Han pasado cuatro años desde que Dios ayudó a Ary
Caspeta a recuperar su matrimonio, pero para ella los detalles que aproximaron
su relación al abismo del divorcio y cómo salió de ahí, están muy frescos.
“Él llegó a tenerme miedo”, recordó Ary sobre su esposo, en diálogo con ACI Prensa.
Ary conoció a su hoy esposo cuando estudiaba Mercadotecnia en la
Universidad La Salle de Cuernavaca, a 90 kilómetros al sur de Ciudad de México.
El noviazgo, dijo, tenía una alta dosis de toxicidad. Sus celos y
violencia llevaron a su entonces novio a casi perder el trabajo.
Él, sin embargo, confiaba en que “cuando nos
casemos las cosas van a cambiar”.
A los tres años de relación, Ary comenzó a presionar a su novio para
formalizar su compromiso, con miras a un matrimonio, y empezar un periodo de
convivencia.
“Veía que mis amigas lo hacían y me pregunté ¿yo
por qué no lo hago?”, recuerda.
Con el tiempo, la presión derivó en “gritos
y pleitos”; y todo estaba cerca de empeorar.
“Esos dos años que vivimos en unión libre fueron
los años más terroríficos, en donde yo le hice la vida imposible”, recordó. “El primer pleito que tuvimos
nosotros fue en un concierto, en donde me alteré, me volví loca y empecé a
golpearlo, a arañarlo en la cara, en los brazos”.
De parte de su hoy esposo, aseguró, “nunca
hubo un golpe, nunca hubo un ‘ya basta’”.
Cuando finalmente se casaron, en 2013, contra las esperanzas de su
esposo, nada cambió; y todo lo puso en el camino de la infidelidad.
“Un hombre que es humillado, golpeado, manipulado y
abandonado obviamente iba a encontrar lo que su esposa no le daba en otra
mujer”, señaló.
A los pocos meses de matrimonio, en medio de una intensa discusión, su
esposo le anunció que dejaría la casa.
“Le rogué, le supliqué, caí en crisis, de que no se
fuera, sin embargo él ya había tomado la decisión de irse”, recordó Ary.
Para ella, el deseo de recuperarlo la llevó a “consultar
cartas, el tarot, a acudir con santeros, con brujas, para que me hicieran los
amarres”.
“Como me di cuenta que ni la brujería ni las cartas
ni la santería habían hecho que mi esposo regresara, me empecé a acercar a
Dios”, dijo.
Ary asistió a un retiro y eventualmente se unió a un grupo de oración y
adoración eucarística. Comenzó a participar en la Misa diaria y el rezo del
Rosario.
Pero el camino de dolor no había concluido.
A pesar de su cambio y su acercamiento a Dios, su esposo, ahora con otra
mujer, no quería volver a su lado. Además en quienes buscó apoyo para recuperar
su matrimonio, muchas veces encontró malos consejos.
“Incluso hubo sacerdotes que me dijeron ‘te
ayudamos a tramitar la nulidad matrimonial, por todas las causales que
quieras’”.
Sin embargo, la Semana Santa de 2014 sería un punto de inflexión. El
Domingo de Ramos de ese año, Ary por primera vez vio la película “La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson.
“Fue tanto el impacto que provocó en mí que dije:
Dios mío, tú pasaste y padeciste todo esto por mí, y yo no aguanto ni un
poquito”, recordó, y en ese momento “dije: no Señor, en este momento renuncio a mi esposo
para seguirte a ti. Si tú quieres, si mi esposo va a regresar para morir en mis
brazos, que así sea, pero que se haga tu voluntad”.
“Yo me voy a ocupar de tus asuntos y tú te vas a
ocupar de los míos”, le dijo a Dios. Además,
encomendó a su esposo a Santa Rita de Casia, conocida como “abogada de los casos desesperados”.
Así, mientras ella se confiaba a la oración y a profundizar en su vida
cristiana, recibe una inesperada llamada de su esposo.
“Un día me llama por teléfono y me dice cómo le
haces para ser feliz. Yo le dije soy feliz porque soy hija de Dios, soy hija
del Rey”, aseguró.
“Mi esposo pensó que estaba saliendo con alguien,
porque estaba feliz, porque ya no lloraba”, señaló
Ary, que le respondió a su esposo que “mientras tú
no regreses, Jesús va a ser mi esposo”.
Ary y su esposo comenzaron a salir, pero él aún tenía cierto recelo y
temor de que todo volviera a ser como antes.
Mientras ambos intentaban reconstruir su relación, llegó a manos de Ary
la Consagración al Inmaculado Corazón de María. “Comienzo
a hacer esa preparación de los 33 días y me consagro el 1 de enero, que es la
celebración de María, Madre de Dios, y le pido a la Virgen que, al consagrarme,
consagrara también mi matrimonio”.
“A los tres días, mi esposo me pide regresar
conmigo, me pide perdón. El 5 de enero yo ya estaba de nuevo viviendo con mi
esposo”, recordó.
En adelante siguió un nuevo proceso, que exigió de Ary mucha paciencia y
comprensión. Su esposo tenía que aprender a llevar con ella la vida de piedad y
cercanía al Señor; y no sería rápido ni sencillo.
Hoy Ary colabora con un apostolado llamado “Matrimonios
y familias en los corazones de Jesús y de María”, y ayuda a matrimonios
que han pasado por experiencias similares.
Este proceso, aseguró, requiere de “mucha
paciencia”. Señaló que “si no perdonan y si
no sanan, no van a poder afrontar esa situación de separación o divorcio. Dios
no quiere matrimonios deshechos, Dios no quiere divorcios”.
POR DAVID RAMOS
| ACI Prensa
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