Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián (España) afirmó en
un artículo que la dignidad de la persona humana radica en “su mismo ser espiritual” y no en su utilidad, por
lo que la persona más pobre del planeta tiene la misma dignidad que el más
millonario.
El Prelado dijo estas palabras en un artículo publicado en el Diario
Vasco titulado “la dignidad sobre la vida humana” en
el que habla sobre la eutanasia y la importancia de los cuidados paliativos
Según explicó el Obispo de San Sebastián, “la
experiencia nos dice que detrás de toda reivindicación, incluso de la más
equivocada, se esconde un valor justo que necesita ser reconocido y tutelado”.
Por eso, en relación a quienes piden de manera explícita la eutanasia “está latente una implícita petición de ayuda de cuidados
paliativos, formulada desde una situación de profunda impotencia”,
afirmó.
Mons. Munilla recordó en el artículo que actualmente en España “todavía no existe una Ley Nacional de Cuidados
Paliativos, con su asignación presupuestaria correspondiente; con todo lo que
ello abarca: especialidad médica, unidades del dolor, programas de
acompañamiento a pacientes y familiares, etc”.
Indicó que aunque “se ha avanzado mucho en
este terreno”, aún no es suficiente. Advirtió que “está latente la tentación de coger el ‘atajo’ de la Ley
de Eutanasia, ahorrándose el esfuerzo que requiere la apuesta humanitaria de
una Ley de Cuidados Paliativos”.
Mons. Munilla explicó que “el debate
político elude la cuestión antropológica” sobre si existe o no un
derecho al suicidio asistido y también apunta a que “los
Estados occidentales son mucho más reticentes a la hora de asumir el supuesto
derecho a la eutanasia”.
El Obispo planteó algunas preguntas sobre si esa reticencia se debe a
que puede ser “imposible combatir la lacra social
del suicidio, la primera causa de muerte en determinadas franjas de edad, al
mismo tiempo que se legaliza la eutanasia”.
El Prelado aseguró que “la clave última para
abordar el debate de la eutanasia, al igual que el del aborto, es afrontar la
cuestión de la dignidad de la vida humana”.
Mons. Munilla indicó que la ausencia de la filosofía y de la religión en
los planes formativos, “ha generado que la
sensibilidad social se haya ido conformando meramente desde los impactos
emotivos”.
Por eso es evidente que “la relegación de la
racionalidad en favor de la emotividad, combinada con el individualismo y el
utilitarismo, dificulta enormemente un discernimiento objetivo”.
Además subrayó que los creyentes “de
cualquier confesión religiosa”, así como los no creyentes “necesitamos construir nuestra convivencia social sobre
un Derecho Natural”.
“El hecho de que el inicio y el final de la vida no
nos pertenezcan, tiene una razón de ser: la dignidad de la condición humana
está muy por encima de la del resto de la naturaleza”, explica el Prelado.
Subrayó “la dignidad última de la condición
humana está en su mismo ser espiritual; y no meramente en su utilidad, estados
de ánimo, popularidad, éxito amoroso, salud, situación económica..., y otros
muchos factores que, por muy condicionantes que puedan ser, no son capaces de
agotar la dignidad del ser humano”.
En ese sentido el Obispo explica que “el
“ser” está por encima del ‘tener’”, por
lo que la persona más pobre del planeta Tierra tiene la misma dignidad que el
más millonario.
También asegura que “el “ser” está por
encima del ‘hacer’”, es decir, que las capacidades, la inteligencia no
suma ni resta a la dignidad, sino que tienen la misma sea cual sea el “curriculum” de la persona.
Además “el ‘ser’ está por encima de la ‘afectividad’”,
y que la dignidad humana está sobre el “impacto
emocional que las diversas circunstancias generan en nosotros”. El “ser” está por encima del “querer”,
indicó Mons. Munilla, pues “no ha sido
nuestra voluntad la que ha dado a luz a la vida, sino la vida la que ha dado a
luz a nuestra voluntad”.
Además, Mons. Munilla subrayó que “la
dignidad del ser humano está sustentada en su condición personal, que supera la
mera biología” y es esto “lo que nos hace
dignos de ser amados incondicionalmente, más allá de nuestros méritos,
limitaciones, incluso de nuestras capacidades emocionales... Sí, ¡el amor
supera infinitamente a la emoción humana!”
Ante las personas que aseguran que no querrían ser una carga en los
últimos años de su vida, el Prelado dijo que aunque esta afirmación nace de un
buen corazón, “encierra un gran error”, ya
que “el cuidado de nuestros padres nos dignifica a
los hijos, además de preservarnos de la frivolidad de la vida”.
Precisamente son los “ancianos, enfermos y
discapacitados” los que nos ayudan “a abrir
los ojos acerca del valor y la dignidad inviolable de la vida humana”,
aseguró.
Redacción ACI
Prensa
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