La oración es una contemplación radiante de Cristo pero también puede ser un grito en la noche en busca de su amor.
Por: P. Guillermo Serra, L.C. | Fuente:
la-oracion.com
La oración es una contemplación radiante de Cristo pero también puede ser un grito en la noche en busca de su amor. Puede ser un diálogo amistoso, cordial, sereno o también un esperar madurado en la soledad aparente de su ausencia.
No siempre experimentamos, sentimos la cercanía de Dios. Al entrar en la
oración nos disponemos a caminar junto a Él pero a veces su presencia no es tan
tangible. Aparentemente nos abandona, o también puede darse, le abandonamos por
el pecado. ¿Cómo rezar cuando es "de
noche" en nuestro interior?
La noche no interrumpe la historia de salvación y de amor
La noche no interrumpe la historia de Dios con el hombre. La noche es tiempo de
salvación:
• De noche Abraham contaba
tribus de estrellas; de noche prolongaba la voz de la promesa (Gn. 15, 5).
• De noche descendía la
escala misteriosa de Dios hasta la misma piedra donde Jacob dormía (Gn. 28,
12).
• De noche celebraba Dios la Pascua con su pueblo, mientras en las tinieblas
volaba el exterminio (Ex. 12, 1-14).
• De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre; de noche eran los sueños la
lengua más profunda de Dios (1Sm. 3, 1-10).
• De noche, en un pesebre, nacía la Palabra; de noche lo anunciaron el ángel y
la estrella (Lc. 1; Mt. 2).
• La noche fue testigo de Cristo en el sepulcro; la noche vio la gloria de su
resurrección (Mt. 27, 57-61; 28, 1-6).
¿Cuándo experimentamos que es "de noche" en nuestro interior?
Hay diversos modos de experimentar la noche en la
vida espiritual.
• Me siento solo: Es un llamado
para vivir escondidos con Cristo en Dios (Col 3,3). La noche es fin del día
pero también inicio del amanecer. Es ausencia de luz, no tiene entidad, es
negación de la realidad luminosa. Así cuando nos sentimos solos en la noche
tenemos que aprender a mirar arriba. La noche está presidida por las estrellas,
por el silencio que habla al corazón. Se escuchan ruidos nuevos, gritos,
deseos, intimidades que brotan de una situación desconocida o prolongada a
veces. La soledad nos debe llevar a alzar la vista, dejar que este sentimiento
de abandono aparente sea iluminado por la luz de la promesa. Alaba al Señor, bendícelo,
dale gracias por los infinitos regalos con los que te ha revestido. Atrévete a
contar estrellas, regalos y verás cómo no alcanzas. Así es Él, te ha acompañado
cada día de tu existencia, del mismo modo que lo hizo con Abraham. Tú eres
heredero de esa promesa y Dios es siempre fiel. El cielo te recordará la
promesa y las estrellas serán su voz. ¡No estás solo, levántate y camina!
• No encuentro a Cristo, me siento como
en el desierto: La
noche en un desierto es fría, constante, silenciosa pero a la vez habitada por
ruidos desconocidos. La ausencia de Cristo en mi interior me recuerda esta
experiencia. Nada me llena porque Cristo no está conmigo. Mi alma se ha
vaciado, se ha enfriado. Tiene sed del Dios vivo (Sal. 42, 3) pero Él
aparentemente no se hace presente. Duermo muchas veces soñando despertar en sus
brazos, pero no está. Sin embargo, Él vela mi sueño con su sueño. Está dormido
en mi interior pero su Corazón vela, como una Madre con su hijo (Is 49.15). Y
de noche, en ese aparente desierto interior desciende una escala misteriosa
hasta mi corazón. Esta escala me enseña que mi oración tiene que ser sencilla y
confiada. Buscar subir un peldaño cada día. Aunque parezca que no avanzo. Este
aparente sueño de Dios es para que despierte a una vida de mayor generosidad,
para que vea desde lo alto de la escalera mi vida, mi corazón y mi futuro. ¡Despierta
alma mía, sube, camina, confía!
• Mis sentimientos van por un lado y la
Voluntad de Dios por otro: la salvación nos llega a través del paso
de Dios por nuestra vida. Esta es la noche santa en la que Dios se hizo
presente en la vida de Israel, en su Iglesia y también en la tuya. Es una noche
en la que salimos del Egipto seductor, dejamos una vida de esclavitud para
encontrarnos con Dios. Deja a tus "faraones", aquellos que te oprimen
y te esclavizan. Sal de tu "Egipto" con confianza, Dios hará milagros
en tu camino. Aunque sientas oscuridad, aunque te presentes delante de un mar
inmenso de dudas, temores y debilidades, Él quiere ser tu Camino, tu Vida y tu
Verdad. ¡Levántate, camina, cruza el mar rojo camino de la tierra prometida!
¡Vive para Dios, aliméntate del Cordero inmolado que fortalecerá tu voluntad
para caminar hacia la tierra prometida del cielo!
• El pecado me tiene atado: desde el cielo desciende la Palabra.
Se esconde en medio del silencio de la noche. Aparece en Belén. En la oscuridad
de mi alma manchada por el pecado nace una nueva esperanza. "Os anuncio
una buena nueva, os ha nacido un Salvador" (Lc. 2, 10-11). Para entrar en
Belén y encontrar a la luz del mundo tienes que ser humilde, agacharte. Sí,
reconocer tu pecado reconociendo a tu Salvador. Él vino por ti y por mí. Por
todos. Quizás no te sientas digno, pero puedes todavía ofrecerle el oro de tu
corazón, el incienso de tu voluntad y la mirra de tus pensamientos. Deja que el
niño en Belén te renueve y te lleve a su corazón. Te transportará hasta la cruz
y allí encontrarás ese costado abierto que te sanará. ¡Agáchate con humildad, entra,
adora y confiesa tu miseria para ser iluminado por la ternura de Dios!
• Vivo un momento de purificación
interior: la mano de
Dios nos envuelve con cariño. En su pedagogía a veces puede ser que con una
caricia tierna nos cubra la vista interior para que nos purifiquemos. Nos ayuda
así a "no ver" para escuchar más atentamente. Purifica el amor para
que vivamos en el Amor y por el amor. Sin ver en esta noche, siendo purificado,
escucharás tu nombre mejor, con mayor nitidez, no sólo una vez sino hasta tres
veces, como Samuel. Y entenderás entonces que Dios tiene una misión para ti,
que te ama y que te envía. ¡Despierta, escucha, no duermas, Dios te
envía con amor para predicar el Amor!
•
Experimento un dolor, una pérdida, una cruz pesada: las tinieblas envolvieron el
Calvario. La naturaleza quiso manifestar su luto ante la muerte del Hijo de
Dios. También tu naturaleza humana ante el dolor se transforma. Se llena de
tinieblas, se une al dolor de Cristo, al silencio de la vida. Pero no te
olvides en tu oración, en tu dolor, que en medio de este silencio, de esta
oscuridad brotó agua y sangre del costado. Déjate limpiar por el agua de la
vida, que tu sed de amor, de consuelo, de infinitud sea saciada por el agua del
amor de Dios. Y que tu fe, esperanza y caridad resuciten cada día escondido en
el costado de Jesús. Allí espera la resurrección, allí medita tu dolor, la
muerte. Allí contémplate en lo alto de la cruz junto a tu Redentor. Así, serás
también llevado al sepulcro. Será también de noche, habrá silencio, pero al
tercer día, muy temprano escucharás un tremendo estruendo: la piedra ha sido
removida porque el sepulcro no puede contener al que es la Vida. ¡Despierta,
camina, sal y vive el gozo de la resurrección!
PARA LA ORACIÓN
¿Has escuchado alguna vez una lágrima caer?
El silencio te dejará escuchar su voz.
¿Has visto alguna vez un latido del corazón? El silencio te hará mirar en tu
interior y ver el color de un latido.
¿Has tocado alguna vez una estrella? El silencio de permitirá sentir la luz y
la fuerza de las estrellas, testigos vivos de la fidelidad divina.
El silencio es el lenguaje de las almas enamoradas. El silencio te permite
escucharte para escuchar a Cristo. Es sentir tu dolor, sequedad, necesidad para
reconocerte en el corazón del Amado. "En el mío no te encuentro, iré al
tuyo para encontrarte y encontrándote me habré encontrado!"
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