCIENCIAS. La
venta de personas, una práctica que nos remonta a los oscuros tiempos del
comercio de esclavos, no ha desaparecido; simplemente ha mutado en formas más
sutiles y socialmente aceptadas. En el mundo moderno, la explotación laboral y
la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno son las nuevas cadenas que atan a
muchos a un ciclo de miseria y desesperanza.
EL PRECIO DE LA COMODIDAD. En
nuestra búsqueda por la comodidad y el bienestar, ¿hemos
llegado a un punto en el que estamos dispuestos a “vender” lo que más queremos?
La distancia emocional y física que ponemos entre nosotros y aquellos que
requieren nuestra atención y cuidado, ¿no es acaso una forma de traición?
LA DUALIDAD DEL SERVICIO. Nos
enfrentamos a una encrucijada espiritual: servir a Dios o al dinero. La
tentación de acumular riquezas y bienes materiales a menudo nos lleva a
justificar acciones que, en el fondo, sabemos que están mal. La verdadera
libertad se encuentra en el servicio desinteresado y la adoración sincera, no
en la acumulación de riqueza.
EL LEGADO DE JUDAS. Judas
Iscariote, el discípulo que nunca fue, nos dejó un legado de preguntas sin
respuesta. ¿Qué lo llevó a traicionar a su maestro
por unas monedas? ¿Fue el amor al dinero o una profunda desconexión con su
propia humanidad lo que lo empujó hacia el abismo?
LA
TRAICIÓN COTIDIANA. No necesitamos mirar muy lejos
para encontrar a los “Judas” de hoy. Están
entre nosotros, a veces ocultos tras fachadas de respetabilidad, pero siempre
dispuestos a sacrificar a los demás en el altar del beneficio personal.
LA REFLEXIÓN DE LÁZARO. En
la casa de Lázaro, Judas criticó el acto de generosidad de María de bañar los
pies de Jesús con perfume, revelando su verdadera naturaleza. Este momento nos
enseña que las acciones y las intenciones son el verdadero reflejo del alma de
una persona.
EL PEQUEÑO JUDAS INTERIOR. Cada
decisión que tomamos es un reflejo de nuestra integridad. El “pequeño Judas” que llevamos dentro se manifiesta
cuando elegimos el interés propio sobre la lealtad y la justicia.
LA REDENCIÓN ES POSIBLE. A pesar de las sombras que nos rodean, la Semana Santa es un recordatorio de que la redención está al alcance de todos. La traición no tiene la última palabra; el perdón y la transformación son posibles.
Este Lunes Santo, hagamos un alto en el camino para meditar sobre
nuestras propias traiciones, grandes o pequeñas, y busquemos la manera de
redimirnos a través del amor y el servicio a los demás. Que la historia de
Judas sea una lección, no un destino.
(Este
texto es una reflexión que tuvo como base la homilía del Papa Francisco del 8 de abril de 202).
UNA MADRE EXPLICA COMO SACÓ A SU HIJA DE LA RED TRANS QUE LA ATRAPÓ: ES COMO UNA SECTA O LAS DROGAS
«MI HIJA ME ODIABA COMO EL DROGADICTO ODIA A QUIEN LE IMPIDE DROGARSE»: HAY QUE SER FIRME
Una joven que se deshace... la ideología trans,
como las drogas y las sectas, se aprovechan de la identidad vulnerable de los
adolescentes.
Desde que nació, a la hija de
Charlie Jacobs le gustaba el
color rosa, se ponía vestidos y
se metía en el armario a probarse los tacones de su madre. Pero a los 12 años,
unas charlas para jóvenes en el colegio y las redes
sociales la introdujeron y ataron al movimiento transgénero.
Charlie Jacobs -pseudónimo de una
norteamericana, madre de dos adolescentes- ha querido explicar con
detalle en The Daily Signal cómo la
ideología de género, reforzada y radicalizada desde Internet, funcionó en
su hija como una secta destructiva, o como una adicción.
Charlie, como madre, luchó por
rescatarla, a menudo teniendo en contra al colegio, costándole encontrar ayuda
terapéutica. Con perseverancia incansable de madre, logró grandes mejoras.
Su relato se titula: "Lo que he aprendido rescatando a mi hija de su
fantasía transgénero".
PRIMERA
ADOLESCENCIA: ROPAS AMPLIAS
Todo empezó al llegar la adolescencia, al asumir su
cuerpo las curvas de la feminidad. "A medida
que su cuerpo maduraba empezó a evitar cualquier ropa que acentuara
su figura".
A la madre no le preocupó al
principio que la chica usara siempre ropa ancha, porque también ella, de
adolescente, había hecho lo mismo.
"Luego mi
hija se sumergió en el anime [dibujos animados japoneses] y
el cosplay [disfraces elaborados] vistiéndose como
personajes fantásticos, y yo la animé por su lado creativo",
explica. Su hija tiene una vertiente artística y
creativa muy grande, y por lo general es bueno apoyar algo así.
La madre descubrió tiempo después
que en los ambientes de aficionados al anime y el cosplay hay una cantidad desproporcionada de activistas de ideología de género, militantes y
seductores.
El otro punto de "contagio" fue una charla en la
escuela... ¡a pesar de que era un centro católico!
"Durante aquel
tiempo, en la escuela -que era católica- mi hija pasó por Teen Talk, un programa con
base en Manitoba, Canadá, que dice que enseña a los jóvenes información
detallada y 'sin prejuicios' sobre sexualidad, salud reproductiva o el uso de
sustancias", explica.
"Llegó a casa
con un lenguaje completamente nuevo. Ella y todas sus amigas se definieron
entonces como lesbianas, pansexuales e incluso poliamorosas.
Ninguna de las cinco eligió lo que el programa llamaba 'básico', ser
heterosexual".
INTENTANDO
PARECER UN NIÑO, DESCENDIÓ A LA IRA
Su madre comenzó a preocuparse
por el cambio que veía en su hija. La chica se distanció de
amistades anteriores. Pasaba horas en las redes sociales a través de cuentas falsas que su madre
desconocía, mientras la engañaba mostrándole cuentas inocuas en Internet.
Cuando tenía 13 años, madre e
hija fueron a una convención de anime en California. Allí la muchacha conoció a
una chica de 16 años, mucho más madura.
"Esa chica
hipnotizó a mi hija con su personalidad. Después de la convención, se
cortó el pelo como un chico, dejó de depilarse y empezó a pedir
ropa interior de niño", recuerda Jacobs.
Esa chica sería, en persona o a
través de Internet, la que introduciría e impulsaría más profundamente a la
muchacha en el entorno transgénero. "Más tarde supe que había abusado sexualmente [molested,
en inglés] de mi hija", relata.
La preocupada madre quedó
sorprendida ante la promoción de la ideología transgénero en la escuela de su
hija, incluso siendo un centro católico.
EL
INFIERNO EN REDES: FETICHISMO, PEDOFILIA, DROGAS Y PORNO
La niña se puso "irreconocible". "Su personalidad
descendió a la ira, comenzó a
hacer vídeos groseros en TikTok, empezó a hablar mal y rompió todas
las reglas familiares".
No había cumplido los 15 años
cuando anunció que se consideraba transgénero.
"Después comenzó
a amenazar con suicidarse y se hundió en una profunda
depresión", relata la madre.
Angustiada, consiguió las
contraseñas de las redes sociales de su hija y quedó impresionada por lo que
vio. "Su amiga de la convención de anime le
había enviado un vídeo masturbándose, hablaban de fetichismo sexual, incesto y
pedofilia y las chicas mayores enseñaban a las más
pequeñas como vender a hombres fotos de ellas desnudas y así ganar
un buen dinero", comenta.
Entre otras conversaciones,
encontró que las propias chicas hablaban sobre qué efecto
causaba cada droga o extirparse los pechos. Enviaban
mensajes a la chica animándola a 'patear la
cabeza' de su madre por 'tránsfoba'.
Muchos jóvenes son víctimas del
engaño de la ideología transgénero motivados por una actividad compulsiva en
redes sociales, con efectos que pueden ser irreversibles.
COMO
CON UN ADICTO: NI MÓVIL, NI INTERNET, NI TWITTER
La decisión de Charlie Jacobs,
como madre, fue radical e inmediata. "Cogí su
teléfono, eliminé todas las redes sociales (YouTube,
Instagram, Twitter…) y contactos y le bloqueé la capacidad de acceder
a internet. Eliminé YouTube de la televisión, tiré todos sus disfraces e
involucré a la policía por la pornografía", enumera. "Le advertí de que si alguien le enviaba
pornografía, no dudaría en denunciarlo a la ley".
"[Mi hija] me
odiaba como un adicto odia a la persona que impide que se drogue, pero me mantuve firme a pesar de sus excesos y abusos
verbales", relata Jacobs.
Tuvo que pasar por siete profesionales de la salud mental para que solo
uno estuviese dispuesto a analizar el asunto, la repentina
identidad transgénero de la joven.
Desde entonces la madre dedicó su vida por entero a investigar el tema trans y a
tratar de recuperar el vínculo con su hija. Y ha logrado avances.
SU
RECETA, MUCHA COMPRENSIÓN Y FIRMEZA EN LA VERDAD
"Tras un año y
medio infernal, está volviendo a su ser: una hija hermosa, artística, amable y cariñosa",
explica aliviada, antes de enumerar su "receta" para aliviar la disforia de
género de la adolescente.
"Después de un
breve tiempo en que cometimos el error de usar el nombre masculino, nuestra
familia y todos los adultos en la vida de mi hija solo usamos su nombre de
nacimiento y los pronombres correspondientes", relata.
"No
permitimos la 'transición social', aunque no pudimos controlar su
colegio", añade. "Una
escuela católica que, increíblemente, se negó a seguir nuestra decisión", denuncia.
La madre también comenzó a
acercar a su hija historias de mujeres trans que se arrepentían
de su transición. Dejó libros de Abigail Shrier y Susan Evans por
toda la casa para que los leyese.
También recurrió a los consejos
del podcast Partners for Ethical Care y
del libro de una co-fundadora de este grupo, Maria Keffler: "Desist,
Detrans & Detox: Getting Your Child Out of the Gender Cult” (Desistir,
destransicionar, desintoxicar: sacar a tu hijo de la secta de género).
En `Un
daño irreversible´, Abigail Shrier muestra como la imposición de
la ideología de género está haciendo un daño irreversible a las
chicas adolescentes y jóvenes multiplicando los casos de disforia de
género.
En inglés, Maria Keffler habla de
su libro `Desist, detrans, detox": para "sacar a tu hijo de la secta
de género´.
Esta madre explica su empeño así:
"Me dediqué por entero a recuperar la estrecha relación que mi hija y yo
habíamos tenido. Tuve que morderme la lengua y responder a su
ira con amor o alejándome cuando sabía que no podría responder
así".
"Me acerqué a
ella en momentos vulnerables, la abracé, me puse a su lado en su
cama. Dejé de mirarla como su fuera una víctima y le
hice saber que nunca dejaría de luchar por ella", añade.
"Al mismo
tiempo, dejé que viese los carteles de las protestas a las que yo asistía, le
acribillé con preguntas que demostraban la ausencia de lógica en la ideología
de género, incluso ponía memes divertidos, críticos contra el género, cuando
entraba en mi oficina".
Lo más importante, insiste "es que me mantuve firme. Me negué a aceptar su
engaño con compasión".
"Sé que he
de continuar con tenacidad ya que la ideología de género repta
por cada aspecto de la vida, pero por ahora puedo dar ya un suspiro de
alivio", concluye esta madre valiente y firme.
Artículo de hemeroteca
publicado en diciembre de 2021.