La cólera tiene cura
y solo consiste en 4 aspectos.
Por: Adolfo Güémez |
¿Quién no conoce al menos a un par de personas? Lo peor es
que las más de las veces vivimos con ellas. ¡O somos ellas!
El enojo o la ira es una pasión que todos llevamos dentro. Sólo que unos
la encauzan bien y otros se dejan dominar por ella.
Hay una ira buena, que es la que nos ayuda a adquirir la virtud o a
conservarla. Como cuando Jesús se enojó en el Templo y echó fuera a todos los
cambistas.
También nosotros podemos enojarnos cuando hay algo que me degrada, me
denigra o no me ayuda a ser virtuoso, como el coraje que se genera al defender
la vida del no nacido, el matrimonio natural, etc.
Pero esta ira no nos roba la paz, más bien, nos la da. La ira que
enseguida vamos a analizar ahora es la que no es correcta.
Normalmente nace cuando algo o alguien nos impiden conseguir, o nos
arrebata, un placer ilícito. Entonces surge en nosotros una cólera no sana, que
nos roba la paz.
Por eso Juan Clímaco (escritor) pone en boca de la ira las siguientes
palabras: «Mi madre son la vanagloria, la codicia,
la gula y, algunas veces, la lujuria. Mi padre se llama orgullo. Mis hijas son
el recuerdo de las injurias, la enemistad, la animosidad, la
autojustificación.»
¿Qué consecuencias tiene esta cólera en nuestra
vida? Hace nacer
en nosotros diversos sentimientos y actitudes negativas como la violencia, la
agresión, el rencor, el odio, el mal humor, la ironía, la venganza, etc.
Esta es, precisamente, una manera muy segura de distinguir la ira buena
de la mala: cuando engendra algo de esto, entonces
es mala, porque de Dios no puede venir nada que no sea bueno.
LA CURACIÓN PARA LA CÓLERA CONSISTE EN CUATRO
ASPECTOS:
1. Aprender a sufrir con paciencia los defectos de
los demás, así como las dificultades que se presentan. A aceptar lo que no se
puede cambiar, y a luchar por cambiar lo que sí se puede.
2. Esto conlleva, las más de las veces, callar
frente a las ofensas o errores de los demás, porque suprimiendo las palabras,
se suprimen muchas consecuencias indeseadas: «El que no se deja arrastrar fácilmente
por su lengua, tampoco será arrastrado nunca por la cólera.» Juan Clímaco
3. La humildad, que me lleva a permanecer pacífico.
El deseo de venganza y el rencor no son sino la tendencia de nuestro amor
propio de rehacer su nombre, de restablecer nuestra propia imagen frente a
quienes sentimos que nos han ofendido.
4. Pero la batalla no ha terminado hasta que no
hallamos sustituido la cólera por la virtud contraria: la dulzura.
La dulzura es lo mismo que la mansedumbre. No consiste en ser melosos o
ñoños, sino en amar con sosiego y paciencia al prójimo.
LA DULZURA NO NOS DEBILITA, AL CONTRARIO:
- Nos da paz y reposo interior.
- Hace crecer en nosotros la confianza en uno mismo, lo cual nos
fortalece para futuras ofensas.
- Nos asemeja a Jesucristo, manso y humilde de corazón.
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