Fuente: P. José María Barandiarán OCD
Revista: Luces del Carmelo Nº 13, julio de 2007, pp. 16-17. – Parroquia San José
La teóloga Isabel Gomez-Acebedo, madre de seis hijos, en su carta a un Obispo, hacía este cuestionamiento a la Iglesia:
-“¡Qué pocas veces se oye en cristiano hablar del placer y gozo del sexo! Cuando sentirse amada, querida, fusionada, gozada en manos del amor de nuestra vida, es uno de los sentimientos más fuertes y más buscados del ser humano”.
El sexo es el amor humano de Dios hecho placer. El Amor de Dios es ya la vida misma, gracias al amor de Dios existimos y vivimos. Luego la vida en amor es bendición de Dios. A lo humano el amor se vive en el sufrir y gozar, de ahí que hasta el placer sexual en amor es bendición de Dios. Si en este mundo hay algo sagrado es la VIDA. Y parte de la vida es la SEXUALIDAD, luego el SEXO es sagrado. La Iglesia ni quita ni pone nada de lo que naturalmente es el sexo y el matrimonio, lo único que hace es dignificar más. Lo eleva a la misma grandeza y belleza del amor bendecido por Dios. Una lámpara apagada se ve opaca, encendida desborda luz y calor, alegría y placer. Eso ocurre con la sexualidad cuando el amor le da luz y calor al sexo, alegría y placer.
El hombre y la mujer se relacionan en tres formas diferentes:
(1) = sentimentalmente: (sentimientos) palabras, canto, miradas, gestos, piropos…
(2) = sensualmente: (sensorial-sentidos) beso, abrazo, caricias…
(3) = sexualmente: (sexo) órganos genitales (generar vida…)
El beso en la boca, el regodeo de la lengua y… ¿es sensual o sexual? Cuántas veces las madres besan en la boca a sus niños. El saludo, la palabra, el piropo, el canto, el abrazo, el beso, la caricia, el baile, la danza, el sexo… es expresión de amistad y amor. El equívoco está en que con frecuencia todo se mezcla: sentimientos con sensaciones sexuales. Y eso es como una trampa que uno tiende a la otra persona. Pero naturalmente todos rechazamos ser objeto de engaño. De ahí que la mayor ofensa es la apariencia y la mentira. Que es también lo que más rechaza Dios. Jesús en el Evangelio manifiesta expresamente lo que Dios más quiere: “Mi Padre quiere adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad” (Jn. 4, 23). Espíritu: nada de formulismos, ceremonias, papeleos, de interés material. Verdad: no egoísmos, no trampas, no usos y abusos, ninguna forma de mentira. Si el sexo es espíritu (amor), si el sexo es verdad (sinceridad), el sexo será un digno acto de adoración a Dios. El mejor acto de adoración a Dios es el amor.
¿El arte de hacer el amor sexual será también adoración a Dios? Un fariseo le preguntó a Jesús (Mt. 22, 36-40): “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de toda la Biblia?” Contestó Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Pero el segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo” – “semejante” = “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, e hizo ISH (masculino-hombre) y ISH-A (femenino-hombra-hembra)”. Los hizo MACHO y HEMBRA (Génesis. 1, 26)
El hombre en todo lo que es hombre es imagen de Dios, también en lo que es de macho. La mujer en todo lo que es mujer es imagen de Dios, también en lo que es de hembra. Es de Dios que el hombre sienta lo que siente, y sienta la mujer lo que siente. Fue Dios quien los hizo así. La ansiedad sexual no es invento de la humanidad. Todos los animales conllevan esta ansiedad sexual, motivado por el celo en el tiempo reproductivo. El hombre, aunque también animal, es diferente; porque descubre que el sexo por su inmenso placer es reflejo del placer del amor. Todos los animales conllevan la ansiedad de comer, por la urgencia de vivir. También el hombre, que también es animal, tiene apetito, hambre, las ganas de comer. Pero el hombre descubre lo que los demás animales no se dan cuenta: que en compartir las ganas de comer es de las expresiones más nobles de amistad y amor. Los que comen juntos son: amigos y compañeros. Compañero viene de “cum-panis” que es compartir el pan. En línea con la teoría de la evolución, se ha especulado mucho, cuándo fue el preciso instante en que el mono (?) se hizo hombre: ¿Cuándo bajó del árbol, cuando se puso de pie, cuando el pulgar de la mano se hizo prensil, cuando empezó a reír…? Los antropólogos indican que fue cuando un mono dio a la relación sexual significación de cariño, ternura, afecto. Aspectos que no se encuentran en los animales. Es decir, el mono es hombre cuando Dios le infunde el sentimiento de amor en el sexo. Luego es de Dios todo ese fuego de ansiedad sexual.
Todos sabemos de sobra que hay una riqueza de vivencias, de posibilidades, de oportunidades. La madurez de la persona es saber escoger lo mejor, saber preferir. Ese saber preferir, para algún día amar en interrelación sexual, es compromiso de novios (noviazgo). El realizar esa preferencia de interrelación sexual, para evidenciar el amor, es compromiso de esposos (matrimonio). A la hora de preferir, hay que preferir el amor más grande, lógico. El amor más grande no son los padres ni los hijos. Los padres pasan, son personas del pasado. Los hijos están por llegar, son personas del futuro. El amor más grande que el hombre y la mujer viven en su vida es el amor de novios-esposos.
El amor más grande con que Dios quiere que lo amemos a Él es amando al prójimo: “El segundo es semejante al primero: Amarás al prójimo…” (Mt. 22, 38). La palabra “prójimo” viene de la palabra “próximo”. El prójimo más próximo es el novio-esposo. Amar al novio-esposo es amar a Dios. Pues el novio-esposo es imagen viva de Dios vivo, la novia-esposa es imagen viva de Dios vivo. Amar a Dios y amarse los novios-esposos es lo mismo. Todo ese placer, ese gozo, pasión, lo ha puesto Dios. Una persona que no sintiera nada, sería una persona sospechosa como hombre o como mujer. Cuantos jóvenes vienen a confesarse pensando que eso es pecado. ¡Y es todo lo contrario! Es bendición. Les digo: “cómo me alegro”. Pues de esa manera, con esas ansias, está diciendo Dios: “te he hecho para amar; prepárate para el amor; crece, madura en el amor”.
El amor abarca todas estas áreas de la vida: por de pronto, como todo el mundo, trabajar para vivir. En convivencia de pareja: como individuos, comer. Como personas: dialogar. Como pareja: amar. Y en el amor es parte importantísima: el sexo. Más sagrado que prender velas, que hacer novenas, que ayuno y penitencias… El sexo es sagrado porque el sexo es de Dios, porque así quiso Dios que fuera la expresión humana del amor. Hasta los piropos pueden llegar a ser plegarias de bendición. Toda la fantasía de la creación, el cielo y la tierra, el universo y el mundo entero, mares, ríos, montañas, nubes, estrellas, el sol, la luna… sólo es un nido para el amor del hombre y de la mujer. Dios dejó la creación incompleta. Para completar falta el amor del hombre y de la mujer: “Creced y multiplicaos” (Gn. 1, 28): crecer en el amor y multiplicar en los hijos el amor.
Nadie se hubiera imaginado que, de las mejores maneras de amar a Dios, es hacer el amor cuando ese amor ya es bendecido por Dios (algo así como comer el pastel de bodas en su momento y no ha la salida del colegio). Qué pocos valoran así el sexo: que Dios quiere que el amen haciendo el hombre y la mujer el amor, y que en ese momento hasta Dios está gozando, disfrutando, con el hombre y mujer que disfruta. Pero como expresión sincera del amor, no por única pretensión de placer. Como hacer el amor es tan personal, cada pareja lo hace diferente. Como el hacer el amor es tan personal, hay que ser artista en eso de hacer el amor. Por eso la interrelación sexual es absolutamente diferente con una persona o con otra. Ni siquiera con la misma persona es nunca igual, porque las motivaciones son diferentes, porque la vida es diferente día a día. Porque lo único que hace placentero hasta el paroxismo del éxtasis, es el amor. “Me sabe a sebo y eso que ella es reina de belleza”, así se expresó alguien hace muchos años. Si no hay amor nada es agradable ni placentero, en cambio con amor hasta en el sufrir, en el dolor, hay gozo y satisfacción. Cuando no hay amor, la belleza (la belleza de la hombría o de la feminidad) aburre. Las mil y una posturas (maneras) de interrelación sexual, las que trae Kamasutra, esas mismas posturas pueden ser: o pornografía o el acto más sagrado de adoración a Dios. Sólo las diferencia el amor verdadero. El arte de hacer el amor es hacer del sexo la más bella danza de la vida. Entre dos personas que de VERDAD se quieren, la interrelación sexual es verdadera liturgia del amor. Ya hemos dicho que el matrimonio es nada menos que sacramento, uno de los siete momentos más sagrados de nuestra fe y religión. No podía ser menos el hacer el amor, cuando Dios mismo es AMOR. Ahora entenderemos mejor que la sexualidad del hombre y de la mujer lo hizo el Dios del amor.
Y si es liturgia de celebración de la vida hacer el amor, debe haber un templo y un altar de ofrenda al Dios del amor. Para cada uno de los esposos sus propios cuerpos son el templo del Dios del amor: “Sois templos vivos del Dios vivo” (1 Cor. 3, 16). Y el altar de celebración del amor es el corazón. Para el esposo es la esposa templo y altar, para la esposa es el esposo templo y altar. Y así como las ofrendas se colocan sobre el altar, así cuando el hombre se coloca sobre la mujer y la mujer sobre el hombre, sea como sea, aunque en postura 69, San Pablo dice que, si todo lo que hacemos, lo hacemos con amor, todo es bueno: “Todo es puro, pero haciéndolo sin escándalo” (Rm. 14, 20). “Todo es limpio para los limpios… en cambio, para los sucios y faltos de amor no hay nada limpio; hasta el corazón y la conciencia la tienen sucia” (Tito 1, 15).
El gran pecado de la mayoría de los hombres no es el hacer el sexo con la mujer, es que no saben hacer el sexo con su mujer. Estadísticas de mucha mujeres: 10, 15, 20 años de matrimonio y ¡ni una sola vez! han llegado al placer del coito. No se ha confesado todavía ningún hombre conmigo que me haya dicho: en la cama no valgo para nada. Y es un gran pecado. Que si hacer sufrir al cónyuge es pecado, privarlo del placer del amor es peor pecado. En cambio, varias señoras me han dicho: no soy lesbiana, pero como mi marido sobre la sexualidad de la mujer no sabe nada, tengo amores con una amiga, que me lo hace rico. Tan machos los hombres y tan bobos. Ellos que se casan con el terno negro, estilo pingüino, de los pingüinos deberían aprender a hacer el amor. Me llevé una sorpresa viéndolos en un canal de TV, aun en medio del frío helado de la Antártica ¡qué placidez de juego amoroso, de finura, de delicadeza! Cuándo se van a convencer los engreídos machos hombres que hay que hacer el amor ¡románticamente! ¡enamorando!, y no obligando, ni forzando, violando. El hombre es como el Sol, que apenas si es romántico en el breve tiempo del ocaso. En cambio, la mujer al igual que la Luna, la noche toda enamora. Casarse es estrenar el amor cada día… con su noche.
El más grande romántico y enamorado a toda hora es Dios que es Amor. (1 Jn. 4, 8): la Luna, que en noche de Luna tu novio te quiere dar, lo hizo Dios para ti. Y todo el universo, en la increíble fantasía de creación, no es más que un nido para tu amor. La mejor definición del amor es Dios: “Creced y multiplicaos” (Gn. 1, 28). Crecer es madurar. Según esto, amar es ENVEJECERSE JUNTOS, que eso indica “crecer”. Saber amar es ser cada vez más joven en el querer. Como Dios es amor, Dios es joven. De ahí que en el cielo, como Dios es joven, nunca envejeceremos. Más todavía, quien ha inventado la más larga Luna de Miel es Dios.
¿Qué tanto es la Luna de Miel aquí? ¿Una noche, un día, una semana, un mes? Yahvé- Dios quiere que sea… ¡un año entero! (Dt. 24, 5) “Si uno es recién casado…, estará libre de obligaciones y trabajos por UN AÑO, para DISFRUTAR de la mujer con quien se ha casado”. Y en el Cielo será toda la Eternidad LUNA DE MIEL. Pero, entre tanto, aquí en la Tierra, no olvidemos que el placer sexual es bendición de amor de Dios.