¡Ayer ya se fue, y
nada puedes hacer con relación a lo sucedido!
¡Sigue adelante!
¡No te lamentes
sobre la leche derramada!
Todas esas frases y dichos
venían a su mente, mientras se marchaba de la sala del tribunal. El matrimonio
de Jim había terminado. Era la primera persona que se divorciaba en su familia,
y esta realidad lo aplastaba.
¿Qué debe mi
familia, pensar de mí? Se preguntaba.
Un par de meses después, una
tarde nevada de invierno, proveyó la respuesta. Jim había viajado desde su casa
en el sur de Texas, a un pequeño pueblo situado en las Montañas Rocosas de
Colorado, para visitar a su hermano por la Navidad. Ya casi oscurecía cuando el
autobús se deslizó en el estacionamiento de una estación de servicio.
Enormes copos caían suavemente
y todo quedó cubierto de nieve. Jim estaba extenuado e inquieto, mientras
descendía del ómnibus. Repentinamente, encontró a Steve, su hermano mayor y Jim
quedó atrapado en un abrazo de oso de tal magnitud, que superaba a todos los de
su clase. Cuando Jim levantó la vista, vio a su padre parado a la orilla del
estacionamiento con una sonrisa en su rostro. El acto de bienvenida que le
habían ofrecido, le hizo sentirse amado.
Ese sencillo mensaje de amor y
aceptación transmitido en una tarde nevada de invierno, tuvo un profundo
impacto en la vida de Jim. No hizo desaparecer su pesar, como por arte de
magia, pero con el transcurso del tiempo le capacitó para ganar fortaleza y
aliento, cada vez que era recordado.
No importa lo que hayamos
hecho, somos valiosos y bienvenidos en el reino de Dios y cada día es por
cierto, un nuevo día. Henry Wadsworth Longfellow escribió esta verdad: “Cuando la marea esté más baja, es que ya va a cambiar su
nivel.”
Proverbios 28:20
El hombre fiel
abundará en bendiciones.
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