Desde hace casi un
año, al regresar del I Encuentro de Formación Católica de Ecuador celebrado
en abril de 2018, traía pendiente un post sobre una aparición de Nuestra Señora
en esa querida nación que nos ha conquistado para siempre el corazón.
Hoy, que con gran pesar
debemos resignar por el momento nuestra esperanza a seguir organizando los
Encuentros en Quito, volvemos la mirada nuevamente a Ella, y tratamos de saldar
aquí nuestra deuda, compartiendo con nuestros lectores la maravillosa historia
de Ntra. Señora del Buen Suceso.
Vista la impresionante actualidad de sus profecías y
advertencias se comprende muy bien que se haya procurado silenciarla bajo un
manto de olvido, tal como sucedió en La Salette o en Akita, “continuación
de Fátima” según afirmara el entonces Card. Ratzinger.
Providencialmente, un día como
hoy, 16 de enero pero de 1599, Nuestra Señora manifestaba que Ecuador sería una república libre,
anticipando casi tres siglos el futuro gobierno católico del brillante
estadista y verdadero mártir Gabriel
García Moreno, que bien debería ser propuesto como patrono de la Doctrina
Social de la Iglesia, activándose su proceso de canonización.
Hoy, que la “maldita secta” (como llama la Sma. Virgen a la
Masonería) se enseñorea insolente en las legislaciones de tantas naciones
cristianas, urge tener muy presentes las advertencias de la Reina del universo
para no bajar las banderas de Cristo Rey y seguir dando testimonio en todos los
órdenes de nuestra vida donde es soslayado o directamente negado.
Destacamos la aparición del 2
de febrero de 1634, en la cual “…La luz del
santuario se apagó. La Virgen explica a la madre Mariana de Jesús, que esto
representa a la Iglesia del siglo XX,
y explica los cinco significados de aquel acto simbólico: según Nuestra Señora, la luz que se apaga representa en
primer lugar, la difusión de herejías
en el siglo XIX y XX que apagarán la preciosa luz de la fe en las almas.
En segundo lugar, la gran catástrofe
espiritual en el convento y, por extensión, de toda la Iglesia.
Tercero, la gran impureza que saturará la
atmósfera. ‘Como un mar sucio, inundará las calles, las plazas y los puestos
públicos con una sorprendente libertad -dijo-. Así, no habrá almas vírgenes en
todo el mundo’.
En cuarto lugar, la corrupción de la inocencia de los niños y la
crisis del clero.
Quinto, la pereza y la
negligencia de los que serán testigos al observar su Iglesia oprimida y
perseguida y el triunfo del demonio, sin emplear sus riquezas para atacar el
mal y restaurar la fe.”
Mª Virginia Olivera
No hay comentarios:
Publicar un comentario