Una experiencia de Dios que no empuja hacia los hombres no acredita una patente legítima de experiencia religiosa, no es experiencia del Dios de Jesús.
«Los únicos criterios de autenticidad indiscutible de la experiencia
de Dios son la fuerza que dan para volar hacia los otros, a pesar de los labios
resecos sedientos de besos» (Michel
Quoist)
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