Las profecías catastrofistas
no son algo nuevo en el cristianismo.
Para los cristianos, las
profecías de un apocalipsis inminente son casi tan antiguas como la misma
Iglesia. Los que predijeron el fin eran un grupo ecléctico, algunos con ideas
locas y enseñanzas extrañas. Incluyen un antipapa, un santo que montó al diablo
como un burro, y carismáticos sectarios que se vestían como prostitutas.
Algunos fueron inspirados por
sus falsas interpretaciones de las visiones que escribió Juan en el libro del
Apocalipsis.
Éstos son sólo algunos de los
más grandes – y en última instancia falsos – predicadores del apocalipsis de la
historia de la Iglesia.
MONTANO, SIGLO 2º
Sospechados
de posesión demoníaca y acusados de usar maquillaje como rameras, los
montanistas heréticos alborotaron a las iglesias de Asia en el siglo II dC, incluso
atraparon al principio al escritor cristiano Tertuliano.
Su fundador,
Montano, era un ex
sacerdote en el culto pagano del este de Cibeles, una diosa de la
fertilidad.
Después de convertirse al cristianismo, Montano
informaba que entraba en estados de
éxtasis frenéticos en los que afirmaba que Dios estaba hablando directamente a
través de él.
Él predijo que el tiempo del
fin era inminente e infamemente declaró que el centro de la actual Turquía iba
a ser la Nueva Jerusalén, que el autor del Libro de la Revelación había
imaginado como que descendía del cielo.
Las dos profetisas principales del montanismo
también hicieron extravagantes predicciones del fin del tiempo. Una de ellas,
Maximilla, advirtió de una inminente
época de guerra y anarquía, que nunca llegó a pasar, como los contemporáneos
críticos cristianos se apresuraron a señalar.
Los
montanistas eran un grupo heterogéneo. Ellos creían que el apocalipsis era inminente y le
pidieron a sus seguidores prepararse en consecuencia.
Los
ayunos eran más duros y más largos que la norma; las penitencias eran más
graves, y negaban la absolución sacerdotal de algunos pecados después del
bautismo.
Pero también eran laxos en otras áreas. La ordenación de las mujeres estaba
permitida. La usura era permitida y eran pagados salarios a sus maestros
– siendo esta última una práctica ridiculizada por los demás cristianos, que en
esencia decían que recurrían a la codicia para ayudar a difundir la falsa
enseñanza.
Los montanistas también se destacaron por su
extraño comportamiento y apariencia. Se
teñían el pelo y usaban maquillaje en los párpados, invitando a comparaciones
poco halagüeñas con rameras.
En última instancia, Montano y una de sus principales profetisas murieron como resultado de
sus estados de éxtasis, según un relato citado por Eusebio, un
historiador del siglo cuarto de la Iglesia:
“Pero por otro tipo de muerte Montano y Maximila se
dice que han muerto. El informe es que, incitados por el espíritu de frenesí, ambos se colgaron, no al mismo tiempo…”
SAN HIPÓLITO, SIGLO 3º
Antipapa,
santo y mártir,
San Hipólito de Roma usó
las matemáticas y la exégesis para predecir que el fin del mundo llegaría en el
año 500.
San
Hipólito comenzó con la suposición de que los seis días de la creación
anunciaban seis milenios de la historia humana.
A continuación, utiliza las dimensiones del Arca de
la Alianza para inferir que el
nacimiento de Cristo había venido 5.500 años después de los albores de la
humanidad.
Él
creyó que esto estaba respaldado por una referencia a la crucifixión de Cristo que ocurre en
la sexta hora en el Evangelio de San Juan – la sexta hora comienza a
medio día y por lo tanto, es equivalente a un incremento de 500 años en la
línea de tiempo de la historia humana.
Todo esto le llevó a la
conclusión de que la humanidad tendría apenas medio siglo después de la época
de Cristo antes que el mundo llegara a su fin. Su relato de los últimos días de
la humanidad se presenta con detalle llamativo en su libro The Work on
Antichrist.
SAN HILARIO DE POITIERS, SIGLO
4º
Un
enfrentamiento épico entre un santo y un emperador hereje en la segunda
mitad del siglo cuarto llevó al primero a la conclusión de que el apocalipsis
estaba cerca.
Aparte
de Atanasio, tal vez nadie trabajó más duro para exterminar la herejía arriana
que San Hilario de
Poitier. Pero sus esfuerzos chocaron con emperador pro-Ariano
Constancio II, quien lo desterró a Frigia, que es la actual Turquía.
San Hilario le
denunció en los términos más condenatorios imaginables para un cristiano – lo acusó de ser el
Anticristo. Él escribió:
“El tiempo de hablar ha llegado,
el tiempo para el silencio es pasado. Cristo ahora aparece, porque el
Anticristo ha comenzado su reinado. Que los pastores den la alarma,
porque los asalariados han huido. Vamos a dar la vida por las ovejas, porque
los ladrones han entrado en el redil, y un león furioso está rondando a su
alrededor”.
Lejos de abandonar sus críticas a los arrianos, San Hilario intensificó sus ataques contra la
herejía. También compuso un gran tratado sobre la Trinidad, lo que le
valió el reconocimiento como doctor de la Iglesia.
Pero cuando se trata del fin del mundo, el hombre
conocido como el Martillo de los
Arrianos se equivocó.
¿Qué tan mal no está claro: San Hilario es comúnmente acreditado con la fijación del fin del mundo en
el año 365, aunque no es seguro por sus escritos que él realmente haya
comprometido una fecha específica.
SAN MARTÍN DE TOURS, SIGLO 4º
San Martin de
Tours es una figura destacada en la cristiandad temprana, fue conocido
por dejar el ejército romano para convertirse en un monje, cuya vida estuvo
marcada por muchos milagros y otros eventos extraordinarios.
San
Martín revivió a dos muertos, desvió un incendio de una casa, e incluso
transformó al diablo en un burro, montando en él hasta Roma.
Cuando se trata de poner fin a las predicciones del
tiempo, San Martín no fue menos dramático. Un discípulo de San Hilario, que al
parecer compartía la convicción de su
maestro de que el Anticristo había llegado, le dijo a su futuro
biógrafo:
“que no había duda de que el
Anticristo, habiendo sido concebido por un espíritu maligno, ya había nacido y
había, por este tiempo, llegado a los años de la adolescencia, mientras que
asumiría el poder tan pronto como llegara a la edad adecuada.”
Teniendo en cuenta la cronología de su biografía, habría puesto el fin del mundo, en o
alrededor del año 400 dC.
PROFECÍAS DEL AÑO 1000
En
1000 dC, toda Europa estaba convulsionada por un fervor apocalíptico, impulsado en
gran medida por la supuesta significación escatológica de que el primer milenio
llegaba a su fin.
Las
deudas eran perdonadas, los delincuentes eran puestos en libertad, los amantes
eran admitidos, el comercio se enlentecía hasta detenerse, y las granjas caían
en desuso en la medida que el ganado era liberado y la gente dejaba de
trabajar, según diversas versiones, el pánico y la piedad se extendieron por el
continente.
Las
tasas de suicidio se dispararon en un esfuerzo por aliviar la ansiedad sobre la
culpabilidad apocalipsis o porque los pecados pronto serían castigados el Día
del Juicio.
Muchos,
esperando el regreso de Cristo en Jerusalén, vendieron sus tierras y posesiones
y viajaron hacia el este, según el escritor del siglo XIX Charles MacKay:
Caballeros, ciudadanos, y siervos viajaron hacia el
este en compañía, llevando consigo a sus esposas e hijos, cantando salmos a su
paso, y mirando con ojos asustados al cielo, que esperaban a cada minuto que se
abriera, para que el Hijo de Dios descendiera en su gloria. Todos los fenómenos
de la naturaleza, los llenaban de alarma. Una tormenta eléctrica envió a todos
de rodillas, a mediados de marzo. Era la opinión de que el trueno era la voz de
Dios, anunciando el Día del Juicio. Predicadores
fanáticos mantenían la llama del terror. Cada estrella fugaz era ocasión para
un sermón, en el que la sublimidad de la sentencia que se acercaba era el tema
principal.
Mientras tanto, en la Basílica
de San Pedro en Roma, el papa Silvestre se reunió con los fieles para ofrecer
una Misa por última vez el 31 de diciembre de 999.
La
escena está vívidamente descrita por el escritor Frederick H. Hartens:
Aunque su rostro estaba pálido como la muerte, de
emoción, él no se movió ni hizo temblar las manos. La misa de medianoche se
había dicho, y cayó un silencio de muerte. El público esperó. El papa Silvestre
no dijo una palabra. Parecía perdido en la oración, con las manos levantadas al
cielo. El reloj seguía corriendo. Un largo suspiro salió de la gente, pero no
pasó nada. Como niños que tienen miedo de la oscuridad, todos los de la iglesia
yacían con el rostro en tierra, y no se atrevían a mirar hacia arriba. Un sudor
de terror helado corría por la frente de muchos, y las rodillas y pies habían
quedados dormidos, perdiendo toda sensación. Entonces, de repente el reloj parado corre. Entre la congregación el
comienzo de un grito de terror comenzó a formarse en la garganta de muchos. Y,
muertos por el miedo, varios cuerpos cayeron pesadamente en el suelo de piedra.
Huelga decir que el temido momento llegó y pasó. Y
el Papa simplemente despidió a la multitud con una bendición.
JOAQUÍN DE FIORE, SIGLO XII
Las profecías apocalípticas no terminaron con el
Año 1.000. En el siglo XII un místico
italiano y monje llamado Joaquín de Fiore
habría gastado meses “luchando” sobre cómo interpretar el libro del
Apocalipsis antes de que afirmara haber tenido una epifanía sobre su
significado oculto.
Joaquín terminó
desarrollando toda una teoría de la historia, que dividió en tres
edades,
cada una correspondiente a una persona de la Trinidad.
La primera edad, del Padre,
fue narrada en el Antiguo Testamento. La segunda edad comenzó con Cristo y se
espera que llegue a su fin hacia el año 1260. Después vendría la tercera edad y
final del Espíritu, un nuevo orden mundial de justicia y amor en la que la
jerarquía clerical de la Iglesia Católica ya no sería necesaria. En cambio, el
mundo sería gobernado por los monjes contemplativos.
Joaquín
incluso redactó una constitución para la nueva sociedad cristiana universal que tuvo en la
visión, explicando reglas estrictas para el vestido, los derechos y posesiones
permitidos para los distintos miembros de esta nueva sociedad y la asignación
de mascotas animales a los distintos grupos sociales que existen en su
interior, como una paloma para el oratorio de los monjes gobernantes y ovejas
para los laicos.
En su tiempo, Joaquín fue una figura
muy apreciada. Ricardo Corazón de León
habló con él antes de la Tercera Cruzada y Dante creía que había sido “dotado
de espíritu profético”, salvando un lugar para Joaquín en el paraíso.
Pero su alejamiento radical de las enseñanzas
oficiales de la Iglesia le significó algún tipo de reprimenda oficial
inevitable. Irónicamente, fueron sus
escritos innovadores sobre la Trinidad no, sus profecías apocalípticas, los que
le ganaron a sus enseñanzas la condena formal como herejía por el IV Concilio
de Letrán.
Sin
embargo, el Concilio salvó a Joaquín de cualquier condena personal, y señaló que
había presentado sus escritos a las autoridades eclesiásticas para su
evaluación. El Concilio también salió de su camino para evitar la proyección de
cualquier condena al monasterio de Flora que Joaquín había fundado (que también
se conoce como Joaquín de Flora.)
Y así, sus
seguidores, conocidos como Joachites, persistieron – varios de ellos
revisaron y actualizaron las previsiones para el fin del mundo, después de que el apocalipsis no se materializó en 1260.
Foros de la Virgen María
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