El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios: María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante".
Significa
que fue concebida sin pecado original. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha
tomado conciencia de que María "llena de
gracia" por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su
concepción.
Es lo que confiesa el dogma de la
Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: "... la bienaventurada Virgen María fue preservada
inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su
concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a
los méritos de Jesucristo Salvador del género humano" (Pío IX, Bula
Ineffabilis Deus: DS, 2803). Catecismo de la Iglesia Católica 490-491
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