"Una mujer fuerte ¿quién la encontrara? Vale
mucho más que las perlas." (Prov.31, 10)
“La puerta del Paraíso, cerrada por la culpa de
Eva, se nos vuelve a abrir por ti, oh Virgen María”.
(Antífona de la Misa de la Sma. Virgen)
(*) En la localidad del
Suyuque, provincia argentina de San Luis, enclavado en la entraña de una
montaña, sobre la falda occidental de las Sierras se encuentra el Convento de
Monjas Benedictinas Nuestra
Señora de la Fidelidad. Como
un castillo. Tal vez como un Alcázar…
En todos los tiempos, pero muy
especialmente en los que nos ha tocado transitar -entre alardes feministas y
dudosas proclamas libertarias que no hacen sino afianzar la esclavitud más
espantosa, en que las víctimas no quieren liberarse-, esta preciosa advocación
de Nuestra Madre debería interpelarnos quizá más fuertemente sobre el umbral de
un nuevo año, pensando en lo que es crisol y prueba de la fidelidad: el cambio,
o la pura temporalidad.
¿ELOGIO DEL CAMBIO?
Hay por allí algún poema que
llama la atención sobre el hecho de que Nuestro Señor, el que Es, el
Todopoderoso, ha querido venir al mundo despojándose de su riqueza para hallar
entre los hombres lo único que no encontraría en los Cielos: nuestra Pobreza… ¿Y qué es lo que nos hace pobres, sino precisamente el
tiempo, en que se inscribe nuestro ser de criaturas? La vida en esta
tierra es por esencia lo mudable, el cambio, la precariedad.
En el cambio radica, pues, no
la riqueza, sino precisamente nuestra pequeñez y miseria.
-¿Qué
tienes, hombre, que puedas asegurar que lo tendrás en el próximo instante? Nada
absolutamente, a excepción sólo de tu alma. Nada corporal, y ni siquiera los
dones espirituales, si la gracia nos faltara. Sólo del alma desnuda podemos garantizar
la pervivencia en el próximo minuto, y por los próximos mil años…
Y sin embargo, como necios
–aún en el seno de la propia Iglesia- muchos
andan detrás del cambio permanente como si se tratase de una riquísima prenda;
nos jactamos del capricho en vez de reconocer que el auténtico tesoro, el único
que resplandece en medio de los vientos azarosos del tiempo, es el que lleva el
signo de la permanencia.
Así, tras un terremoto o la
tormenta, se yergue victorioso lo que ha soportado la sacudida y la violencia, permaneciendo incólume tras las ruinas.
No se trata de arqueologismo,
sino de admitir que necesariamente, nuestra condición temporal entraña per se, la caducidad, que es ante todo,
pérdida y desgaste. Por el contrario, cuando algo no sufre merma siendo testigo
de los siglos -como es el caso de algunos metales o piedras preciosas-, decimos
de ellos que son más nobles, y su posesión puede ofrecerse como prenda de
segura garantía. Se ofrecen así en
calidad de depósito, como acreedores
de confianza.
¿Por qué será
entonces que algunos hombres han creído que es título de gloria ser paladines
del cambio por el cambio mismo? El carácter positivo de éste puede estar cifrado en un movimiento
determinado hacia la posesión de un estado de acabamiento y perfección que no
se tiene aún, al que se aspira, y para llegar al cual es preciso mudar,
haciendo correcciones a nuestra pobreza, desde ya, pero de allí a “subirnos a la ola” como si ésta pudiese superar
al Mar… ¿no es necedad mayúscula?
Así también, resulta que ante
el horror más grande de la historia, que fue el escarnio de la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor en el Calvario, María Santísima nos dio el modelo más acabado
de permanencia, en la cual se labra la Fidelidad.
–¿Qué
hacía la Madre entonces, junto a la Cruz?
– Permanecía de pie.
Estaba…
Y luego de la Hora más oscura
de la historia, no se mudó la Virgen,
porque permaneciendo fiel, es Maestra de Esperanza.
Y allí también está -pues permanece- en esta hora del calvario
de la Iglesia, dividiendo aguas como se dividen ovejas de carneros.
¿Acaso hay ornamento más resplandeciente para lucir
en el alma, que el de la Fidelidad, cuando parece que ya no queda nada?
¿No es acaso esta
prenda la que purifica las túnicas de quienes vienen de la gran tribulación y
se han bañado en la Sangre del Cordero (Ap.7, 9-14)? Y esta fidelidad es el nombre
que dice a la vez Fe y Fortaleza.
Como faro en tormenta, enhiesta como torre resistente, es Nuestra
Señora, la Virgen antes, durante y después del Parto, Reina del Cielo y de la Tierra
porque es la Madre del que es el Alfa y la Omega, Señor de la Historia; brújula
segura, por quien, mirándola y mirándonos en Ella -Espejo de Justicia-, nunca
habremos de perder el Norte.
Sólo por Ella y con Ella será posible quedarnos aún
al pie de la Cruz cuando casi todos se hayan ido.
Sin embargo, como decíamos
antes, a veces se piensa que por ser peregrinos, se trata de andar siempre
cambiando, buscando nuevos caminos. Y resulta que si perdemos la Estrella, dejamos de ser peregrinos, para convertirnos en
vagabundos… ¡Qué riesgoso es, por eso,
olvidar que la nuestra, además de Peregrina, es Iglesia Militante!
Pues el auténtico avance del cristiano no se mide en kilómetros horizontales recorridos,
sino en ascensos hacia el Sol de las almas. Como asciende quien se
sube a los hombros de gigantes -la Tradición de la Iglesia- y ve más lejos,
aunque algunos le reprochen que no camina, que está muy cómodo allí (¡y claro que lo está!), y que debe hacer “su propia experiencia"… Ésta es la suya, esta es la experiencia propia del cristiano:
vivir anclado a la
Verdad, con la claridad de la Mujer
vestida de Sol, que todo lo ilumina, y sin quien todo se oscurece, como las
tenebrosas herejías que ensombrecen las almas. Porque ¿cómo ser católico
sin Ella?… ¿Cómo ser acogidos como hijos por el Padre si repudiamos o rebajamos
la dignidad de la Madre?
POR EL MINIMALISMO, HACIA LA APOSTASÍA
Por
esta razón, el minimalismo mariano -esa tendencia perniciosa que rebaja o disimula
las grandezas de María en doctrina y espiritualidad-, es una pendiente
sumamente peligrosa que comienza con las más “piadosas”
excusas y termina desbarrancándose hacia profundidades insospechadas. El camino descendente es siempre rápido, y
la vía más expeditiva para precipitarnos en el abismo es la ofensa o desprecio
a Ella, sin la menor duda. Y esto sucede tanto con las almas como con
las sociedades. ¡Ay de las naciones que toleren
pasivamente las ofensas a la Madre de Dios!
¡Y ay de los
cristianos que toleren pasivamente las blasfemias a Ella en el propio seno de
la Iglesia! ¿Qué nombre poner ya a los mercenarios que fungen de pastores y son
lobos feroces encubiertos, como los Masiá y Cia.?
San Luis M. de Montfort
responde suficientemente a los que alegan el “peligro”
de una posible devoción exagerada a María Santísima que pudiese opacar
el culto debido a Nuestro Señor, como también lo hacía San Bernardo, cuando
exclamaba “De
Santa María nunca es bastante”, porque el verdadero y recto culto a Ella siempre conducirá, indefectiblemente, a
un más perfecto conocimiento y culto debido a Jesucristo.
Con ese tipo de pruritos,
pues, se ha ido quitando del lenguaje todo superlativo –Santísima, Purísima,
Reina, etc…- para ir reduciendo progresivamente todo apelativo a Ella al mínimo
posible. Restando adjetivos, en muchos casos ha quedado simplemente su nombre,
María, que aunque llena al universo de belleza, es también pasible de ser
equiparado con el nombre de la señora de la esquina, eliminando en la expresión
vocal la hiperdulía -veneración suma- que Le es exclusiva frente a toda otra
creatura, por ser la Reina de todo el Universo.
Luego está también,
claro, el pretexto del ecumenismo, cuyas falsificaciones no son cosa nueva.
A este maltrato, que en
lenguaje vulgar le llaman “ninguneo”, le
sigue en el peldaño inferior el “respeto” a
la presunta libertad de expresión (sic) que suele incluir hasta la blasfemia,
en cuyo clima hediondo la ofensa es primero tolerada, luego justificada y
finalmente aplaudida y livianamente secundada…
A veces explícitamente, pues,
pero otras veces de manera insensible, se ha ido desdibujando el verdadero
rostro de la Madre de Dios convirtiéndola en “una
buena señora, como las demás” (¡¡¡??), una “Dulce
Doncella” más parecida a “La Novicia
Rebelde” o a un inocente dibujito animado, que a la que aplasta la
cabeza de la Serpiente infernal, y que sin renunciar a toda su belleza y
dulzura, es también “terrible como ejército en
orden de batalla” pues Ella sola ha vencido a todas las herejías.
LA MUJER FUERTE EN LAS LETANÍAS LAURETANAS
En esta época en que la
prédica feminista propaga una verdadera falsificación de la Mujer Fuerte hay
que decir que ésta existe, pero su fortaleza no radica en el combate
revolucionario marxista, ni en el ridículo enfrentamiento u oposición con el varón,
sino en las gigantescas virtudes de la Humildad, la Obediencia y la Pureza, la
tríada que enfurece y desespera a las legiones infernales.
Algunas letanías lauretanas
son también muy elocuentes para meditar este misterio y paradoja. Son las que
se refieren a María Santísima como Torre, ya que ésta recoge una la
tradición emblemática de la mujer como atalaya, fortaleza y ciudadela con una
identidad místico simbólica entre ellas, como la que hay entre María Santísima
y la Iglesia, tipo de la Jerusalén Celestial hacia la cual peregrina y por la
cual combate su lid el caballero contra el Dragón infernal.
En su esplendente belleza, es
para el Vble. Obispo J. Torras y Bagés, un “aliciente para nuestra perezosa voluntad en
el ejercicio de la virtud”, y nos recuerda entonces al
Castillo Interior de Santa Teresa, en cuyo centro está el templo y la Sede del
Rey.
En este sentido, la imagen de
la torre o del castillo va ligada a la idea del Tesoro en íntima unidad
semántica: la Mujer es torre almenada
que resguarda y custodia el Tesoro -que es Cristo-, pero que asimismo debe
defenderse como un tesoro. Tanto la torre como el castillo o fortaleza
son signos inequívocos de la presencia de Dios y símbolos de su presencia,
trascendencia y firmeza inconmovible, emblemas de Su protección que corona las
pruebas de la marcha -el ascenso- o el combate.
Y lo que a Dios corresponde
por naturaleza, a María conviene por gracia como Su madre. Así, Sor María Jesús
de Agreda llama a Nuestra Señora “la mística Ciudad
de Dios”, autorizándonos a pensar en Ella como la plaza fuerte donde el corazón halla reposo, albergue y
muralla; es refugio seguro contra todo
enemigo y que colma todo anhelo a quien ha librado el buen combate de la fe.
Esta simbología está presente
en el periplo del héroe de la literatura medieval, en cuya concepción femenina
la imagen de María Santísima ofrecía un modelo inequívoco, que hoy es
reemplazado por una meretriz “liberada” tanto
de la familia como de la fe, bajo los dictados de la Revolución.
NUESTRA SEÑORA NOS PIDE…
Así cobra nueva
relevancia el pedido que Ella nos hizo de la Comunión reparadora de los Cinco Sábados de mes por las peores blasfemias con que es ofendida, a
saber:
1)
contra su Inmaculada Concepción;
2)
contra su Virginidad perpetua;
3)
contra su Maternidad Divina, negándose al mismo tiempo a reconocerla como
Madre de los hombres;
4)
Las de aquellos que públicamente tratan de infundir en los corazones de los
niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia Ella;
5)
Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en sus Sagradas Imágenes.
Hoy no podemos sino ver la
tremenda actualidad de este pedido, pues estas ofensas van de la mano con una
proliferación nunca vista de la impureza y hasta de la misma degeneración, no
sólo en el mundo sino hasta en el seno de la propia Iglesia.
No hay duda de que la saña
demoníaca se ha cebado en lo que más atañe a la Encarnación -el misterio que
más aborrece-, la Madre de Dios e Inmaculada Concepción, purísima
creatura, pero superior a todos los ángeles.
POR ELLO LA CORRUPCIÓN DE LA MUJER, Y A TRAVÉS DE
ELLA, EL ATAQUE A LA FAMILIA, Y A LA INFANCIA.
En uno de los
mensajes del Movimiento Sacerdotal Mariano, que tantos frutos de gracia ha
cosechado entre sus miembros, también nos señala:
“…Mirad cada vez
más a la Mujer vestida del Sol, que tiene la misión de preparar a la Iglesia y
a la humanidad para la venida del Gran día del Señor. Los tiempos de la
batalla decisiva han llegado. Ha descendido sobre el mundo la hora de la
gran tribulación, porque los Ángeles del Señor son enviados, con sus flagelos,
para castigar la tierra. Cuántas veces os he invitado a andar por el camino de
la mortificación de los sentidos, del dominio de las pasiones, de la modestia,
del buen ejemplo, de la pureza y de la santidad. Pero la humanidad no ha
acogido mi invitación y ha seguido desobedeciendo el sexto mandamiento de la
Ley del Señor que prescribe no cometer actos impuros. Al contrario, se ha
querido exaltar tales transgresiones y proponerlas como la conquista de un
valor humano y un modo nuevo de ejercitar la propia libertad personal. De ese modo hoy se ha llegado a legitimar
como buenos todos los pecados de impureza; Se ha comenzado por corromper la conciencia de los
niños y de los jóvenes, llevándolos a la convicción de que los actos impuros
cometidos solos ya no son pecado; que las relaciones prematrimoniales en el
noviazgo son lícitas y buenas; que las familias pueden comportarse libremente y
recurrir también a los medios para impedir los nacimientos.
Se ha llegado hasta la justificación y la exaltación de los actos impuros
contra natura, incluso a proponer leyes que equiparan a la familia la
convivencia de homosexuales.
Nunca
como hoy, la inmoralidad, la impureza, y la obscenidad son continuamente
propagadas a través de la prensa y de todos los medios de comunicación
social.(…)
Los locales de diversión, en particular el cine y las discotecas, se han
vuelto lugares de pública profanación
de la propia dignidad humana y cristiana. Es el tiempo en el que el
Señor nuestro Dios es continua y públicamente ofendido con los pecados de la
carne.
(…)
Por eso os invito a andar por el camino del ayuno, de la mortificación y de la
penitencia.
–A los niños les pido que crezcan en la virtud de la pureza y en este difícil camino sean ayudados por los padres y los educadores.
–A los jóvenes les pido que se formen en el dominio de las pasiones con la oración y la vida de unión Conmigo, y que renuncien a ir a los cines y a las discotecas donde está el grave y continuo peligro de ofender esta virtud tan grata a mi Corazón Inmaculado.
–A los novios les pido que se abstengan de toda relación antes del matrimonio.
–A las familias cristianas les pido que se formen en el ejercicio de la castidad conyugal y no usen nunca medios artificiales para impedir la vida, según la enseñanza de Cristo, que la Iglesia también hoy propone con iluminada sabiduría. ¡Cuánto deseo de los Sacerdotes la escrupulosa observancia del celibato y de los Religiosos la práctica fiel y austera de su voto de castidad! (…) Por lo tanto, en estos tiempos, os invito a todos a dirigir vuestra mirada a Mí, vuestra Madre Celeste, para ser confortados y ayudados.” (Dongo, 13-10-1989, aniversario de la última aparición de Fátima)
–A los niños les pido que crezcan en la virtud de la pureza y en este difícil camino sean ayudados por los padres y los educadores.
–A los jóvenes les pido que se formen en el dominio de las pasiones con la oración y la vida de unión Conmigo, y que renuncien a ir a los cines y a las discotecas donde está el grave y continuo peligro de ofender esta virtud tan grata a mi Corazón Inmaculado.
–A los novios les pido que se abstengan de toda relación antes del matrimonio.
–A las familias cristianas les pido que se formen en el ejercicio de la castidad conyugal y no usen nunca medios artificiales para impedir la vida, según la enseñanza de Cristo, que la Iglesia también hoy propone con iluminada sabiduría. ¡Cuánto deseo de los Sacerdotes la escrupulosa observancia del celibato y de los Religiosos la práctica fiel y austera de su voto de castidad! (…) Por lo tanto, en estos tiempos, os invito a todos a dirigir vuestra mirada a Mí, vuestra Madre Celeste, para ser confortados y ayudados.” (Dongo, 13-10-1989, aniversario de la última aparición de Fátima)
Podemos concluir entonces que el conocimiento y estima de las verdades
referidas a María Santísima no son mero ornato de fe, sino algo fundamental
para resistir los aires de “cambios y novedades” que
haciéndose pasar por “soplo del Espíritu” no
son sino tempestades aciagas que buscan derribar la Torre.
No vacilemos, pues, teniendo
siempre presente que al Corazón
Inmaculado de María pertenece la victoria definitiva sobre la serpiente
infernal.
Con nuestro corazón encaramado en la Torre, que es también Estrella de
la mañana, distingamos claramente a los enemigos del alma para combatirlos
desde este refugio inexpugnable.
Nunca se nos ha dicho que debamos ser mayoría, pero sí que seamos
fieles; el Pequeño Rebaño fiel, que no ha de tener miedo y perseverar como en el Gólgota, sin bajar las
banderas.
Nuestra Señora de la
Fidelidad, en este nuevo Año del Señor, y hasta el último suspiro, ¡ora pro nobis!
Les deseamos muy Feliz y Santa Navidad y Año Nuevo
a todos nuestros lectores.
(*) El presente
post fue escrito originalmente para la Revista San Miguel de Canadá, diciembre
de 2018.
————————————————————————————————————-
Nos adherimos a la
Súplica filial para que NO se confunda
a los fieles elevando a los altares al obispo pro-marxista montonero Angellelli
-
Agradecemos su firma
en el sitio Liga Católica
y difunda:
“Nuestra
Señora del Santísimo Rosario de Fátima, tú que has vencido al comunismo en la
Unión Soviética no permitas que sus errores esparcidos por el mundo sigan
haciendo estragos en la Iglesia a quien Cristo llamó a ser Luz del mundo. Madre
de Dios hoy recurrimos a ti angustiadamente porque la confusión reinante quiere
hacer pasar por mártir, amigo de los pobres y ejemplo de pastor a Mons.
Angelelli, a quien un accidente providencial libró de que siga haciendo daño a
tus fieles con ideologías marxistas que llevan a la lucha de clases, odios
intestinos y a perder la fe .(…)
Madre
de Dios y Madre Nuestra, no nos abandones en esta hora aciaga en que los
estertores del mundo aumentan y ya se oyen las trompetas de los ángeles,
míranos con ojos misericordiosos y aumenta nuestra Fe, Esperanza y Caridad ya
que Cristo predijo que la fe sería difícil de hallar, la Caridad se enfriaría y
a su mismo Vicario los demonios lo zarandearían como el viento al trigo. Amén.”
Mª Virginia
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