La buena voluntad y la buena fe pueden suscitar una ayuda extraordinaria de Dios que se puede valer incluso de instrumentos imperfectos
Por: Javier Garralda Alonso | Fuente: ForumLibertas
Cuando los Reyes Magos preguntan al rey Herodes dónde ha de nacer el Mesías, lo
hacen de buena fe y movidos por su santo deseo de adorar al Dios hecho niño. Y,
pese a que Herodes buscará matar al niño, por la buena voluntad de los santos
viajeros Dios hace que Herodes les proporcione una información correcta y clara
que los encamina a Belén, meta de su peregrinaje. Dios hace que incluso un
hombre malvado coopere a la santa aspiración de unos hombres de buena fe y
voluntad.
Cuando Jesús critica la hipocresía de escribas, maestros de la ley y sacerdotes
de su tiempo, nos dice: “Haced lo que ellos dicen y
no lo que ellos hacen”, con lo que también nos advierte que, aunque sean
malvados, cuando enseñan en nombre de Dios Él puede hacer que lo que digan
sirva a los hombres y mujeres de buena fe y buena voluntad: Dios puede valerse incluso de sacerdotes no santos para
mostrar el recto camino a las personas que lo buscan sinceramente.
También es sabido que de padres buenos pueden salir hijos malos, por el mal uso
de su libertad como personas, pese haber estado rodeados de buenos ejemplos. Y
a la inversa, de padres malos pueden proceder hijos buenos e incluso santos.
Así en la historia de los santos mártires hay alguno que fue martirizado (o
martirizada) por su propio padre natural. En este último caso se aprecia con
claridad que el hijo santo no es fruto del padre malo, aunque proceda de él, ya
que dicho padre natural hace hasta todo lo imposible para desviar a su hijo de
la santidad.
En realidad, todo fruto bueno procede en última instancia de Dios, que pide la
colaboración libre de cada persona y que, supuesta ésta, puede valerse incluso
de instrumentos cuya voluntad no sea buena. Así, cuando de un mal mediador
surgen cosas buenas, debemos reflexionar que, propiamente, el mal intermediario
no tiene voluntad de que surjan esos bienes, sino que una voluntad viciada que
busca cosas torcidas. Y por ello esos resultados no son frutos suyos, aunque a
primera vista lo parezcan, sino de Dios que se sirve hasta de sujetos maliciosos
para sus santos fines, y para premiar a las personas de buena voluntad que de
otro modo serían víctimas morales inocentes del malvado.
Sigue siendo cierto que el árbol malo da frutos malos de por sí. Y aunque
aparentemente los dé buenos no proceden de él, ya que su voluntad no los quiere
o no los quiere por sí mismos. De todas formas, sería erróneo si vemos mala
voluntad en una persona esperar buenos frutos de ella; sería presuntuoso
esperar un actuar extraordinario de Dios. Alejémonos pues de ella y roguemos
por ella, con el corazón desolado de Jesús cuando ruega por sus perseguidores,
tal como los mártires rezaban por sus verdugos.
El camino usual del actuar de Dios es que los frutos nazcan naturalmente de la
libre cooperación de una persona de buena voluntad, aunque siempre, en último
término, el buen fruto procede del Señor. Pero también es cierto que todo
coopera para el bien de las personas que buscan sinceramente a Dios, incluso el
obrar de los malvados.
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