miércoles, 6 de febrero de 2019

¿SE ESTÁN HUNDIENDO TODAS LAS CONGREGACIONES RELIGIOSAS FEMENINAS? ALGUNAS NO, ÉSTE ES EL SECRETO


Hay comunidades donde abundan las vocaciones.

La falta de vocaciones no afecta por igual a todas las órdenes y congregaciones religiosas. Hay algunas que no paran de crecer, como las comunidades femeninas sobre las que Joana Bogle ha escrito un reciente reportaje en el Catholic HeraldJoanna Bogle, historiadora y periodista británica, colabora habitualmente con medios como el Catholic Herald, National Catholic Register y EWTN. En la foto, durante la presentación en 2013, en la librería The Mustard Seed [El grano de mostaza] de Sidney (Australia), de algunas de sus obras sobre santos y santas y sobre Pío XII y su labor de protección a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

LAS NUEVAS RELIGIOSAS: LAS ÓRDENES TRADICIONALES ESTÁN EN EXPANSIÓN
Las hermanas de hábito azul y blanco de la Comunidad de Nuestra Señora de Walsingham acaban de adquirir un edificio para el nuevo noviciado, un granero rehabilitado en Dereham, Norfolk (Inglaterra), en un gran tramo de tierra en el que hay otro granero que están reestructurando para construir más espacios en los que llevar a cabo su apostolado con los jóvenes.

La comunidad no es numerosa, pero está creciendo. Y este crecimiento es parte de una tendencia que vale la pena examinar. Otras comunidades pujantes en Inglaterra incluyen las Dominicas de San José en Lymington (Hampshire), las Hermanas de María Estrella de la Mañana en Grayshott (Hampshire) y las Franciscanas de la Renovación en Leeds (Yorkshire).
Son una demostración de la nueva dirección que están tomando las órdenes religiosas. Su número aumenta, como también aumenta el de las antiguas órdenes contemplativas como las Benedictinas de Santa Cecilia en la Isla de Wight y las Monjas de Tyburn, en Londres.

Todas llevan hábito religioso completo, rezan el Oficio cada día, aman a la Iglesia y la Eucaristía es el centro de su vida. Viven sencillamente y no ven la televisión.

En lugar de abrir colegios, como hicieron las nuevas órdenes que surgieron en el siglo XIX, estas nuevas órdenes se centran en el acompañamiento de familias y en la evangelización de los jóvenes a través de retiros y una serie de actividades que no están vinculadas al colegio. Están inspiradas por la tradición de la vida religiosa de hace siglos y se toman muy en serio el llamamiento que hizo el Vaticano II para una auténtica renovación que responda a las necesidades concretas de nuestro tiempo. Son contemplativas en espíritu, pero llenas de energía y jovialidad. También tienden a ser grandes fans de San Juan Pablo II y de Benedicto XVI, apasionadamente leales a la Iglesia, muy ortodoxas en sus creencias y devotas del Santísimo Sacramento.

Con sus velos y sus hábitos están en sintonía con las nuevas órdenes religiosas femeninas de Estados Unidos, incluyendo las Hermanas de la Vida, fundadas por el cardenal John O'Connor de Nueva York en 1991. Recientemente, he pasado unos días con estas religiosas en su casa general, cerca de la catedral de San Patricio. Es un amplio convento de ladrillos rojos que anteriormente pertenecía a una antigua orden que ya no lo necesitaba. El gran edificio alberga a una numerosa comunidad de religiosas y, en una ala adyacente, acoge a mujeres embarazadas y a sus bebés.

El trabajo de las hermanas incluye dar a las mujeres un refugio, además de asesoramiento práctico, en un ambiente de paz y amistad en el que puedan hacer planes para el futuro.

Este proyecto fue lanzado por el cardenal O'Connor con el fin de ofrecer una alternativa al horror del aborto. Y las religiosas han conquistado el corazón de muchos a través de su atención afectuosa y práctica. No es un trabajo fácil: cada mujer que lucha con un embarazo problemático tiene sus preocupaciones, rabia, resentimiento y dificultades. Son necesarios buena voluntad, jovialidad, tacto y paciencia para ofrecer ayuda y atención. No todos los consejos serán aceptados y seguidos, o se responderá a la amabilidad con amabilidad. Pero muchas mujeres mantienen el contacto y envían fotos de sus hijos y su nueva vida, que ha tomado un rumbo positivo.

Las religiosas, todas ellas jóvenes -la edad media es de 40 años-, rebosan calidez, fe y una gran determinación. Estar con ellas me dio energías, aunque esto significaba levantarse muy temprano para participar en la misa (ellas llevaban ya más de una hora rezando).

Uno de mis recuerdos más vivos es ver a la Reverenda Madre sentada en los escalones de la puerta de entrada al edificio, en una ruidosa calle de Nueva York, hablando a una multitud de gente joven que se había reunido para escucharla. Las religiosas son muy populares en la zona y difunden un sentimiento de cercanía que es muy difícil encontrar en las ciudades americanas hoy en día.

A las dominicas de Santa Cecilia de Nashville no les faltan vocaciones: las claves son la Adoración al Santísimo, el cumplimiento estricto de la Regla, la vida común y el alejamiento de la mundanidad, del que el hábito es solo el signo más elocuente.

Es significativo que las Hermanas de la Vida tomaran el estilo de su hábito y una buena parte de su Regla de una orden antigua, las Dominicas de Santa Cecilia de Nashville (Tennessee, Estados Unidos), una importante comunidad que se remonta a 1860. Las Dominicas de Nashville se mantienen fieles a sus votos, a su hábito y a sus ideas fundacionales en una época en la que muchas órdenes religiosas parecen abandonar todo lo que las vincule al pasado. En cambio, las nuevas órdenes femeninas aprenden del pasado, y se sienten cómodas con ello.
Por cierto, las Dominicas de Nashville están abriendo nuevos conventos y llegan a Gran Bretaña. Ya hay un grupo en Elgin (Escocia).

Las Franciscanas de la Renovación de Leeds tienen un vínculo con Estados Unidos. Son parte de las Franciscanas renovadas fundadas por el padre Benedict Groeschel y el padre Andrew Apostoli en Nueva York. Su objetivo, como el de los Franciscanos de la Renovación, es compartir el camino verdadero de gran pobreza que vivió san Francisco.

Mientras algunos hábitos religiosos son favorecedores, el suyo, sinceramente, no lo es: un hábito ancho de color gris y un velo calado sobre la frente con un borde rígido. Pero de alguna manera son hermosas. Trabajan con personas en dificultades y con vidas complicadas. Utilizando una expresión de moda, evangelizan «las periferias». Irradian alegría.

También las Dominicas de San José florecen. Fundadas en 1994 en la diócesis de Portsmouth, siguen un estilo de vida tradicional dominico: hábito, contemplación y silencio.

En los últimos años, he participado en su Caminata Juan Pablo para la Nueva Evangelización que realizan anualmente y que cubre 32 km al día hasta llegar a Walsingham: un viaje inolvidable atravesando un magnífico paisaje campestre con oraciones, pláticas, misa diaria en antiguas iglesias y copiosas comidas, todo en magnífica compañía. Las religiosas caminan con el hábito completo, y nos enseñan a rezar el Oficio dominico. Tienen buenas relaciones con las parroquias anglicanas, que abren sus puertas -y sus corazones- con gozo a los jóvenes caminantes, que nunca pierden su buen humor, ni siquiera cuando llueve a raudales o hace un calor abrasador (que es peor).

Cuando no guían peregrinaciones, las religiosas realizan cursos para los catequistas parroquiales, utilizando un recurso magnífico que viene de Francia: Come, Follow Me [Ven, sígueme], que tiene un estilo muy contemplativo. También ofrecen retiros y días de recogimiento, y realizan mucho trabajo con los jóvenes, incluyendo un campamento de verano para adolescentes, conocido como Fanning the Flame [Avivando la llama].

Cuando las religiosas rezan el Oficio en su convento situado en New Forest, nos quedamos asombrados por un sentido de atemporalidad: hábitos blancos, el suave tintineo del rosario, las voces elevadas en canto. Se oyen vendavales de risas procedentes de su refectorio mientras comemos en el comedor de invitados. Cada noche desciende sobre nosotros un gran silencio, que nos causa una gran sensación de sosiego. Una vez que pasé un fin de semana en el convento con una amiga, comprendí su pensativo comentario: "Sabes, este tipo de vida me podría interesar..."

Conocí a las Hermanas de María Estrella de la Mañana en la Iglesia de Santa Isabel en Richmond (Surrey). Venden galletas y mermelada caseras para conseguir fondos para su convento porque -lo ha adivinado usted- el número de hermanas aumenta y no tienen suficiente sitio. De nuevo: hábito completo, informales y joviales, con un estilo abierto.

¿A qué conclusión nos lleva todo esto? A que la idea de religiosas sin su hábito y/o apoyando las causas feministas es agua pasada. Las tradiciones más nobles de las antiguas órdenes permanecen. Y si lo hacen, es porque miran a su carisma original y quieren desarrollarlo.

Inconfundibles en todo el mundo, las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta son una congregación joven e íntegra.

Ahora las Misioneras de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa en 1950, no parecen ser una orden nueva, pero aún les falta mucho para llegar al centenario y son un buen ejemplo de lo que son las nuevas órdenes. Su hábito, un sari, fue bastante revolucionario en esa época, pero pertenece a la tradición de la Iglesia de una vestimenta humilde y distintiva.

Hay algo sobre un estilo clásico, utilizado en una época moderna, que tiene eco: recientemente, cuando caminaba por Londres con algunas jóvenes Misioneras de la Caridad, experimenté la más extraordinaria cortesía y amabilidad a cada paso. La gente nos dejaba pasar en los escalones y escaleras, nos abría la puerta y nos acompañaba fuera si la calle estaba abarrotada.
Sentada frente a las religiosas en el metro, observé cómo le gustaba a la gente que ellas estuvieran allí. Estaban rezando el rosario en silencio, dando vueltas a la corona, y un pasajero susurró: "Recen por mí, hermanas", mientras otro, un poco más allá en el vagón, sacó el rosario en callada solidaridad.

Las religiosas de la Comunidad de Nuestra Señora de Walsingham no llevan velo, sino capuchas, que se ponen cuando rezan para dar un sentido de privacidad y reclusión a su oración. Pasaré unos días con ellas enseñándoles a bordar en punto de cruz. No sé cuánto les podré enseñar. Lo que sí sé es que quien se beneficiará de pasar unos días con ellas seré yo.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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