martes, 2 de mayo de 2023

SE ACERCA LA CORONACIÓN

 Ahora que se acerca la coronación del rey Carlos, me reafirmo en la importancia en que reviva el ritual de coronación de los papas. El ritual que se realiza sobre los romanos pontífices confería gracias. El ritual consagraba.

 Uno ya quedaba consagrado para esa función del primado en cuanto aceptaba la misión. Ahora bien, estando uno consagrado por la aceptación, puede quedar más bendecido por las plegarias del ritual. La consagración de las personas, cálices o edificios no es solo un “se tiene” o “no se tiene”, se pueden aumentar las gracias que se reciben para esa consagración. 

El mismo óleo crismal es susceptible de recibir más bendiciones. Eso se ve claro en el ritual de las iglesias orientales. En la misa tridentina, el pan y el vino se bendicen varias veces. En la consagración de un templo hay reiteración de bendiciones.

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Como consecuencia de reforzar esa idea de la consagración, esa idea del romano pontífice como sumo sacerdocio, yo estoy a favor de todos aquellos símbolos que expresen su carácter sacro único en la tierra: tiara, manto papal, silla gestatoria, fanón, calzado y guantes litúrgicos. Una función única en la cúspide conviene que esté rodeada de signos únicos.

Sea dicho de paso, prefiero una tiara más baja, de líneas medievales. La “corona” que usa el patriarca ortodoxo de Alejandría se asemeja mucho al tamaño y forma que considero que serían preferibles para una tiara actual papal.

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La ceremonia de coronación del rey británico será una ocasión para reflexionar, y desde luego también para disfrutar de un ritual así. Yo pienso verlo íntegro en la televisión. Lo grabaré en la emisión de la BBC y lo iré viendo a base de desayunos, almuerzos y cenas.

ESTA TIARA ESTÁ BIEN, QUIZÁ DEMASIADO ANCHA

Permítase abundar un poco más en lo que dije ayer. Hay una diferencia bastante grande entre el culto tributado a Dios en una catedral normal y en la catedral de Colonia o en la Basílica de Santa María Mayor. No es solo una diferencia de cantidad de celebrantes o que se toque mejor el órgano. Hay también una diferencia entre el culto en esos dos templos (y otros no mencionados donde la liturgia es excelente) y el culto en la basílica vaticana. Si en las catedrales el culto es excelente, en los grandes templos de la Iglesia es eminente. En el Vaticano es supraeminente. Pues bien, lo que propongo desde hace años es la creación de un culto un nivel por encima de lo supraeminente.

Eso no requiere de unas cuantas reformas, sino de la comprensión (primero) y de la decidida voluntad (después) de llevar a cabo una reforma radical. Los ritos serían los mismos, aunque estoy a favor de crear una liturgia pontificia propia, algo que ya expresé en Neovaticano. El cambio no radicaría en los ritos, no, sino en la creación de una obra de arte total. Las ceremonias tendrían que ser mejoradas, año tras año, por un equipo de católicos altamente cualificados: directores de cine, pintores, músicos, coreógrafos, iluminadores. Solo con la iluminación hoy día se pueden hacer maravillas.

Por ejemplo, es solo uno, cuando hablo de la iluminación, no me refiero a crear obras artificiosas con juegos de luces controlados por ordenador y cosas así. No, para nada. Me refiero a organizar la luz para que la basílica vaticana aparezca con luz natural, solo con luz natural, con sapientísimos grupos de velas colocados sabiamente en distintos lugares, en torno al presbiterio, donde sea, pero que creen esas luces unos efectos realmente poéticos. El altar mayor sí que podría estar bañado de una luz vertical suave, agradable.

Y durante la consagración podrían hacer como en el Valle de los Caídos, que se quita toda luz artificial y se ilumina el crucifijo al alzar la forma consagrada. Es una escena que todos califican de impresionante.

En fin, es solo una idea; a los iluminadores profesionales se les ocurrirán muchas más cosas. Porque la ceremonia tiene que estar pensada para Youtube. Los que pueden asistir presencialmente solo son una fracción de los que asisten a distancia. El entero templo vaticano así se transforma en presbiterio donde todo está cuidadísimo para un Pueblo que asiste desde sus casas.

Por supuesto, hay que huir de lo teatral, de lo artificioso, de una sofisticación mundana, de una artificiosidad que aleje del Misterio.

Pero al mismo tiempo que hay que evitar una desviación no sana de la liturgia, hay que entender que esta nueva ceremonialidad vaticana debe buscar la obra de arte total, un resultado que abarque todas las artes, muchas especialidades. El resultado debe ser la misma misa ordinaria, pero expresada como obra pictórico-cinematográfica. La reforma debe pivotar no tanto en lo que se les ocurra a los liturgistas, sino en las sugerencias de los directores de cine.

Me acuerdo una vez en una tienda de Madrid, una de las tiendas con las telas más caras de la capital, les quedaban cinco metros de tela azul impresionante. La profesora de universidad que me acompañaba y yo no pudimos dejar de hacer una exclamación. Nunca habíamos visto una tela tan bonita. No la compramos porque una casulla en azul solo se usa una vez al año, y eso que se trataba de un resto que quedaba, la tela ya no se fabricaba.

Es un ejemplo de cómo hay que cuidar esos detalles de esta nueva liturgia supraeminente. En una misa de la Virgen, el papa podría llevar una tiara con gemas azules. O en la Misa de Pentecostés podría llevar una tiara de piedras semipreciosas rojas. Otro detalle, ¿qué decir del crucifijo de la Catedral de Westminster? Solo una cosa: nunca he visto un crucifijo de altar tan impactante.

No sé si yo lo veré, pero sí que estoy convencido de que el futuro irá por donde estoy diciendo. Sobre todo, porque no estoy hablando de cambios litúrgicos, sino de cómo hacer arte de la misma misa que ya tenemos. Cómo expresar de mejor modo el mismo contenido.

P. FORTEA

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