El pecado solitario
o inmundicia, conocido popularmente como masturbación, consiste en abusar del
propio cuerpo excitando los órganos genitales para procurarse voluntariamente
el placer hasta el orgasmo. A veces, se comienza por mera curiosidad; pero si
no se corrige esta inclinación se convierte en un vicio obsesivo que esclaviza
a la persona y le desinteresa por todo lo demás: como le pasa al drogadicto.
La masturbación
es un pecado mortal grave que ofende
mucho a Dios y que es un hábito vicioso que hay que tratar de cortar de raíz. Si se cae en él, no hay que desesperar sino hacer una pronta confesión y poner todos los medios para no volver
a caer.
Les ofrecemos algunos de los
medios más comunes que la Iglesia nos ha enseñado siempre, aunque es
recomendable una persona santa y docta que nos aconseje. Lo ideal es tener un director espiritual que nos recomiende
santas y piadosas lecturas y en su defecto un confesor habitual:
§ Oración y frecuentación de los sacramentos.
§ Devoción a la Santísima Virgen.
§ Evitar las ocasiones de pecado.
§ Estar ocupado, tener un plan de vida y un objetivo
claro.
§ Saber rechazar con firmeza los malos pensamientos.
§ Buenas lecturas, buenas compañías.
§ Meditar en la gravedad del pecado y eternidad del
infierno etc.
§ No desesperarse y seguir luchando.
Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae habla de este pecado, que se equipara a la inmundicia.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, pt. II-II, c. 154, a. 11: “Como dijimos ya antes (a.6 y 9), existe una determinada
especie de lujuria en la que hay una razón de torpeza que hace que el acto
venéreo sea malo. Esto puede darse bajo un doble aspecto. En primer lugar,
porque choca contra la recta razón, como sucede en todo vicio de lujuria.
En segundo
lugar, porque se opone también al mismo orden natural del acto venéreo
apropiado a la especie humana, y entonces se llama ‘vicio contra la
naturaleza’. Esto puede suceder de varios modos. Primero, si se procura la
polución sin coito carnal, por puro placer, lo cual constituye el pecado de
‘inmundicia’, al que suele llamarse ‘afeminación’.
En segundo
lugar, si se realiza el coito con una cosa de distinta especie, lo cual se
llama ‘bestialidad’. En tercer lugar, si se realiza el coito con el sexo no
debido, sea de varón con varón o de mujer con mujer, como dice el Apóstol en
Rom 1, 26-27, y que se llama ‘vicio sodomítico’. En cuarto lugar, cuando no se
observa el modo natural de realizar el coito, sea porque se hace con un
instrumento no debido o porque se emplean otras formas bestiales y monstruosas
antinaturales”.
Dice André Léonard, Profesor
de la Universidad de Lovaina: «Por su misma
naturaleza, la masturbación contradice el sentido cristiano de la sexualidad,
vivida como alianza de amor. (…) El ejercicio de la facultad sexual queda
privado de toda referencia afectiva con una pareja, en la medida en que el
sujeto se repliega sobre sí mismo, en el disfrute de sí mismo. (…) La
masturbación, privada del amor, deja a menudo insatisfecho a quien se entrega a
ella. Conduce al vacío y al disgusto.
»Debes tener el
coraje de pensar, y también decir, que la masturbación es un mal. Escucharás
con frecuencia argumentos que intentan defender que se trata de un
comportamiento inofensivo, tan anodino como el beber, comer o transpirar. Es
preciso desmontar esas razones. (…)
«No es ciertamente
el pecado más grave que puedas cometer. Pero eso no impide que te hagas su
esclavo, que te habitues a una sexualidad egoísta, y que asfixie en ti la vida
espiritual».
La masturbación puede llegar a
ser algo obsesivo en la persona. Hace del placer sexual algo egoísta, cuando
Dios lo ha hecho para ser compartido dentro del matrimonio. Conozco casos de
matrimonios fracasados porque uno de los dos, esclavizado por la masturbación,
se negaba a las naturales expresiones de amor dentro del matrimonio. Quien se
deja esclavizar del vicio de la masturbación puede arruinar la armonía sexual
de su matrimonio. Una mujer joven se quejaba en la consulta de un médico de que
su marido tenía con ella muy pocas relaciones sexuales. Él reconoció, delante
de ella, que prefería masturbarse.
Quien tiene la desgracia de
verse esclavizado de esta mala costumbre debe poner el mayor esfuerzo en
corregirse cuanto antes. Este vicio encadena fuertemente, cada vez es más
difícil desligarse de él, y cuando tiene esclavizada a una persona, la
envilece, la embrutece, anula su voluntad, destroza su carácter, perturba el
desarrollo de su personalidad, debilita la fe, produce desequilibrio nervioso,
hace egoístas e incapacita para amar a otra persona.
«No se puede
abusar del organismo. La naturaleza pasa después la factura. El cuerpo humano
tiene sus límites. No se pueden gastar las energías destinadas al desarrollo
integral de la persona humana.»
Todos los médicos están de
acuerdo que cuando la masturbación es frecuente, conduce a la neurastenia. Y
cuando la masturbación es un vicio esclaviza como todos los vicios.
«La masturbación
es, con frecuencia, expresión de egocentrismo, (…) indicio de un desarrollo
retardado o detenido de la personalidad».
«Cuando la
masturbación se convierte en hábito, debe ser calificada como falta de madurez.
(…) Cuando la masturbación presenta síntomas de psicosis y neurosis, debe
buscarse la ayuda de un profesional que la someta a un tratamiento adecuado.(…)
Las fuentes que dan pábulo a la fantasía -lecturas, televisión, cine- han de
considerarse como la base de muchas acciones que no deberían haber tenido
lugar, si no hubiesen sido estimuladas».
Hay maníacos sexuales «que
buscan el placer una y otra vez por sí mismo, y caen, como los drogadictos, en
el círculo de una insaciable repetición, con el fin de superar en cada nuevo
intento, las incesantes frustraciones.
Estas partes del cuerpo deben
respetarse con delicadeza, y sólo tocarlas por necesidad, limpieza, higiene,
etc. Pero nunca tocar estos órganos sólo por gusto. Con eso no se juega.
Éste es un pecado degradante,
repugnante, inconcebible en una persona delicada. Sin embargo, si después te da
vergüenza confesarlo, entonces la desgracia es doble e irreparable.
Si tuviste la desgracia de la
caída, no permitas la de la vergüenza de confesarlo. Acude a un sacerdote y
ábrele tu conciencia para que te perdone y te ayude a salir de tan triste
estado. Ten confianza. Tienes remedio. Muchos empezaron esta mala costumbre sin
conocer su importancia. Bien porque lo descubrieron de un modo casual, bien
porque fueron enseñados por otra persona que intencionadamente quitó
importancia al asunto. Pero la masturbación es un vicio que puede esclavizar
fuertemente y transformar el carácter de la persona, y hasta sus convicciones
religiosas.
La masturbación
puede llevar a perder la fe. Muchas incredulidades han empezado en la
masturbación». El joven
siente inclinación a masturbarse, oye que la Iglesia lo prohíbe, y siente la
tentación de dejar la Iglesia que le prohíbe lo que le gusta hacer, y quizás le
cuesta trabajo evitar.
«Pero, por otro
lado, no podemos olvidar que la masturbación no contribuye a la superación del
problema sexual o de la tensión de un momento dado. Conduce, por sí misma, a la
larga, a una erotización mayor y a una obsesión creciente, de modo que a la
larga el problema no se soluciona. El sexo, no lo olvidemos, (Chauchard no se
cansa de repetirlo) está sobre todo en la cabeza. Tiene una capacidad
obsesionante tal, que la solución del problema sólo se logra cuando el hombre
consigue entregar su pensamiento a tareas que le ilusionen. La solución al
problema del sexo, y a una obsesión excesiva, sólo se encuentra de modo
indirecto, cuando el hombre consigue centrar su pensamiento en algo que le
ilusiona. He sido testigo de cómo muchachos que se han entregado con ilusión a
una ocupación deportiva, incluso en presencia de chicas, o a otro tipo de
ocupación, no tenían problema alguno sexual; mientras éste surgía siempre que se
dejaban llevar por el ocio».
Es fácil que quienes han
contraído el hábito de la masturbación experimenten un fuerte sentimiento de
culpabilidad capaz de destruir todo estímulo de vida y de producir un
permanente complejo de inferioridad.
El único tratamiento
pastoralmente eficaz es el de procurar abrir horizontes hacia expresiones
plenas de la afectividad y hacia tareas culturales, profesionales, sociales y
religiosas, que den sentido a sus vidas.
La gravedad de cada acto
masturbatorio no siempre es fácil determinarla pues depende de muchas
circunstancias y pueden darse atenuantes de la responsabilidad, aunque es un
pecado mortal, que hay que evitar. Se debe poner un serio empeño en evitarlo
por el peligro de caer en la esclavitud del hábito.
«Los trastornos
afectivos y algunas situaciones neuróticas provocan frecuentemente
manifestaciones de autoerotismo, que alcanza, a veces, un carácter convulsivo
claramente psicopático…Está comprobado que la masturbación ejerce siempre una
mala influencia, sobre todo en la psicología juvenil. Debilita la fuerza de
voluntad, la confianza en sí mismo, y perturba el desarrollo de la
personalidad. Crea melancólicos e introvertidos y, en el fondo, egoístas. La
masturbación es una satisfacción sexual egoísta, que marca a la persona y la
incapacita para el verdadero amor.»
La masturbación es, muchas
veces, un recurso barato y triste; una compensación, un consuelillo de segunda
clase por algún otro éxito de cualquier otro tipo que no hemos sido capaces de
conseguir. Con todo, no todos los actos masturbatorios son de la misma
gravedad. Cuando un joven tiene interés en corregirse y pone los medios que
tiene a su alcance aunque tenga caídas, éstas pueden tener atenuantes a su
culpabilidad. Siempre se puede acudir a Dios pidiéndole ayuda, pues Él nunca
abandona a los que acuden a Él, pidiéndole ayuda para algo bueno y conveniente.
Y como dice San Pablo: Todo lo puedo en Aquel que
me conforta.
En la adolescencia, la
masturbación puede aparecer como algo pasajero. Como eso de los granos. Pero si
es repetitivo, puede degenerar en hábito; y esto es grave. Lo lógico es que
deje un sentimiento de culpa. Sin duda es mejor dominarse que dejarse vencer.
Dominarse es señal de adultez. La victoria es señal de madurez. La caída es
señal de debilidad; por eso deja sentimiento de culpa.
«En la edad
madura, la masturbación puede ser síntoma de algo más serio, sobre todo si es
persistente. Puede indicar un estado de adolescencia mental, o alguna otra
deficiencia psíquica. Se encuentra, desde luego, en muchos tipos de demencia
senil y en el alcoholismo. En general puede aparecer en todos los estados
mentales, en los que se dé una descohesión de la personalidad que tenga por
consecuencia una pérdida de control de los instintos más primitivos».
A veces las caídas en la
masturbación no son por una intención lujuriosa. Son consecuencia de una
depresión, una angustia, una ansiedad que no permite conciliar el sueño, etc.
Casos así pueden remediarse con algún sedante inofensivo RECOMENDADO POR UN MÉDICO.
En una conferencia que le oí
en 1976 al Dr. D. José Mª Poveda Ariño, Jefe del Departamento de Psiquiatría de
la Universidad Autónoma de Madrid, titulada Ciencia y Doctrina Moral Sexual,
dijo que la masturbación es un fenómeno evitable por cualquier persona normal.
Y en los casos en que esta superación parezca difícil es perfectamente
asequible con los productos que un médico puede recomendarle.
En enero de 1976 el Vaticano
publicó un documento sobre Moral Sexual donde dice: «El
uso deliberado de la facultad sexual, fuera de las relaciones conyugales
normales, contradice esencialmente la finalidad de esta facultad» (nº5).
También dice este documento que «la masturbación es
un acto intrínseca y gravemente desordenado» (nº9).
Esto significa que el acto, “en sí mismo”, es siempre materia de pecado grave (“objetivamente malo”). Para determinar si el acto
de una persona concreta es pecado grave también habrá que considerar si se
cumplen las otras condiciones del pecado grave: que tenga uso suficiente de
razón como para saber lo que está haciendo y la malicia del acto, y que
consienta plenamente al mismo.
En 1983 el Vaticano ha
publicado otro documento sobre la educación sexual (Orientaciones educativas
sobre el amor humano)donde dice: «La masturbación
es un grave desorden moral».
Y aunque sólo Dios conoce la
responsabilidad moral subjetiva de cada acto, «de
ningún modo se puede sostener que en el campo sexual no se cometen pecados
mortales».
Pero no has de considerar
pecado todos los tocamientos en tus órganos genitales. Pueden ser pecado los
tactos encaminados a excitar el placer sexual; pero otros actos que se hacen
por necesidad o por higiene, no son pecado alguno. Y en las conmociones
orgánicas que sientas involuntariamente, reprime el consentimiento, y en paz.
No has pecado contra la pureza. Aprende a distinguir entre el sentir y el
consentir. Puede ser que a veces sientas movimientos contra tu voluntad en tus
órganos genitales. Acostúmbrate a prescindir de esas sensaciones.
El pecado no está en el
sentir, sino en el consentir. En el noveno mandamiento te expongo el modo de
luchar contra estas tentaciones molestas. Pero si tuvieras la desgracia de
haberte complacido voluntariamente en ese placer sexual, entonces manchaste tu
pureza.
El orgasmo, que es la sacudida
que experimenta el cuerpo con la satisfacción del placer sexual, es derecho
exclusivo de casados. Una persona soltera no puede ni procurárselo
voluntariamente ni aceptarlo si lo experimenta involuntariamente. A veces el
orgasmo se produce imprevistamente. En ese caso tampoco es lícito saborearlo
voluntariamente, aunque no se pueda evitar la sensación placentera. Pero cuando
ocurre durmiendo no es pecado alguno.
El placer venéreo
completo, el orgasmo, buscado directamente, sólo está permitido dentro del
matrimonio, dentro del acto conyugal.
Fuente principal: Padre Jorge Loring S. I.
Javier Navascués Pérez
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