He aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera de mí mismo. Te buscaba
afuera, me precipitaba, deforme como era, sobre las cosas hermosas de tu
creación.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; estaba retenido lejos de
ti a través de esas cosas que no existirían si no estuvieran en ti.
Has clamado, y tu grito ha quebrantado mi sordera; has brillado, y tu
resplandor ha curado mi ceguera; has exhalado tu perfume, lo he aspirado, y
ahora te anhelo a ti.
Te he gustado, y ahora tengo hambre y sed de ti; me has tocado, y ardo
en deseo de la paz que tú das.
Cuando todo mi ser esté unido a ti, ya no habrá para mí dolor ni fatiga.
Entonces mi vida, llena de ti, será la verdadera vida. Al que llenas tú, lo
aligeras; ahora, puesto que todavía no estoy lleno de ti, soy un peso para mí
mismo…
¡Señor, ten piedad de mí! Mis malas tristezas, luchan contra mis buenos
gozos; ¿saldré victorioso de esta lucha?
¡Ten piedad de mí, Señor! ¡Soy tan pobre! Aquí tienes mis heridas, no te
las escondo.
Tú eres el médico, yo soy el enfermo. Tú eres la misma misericordia, yo
soy miseria.
-SAN AGUSTÍN-
Publicado por Wilson f.
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