Sembrando Esperanza II. Cuando tu fe, esperanza y caridad son reales y prácticas, estás preparado para enfrentar la tempestad que sea...
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
La vida nos deparará muchas sorpresas, muchas de
ellas llegarán de forma intempestiva e inesperada, es como una tormenta que
llega de repente sin avisar; en ese instante, utilizamos todos los recursos a
nuestro alcance y dependiendo de la agilidad y astucia con que nos movamos,
saldremos airosos y vencedores de estos momentos de angustia.
Todo sería tan fácil como seguir los consejos de este buen escritor inglés: lanza tu ancla y asegura tu barco, así la tempestad
pasará sin dañarte.
Un escritor inglés, del siglo pasado, cuenta en una de sus obras que en la
playa cerca de su casa, una cosa muy interesante podía ser vista con
frecuencia:
Un navío lanzando
su ancla en el mar enfurecido.
Difícilmente existe una cosa más interesante o sugestiva que esa. El navío
danza sobre las olas, parece estar bajo el poder y a la merced de ellas.
El viento y el agua se combinan para hacer del navío su juguete. Parece que va
a haber destrucción; pues si el casco del navío fuera lanzado sobre las
rocas, sería despedazado.
Pero observamos que el navío mantiene su posición. Aunque a primera vista parece
un juguetito desamparado a merced de los elementos, el navío no es vencido.
¿Cuál es el
secreto de la seguridad de este navío?, ¿cómo puede resistir las fuerzas de la
naturaleza con tanta tranquilidad?
¡Existe seguridad para el navío en medio de la tempestad,
porque él está anclado! La cuerda a la cual él está amarrado no depende
de las aguas, ni de cualquier otra cosa que fluctúe dentro de ellas, ella las
atraviesa y está fijada al fondo sólido del mar.
No importa cuán fuerte el viento sople o cuán altas sean las olas del mar... su
seguridad depende del ancla que está inmóvil en el fondo del océano.
Muchas veces nos sentimos en medio de una tormenta, siendo tirados por las olas
de la vida para arriba y para abajo y azotados por el viento de la adversidad.
Nos parece, algunas veces, que no conseguiremos sobrevivir a determinados
períodos de nuestras vidas.
Sin una vida espiritual, sin una fe sólida, sin una esperanza gozosa y un amor
desinteresado, nuestra vida es como un navío sacudido por el mar enfurecido por
las circunstancias incontrolables de la vida; mas, confiando en Dios,
experimentamos su presencia y amor como el ancla de nuestra vida, nos sentimos
fortalecidos y esperanzados.
Esa esperanza
mantiene segura y firme nuestra vida, así como el ancla mantiene seguro el
barco.
Cuando tu fe, esperanza y
caridad son reales y prácticas, estás preparado para enfrentar la tempestad que
sea... Pide al Señor que te las dé, fortalécelas mediante actos concretos, pero
sobre todo, lanza tu ancla y clávala en DIOS...
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