Debemos estar conscientes de lo que estamos diciendo cuando la repetimos tanto.
Por: Andrés Loya | Fuente: Catoliscopio;
parroquiaicm.wordpress.com
La palabra “Amén” la
encontramos por primera vez en el primer libro de las Crónicas:
Alaben al Señor porque es bueno. Porque es
eterna su misericordia. Digan: Sálvanos, Señor, Dios nuestro, y júntanos de
entre las naciones, a fin de celebrar tu nombre santo y tener nuestra gloria en
alabarte. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre hasta siempre: Que todo el pueblo diga: Amén. Aleluya. Todo el
pueblo contestó «Amén» y alabó a Yahvé. (1Cron 16, 34-36)
Me entró la curiosidad hace poco de contar las
veces que usamos la palabra “Amén” ya sea en
nuestro lenguaje con Dios o en nuestras oraciones que acaban siempre con esa
antigua palabra. Me di cuenta que son muchas las veces que la utilizamos, pero ¿Qué significa?, ¿De dónde proviene?, ¿Cuándo decirla?…
Amén
es una palabra aramea, de la lengua que hablaba Jesús, y significa la
fuerza, la firmeza, la solidez, la estabilidad, la duración, la
credibilidad, la fidelidad, la seguridad total… Y suele traducirse como “ASÍ SEA”.
En los tiempos bíblicos cuando se hablaba en
arameo si una persona decía “Amén” quería
decir que hablaba con seriedad. Era
casi un juramento.
Desde niños se nos ha enseñado que cuando
terminemos una oración digamos Amén, al hacerlo le estamos pidiendo a Dios
que lo que dice e implica esa oración se haga realidad en cada aspecto de
nuestra vida.
Pero no es tan simple, debemos
estar conscientes de lo que estamos diciendo cuando la repetimos tanto. Decir
Amén implica un gran compromiso, es hacer una profesión de fe, es decirle a
Dios que sí, que estamos de acuerdo con todo lo que Él nos dice, es repetirle
una y otra vez que le vamos a ser fieles, es asegurar nuestra esperanza.
Es triste que al momento de orar es como
si estuviéramos conversando con alguien y al terminar ya no es
necesario seguir con esa conversación, porque ya dijimos amén.
Recuerda que no es necesario estar en la iglesia
de rodillas para conversar con el Señor, podemos hacerlo durante el día en
nuestras tareas diarias. El Amén es solamente el “así
sea” y no el despedir o dejar de hacer lo que estaba haciendo, sobre
todo cuando oramos.
“En efecto, todas las
promesas de Dios encuentran su «sí» en Jesús, de manera que por él decimos
«Amén» a Dios, para gloria suya.” (2Cor
1,20)
– A ti que
lees ésta pequeña reflexión: “Dios te bendiga”... creo que responderás
con “Amén”
Nota
del editor: Debo agregar que el uso del “Amén” debe ser exclusivo para los momentos de
oración, el uso y abuso que se da a ella en las redes sociales, tan sólo para
indicar que estamos de acuerdo con o nos gusta algo, es mal usarla, haciéndolo
así no damos la Gloria a Dios a la que se refiere San Pablo, al contrario
estamos desvalorizando aquella fe que decimos profesar.
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