Hay comunidades donde abundan las
vocaciones.
La falta
de vocaciones no afecta por igual a todas las órdenes y congregaciones
religiosas. Hay algunas que no paran de crecer, como las comunidades femeninas
sobre las que Joana
Bogle ha escrito un reciente reportaje en
el Catholic Herald: Joanna Bogle, historiadora y periodista británica, colabora
habitualmente con medios como el Catholic Herald, National Catholic Register y EWTN. En la
foto, durante la presentación en 2013, en la librería The Mustard Seed [El
grano de mostaza] de Sidney (Australia), de algunas de sus obras
sobre santos y santas y sobre Pío XII y su labor de protección a los judíos
durante la Segunda Guerra Mundial.
LAS
NUEVAS RELIGIOSAS: LAS ÓRDENES TRADICIONALES ESTÁN EN EXPANSIÓN
Las
hermanas de hábito azul y blanco de la Comunidad de Nuestra Señora
de Walsingham acaban de adquirir un edificio para el nuevo noviciado, un granero rehabilitado en
Dereham, Norfolk (Inglaterra), en un gran tramo de tierra en el que hay otro
granero que están reestructurando para construir más espacios en los que llevar
a cabo su apostolado con los jóvenes.
La
comunidad no es numerosa, pero está creciendo. Y este crecimiento es parte de
una tendencia que vale la pena examinar. Otras comunidades pujantes en
Inglaterra incluyen las Dominicas de
San José en Lymington (Hampshire), las Hermanas de María Estrella de la Mañana en Grayshott (Hampshire) y
las Franciscanas de la Renovación
en Leeds (Yorkshire).
Son una
demostración de la nueva dirección que están tomando las órdenes religiosas. Su
número aumenta, como también aumenta el de las antiguas órdenes contemplativas
como las Benedictinas de Santa
Cecilia en la Isla de Wight y
las Monjas de Tyburn,
en Londres.
Todas llevan hábito religioso completo, rezan el
Oficio cada día, aman a la Iglesia y la Eucaristía es el centro de su vida.
Viven sencillamente y no ven la televisión.
En lugar
de abrir colegios, como hicieron las nuevas órdenes que surgieron en el siglo
XIX, estas nuevas órdenes se centran en
el acompañamiento de familias y en la evangelización de los jóvenes a
través de retiros y una serie de actividades que no están vinculadas al
colegio. Están inspiradas por la tradición de la vida religiosa de hace siglos
y se toman muy en serio el llamamiento que hizo el Vaticano II para una
auténtica renovación que responda a las necesidades concretas de nuestro
tiempo. Son contemplativas en espíritu,
pero llenas de energía y jovialidad. También tienden a ser grandes fans de San
Juan Pablo II y de Benedicto XVI, apasionadamente leales a la Iglesia, muy
ortodoxas en sus creencias y devotas
del Santísimo Sacramento.
Con sus
velos y sus hábitos están en sintonía con las nuevas órdenes religiosas
femeninas de Estados Unidos, incluyendo las Hermanas de la Vida, fundadas por el
cardenal John O'Connor de Nueva
York en 1991. Recientemente, he pasado unos días con estas religiosas en su
casa general, cerca de la catedral de San Patricio. Es un amplio convento de
ladrillos rojos que anteriormente pertenecía a una antigua orden que ya no lo
necesitaba. El gran edificio alberga a una numerosa comunidad de religiosas y,
en una ala adyacente, acoge a mujeres
embarazadas y a sus bebés.
El trabajo de las hermanas incluye dar a las mujeres un refugio, además de asesoramiento práctico, en un ambiente de paz y amistad en el que puedan hacer planes para el futuro.
Este
proyecto fue lanzado por el cardenal O'Connor con el fin de ofrecer una alternativa al horror del aborto.
Y las religiosas han conquistado el corazón de muchos a través de su atención
afectuosa y práctica. No es un trabajo fácil: cada
mujer que lucha con un embarazo problemático tiene sus preocupaciones, rabia,
resentimiento y dificultades. Son necesarios buena voluntad, jovialidad, tacto y paciencia para ofrecer ayuda y
atención. No todos los consejos serán aceptados y seguidos, o se
responderá a la amabilidad con amabilidad. Pero muchas mujeres mantienen el
contacto y envían fotos de sus hijos y su nueva vida, que ha tomado un rumbo
positivo.
Las
religiosas, todas ellas jóvenes -la
edad media es de 40 años-, rebosan calidez, fe y una gran determinación.
Estar con ellas me dio energías, aunque esto significaba levantarse muy
temprano para participar en la misa (ellas llevaban ya más de una hora
rezando).
Uno de
mis recuerdos más vivos es ver a la Reverenda Madre sentada en los escalones de
la puerta de entrada al edificio, en una ruidosa calle de Nueva York, hablando a una multitud de gente
joven que se había reunido para escucharla. Las religiosas son muy populares en
la zona y difunden un sentimiento de cercanía
que es muy difícil encontrar en las ciudades americanas hoy en día.
A las dominicas de Santa Cecilia de Nashville no les faltan vocaciones:
las claves son la Adoración al Santísimo, el cumplimiento estricto de la Regla,
la vida común y el alejamiento de la mundanidad, del que el hábito es solo el
signo más elocuente.
Es
significativo que las Hermanas de la Vida tomaran el estilo de su hábito y una
buena parte de su Regla de una orden antigua, las Dominicas de Santa Cecilia de Nashville (Tennessee, Estados
Unidos), una importante comunidad que se remonta a 1860. Las Dominicas de
Nashville se mantienen fieles a sus votos, a su hábito y a sus ideas
fundacionales en una época en la que muchas órdenes religiosas parecen
abandonar todo lo que las vincule al pasado. En cambio, las nuevas órdenes femeninas aprenden del pasado, y se sienten cómodas
con ello.
Por
cierto, las Dominicas de Nashville están abriendo nuevos conventos y llegan a
Gran Bretaña. Ya hay un grupo en Elgin (Escocia).
Las Franciscanas de la Renovación de Leeds tienen un vínculo
con Estados Unidos. Son parte de las Franciscanas renovadas fundadas por el
padre Benedict Groeschel y el
padre Andrew Apostoli en Nueva
York. Su objetivo, como el de los Franciscanos de la Renovación, es compartir
el camino verdadero de gran pobreza que vivió san Francisco.
Mientras
algunos hábitos religiosos son favorecedores, el suyo, sinceramente, no lo es:
un hábito ancho de color gris y un velo calado sobre la frente con un borde
rígido. Pero de alguna manera son hermosas. Trabajan con personas en
dificultades y con vidas complicadas. Utilizando una expresión de moda, evangelizan «las
periferias». Irradian alegría.
También
las Dominicas de San José
florecen. Fundadas en 1994 en la diócesis de Portsmouth, siguen un estilo de
vida tradicional dominico: hábito, contemplación y silencio.
En los
últimos años, he participado en su Caminata Juan Pablo para la
Nueva Evangelización que realizan anualmente y que cubre 32 km al día hasta llegar a Walsingham:
un viaje inolvidable atravesando un magnífico
paisaje campestre con oraciones, pláticas, misa diaria en antiguas iglesias y
copiosas comidas, todo en magnífica compañía. Las religiosas caminan con
el hábito completo, y nos enseñan a rezar el Oficio dominico. Tienen buenas relaciones
con las parroquias anglicanas, que abren sus puertas -y sus corazones- con gozo
a los jóvenes caminantes, que nunca pierden su buen humor, ni siquiera cuando
llueve a raudales o hace un calor abrasador (que es peor).
Cuando no
guían peregrinaciones, las religiosas realizan cursos para los catequistas
parroquiales, utilizando un recurso magnífico que viene de Francia: Come,
Follow Me [Ven, sígueme], que tiene un estilo muy
contemplativo. También ofrecen retiros y días de recogimiento, y realizan mucho
trabajo con los jóvenes, incluyendo un campamento de verano para adolescentes,
conocido como Fanning the Flame
[Avivando la llama].
Cuando
las religiosas rezan el Oficio en su convento situado en New Forest, nos
quedamos asombrados por un sentido de atemporalidad: hábitos
blancos, el suave tintineo del rosario, las voces elevadas en canto. Se
oyen vendavales de risas
procedentes de su refectorio mientras comemos en el comedor de invitados. Cada
noche desciende sobre nosotros un gran
silencio, que nos causa una gran sensación de sosiego. Una vez que pasé
un fin de semana en el convento con una amiga, comprendí su pensativo
comentario: "Sabes, este tipo de vida me
podría interesar..."
Conocí a
las Hermanas de María Estrella de la
Mañana en la Iglesia de Santa Isabel en Richmond (Surrey). Venden
galletas y mermelada caseras para conseguir fondos para su convento porque -lo
ha adivinado usted- el número de
hermanas aumenta y no tienen suficiente sitio. De nuevo: hábito completo, informales y joviales, con un estilo
abierto.
¿A qué conclusión nos lleva todo esto? A que la
idea de religiosas sin su hábito y/o apoyando las causas feministas es agua
pasada. Las tradiciones más nobles de
las antiguas órdenes permanecen. Y si lo hacen, es porque miran a su
carisma original y quieren desarrollarlo.
Inconfundibles en todo el mundo, las Misioneras de la Caridad de la
Madre Teresa de Calcuta son una congregación joven e íntegra.
Ahora las
Misioneras de la Caridad,
fundadas por la Madre Teresa en
1950, no parecen ser una orden nueva, pero aún les falta mucho para llegar al
centenario y son un buen ejemplo de lo que son las nuevas órdenes. Su hábito,
un sari, fue bastante revolucionario en esa época, pero pertenece a la tradición de la Iglesia de una vestimenta
humilde y distintiva.
Hay algo
sobre un estilo clásico, utilizado en una época moderna, que tiene eco:
recientemente, cuando caminaba por Londres con algunas jóvenes Misioneras de la
Caridad, experimenté la más extraordinaria cortesía y amabilidad a cada paso. La gente nos dejaba pasar en
los escalones y escaleras, nos abría la puerta y nos acompañaba fuera si la
calle estaba abarrotada.
Sentada
frente a las religiosas en el metro, observé cómo le gustaba a la gente que ellas estuvieran allí. Estaban
rezando el rosario en silencio, dando vueltas a la corona, y un pasajero
susurró: "Recen por mí, hermanas", mientras
otro, un poco más allá en el vagón, sacó el rosario en callada solidaridad.
Las
religiosas de la Comunidad de Nuestra Señora de Walsingham no llevan velo, sino
capuchas, que se ponen cuando rezan para
dar un sentido de privacidad y reclusión a su oración. Pasaré unos días
con ellas enseñándoles a bordar en punto de cruz. No sé cuánto les podré
enseñar. Lo que sí sé es que quien se beneficiará de pasar unos días con ellas
seré yo.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
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