150 aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Universal
A San José Dios
le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen
María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca está
de Jesús y de nuestra Madre. También es patrono de la Iglesia universal, de los
seminaristas y de la buena muerte. Demos gracias a Dios por San José y acudamos
a él pidiéndole su intercesión en nuestras necesidades.
(InfoCatólica)
Hoy la
Iglesia celebra la Solemnidad de San José. Con la Carta apostólica Patris
corde (Con corazón de padre), el Pontífice recuerda el 150 aniversario
de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Universal y, con motivo de esta ocasión se celebrará un año dedicado especialmente a él.
La Penitenciaría Apostólica ha
concedido indulgencia plenaria con ocasión del Año Jubilar de San José
que comenzó el pasado 8 de diciembre de 2020 y se prolongará hasta
el próximo 8 de diciembre de 2021.
DE LOS SERMONES DE
SAN BERNARDINO DE SIENA, PRESBÍTERO
La norma general que regula la
concesión de gracias singulares a una criatura racional determinada es la de
que, cuando la gracia divina elige a alguien para un
oficio singular o para ponerle en
un estado preferente, le concede todos aquellos
carismas que son necesarios para el ministerio que dicha persona ha
de desempeñar.
Esta norma se ha verificado de
un modo excelente en san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor
Jesucristo y que fue verdadero esposo de la Reina del universo y Señora de los
ángeles. José fue elegido por el eterno Padre como protector
y custodio fiel de sus principales tesoros,
esto es, de su Hijo y de su Esposa, y cumplió su oficio con insobornable
fidelidad. Por eso le dice el Señor: Eres
un empleado fiel y cumplidor; pasa al banquete de tu Señor.
Si relacionamos a José con la
Iglesia universal de Cristo, ¿no es este el hombre
privilegiado y providencial, por medio del cual la entrada de Cristo en el
mundo se desarrolló de una manera ordenada y sin escándalos? Si es
verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es San José a quien debe un
agradecimiento y una veneración singular.
José viene a ser el broche del
antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha a los
patriarcas y los profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que para
ellos había sido mera promesa.
No cabe duda de que Cristo no sólo no se ha desdicho de la familiaridad y respeto que tuvo
con él durante su vida mortal como si fuera su padre, sino que la
habrá completado y perfeccionado en el cielo.
Por eso, también con razón, se
dice más adelante: Pasa al banquete de tu
Señor. Aun cuando el gozo santificado por este banquete es el
que entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decir: Pasa al banquete, a fin de insinuar
místicamente que dicho gozo no es puramente interior, sino que circunda y
absorbe por doquier al bienaventurado, como sumergiéndole en el abismo infinito
de Dios.
Acuérdate
de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tu oración ante aquel que pasaba por hijo tuyo;
intercede también por nosotros ante la Virgen, tu esposa, madre de aquel que
con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
LA DEVOCIÓN Y EL
CULTO AL SANTO
La devoción a San José se
fundamenta en que este hombre «justo» fue escogido por Dios para ser el
esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la
tierra. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía
principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para
enfatizar la paternidad divina de Jesús.
Con todo, los Padres (San
Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San
José. Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe
desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por
Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.
San
Pedro Crisólogo: «José fue un hombre perfecto, que posee todo
género de virtudes» El nombre de José en hebreo significa "el
que va en aumento". Y así se desarrollaba el carácter de José,
crecía «de virtud en virtud» hasta llegar a
una excelsa santidad.
En el Occidente, San José
aparecen en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en
Bologna la primera iglesia a él dedicada. Algunos santos del siglo XII
comenzaron a popularizar la devoción a San José. Entre ellos se destacaron
San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudis y Santa Brígida de
Suecia. Según Benito XIV (De
Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17). La opinión general de los
conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del
Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José.
ENTRA SAN JOSÉ EN EL
CALENDARIO ROMANO
En el siglo XV, merecen particular
mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro
d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429).
Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se
introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción
ha seguido creciendo en popularidad. En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de
obligación.
San
Bernardino de Siena «... siendo María la dispensadora de las
gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer
que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que
era respectivamente amada? » Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a
quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién
convivió durante treinta años.
Los franciscanos fueron los
primeros en tener la fiesta de Los desposorios
de la Virgen con San José.
Santa
Teresa tuvo una gran devoción a San
José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono. En
1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de
Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. En sus
escritos dice:
«Tomé por
abogado y señor al glorioso San José.» Isabel de la Cruz, monja carmelita,
comenta sobre Santa Teresa: «era particularmente devota de San José y he oído
decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado.»
«No
me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de
hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por
medio de este bienaventurado santo... No he conocido
persona que de veras le sea devota que no la vea más aprovechada en virtud,
porque aprovecha en gran manera a las almas que a Él se encomiendan... Solo
pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia
el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción...»
San
Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar:
«¿Cuánto no es
también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con
Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?» José durante esos treinta años
fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y
oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su
ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre
la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por
todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús,
creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos».
La devoción a San José se arraigó
entre los obreros durante el siglo XIX. El crecimiento de popularidad movió
al papa Pío IX, el mismo un gran devoto, a
extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en
diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia
Católica. Leon XIII y san Pío X fueron también devotos de San José. Este último
aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.
Entra San José en la
Letanía de los Santos
Las letanías de los santos se
iniciaron en el siglo VII, formándose series diversas en las distintas Iglesias
locales. A ellas se fueron integrando los nombres de Santos, como los de
Francisco y Domingo (s. XIII), que habían alcanzado especial arraigo en la
devoción de los fieles. Pues bien, sólo en 1726 introduce el papa
Benedicto XIII por decreto la
invocación de San José en las Letanías de los Santos, las propias de la
liturgia romana, colocándola inmediatamente después de San Juan Bautista.
ENTRA SAN JOSÉ EN
LAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS
El 13 de noviembre
de 1962, se anunció en el aula
conciliar «la soberana decisión» del papa Juan XXIII de integrar en el Canon Romano el nombre
de San José; lo que se realizó en ese día por un decreto de la Sagrada
Congregación de Ritos. Fue ésta la única modificación que se hizo a la edición
típica del Misal Romano de 1962.
La misma Congregación, por
decreto de 1 de mayo de 2013,
extendió esa disposición a las Plegarias eucarísticas II, III y IV del
Misal Romano.
VIDA CELESTIAL DEL
CUSTODIO DE LA IGLESIA, MÁXIMO INTERCESOR
En San José parece realizarse
de un modo muy especial aquella palabra de San Pablo: «Vuestra
vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vuestra
vida, entonces también os manifestaréis gloriosos con Él» (Col 3,3).
Sabemos que Cristo sacerdote y
Salvador nuestro, tiene un «perfecto poder de
salvar a los que por él se acercan a Dios, y vive siempre para interceder por
ellos» (Heb 7,25). Lo mismo decimos de nuestra Madre, la Virgen María. Y
también afirmamos lo mismo, mutatis mutandi, del glorioso Patriarca San José, Patrono de la
Iglesia universal.
En este hora tan tormentosa,
acudimos a su intercesión con una total confianza en su eficacia. ¿Qué puede negarle Jesucristo Salvador a quien tuvo en la tierra como
padre amadísimo? Y el amor de
Jesús a José no ha disminuido estando los dos en el cielo. Nada, no puede
negarle nada.
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