Un buen café es algo así como una chimenea en un día de invierno, o, si le ponemos más imaginación, como un abrazo cálido en tiempo de dolor.
Por: Maleni Grider | Fuente: www.somosrc.mx
No estoy segura si Jesús bebería café si viviera en esta época, posiblemente
no, pero el café es una bebida tan contemporánea para nosotros como lo fue el
vino para Él. ¡Y cómo nos gusta tomarlo! Con azúcar, sin azúcar, con crema, sin crema, con leche, sin
leche, frío, caliente, expresso, capuccino, macciatto, latte, etcétera.
Parece ser que preparar o comprar
una taza de café, y beberla lentamente nos reconforta el alma. Nos encanta
dedicar tiempo a ello, compartirlo con amigos, y hasta llegamos a convertirlo
en un hábito o en un ritual matutino. Un buen café es algo así como una
chimenea en un día de invierno, o, si le ponemos más imaginación, como un
abrazo cálido en tiempo de dolor.
No sé cuántas veces lo has
pasado, o cuán a menudo has sentido que ya no puedes más… porque algo te está
molestando o torturando. A veces, uno se siente extremadamente cansado de
alguna situación, o existe gran confusión en nuestra alma. Quizá te hirieron o
aún guardas el recuerdo de una acción de alguien que te lastimó demasiado.
Todos hemos estado ahí, sufriendo, esperando un cambio, resentidos,
desesperados, tristes o ya casi sin esperanza.
Si tenemos una fe espiritual
firme, puede ser que vayamos delante del Señor y nos rindamos delante de Él en
oración. Por supuesto, Dios siempre nos escucha, aunque en ocasiones sintamos
que no. Las situaciones más dolorosas y difíciles hacen que perdamos de vista
el carácter de Dios, y nos olvidamos un poco de su bondad.
Por experiencia, sé que hay veces
que debemos detenernos, es decir, tenemos que reaccionar y pensar que sí, Dios
está en su reino, rodeado de luz y gloria, Cristo está sentado a su derecha y
el Espíritu Santo vive entre nosotros (de hecho, dentro de nosotros). Pero
todos ellos ven nuestra aflicción, la sufren por igual, cuentan cada una de
nuestras lágrimas, y esperan el momento en que vengamos a ellos, como un amigo
viene a otro en busca de consuelo.
A veces, hermanos amados, hay que
sentarnos en el sofá, abrir la ventana, mirar hacia afuera, apagar el celular y
las emociones… ¡y simplemente sentarnos a tomar un
café con Jesús! Ahí, en el lugar más cómodo e íntimo que encontremos,
para abrir nuestros labios, nuestro corazón, dejar salir todo el dolor y todo
lo que esté en nuestra mente, expresárselo al Señor.
El Padre, compasivo, nos tratará
como a hijos, con gran compasión y bondad; Jesús, empático, nos abrazará como a
hermanos, con gran entendimiento y comprensión; y el Espíritu Santo nos
consolará con ternura y sabiduría, nos aconsejará y nos recordará que somos su
templo, un templo donde la paz debe habitar y Dios debe reinar.
Así de simple como tomar un café,
como sentarnos a hablar con un amigo, o como realizar una caminata en el
parque, es venir delante de ese cielo que nos espera, nos ama y nos respalda.
El alma humana fue diseñada para tener comunicación con su Creador, y para
vivir feliz dentro de un cuerpo. ¡Tómate ese café
que tanto te gusta, y descansa en tu reunión con el Señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario