ANIMAN A DEJARSE ILUMINAR POR EL ESPÍRITU... SIN «IR DE ILUMINADOS»
A muchas personas, incluso entre
las que van a misa los domingos, les cuesta
bastante entender cosas muy básicas sobre el Espíritu Santo. “Un chaval me dijo una vez que el Espíritu Santo es
la mascota del Padre y del Hijo”, comenta, divertido, el
sacerdote Jesús Silva en el último episodio de Red
de Redes, el programa semanal de catequesis desenfadada dela
Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).
En vísperas de Pentecostés, Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio María Domenech intentan
aclarar dudas sobre el Espíritu Santo, sus dones y carismas y su forma de obrar
en los hombres.
EL
ESPÍRITU SANTO ES DIOS
Los tres sacerdotes quieren que
se entienda que el Espíritu Santo es Dios, y como es Dios merece adoración,
alabanza, culto y reverencia. “Es la tercera
persona de la Santísima Trinidad: está junto al Padre -a quien se suele asociar
la Creación- y el Hijo -asociado a la Redención-, y está asociado a
la santificación de los fieles”, explica Domenech.
Bronchalo lo explica con una
imagen: “El Padre es el amante, el Hijo es el amado
y el Espíritu Santo es el amor entre ambos”. Pero hay que entender
que ese "amor" no es un
sentimiento ni una energía, sino un ser personal.
EL
ESPÍRITU SANTO NO ES UNA PALOMA
La representación del Espíritu
Santo como una paloma, común entre pintores y artistas (que tienen que pintar
algo visible) viene del Bautismo de Jesús en el río Jordán. Los cuatro
evangelistas reflejan este episodio y aluden al descenso del
Espíritu Santo “como una paloma” (san Marcos y san Mateo), “en forma de paloma”
(san Juan) y “en forma corporal, como una paloma” (san Lucas).
"Puede ser que
vieran una paloma, porque el Espíritu tuvo que manifestarse de algún modo para
que le vieran como tal”, explica Domenech, y destaca que
este episodio muestra “una teofanía, se manifiesta
la Trinidad”.
No obstante, los tres curas
recuerdan que en la Biblia se habla de otras formas en las que se manifiesta el
Espíritu Santo. En Pentecostés, por ejemplo, aparece
en forma de lenguas de fuego, acompañado de un viento recio y un terremoto.
“Y, según la
tradición, también el agua: los cuatro elementos de los griegos son
signos que toma el Espíritu Santo”, destaca
Silva.
Bronchalo también trae a
colación otra manifestación del Espíritu: el perfume. “Es signo de
realeza, se ungía con él a los reyes y en el bautismo somos ungidos también
nosotros, que -como dice san Pablo- somos templo del Espíritu Santo”, explica.
Domenech recuerda que “lo del olor no es un decir:
hay perfumes que salen en la Biblia y reflejan la acción del Espíritu, la
Virgen o los santos”.
¿POR
QUÉ DECIMOS QUE EL ESPÍRITU SANTO ES “PARÁCLITO”?
En el Evangelio de san Juan se
habla en varias ocasiones del Espíritu Santo como “Paráclito”.
“Es una palabra griega que incluye los significados de ‘defensor’
y ‘consolador’: nosotros recibimos del Espíritu defensa y consuelo, y
sabremos que lo hemos recibido porque seremos también consuelo para el que
sufre y defensores del ultrajado, sin darnos cuenta”, dice Domenech.
Silva trae a colación un tercer
significado de la palabra: un paráclito -dice- era también
un barco pequeño que se enviaba a remolcar a los barcos grandes que quedaban
varados en el puerto, o a rescatar a la tripulación.
“Cuando tú
te quedas enganchado y llamas al Paráclito, viene rápidamente para sacarte de
tu atolladero y llevarte al
Cielo”, dice, haciendo énfasis en la
necesidad de invocar al Espíritu: “Ven, Espíritu
Santo”, según la fórmula tradicional de la Iglesia. “El Espíritu es también -añade- como el soplo que aviva
las brasas y hace que vuelva el fuego”.
¿QUÉ
DIFERENCIA HAY ENTRE FRUTOS, DONES Y CARISMAS?
“El Espíritu Santo
se ve que está porque actúa”, remarca Silva.
Domenech señala que el primer fruto que provoca el Espíritu Santo es “que amamos más y mejor
después de haberle recibido, y nos
dejamos amar, nos dejamos dar consejo o ser consolados”.
“Muchas veces
cuesta ver el cambio en nosotros mismos, pero cuando nos lo dice otro… Vemos
que el Señor va haciendo grandes milagros, y que se van realizando en la vida de
las personas cosas que parecen imposibles”, celebra Bronchalo.
“Es súper bonito
ver actuar al Espíritu Santo en los demás: haciéndole decir a alguien algo que
es imposible que sepa, consiguiendo el perdón de dos hermanos que
no se hablaban o
llevando a la comunión diaria a alguien que a lo mejor se había alejado y
olvidado de Jesús”, añade Domenech, y comenta que “solo por ser testigo en primera fila del
hermoso bien que el Espíritu Santo hace en las almas ya vale la pena ser cura”.
Al hablar sobre los tesoros que
trae el Espíritu, Silva distingue entre siete
dones -sabiduría, inteligencia,
consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, recogidos en Isaías-, doce frutos -según
el Catecismo: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad,
bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad-
y los diversos carismas, que son la proyección de los
dones en beneficio de los demás.
Entre los carismas, señalan, se
encuentran la palabra de sabiduría -decir
cosas que uno sabe que no vienen de uno mismo, pero que resuenan en quien tiene
enfrente-, la palabra de conocimiento -conocer algo de la vida de otra persona
para poder ayudarla- o el don de
lenguas, citado en los Hechos de los Apóstoles. También está
el don de profecía -hablar
a los demás en nombre de Dios-, o el don de sanación, hacer milagros. “Los carismas no hay que guardárselos”, apunta
Bronchalo.
¿CÓMO
RECIBIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO?
“Para recibir los
dones del Espíritu hay que abrir el corazón; para ser amados hay que dejarse
amar”, apunta Domenech, y destaca que lo
más importante para recibir al Espíritu Santo es saberse necesitado de Dios.
Recordar que “no necesitan médico los sanos, sino
los enfermos”.
“En el Evangelio, Jesús
nos dice que nos conviene que Él se vaya para que venga el Espíritu Santo, y
si Él, a quien amamos y reconocemos como Señor, nos dice algo así, ¡qué
importancia tendrá el Espíritu Santo!”, exclama Silva.
ILUMINAR
CON LOS CARISMAS, PERO NO IR DE 'ILUMINADOS'
“Los carismas son
para iluminar, pero los hay que son unos iluminados”, lamenta Bronchalo, y Silva advierte que “hay
que tener cuidado con quien quiere tener la exclusiva del Espíritu Santo”.
“Hay gente
afectada por el iluminismo, o gente histérica, o con afán de protagonismo, o
engañados por el espíritu del mal, disfrazado de ángel de luz… Todo lo que sea
escandaloso no viene del Espíritu Santo”, señala,
y recuerda que todo esto debe estar “templado por
el discernimiento de la Iglesia”.
“A veces la gente quiere
tener el don que tiene el otro… Hay que discernirlo mucho, y tener
la humildad de sujetarte a un director espiritual, alguien que te dé luz sobre
si eso es o no de Dios”, pide Domenech, que recuerda a
santa Teresa de Jesús.
En sus moradas -cita- la santa
apuntaba que aquello que no va cubierto de un velo de verdadera humildad no es
de Dios.
El episodio concluye con dos
recomendaciones de libros: La sobria ebriedad del Espíritu,
del que ha sido predicador de la Casa Pontificia con los tres últimos papas,
Raniero Cantalamessa, y En la escuela del Espíritu Santo (Rialp),
del popular autor francés Jacques Philippe
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