«No tengo a nadie» (Jn 5, 7)
Lo
propio del discípulo de Jesús es buscar al hombre, luchar por el hombre, amar
al hombre, sin perderse en la maraña de los preceptos rituales que, a veces,
dificultan o impiden el acceso a su necesidad concreta.
¡Cuántos «apóstoles» se pasan la vida planificando programas de salvación del hombre
y se mueren sin haber realizado una verdadera acción que lo salve realmente!
«He
llamado a tu puerta…
No
soy negro.
No
soy amarillo.
No
soy piel roja.
No
soy blanco… solo soy un hombre.
Ábreme,
¡hermano!»
(Rene Philompo)
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