El autor cuestiona
la frágil seguridad del escéptico, precisamente por la debilidad de su propio
relativismo. Pero no se queda ahí, y continúa afirmando que un valor vulnerado
y una ilusión desenmascarada se parecen mucho, y no hay nada más fácil que
confundirlos.
Por: Iván López Casanova | Fuente: Análisis y Actualidad
Un diálogo de Milan Kundera de
su libro La broma vale por
un tratado filosófico de mil páginas: “Si es usted
tan escéptico, ¿no ha puesto nunca en duda que las ilusiones de las que se ríe
sean solo ilusiones? ¿Qué ocurriría si se equivocase? ¿Si se tratara de valores
[reales] y usted fuera un destructor de valores?”. Así, para empezar,
cuestiona la frágil seguridad del escéptico, precisamente por la debilidad de
su propio relativismo. Pero no se queda ahí, y continúa afirmando que “un valor vulnerado y una ilusión desenmascarada”
se parecen mucho, “y no hay nada más fácil que
confundirlos”.
Y esta afirmación es genial. Porque viene a explicar que cuando alguien
confía en un valor y queda defraudado -por ejemplo, confió en la fidelidad de
su pareja y esa ilusión se quebró-, es muy posible que en lugar de reconocer el
fracaso -o alguna parte de culpa-, se niegue la existencia del valor de la
fidelidad: es absurdo confiar en el amor para toda la vida, es una idea
anticuada, es un sueño infantil. O sea, que se confunda el valor vulnerado -la
fidelidad- con el desenmascaramiento de su inexistencia, confirmando la
afirmación de Kundera.
Quiere decir esto que en tiempos en que tantas parejas se rompen -sin
jamás juzgar a nadie, esto lo primero y por delante- hay mucho riesgo de que se
generalice la negación de la posibilidad de ser fiel. Pero resulta que la idea
que se tenga sobre la fidelidad, a su vez, influye mucho sobre la propia
relación afectiva: ¡qué distintas resultan las crisis para las pareja que en
su fondo insobornable -la expresión tan bella de Ortega y Gasset – piensan que su
relación es para siempre y meditan mil modos para solucionar los problemas, de
los conflictos en la vida sentimental para las personas que empiezan a
cuestionar la continuidad de su relación!
Porque la duda mina la relación amorosa, la enrarece, la distorsiona. Y
la conduce a un círculo vicioso: a quien tiene dudas se le percibe distante y
se le trata, por ello, con menor cercanía, con menor sencillez, de modo más
cerebral -menos espontáneo- para no equivocar la palabra o la conducta, y no
ampliar esa distancia que se percibe; pero ese trato menos directo y, de algún
modo, menos sincero, agranda y refuerza la incertidumbre de la otra persona,
con lo que el círculo de la duda se amplía hasta terminar en desamor, a veces
ya irrecuperable.
“Solamente si alguna vez amaste / con uñas y con
dientes / sin red / sin salvavidas / aciertes a entender el vértigo insondable
/ que se extiende a los pies del desengaño”, reza el poema de Raquel
Lanseros que titula “La mujer herida”.
¿No les parece una expresión profundísima del dolor humano escondido tras la
ruptura de una relación que se esperaba fiel?
Pero Lanseros no
confunde los valores, y además de plasmar maravillosamente el desgarro de la
traición, también sabe cantar la poderosa fuerza del amor fiel. Y en el poema “Propósito de la enmienda”, cuyo título por sí
solo ya habla de perdón, de lucha por mejorar, deja escrito: “A veces me visita -ciego ahínco- / el monstruo de
los celos, la pereza, / la gula o el azote de la culpa. // De toda falta
humana, yo me acuso. // Si alguna vez te hiere por ejemplo / mi torpeza, mi
miedo o mi desidia, / perdóname, amor mío // Que más preciada empresa no
concibo / que deshojar mi vida mereciéndote”.
El amor se acompaña de sentimientos, pero se forja con una voluntad
firme. Por eso, me parece que hace falta una auténtica revolución de los besos.
Y es ésta, la de la persona que hace todo lo que puede por construir un amor
para toda la vida: no todo depende de ella, claro, pero ella es siempre fiel.
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