Habréis escuchado muchas veces
que el overbooking se debe a que estadísticamente hay un número de pasajeros
que no toma un vuelo. La compañía llora por tu sufrimiento… pero no tiene otra
alternativa. Ese hecho ocurre, sí, pero esa ¡no es
la razón esencial que está en la causa de que la compañía venda más billetes! Ni
mucho menos.
Para entender lo que realmente
sucede hay que entender por qué es más barato comprar un billete de ida y
vuelta que dos billetes separados. Si tú vendes un billete para el regreso, no
solo consigues un beneficio, “sino que también le
quitas dinero a la compañía que compite contigo en ese tramo”. Eso
multiplicado por miles de veces es mucho dinero. Por eso las compañías han
llegado, a menudo, a ofrecer un billete de ida y vuelta más barato que solo el
billete de ida. De eso he sido testigo bastantes veces, cuando no tendría que
tener ningún sentido.
Esa es la razón de que mucha
gente compre billetes de ida y vuelta que no va a usar. Y eso hace que el
índice de billetes comprados y no usados sea bastante más alto que lo que
tendría que ser. “Si una compañía decidiera ser
honesta”, se encontraría con que está regalando dinero a los
competidores.
El resultado de la codicia de las
compañías es que el número de asientos comprados, pero no usados, para nada
tiene que ver con el número real de individuos que llegaron tarde al
aeropuerto, se pusieron enfermos o cambiaron de opinión.
Una vez que acostumbraron a la
población (con el consentimiento de los políticos) de que el hecho de vender
más billetes que asientos era algo totalmente lícito fue cuando vino la segunda
parte del negocio. Esta segunda parte consiste en que se sacan más beneficios “llevando la política de venta de asientos al máximo de
la estadística”. Por no perjudicar al cliente, se podría vender con un
margen de ocupación más razonable, pero se sacaría menos beneficio al mismo
avión.
Entendamos que a la compañía no
le cuesta nada recolocar a un individuo en el siguiente vuelo. Si en cada vuelo
de Madrid a París, por llevar el margen al límite, vendes diez o cuatro
billetes más: eso al cabo del año es mucho dinero.
Iberia tiene ocho vuelos diarios
directos a París, con escala bastantes más. Si un precio medio son 250 euros,
lo acabo de comprobar, entendemos que si vende diez billetes más (ejemplo
ficticio), en un pasaje de 150 a 200 asientos, estamos hablando 2.500 euros por
vuelo. Por diez vuelos, 20.500 euros. Multiplicado por 300 días, son 6.000.000
euros.
¿Comenzáis a
entender que hay detrás del overbooking? Ponerte
en el siguiente vuelo no les cuesta nada. Llevar la estadística al margen es
mucho dinero. Pura codicia sin importarles los perjuicios personales. Al
miembro del consejo de dirección que juega al golf en Marbella le importa un
bledo que tú hayas pagado y que eso te provoque grandísimos problemas. Él
almuerza en restaurantes de cien euros el menú con tu dinero y mientras sus
lobbies puedan reunirse en un despacho de un congresista, tú seguirás pagando y
él seguirá probando nuevos restaurantes de lujo.
Post Data: Si la compañía te paga un hotel, solo en el caso de
vuelos transatlánticos, que sepas que ese hotel del extrarradio le cuesta a la
gran compañía una cantidad mucho menor que a ti. Lo mismo que al autobús de la
compañía que te recogerá. Siguen ganando dinero, aunque tenga que pagar 40
euros por pasajero dejado en tierra después de haber vendido diez pasajes a 800
euros cada uno. Los números salen y, por eso, han llevado la codicia al
extremo.
Cuando la Unión Europea aprobó un
exiguo (bastante ridículo) listado de derechos de los pasajeros, lo hizo por
razones meramente de imagen, para dar la impresión de que se hacía algo. Pero
el mundo de los billetes de avión y sus asientos estrechos y la comida
espantosa es el salvaje reino del capitalismo más infame.
Pero,
ojo, esta práctica se puede extender a habitaciones de hotel y a “cualquier otro producto por el que hayas pagado”.
La avidez de los poderosos frente a los débiles no tiene límites. Como bien se
vio en la estafa de las acciones preferentes en España. Una estafa en toda
regla y generalizada por la que muy pocos fueron llevados a un tribunal.
P. FORTEA
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