Hoy celebramos a los músicos...te dejamos este testimonio
Por: Fernando de Navascués | Fuente: Somos RC
John tenía en sus manos todas las características para ser un músico, un
compositor o un productor musical de primer orden. Nació en St. Louis,
Missouri, lo cual ya casi le hace llevar en la sangre el blues y el jazz. Un
lugar donde los mejores músicos norteamericanos han vivido, en donde maduraron
o en donde han tenido algunos de sus mejores éxitos. Además, John estudió
Producción musical en Nashville, Tennessee, la “Ciudad
de la música”. Sin embargo, Dios se le hizo el encontradizo
una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más
prometedora: seguirle de cerca como sacerdote. Hoy, el hermano John Klein sigue vinculado a la
música tocando en las calles de Roma, promoviendo sus canciones en las redes
sociales, grabando algún disco y, siempre que puede, y suele poder muchas
veces, tocando en encuentros juveniles, adoraciones eucarísticas y allí en
donde quieran escuchar su música evangelizadora.
Ya ha
terminado teología y, si todo va bien, se ordenará sacerdote en breve. Klein ha
dedicado un tiempo para hacer un breve repaso sobre la relación tan importante
que hay entre música y evangelización para este aspirante al sacerdocio: “Para
mí es muy clara cuál es mi vocación: lo primero ser santo, un santo religioso y
un sacerdote Legionario de Cristo. Esto es lo que más deseo y espero con
interés. Me visualizo como sacerdote escuchando
confesiones, celebrando la misa, predicando… No hay nada más importante que
esto, pero también es verdad que la música es una herramienta que me ayuda a
predicar y enseñar a otros cómo es de grande y emocionante el amor de Dios y la misión a la que nos invita”.
“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y por eso lo utilizaré
tan a menudo como pueda. Todos nuestros dones y talentos deben ser puestos al
servicio de Cristo y de la misión, y es allí donde se encuentran su
cumplimiento y perfección”.
En
realidad, le preguntamos, esto es algo que ya hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en una Hora Santa para
jóvenes, en inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se
llaman UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las
llamamos StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer
contacto con la gente, hablar de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en
la que pueden hacer un rato de adoración, confesarse, hablar con algún
sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.
No es
algo nuevo en él, antes de entrar en el seminario, en Nashville, tuvo una
fructífera relación con grupos musicales protestantes. En aquella época, sin
dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a sus estudios de la Biblia. Allí empezó
a tener contacto con la música cristiana: “Aquellos
jóvenes tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un enorme valor a
la hora de vivir su fe en público. Empecé a escribir y tocar música cristiana
con algunos amigos bautistas que había hecho e, incluso, les acompañé en alguna
gira Nashville y Mississippi”.
Es lo que
dijo Dostoievski en su día, y lo que repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy poderosa fuerza evangelizadora. La
Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada amanecer, cada
noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable invitación a
levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan testimonio de
la ternura y la bondad de Dios. Lo mismo se aplica a las artes
humanas. A través de la pintura, la escultura, la danza, la música… tratamos de
imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la naturaleza”.
Para este
religioso, la música es un potente transmisor de la belleza y una forma de
conectar con Dios: “Si ves una presentación de
diapositivas con las imágenes de tu último viaje de vacaciones, seguro que trae
buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos vienen a tu mente
de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música añade otra
dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos conecta a la
dimensión espiritual de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a Dios dentro de
nosotros”.
“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la música es una de las
herramientas que Dios me ha dado para llevar a cabo esa misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente con los jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para
encontrarse con Cristo y para seguirlo de una manera más profunda. Además, la
música es una gran herramienta para romper el hielo con aquellos que están más
lejos de Dios”.
Es algo
que vive constantemente: “Toco en un montón de
horas santas a las que me invitan. Me gusta, porque la música prepara el alma
para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios. Sucede algo maravilloso: la
música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía. Es una
combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos a
experimentar el amor de Cristo de una manera más profunda”.
Pero no
todo es adoración. John también compone para quienes están más alejados de
Dios: “Escribo canciones sobre mis experiencias de
la vida y de Dios. Las toco durante los retiros o en momentos en que estoy con
gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la Iglesia. Muchas
personas, después de escuchar, se abren y empiezan a hablar contigo, se rompe
el hielo y comienza la conversación. Es todo un método de preevangelizacion”.
Es
habitual verle al hermano tocando en la calle, colgando sus vídeos en las redes
sociales, y le preguntamos por estos escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las calles porque
es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando estoy
en la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención de
los viandantes para compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después de
la canción”.
Y sobre
las redes sociales nos explica que “los medios de comunicación
son oportunidades para la evangelización. Es necesario llevar comentarios
positivos, fotos y música inspiradora. Tenemos que sembrar un montón de pequeñas
semillas de esperanza en todos los medios sociales. Dejemos que el
Espíritu Santo haga crecer estas semillas, pero debemos hacer nuestra parte por
estar presentes y compartir libremente todas las cosas buenas que Dios está
haciendo en nuestras vidas”.
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