Hace un año, debería haber habido un gran acuerdo entre Estados Unidos, Europa, Canadá, Australia, Japón y otros países para dar dinero para la investigación en una vacuna. Los resultados de todos los laboratorios deberían haberse podido compartir sin restricciones.
Después,
las naciones hubieran premiado las inversiones en investigación de un modo equitativo. Algo
fácil, porque el precio de las varias vacunas debería haber estado regulado para
todo el mundo. Las farmacéuticas podrían haber sacado beneficios, grandes
beneficios. Pero no se hubiera dejado todo a la oferta y demanda
como ahora.
Un
sistema como el que propongo no hubiera sido aceptado por algunas naciones,
pero sí por las más importantes de Occidente. La industria farmacéutica tiene
sus instalaciones en países de Occidente.
Para
dirimir las cuestiones de equidad, se podría haber creado una comisión de diez
técnicos expertos
en esta industria, hombres independientes. Su misión hubiera sido
ser equitativos. No se trata ni de perjudicar a la industria
privada ni a ningún país, sino de organizar
de un modo justo este asunto de los precios finales, de la circulación de
información, etc.
Pero no,
no se hizo así. Ingenuamente, la Unión Europea dio millones de euros para la
investigación y después se sorprendió de que imperara la oferta y la demanda.
Qué extraño. Nadie se lo esperó.
Bien,
este es otro ejemplo de la poca capacidad de los que nos gobiernan en todas
partes. A mí esto se me ocurrió desde el principio y a millones de personas
más. Pero las farmacéuticas seguro que dijeron: “No,
no, imposible. Esto solo se soluciona si nos dejan a nosotros solos”.
Por
supuesto que los países pobres han sido abandonados a su suerte. Les darán algo
para no decir que no les ha tocado ninguna parte del pastel. Pero hasta dentro
de años van a estar desasistidos.
P. FORTEA
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