LA COMUNIDAD, CON MIL MIEMBROS, PERTENECE AL VICARIATO DE SANTIAGO: 20 JÓVENES ESTÁN COMBATIENDO
La comunidad católica de habla hebrea está
integrada en un plan de atención pastoral específico, donde ocho sacerdotes se
dedican a servir a cinco comunidades parroquiales: Jerusalén, Tel Aviv-Jaffa,
Haifa, Beer Sheva y Tiberíades.
La misa para los católicos de
habla hebrea de Israel se celebra cada día en la Iglesia de San Simeón y Santa
Ana en Jerusalén (Keilla). Este templo es una de las
muchas expresiones de la Iglesia en Tierra Santa y acoge a la comunidad
católica más pequeña de todas.
Compuesta por alrededor de mil
fieles, inmersos en un ambiente cultural y lingüístico hebreo, la comunidad
católica hebrea es una parte vibrante y
diversa de la comunidad cristiana, pero muy desconocida incluso a nivel local. The Catholic World Report ha
contado cómo están viviendo estos momentos de guerra en el país.
UNA
ATENCIÓN PASTORAL ESPECÍFICA
La comunidad católica de habla
hebrea está integrada, gracias al Patriarcado Latino de Jerusalén, en un plan de atención pastoral específico llamado Vicariato de Santiago. Donde ocho
sacerdotes se dedican a servir a cinco comunidades parroquiales: Jerusalén, Tel
Aviv-Jaffa, Haifa, Beer Sheva y Tiberíades.
Antes de convertirse en vicariato
ya existía la Asociación de Santiago, fundada en 1955, era una asociación católica
dedicada al desarrollo de comunidades católicas de habla hebrea en
Israel. En 2013 se convirtió en vicariato autónomo dentro
del Patriarcado Latino de Jerusalén.
El vicario actual es un sacerdote polaco, Piotr Zelazko, que vive en Israel
desde hace 15 años.
El vicariato incluye también dos
comunidades de fieles de habla rusa ubicadas en Haifa y Latrun. Aunque la inmensa mayoría de los católicos en Tierra Santa son de habla
árabe; aproximadamente la mitad
de ellos saben hebreo pero no lo dominan.
Debido a la falta de sacerdotes,
es habitual que los católicos de habla hebrea asistan a
actividades con comunidades católicas de habla árabe, especialmente entre los jóvenes y, sobre todo,
en Galilea (Tiberia, Haifa) y Tel Aviv.
EL
FATÍDICO 7 DE OCTUBRE
Lo que nadie pensaba es que en
estas semanas desde el comienzo de la guerra entre Israel y Hamás, la tarea de
Zelazko se volvería aún más difícil. El 7 de octubre, en los teléfonos móviles
de Zelazko y sus feligreses comenzaron a
sonar las alarmas de caída de misiles,
acompañadas de mensajes cada vez más dramáticos.
"Aún estamos
en la fase de duelo; llevará tiempo. La gente nos pide palabras de esperanza,
de consuelo y de explicación. Tratamos de guiar a nuestro pueblo, pero como
sacerdotes también nos vemos afectados; todos somos parte de esta
sociedad. La fe nos ayuda, pero no es automática", comenta el padre Zelazko.
"Aquí todo el
mundo conoce a alguien que murió ese día o gente que perdió a un conocido, esto
ha dejado una huella. Yo mismo asistí a algunos funerales y tengo a
un amigo que fue secuestrado y ahora está en Gaza", afirma el sacerdote, haciendo referencia a su amigo Alex Dancyg, un
judío de origen polaco de 75 años dedicado al diálogo entre polacos y judíos.
"Tenemos
muchos contactos con personas involucradas en el diálogo interreligioso.
Desafortunadamente, la mayoría de las víctimas de los ataques
del 7 de octubre eran personas abiertas al diálogo, y muchos de los
kibutzim atacados tenían una orientación pacifista", recuerda el polaco.
El día después del ataque, la
comunidad católica de habla hebrea iniciaba el "Gran
Adviento". Un período que comienza el día después de la
celebración de Simjat Torá (Alegría de la Torá), cuando se
celebra la conclusión del ciclo anual de la lectura de la Torá y el comienzo
uno nuevo.
"Durante el
Gran Adviento, añadimos a la Misa una lectura, extraída del pasaje bíblico
leído en las sinagogas esa semana. Es una manera de resonar con la
misma palabra y hacer evidente la relación con el judaísmo y los puntos de
conexión entre judíos y cristianos", explica
el vicario de los católicos de habla hebrea.
El día después del
ataque de Hamás, los católicos hebreos iniciaban el "Gran Adviento".
"Muchos de
nuestros fieles son inmigrantes, en su mayoría filipinos que vinieron a Israel
por motivos laborales. Hay varias personas de ascendencia judía,
pero también familias árabes que se trasladaron del norte al sur del
país en busca de empleo y cuya primera lengua es el hebreo. Para sus hijos y la
segunda generación de inmigrantes, el hebreo es el idioma principal: nacieron
en Israel y asisten a la escuela en hebreo", comenta.
CON
EL ROSARIO EN LA GUERRA
Lo novedoso es que un número cada
vez mayor de hombres y mujeres de la comunidad sirven en el Ejército israelí. "Son como nuestros hijos: los hemos visto crecer en
nuestras parroquias, en el Catecismo y en los campamentos. Tratamos
de estar en contacto constante con ellos, para hacerles sentir que no están
solos, que rezamos por ellos", afirma el sacerdote
polaco.
"A veces les
enviamos algunos obsequios y, en ocasiones, un sacerdote llega a
visitarlos. Cuando un joven ingresa al Ejército, le damos una bendición especial y
oramos para que no olvide los valores que aprendió en la Iglesia, que son
valores cristianos pero, sobre todo, valores humanos", recuerda el padre.
Más de 20 jóvenes de la comunidad
católica de habla hebrea se encuentran actualmente en el servicio militar o han
sido llamados a filas. Algunos están en primera línea, otros en oficinas y otros
tantos participan en sistemas de defensa antimisiles. Algunos han regresado a Israel para servir a
su nación.
Eitan (nombre ficticio) estaba en
Italia cuando lo llamaron para que regresara al servicio militar. Su corazón se desgarró al escuchar testimonios que le recordaron los
horrores del Holocausto. "Me
preocupaba que el vuelo de regreso fuera cancelado, de hecho, cuando aterricé
en Israel había amenaza de misiles, era el último vuelo", recuerda
el joven.
"Todos conocen
mi fe cristiana. Elegí la religión cristiana y no la judía en
la que crecí, estoy muy orgulloso de ser soldado y de ayudar a la
existencia misma del pueblo judío en la tierra de Israel", explica.
Más de 20 jóvenes de la
comunidad católica de habla hebrea se encuentran actualmente en el servicio
militar o han sido llamados a filas.
"Rezo el
rosario todos los días y pido a María, la reina de la paz, una
victoria militar abrumadora sobre el terrorismo islámico, que ojalá
traiga la paz. Pido a mi comunidad que ore por la seguridad de los soldados de
las FDI y por la paz en Tierra Santa entre musulmanes, cristianos, judíos y
drusos", añade.
Michael creció en Haifa, hoy vive
en Francia, cuando estalló la guerra sintió la necesidad de regresar a su
país. "No podía dejar de mirar la televisión, sabía
que mi país estaba siendo atacado. Soy
paramédico y enfermero. Necesitaba regresar a Israel y ayudar", dijo
a ACI Prensa. Durante las últimas semanas ha trabajado en un hospital de
Jerusalén.
"Mientras la
guerra avanzaba, el hospital se encontró con un triple desafío: el personal
palestino a veces tiene problemas para ingresar a Israel; muchos voluntarios
extranjeros regresaron a sus países; y, por último, pero no menos
importante, los hospitales de la ciudad necesitaron desalojar camas para recibir
pacientes oncológicos", dice.
"No puedo
dejar de pensar en el pasaje del Evangelio donde Jesús dice: 'En verdad os digo
que cuanto hicisteis por uno de estos hermanos míos, por mí lo
hicisteis'. Mantenemos limpios a los enfermos, les ayudamos a comer y beber,
los escuchamos. Muchas veces olvidamos lo básico: 'amar a tu prójimo'", advierte.
"Las heridas
son profundas, llevará mucho tiempo curarlas y restablecer la confianza
mutua", afirma el padre Zelazko. Muchos cristianos de habla hebrea se
sienten parte de la sociedad israelí. "Hay una batalla dentro de nosotros para
que prevalezcan los valores cristianos; de lo contrario, sería una victoria
para los terroristas", asegura.
"Cuando eres
parte del conflicto, no es fácil; no es automático. Debemos tener cuidado de no
juzgar a nadie. Cada uno tiene su propia historia y cada uno tiene
su propio momento. El perdón es la cúspide de este viaje", dice Zelazko.
"Nuestra fe
nos pide que perdonemos, pero la fe no es automática. Quizás todavía sea demasiado
pronto… no podemos esperar que las personas traumatizadas estén inmediatamente
dispuestas a perdonar. Lo que hacemos es rezar para que no
prevalezca en nosotros la voluntad de venganza y de ira, y para preservar
nuestra humanidad y no dejar que la violencia oscurezca nuestros
corazones", comenta el sacerdote.
Y, concluye: "Es imposible que el hombre perdone por sí
mismo; el perdón es algo divino y necesitamos que Dios perdone.
Necesitamos orar a Dios para que nos dé la fuerza para perdonar".
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