Es curioso observar cómo la gente al pasar por una Iglesia católica tiene diversas reacciones.
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente:
ConMasGracia.org
Entre los católicos se acostumbra que cada vez que pasamos frente a una Iglesia
nos santiguamos haciendo la señal de la cruz. Pero ¿Qué significa
hacer este signo? ¿Es obligación hacerla o no?
Es
curioso observar cómo la gente al pasar por una Iglesia católica tiene diversas
reacciones, desde aquellos que se detienen por un momento y hacen la señal de
la cruz, otros que parecen hacer ciertas muecas como si se avergonzaran de que
los vieran y tratan de disimular haciéndolo de manera rápida y sin sentido,
finalmente, están los que pasan de largo sin hacer ningún signo.
Hacer la señal de la cruz o santiguarse de manera consciente es una forma
de saludo a Dios, de quien
decimos que todo templo es su casa, porque allí habita en la forma del pan, en
el Santísimo Sacramento del Altar.
Pero no
solamente nos santiguamos cuando pasamos frente a un templo, también lo hacemos
al levantarnos en las mañanas, al salir de casa, al empezar la jornada de
trabajo diaria, antes de recibir los alimentos y al acostarnos por el día que
termina.
El Catecismo de la Iglesia Católica refiere en su numeral 2157 que: “El cristiano comienza su
jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El bautizado consagra la
jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar
en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las
tentaciones y en las dificultades”.
Por tanto, hacemos este signo para recordar nuestra fe en Cristo Jesús que murió por nosotros en la cruz aun siendo pecadores; asimismo, nos reconocemos hijos de Dios a quien invocamos en el misterio de la Santísima Trinidad para ponernos bajo su protección y ayuda.
Cuando
nos persignarnos retomamos una tradición apostólica muy antigua. El escritor
Tertuliano, escribía: “En todos nuestros viajes y
movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros
zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al
acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos,
marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz”.
Para nosotros los católicos la cruz no es símbolo de muerte, sino de
salvación, pues ésta es la llave por la que nosotros podemos entrar al Reino. Ya lo dijo Jesús: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su
cruz y me siga” (Mc 8, 34). Por tanto, más que el signo de la cruz y el
acto de persignarse, nos recuerdan que queremos ser
seguidores de Jesús de una manera total y comprometida.
Hay que decir que fuera de la Misa y de las oraciones, no es obligatorio hacer la
señal de la cruz, pero sí es necesario y bueno ya que nos hace ser coherentes
con nuestra fe en vida, palabra y actos.
No perdamos esta costumbre de reconocimiento a Dios que se encuentra
vivo y presente en el Sacramento del Altar en cada Iglesia que hay en el mundo. ¡No te avergüences! Hagamos la señal de la cruz
con amor, devoción y orgullo de sabernos hijos amados por Dios. Recuerda las palabras de Jesús: “Yo les
aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta
generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él
cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles” (Mc 8, 38).
No hay comentarios:
Publicar un comentario