No he dicho nada sobre la llamada “inteligencia artificial”, pero mi postura se ha mantenido inalterada desde el principio: es completamente imposible que la ciencia cree verdadera racionalidad. Los impresionantes programas producirán lo que tengan en su programación; incluso si esos programas pueden hacer cambios en la misma programación. Un ordenador nos puede sorprender por los datos que nos otorgue, pero nada saldrá fuera de lo que se metió. Y eso aunque el ordenador pueda aprender. Pero aprenderá según el programa que tenía desde el principio.
Por eso,
no debería llamarse “inteligencia artificial”, sino
“programas de
autoaprendizaje”. Si fuera posible crear un programa que
empezara tamquam tabula rasa, en blanco, eso
sí que sería inteligencia, racionalidad, razón. Pero si todo lo que aprenda,
todo lo que se automodifique, es agua que va a discurrir por los surcos
dispuestos desde el principio, eso no es inteligencia. Aunque ofrece una
notable impresión de poseer racionalidad. Parece que tiene inteligencia; y algo
sí que tiene: los caminos inteligentes que dispuso su creador al principio en
su programación. Esa inteligencia enlatada es la que permanece y da esa impresión.
Como los
programadores disponen inteligentemente el modo en el que el programa
aprenderá, cada vez parecerá que esos programas son más verdaderamente
racionales.
P. FORTEA
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