Si los seguimos, lograremos que la televisión esté a nuestro servicio y no ser esclavos de ese medio de comunicación
Por: Eduardo R. Cattaneo | Fuente: Escuela Virtual
para Padres
La lectura de los 27 consejos nos hace reflexionar sobre el uso de la
televisión. Si los seguimos, lograremos que la televisión esté a nuestro
servicio y no ser esclavos de ese medio de comunicación.
1. Los padres debemos enseñar a nuestros hijos,
tanto a ver espacios televisivos enriquecedores, como a no ver aquellos que
puedan ser inconvenientes o que puedan afectarlos en su desarrollo integral
como personas. Si los padres no enseñamos a ver televisión a nuestros hijos, ¿quién lo hará por nosotros?
2. Podemos enseñar a los hijos a que no hay que “ver
televisión”, sino que ver
programas de televisión. Así podremos desarrollar la capacidad de selección y
de discriminación, que los habilitará para ver aquello que nos conviene y no
mirar aquello que no nos conviene ver. Debemos preguntar a nuestros hijos ¿Qué programa
quieren ver?, en lugar de ¿Quieren ver
televisión? No olvidemos que la
televisión utilizada con el criterio de ayudar a la educación de los hijos
puede ser una herramienta muy eficaz.
3. Para crear un criterio de selección al
momento de ver televisión, es preciso evitar tener prendida la televisión
cuando no hay nadie viendo un programa determinado. Siempre es positivo
preguntarse: ¿Es
necesario que en este momento esté prendido el televisor? Cuantas veces la televisión permanece horas
funcionando sin que nadie esté realmente viendo un programa determinado. Si la
apagamos, cuando no es necesario que esté prendida, no solo ahorramos energía y
dinero, sino que lo más importante, ganamos silencio y tiempo para nosotros
mismos y para la familia.
4. Un buen modo de afirmar las ideas anteriores,
es no tener a mano el control remoto. El “zapping”, o
la costumbre de cambiar permanentemente de canal de televisión, es contrario al
criterio de selección que debemos desarrollar en nuestros hijos. Por otro lado,
“la lucha” por el control remoto muchas veces es injusta e
inconveniente, ¿no sería preferible
acordar de antemano el programa que queremos ver, para no ser esclavos del
control remoto, que nos lleva por un vagabundeo interminable que no permite
concentrarse ni entender ningún programa? Si el “zapping” con el control remoto es inevitable, porque se está buscando
qué ver, al menos es conveniente enseñar que todos tienen derecho a opinión, y
que la selección del programa no es monopolio del mayor, el más fuerte o el
dueño de la televisión, para así enseñarles a respetar los derechos y los
gustos de cada uno de los miembros de la familia.
5. No es conveniente que nuestros hijos tengan
un aparato de televisión en su habitación. Esta costumbre incentiva el
aislamiento de nuestros hijos, provoca una adicción a la televisión y es
contrario a la vida de familia. Tengamos presente que una adicción desordenada
a la televisión impide el juego de nuestros hijos, el crecimiento de su
creatividad y afecta inevitablemente la convivencia familiar.
6. Es siempre conveniente tener un horario
preestablecido para ver programas de televisión. Como todas las cosas, la
televisión tiene “su
lugar” en la vida familiar, junto a otras actividades. En este punto
debemos tomar conciencia que nuestro día sólo tiene 24 horas, y si le restamos
el tiempo en que dormimos y trabajamos o estudiamos ¿cuánto tiempo libre nos queda? ¿Es
necesario dedicar el escaso tiempo libre que tenemos sólo a la televisión? ¡Donde queda el
tiempo para el juego, la amistad, la cultura, la imaginación y la convivencia
familiar!
7. No usemos la televisión como una “niñera
electrónica”, dado que ella no
cuida verdaderamente a nuestros hijos, especialmente si los dejamos ver “lo que están
dando”. Recordemos que la
televisión, no puede dar cariño, ni es capaz de advertir a los niños de un
eventual peligro. Cuando ambos padres trabajan, este criterio es especialmente
importante.
8. No tengamos prendida la televisión cuando
almorcemos o comamos en familia. Cuando se está juntos en familia, durante las
comidas, toda nuestra atención debemos ponerla en compartir con nuestros hijos
y cónyuge, cuidando ese verdadero tesoro que es estar juntos y con tiempo para
conversar y conocernos mejor. No arruinemos o desperdiciemos los mejores
momentos en familia “metiendo al medio”
una intrusa como invitada principal, que obliga a ser vista y escuchada.
9. La capacidad de imitación que tiene el niño
debemos orientarla hacia el conocimiento de personajes reales y ejemplares, por
ejemplo deportistas, hombres ilustres, héroes de nuestra historia, personas
destacadas en la ayuda a los demás, poetas, etcétera, y no hacia “héroes
imaginarios”, “monstruos”, o
personajes inexistentes. De esta forma, pondremos a su alcance las vidas de
personas que han pasado haciendo el bien, y que merecen ser imitadas.
10. Los padres debemos tratar de acompañar a
nuestros hijos a ver televisión. De esta forma podremos conocer verdaderamente
los contenidos de los programas para tener juicios más apropiados al momento de
emitir nuestra opinión sobre la televisión. Mirando televisión con ellos nos
podremos dar cuenta de sus gustos o preferencias, y los efectos que los
distintos programas pueden producir en cada uno de ellos.
11. Echarle la culpa a la televisión es la
salida fácil. No conviene que los padres renunciemos a la posibilidad de que en
la casa se vea siempre buena televisión, teniendo presente que en la
programación de la televisión, si buscamos, podremos encontrar casi siempre
buenos programas, y que nos corresponde a nosotros el deber y la
responsabilidad de ser los principales formadores de nuestros hijos.
12. La experiencia demuestra que no es
conveniente que los niños y jóvenes puedan ver el programa que se les antoje,
sobre todo los más pequeños. Tampoco conviene dar por sentado que todos los
programas llamados infantiles o de dibujos animados tienen un contenido
adecuado para su edad.
13. Los padres debemos informarnos del contenido
de los programas de televisión. Cualquier espacio que incluya sexualidad,
violencia, maldad, permisividad, delincuencia, racismo, etcétera, no es apto
para niños. Y los padres deben saberlo, y evitar que sus hijos los vean. Para
lograr esto, se pueden consultar las guías de calificación de la programación
de la televisión que se publican a instancias del Ministerio de Educación, del
Consejo Nacional de la Televisión, y en revistas especializadas de educación de
los hijos, como por ejemplo Hacer Familia o Educar.
14. Una vez informados del contenido de los
programas de televisión respetemos la señalización de los programas infantiles:
- para todo
niño; - para niños mayores de 7 años; y para niños mayores de 12 años,
establecida por los canales de televisión, y difundida tanto por el Ministerio
de Educación como por el Consejo Nacional de Televisión, para el cuidado de los
niños.
15. Hay que tener presente que los hijos deben
aprender valores antes que nada en el ámbito de la familia. Cuidemos de
explicar a nuestros hijos que los principios e ideales de los héroes o heroínas
de la televisión son la mayoría de las veces son difíciles de aplicar en la
vida diaria, donde a diferencia de la televisión, cada acto tiene un costo y
una consecuencia positiva o negativa para ellos mismos.
16. Con imaginación y creatividad los padres de
familia podemos esforzarnos en buscar alternativas a la televisión, fomentando
el deporte, las visitas a museos y parques naturales, las sesiones de teatro,
la proyección de videos, las conversaciones familiares, las prácticas de
acciones solidarias a favor de los demás, etcétera.
17. La “cultura de la imagen”
debe llegar a los niños por medios que no sea exclusivamente la
televisión. Enseñémosles a nuestros hijos que fuera de la pantalla existen los
paisajes, las puestas de sol, los jardines, los museos y exposiciones, los
libros, etcétera, que son infinitamente más bonitos y reales que lo que puedan
ver en la televisión. En este mundo hay tanto que ver y que mirar, pero, es
necesario que como padres lideremos este esfuerzo, no perdiendo la capacidad de
admiración, para que nuestros niños sigan nuestro ejemplo.
18. Inevitablemente, y no obstante nuestros
esfuerzos, habrá contenidos televisivos contrarios a nuestros valores, que nos
parezcan inconvenientes o negativos para nosotros o nuestros hijos. Por ello
fomentemos en familia el análisis crítico del contenido de los programas de la
televisión. Para eso, acostumbremos a nuestros hijos a saber ver y distinguir
lo bueno y lo malo que pueda contener un determinado programa de televisión.
19. Los padres tenemos que fomentar que los
programas sean analizados y materia de conversación en reuniones de familia,
por ejemplo en las comidas. Esto no solo enriquece la comunicación familiar,
sino que es una excelente manera de conocer y dar un apoyo concreto a la
educación de los valores de nuestros hijos.
20. Las familias, de a poco, pueden crear una
videoteca con películas y documentales de interés para los niños, que contengan
temas variados y entretenidos. Esta práctica no solo fomentará el gusto por la
cultura y la entretención en familia, sino que les servirá para ir creando un
criterio selectivo al momento de ver televisión.
21. Algunos comerciales pueden ser tan
peligrosos como los malos programas de televisión. Los padres debemos estar muy
atentos para que la televisión no convierta a nuestros hijos en personas
superficiales o consumidoras de todo lo que se anuncia. La gran oferta de
bienes que existe en la televisión puede ayudarnos a educar a nuestros hijos en
un “consumo
inteligente”, basado en la
satisfacción de las reales necesidades, más que la de los gustos. Nunca hay que
hacer caso de la publicidad de juegos que inciten a la violencia, a la
discriminación, y al racismo.
22. Los padres de familia, tenemos el derecho y
el deber de iniciar a nuestros hijos en una positiva y prudente educación
sexual, que evite que una imagen distorsionada del amor humano y del sexo les
sea trasmitida a través de cualquier medio, y en particular los programas o
avisos de la televisión.
23. No podemos dejar que nuestros hijos vean
televisión de mala calidad. Si estos programas de televisión son vistos por
nuestros hijos, confundirán la realidad con la ficción, se desorientarán y
equivocarán al comprender y valorar el sentido de la vida. Transigir con la
mala calidad de aquellos programas de televisión inadecuados para los niños,
dejando que los vean, equivale a hacerse cómplice de lo que sabemos distorsiona
los valores que le servirán de fundamento para el resto de su vida, y atenta
contra los derechos de la infancia.
24. Hay que evitar a toda costa que el ver o no
ver televisión se convierta para los niños en un premio o castigo.
25. Los padres de familia podemos organizarnos
para exigir una televisión de calidad, especialmente en horarios infantiles.
Las actitudes groseras, los hábitos y comportamientos antisociales, las
obscenidades del lenguaje, la pérdida del sentido de la autoridad, la
vulgaridad y la frivolidad, la apología subliminal o directa de conductas
reprochables, la discriminación de la mujer o su utilización como objeto sexual
y cualquier menosprecio a la vida humana, deben ser erradicados, especialmente
de los espacios que tengan a los niños como destinatarios.
26. Ante una programación infantil con baja,
discutible y reprobable calidad, los padres de familia tenemos la ineludible
responsabilidad de poner en marcha una crítica constructiva, ejerciendo así
nuestros derechos ciudadanos. Asimismo, y como contrapartida al esfuerzo
realizado por muchos de quienes trabajan en el ámbito de la televisión, es
conveniente incentivar una buena televisión, resaltando y difundiendo entre
nuestros amigos los buenos programas de televisión.
27. El ejemplo es la herramienta más eficaz que
tenemos los padres en nuestras manos. Si vemos mucha televisión, o postergamos
nuestros deberes o actividades familiares o recreativas con nuestros hijos por
ver televisión, o vemos televisión de mala calidad, ¿con qué criterio vamos a evitar que
nuestros hijos vean aquellos programas negativos para ellos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario