Al elegir pareja, recuerda que esa es la persona que va a educar a tus hijos y que estará contigo siempre.
Por: Edgar Montalvo de Arcega | Fuente: Por tu
matrimonio
Dicen
que “uno no manda en las cosas del amor”, que “el amor llega a su momento”, y
hasta que “el amor es ciego”. Estos dichos populares son ciertos en el sentido
que el amor no es algo que se pueda inducir, ni mucho menos forzar a que pase.
Pero también es cierto que el amor es una entrega que supone nuestra libre
decisión.
Al conocer
a una persona, nos atraen de ella algunas de sus características: su
físico, su carácter y hasta su manera de resolver esta o aquella situación.
Pero, ¿pueden estas características que nos atraen
ser la prueba suficiente para considerar a esa persona como la pareja para el
resto de nuestras vidas?
Con el objetivo de ayudarte
en tu búsqueda y discernimiento, queremos que consideres los siguientes
consejos:
- Evita que la presión social de amigos y
parientes te induzca a casarte: Frases como “vamos a hacer una rifa a ver si ya sales”,
“te estás quedando para vestir santos”, “si te sigues tardando, vas a
tener nietos en lugar de hijos”, entre otras, pueden crearnos malestar y
hacernos creer que de verdad debemos “apurarnos”.
Sin embargo, por más buena voluntad de nuestros parientes y amigos, esa no
es la razón para decidirnos por una persona. Por el contrario, podría
inducirnos a tomar una decisión que nos lleve al fracaso. Mantén una actitud positiva, toma las cosas con calma y date el tiempo
que necesitas para buscar y escoger
la persona que mereces. Dios
puede ser tu gran ayuda en
esta búsqueda.
- No escojas a alguien seducido sólo por su
apariencia física: Cuantas veces no hemos oído “por su
belleza, a éste o a ésta se le perdona todo” ó “De la vista nace el amor”,
pero usar la belleza como único método de selección es altamente riesgoso.
Es natural que lo
bello y agradable nos atraiga. Sin embargo, además de ser una característica
pasajera, también es cierto
que, una vez nos acostumbremos al físico de la otra persona, lo
que realmente nos retiene a su lado son las
características que nos permitan admirarla y no sólo
desearla: los valores que
tenemos en común,
su capacidad de amar, su inteligencia, etc... Como solía decir mi papá: “Al
elegir pareja, recuerda que esa es la persona que va a educar a tus hijos y que estará contigo el resto de tu vida”.
- Debes escoger a la persona con la cual
encuentres mayor afinidad. Es decir, debes decidirte por alguien con
quien puedas realmente compartir
lo que eres: tus gustos, tus valores;
tu forma de ver la vida. Para descubrir el grado de afinidad con tu
pareja, la mejor técnica es el diálogo.
Pregúntale a tu pareja, por ejemplo: ¿cuál
es tu punto de vista en este o aquel tema?, ¿cuáles son tus
metas a largo mediano y corto plazo?, ¿cómo es tu
vida familiar?, ¿cuál es tu concepto de familia?, ¿qué
importancia tiene para ti la espiritualidad?, ¿qué religión
practicas?, ¿qué opinas del matrimonio?, etc.
- Creer que tu pareja te dará la felicidad
que buscas es un gran error: No podemos basar nuestra felicidad en otra persona. La
felicidad es un sentimiento personal, una forma de asumir la vida que
depende sólo de nosotros mismos y de nuestra disposición a ser felices. Por eso pensar que mi felicidad depende de otro no es
realista. Es mejor decir, “Soy feliz a su lado
porque puedo hacerlo o hacerla feliz.” Al dar lo mejor de nosotros mismos por el bien del otro
encontraremos virtudes y cualidades que ni nosotros mismos sabíamos que
teníamos. Así, dando, nos vamos
haciendo seres más maduros y completos.
- Recuerda: “La pareja perfecta no existe, la
pareja perfecta soy yo”. Esto
no significa que de hecho ya soy todo lo que debo ser. Cada cual debe madurar e irse adaptando a los
cambios de la vida. Así que no te tortures ni seas duro e inflexible en el
camino de elegir a tu pareja. Sé suficientemente humilde para saber que
como tu, también la otra persona está en proceso. Cuenta además con el hecho que hay hábitos,
costumbres y temperamentos que una persona nunca podrá cambiar. Y mientras esas realidades no sean
destructivas para nosotros o para los hijos estamos invitados a, por amor,
acogerlas con aceptación y respeto. Esto te hará más tolerante y traerá paz a tu relación.
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