HOMILÍA III SEMANA DE CUARESMA
Padre Pedro Pablo Silva, SV
Lc 11,14-28
JESÚS Y BELZEBÚ
Una
casa dividida contra sí misma
Estaba expulsando un demonio
que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y
las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios».
Otros, para ponerle a prueba,
le pedían una señal del cielo. Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y
casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo,
¿cómo va a subsistir su reino? Porque decís que yo expulso los demonios por
Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan
vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces.
Pero si por el
dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de
Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en
seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en
las que estaba confiado y reparte sus despojos». «El que no está conmigo, está
contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama».
HOMILÍA
Si
meditamos un poco acerca de la vida humana, podemos constatar cómo tantas veces nosotros queremos dar una
dirección a nuestra existencia y no nos resulta.
Y no solo no nos resulta a nosotros como lo deseamos…, no les resulta a los
hombres más eminentes y a tantas personas a lo largo de la historia. Basta con
mirar las propuestas de los políticos, que se presentan como nuevos «mesías», capaces de solucionar los problemas del
mundo, y vamos todos de mal en peor. Y entonces uno se pregunta: “Bueno, ¿y cómo realmente acertar en la vida humana?”.
En este sentido, es de gran
importancia de ajustar nuestro juicio a la
verdad de las cosas, y esto en
todos los órdenes. Y conocer la verdad tal cual es dado nuestro entendimiento,
que puede conocer la verdad pero que debe también reconocerse limitado. No es
el entendimiento humano como el divino y, por supuesto, tampoco lo es como lo
afirman los filósofos racionalistas, como si fuese lo absoluto («el pensar funda el ser»).
Karol
Wojtyla, Arzobispo de Cracovia, que era un hombre que en su propia juventud
vivió lo tremendo del nazismo y después se le vino encima el comunismo, es decir que no fue un hombre
que vivió así como en la superficialidad de la vida, sino que sabía profundamente lo que era la maldad humana, predicando al papa Pablo VI en 1976 y a la Curia
romana los Ejercicios espirituales, dice que: “el
mundo moderno no se entiende sin el capítulo 3º del Génesis”. Es decir,
que si yo quiero entender qué es lo que está pasando hoy día, yo tengo que
remitirme necesariamente al capítulo 3º del Génesis. ¿Y
qué trata el capítulo 3º del Génesis?: de la
tentación de Eva y del pecado original.
En
ese capítulo aparece un personaje misterioso que es el que trata hoy día el
Evangelio. Y ese personaje misterioso es
el demonio. Es realmente algo que vale la pena pensarlo, que vale la pena
estudiarlo, porque si no lo hago, no tengo la baraja de los naipes sobre la
mesa. Yo no conozco toda la realidad si omito este tema, y entonces no deberé
extrañarme que las cosas no salgan como yo quiero. Porque este personaje es muy
importante, tiene que ver directamente con mi vida y con la vida del mundo.
Pertenece
a la fe católica la creencia en el demonio; y yo diría mucho más, pertenece a la experiencia humana de cualquier
persona que quiera ver la verdad. El Evangelio de hoy día nos trata de la
posesión. La posesión es una de las formas por las cuales actúa el demonio,
pero puede hacerlo de diversas formas y grados, y con todos nosotros está
actuando permanentemente. Quiere tomarnos, quiere llevarnos a su cauce, quiere
perdernos eternamente y está ahí, maquinando, tentando y acusándonos ante Dios
día y noche. Está dentro de mi conciencia. Está sugiriéndome ideas, imágenes,
sugestiones.
Entonces,
¿qué tengo que hacer yo frente al demonio? Bueno, primero reconocer que es verdad que existe, que está vivo y que
quiere perderme para siempre. Segundo, no tenerle miedo. Si uno escucha gritar
en un poseso, la primera reacción es de mucho miedo. Un amigo exorcista, nos
cuenta, cuando estaba practicando un exorcismo, invitaron al Vicario general de
la diócesis en que estaba, un hombre alto. Y entonces, como la sesión era
bastante horrible, el Vicario General, que era un hombre muy fuerte le dijo: “Mira, por favor, la próxima vez no me invites más a esto
porque es muy espeluznante”. Pero mi amigo exorcista no le tenía miedo y
no hay que tenerle miedo. Es decir, el demonio no podrá hacernos nada si
nosotros estamos premunidos de aquello que sabemos que lo vuelve absolutamente
ineficaz, que son los sacramentos, la confesión, la comunión frecuente y, sobre
todo, el amor a la Virgen María y al Santo Rosario.
En
mi caso, siempre estoy estudiando cosas de Satán, del exorcismo. Hace días atrás leí el enojo
del demonio contra un sacerdote, acerca del cual decía: “No puedo con él, no puedo, no puedo, por más que trato, no puedo”.
Porque la oración y el Rosario de este sacerdote, que lo envuelve y lo protege,
no deja que él pueda penetrar en su corazón.
Entonces
debemos saber que él no podrá con nosotros mientras nosotros tomemos las armas adecuadas. Por el contrario, si
nosotros no tomamos los medios que Dios ha dispuesto para esta guerra, él nos
doblegará a sus pérfidos fines, que son la perdición ¡eterna!
¿Y
qué hace el demonio? Primero nos hace sufrir horrible, a través del pecado. San
Pablo enumera en la primera lectura de hoy una serie de pecados que son muy
tremendos. La fornicación, la envidia, la inmundicia, que es el homosexualismo
querido y practicado activamente, etc. Todo aquello que está –como dice nuestro
Señor- en el corazón humano. El pecado destroza la vida humana, hace muy
infeliz.
Yo tengo varios amigos
exorcistas acá en Chile, y leyendo los libros del padre Amorth, que ha sido un
gran exorcista, y ellos afirman que la gente que recurre a ellos es gente que
ha sufrido y sufre horrores inimaginables… Y el demonio va y nos dice “Mira, come, come, te va a ir bien, ¡hazlo!”. Y
después que comiste te mata, te destroza.
Pero
lo que él quiere, sobre todo, es llevarnos a la perdición eterna. Ese es su
cometido fundamental. Es decir, que por la eternidad, por los siglos de los
siglos, no estemos junto a Dios. Y eso es sí, sucede, es una realidad que no
podemos ocultar detrás de un falso mensaje de misericordia.
Al
Padre Pío, como es sabido, lo atacaba mucho el demonio, lo tomaba y le pegaba… Los
frailes que vivían con él estaban acostumbrados pues, al pasar por fuera de la
celda escuchaban gritos y ruidos terribles. El Padre Pío lo llamaba “Barba Blue” (Barba Azul). No le tenía temor,
ninguno. Y sabía que si Dios permitió la existencia del demonio es para nuestro
bien. Uno podrá replicarme: «¿Pero cómo, Padre,
usted me dice eso, un personaje de esta naturaleza, que es terrible, va a estar
está hecho para nuestro bien?». Siendo Dios, bueno, ¿cómo habría permitido la existencia del demonio sino es
para algo bueno? Si Dios permite y autoriza que él nos tiente y nosotros
lo resistimos, ello nos ayuda poderosamente en el progreso espiritual. Tenemos
que sacar provecho de este tablero de ajedrez que es la vida humana.
Entonces,
él trata de ganar la partida y mientras más él trata de
vencer, más nosotros le oponemos resistencia y nos acercamos a Dios. Y sabemos
que podemos darle un jaque mate y ganar. Siempre de la mano de la Virgen María.
Es
importante tomar la vida humana con realismo, con verdad y reconocer los elementos que están en este «juego de ajedrez». Debemos saber que el demonio
está al acecho como león rugiente buscando a quien devorar. Por tanto se trata
de vencerlo por la gracia de Dios y sacar provecho espiritual de sus tentaciones.
Un
país dividido no puede salir adelante. Una familia disgregada no
progresa. Una comunidad religiosa desunida va camino a perderse. Eso es lo
propio del demonio. Lo propio del Espíritu Santo es la unidad y la paz.
Y así, la existencia del
demonio durante el transcurso de la vida humana se transforma en un aliciente,
en una ayuda para que nosotros nos unamos más a Cristo y a la Virgen María.
Vamos
a pedir esto en esta santa Misa, sin temor ninguno, con mucha confianza, incluso diría yo con paz profunda, que es lo que
el demonio no puede dar. Vamos a pedir esa unidad y esa paz, y la vamos a pedir
siempre por mano de aquella Mujer, la verdadera Mujer, que le aplastó la cabeza
al demonio, nuestra Madre, la Virgen María.
Que así sea.
Schola Veritatis
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