Sembrando Esperanza II. Dejemos a Dios que camine con nosotros, que le compartamos nuestra vida y nuestros proyectos.
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
El pasado 10 de junio el Papa Benedicto dio un discurso que me llamó la
atención, especialmente por una frase que dijo muy acertada; en ella animaba a
padres de familia, maestros y profesores a no tirar la toalla en la formación y
educación de sus hijos; les invitaba a no perder la esperanza analizando las
causas de la desesperanza actual, que lleva a muchos padres de familia,
maestros y profesores, a rendirse en su tarea educativa, el Pontífice citó una
como central: «poner a Dios entre paréntesis,
organizar sin Él la vida personal y social, afirmar que no se puede conocer
nada de Dios o incluso a negar su existencia» (Benedicto XVI, encuentro
eclesial, 10-VI-2008). Este es el gran drama de nuestra sociedad y de tantos
hombres de nuestro tiempo que hoy no tienen esperanza, la razón es muy
sencilla, han excluido a Dios de sus vidas.
En la pasada Solemnidad del
Corpus Christi el Santo Padre nos decía: “La
Eucaristía es el sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino
que se pone a nuestro lado y nos indica la dirección. De hecho, ¡no es
suficiente avanzar, es necesario ver hacia dónde se va! No basta el
"progreso", sino no hay criterios de referencia. Es más, se
sale del camino, se corre el riesgo de caer en un precipicio, o de alejarse de
la meta. Dios nos ha creado libres, pero no nos ha dejado solos: se ha hecho Él
mismo "camino" y ha venido a
caminar junto a nosotros para que nuestra libertad tenga el criterio para
discernir el camino justo y recorrerlo" (Benedicto XVI, homilía Solemnidad
de Corpus Christi, 22-V-2008).
Por eso hoy mi invitación es que
dejemos a Dios que camine con nosotros, que le compartamos nuestra vida y
nuestros proyectos, y sobre todo, dejemos que se suba a nuestro gran recorrido
en bicicleta.
Al principio veía a Dios como el
que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como
para ver si merecía el cielo o el infierno cuando muriera. Era como un
presidente, reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía;
pero luego reconocí a Dios, parecía como si la vida fuera un viaje en
bicicleta, pero era una bici...de dos, y noté que Dios viajaba atrás y me
ayudaba apedalear.
No sé cuándo sucedió, no me di
cuenta cuándo fue que Él sugirió que cambiáramos lugares y pasó al asiento de
adelante, lo que sí sé es que mi vida no ha sido la misma desde entonces. Mi
vida con Dios es muy emocionante. Cuando yo tenía el control, yo sabía a dónde
iba.
Era un tanto aburrido, pero
predecible. Era la distancia más corta entre dos puntos. Pero cuando Él tomó el
liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las
montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles. Lo único
que podía hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura, Él solo me decía: "¡Pedalea!" Me preocupaba y ansiosamente
le preguntaba, "¿A dónde me llevas?" Él
sólo sonreía y no me contestaba, así que comencé a confiar en Él. Me olvidé de
mi aburrida vida y comencé una aventura, y cuando yo decía "estoy asustado", Él se inclinaba un
poco para atrás y tocaba mi mano.
Él me
llevó a conocer gente con dones, dones de honestidad y aceptación, de
generosidad y benedicencia. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi
viaje; nuestro viaje, de Dios y mío.
Y allá íbamos otra vez. Él me dijo: "Comparte
estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra". Y
así lo hice... a la gente que conocí se los dí, y ahí descubrí que en el dar yo
recibía y mi carga se aligeraba.
No confié mucho en Él al
principio, en darle el control de mi vida. Pensé que la echaría a perder, pero
Él conocía cosas que yo no sabía acerca de andar en bici... secretos.
Él sabía cómo doblar para dar
vueltas cerradas, brincar para librar obstáculos llenos de piedras, inclusive,
volar para evitar horribles caminos. Y ahora estoy aprendiendo a callar y a
pedalear por los más extraños lugares. Estoy aprendiendo a disfrutar de la
vista y de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa
compañía de mi Dios. Y cuando estoy seguro que ya no puedo más, Él sólo sonríe
y me dice: "¡Pedalea!"¡Qué oportunidad
tan hermosa tienes hoy de acercarte a Dios! de acercarte a Él con
confianza y cariño, sabiendo que nunca te dejará solo. Hoy cuando vayas a Misa,
y te encuentres con Él en la Eucaristía, renueva su presencia en tu vida, y dile
al oído en plan de confidencia: NO DEJARÉ DE PEDALEAR,
SI TU NO TE BAJAS DE MI BICI...
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