Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está, Conviértete a Dios de todo corazón, y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo.
Aprende a
menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y verás que se
vienen a ti el reino de Dios. Pues el reino de Dios es paz y gozo en el
Espíritu Santo, que no se da a los malos.
Si
preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti, y te Mostrará su
consolación.
Toda su
gloria y hermosura está en lo interior, y allí se está complaciendo. Su
continua visitación es con el hombre interior; con él habla dulcemente, tiene
agradable Consolación, mucha paz y admirable familiaridad. pues, alma fiel,
prepara tu corazón a este Esposo para que quiera venirse a ti, y hablar
contigo.
Porque él
dice así: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y
vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Da, pues, lugar a Cristo,
y a todo lo demás cierra la puerta.
Si a
Cristo tuvieres, estarás rico, y te bastará. Él será tu fiel procurador, y te
proveerá de todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres.
Porque
los hombres se mudan fácilmente, y desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece
para siempre, y está firme hasta el fin.
No hay
que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea útil y bien
querido, ni has de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario o no te
atiende.
Los que
hoy son contigo, mañana te pueden contradecir, y al contrario; porque muchas
veces se vuelven como viento.
Pon en
Dios toda tu esperanza, y sea Él tu temor y tu amor.
Él
responderá por ti, y lo hará bien, como mejor convenga.
No tienes
aquí domicilio permanente: dondequiera que estuvieres,
serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres
íntimamente unido con Cristo.
¿Qué
miras aquí no siendo este lugar de tu descanso?
En los
cielos debe ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre.
Todas las
cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no
seas preso y perezcas.
En el
Altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo.
Si no
sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión de Cristo
y habita gustosamente en sus grandes llagas.
Porque si
te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo
sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los
hombres, y fácilmente sufrirás las palabras maldicientes.
Cristo
fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas,
Desamparado de amigos y conocidos, y en suma necesidad.
Cristo
quiso padecer y ser despreciado, y tú ¿te atreves a
quejarte de alguna cosa?
Cristo
tuvo adversarios y murmuradores, y tú ¿quieres
tener a todos por amigos y bienhechores?
¿Con qué se coronará tu paciencia, sin ninguna adversidad se te ofrece?
Si no
quieres sufrir ninguna adversidad, ¿cómo serás
amigo de Cristo?
Sufre con
Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo.
Si una
vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un poco de su
encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño;
antes te holgarías más de las injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús
hace al hombre despreciarse a sí mismo.
El amante
de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las
aflicciones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre
sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente.
Aquel a
quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es
Verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.
El que
sabe andar dentro de sí, y tener en poco las cosas exteriores, no busca
lugares, ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos.
El hombre
interior presto se recoge; porque nunca se entrega todo a las cosas exteriores.
No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación necesaria a tiempos; sino
que así como suceden las cosas, se acomoda a ellas.
El que
está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos famosos y
perversos de los hombres.
Tanto se
estorba el hombre y se distrae, cuando atrae así las cosas de fuera. Si fueses
recto y puro, todo te sucedería bien y con provecho.
Por eso
te descontentan y conturban muchas cosas frecuentemente, porque aún no has
muerto a ti, del todo, ni apartado de todas las cosas terrenas.
Nada
mancilla ni embaraza tanto el corazón del hombre cuanto el amor desordenado de
las criaturas.
Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás contemplar las cosas celestiales, y gozarte muchas veces dentro de ti.
Al
copiar este artículo favor conservar o citar la Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS
Publicado por Wilson f.
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