- “… no tenía
belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente. Los hombres lo
despreciaban y lo rechazaban. Como a alguien que no merece ser visto, lo
despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. Sin embargo, Él estaba cargado con
nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros
pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado. Pero fue
traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras
maldades. El castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas hemos sido
sanados.” (Isaías 53.2-5).
viernes, 15 de julio de 2016
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