EL ATEÍSMO Y EL TIKTOK NO SALVARÁN OCCIDENTE DEL TOTALITARISMO, EL ISLAMISMO Y LO WOKE, ADVIERTE
Ayaan Hirsi Ali, de origen somalí, antigua diputada
en Holanda y activista atea, ahora es cristiana.
Ayaan Hirsi Ali, ex-musulmana, atea muchos años ubicada en el
Nuevo Ateísmo de Dawkins y
Hitchens, famosa por sus críticas a Mahoma y al islamismo,
escritora hoy afincada junto a la muy 'woke' Universidad
de Stanford (California), antiguamente diputada en Holanda, ha declarado, y
luego detallado en un artículo en Unherd que ahora, el día que cumple 53
años, es cristiana y va a la iglesia cada domingo.
No ha especificado en qué
denominación cristiana practica la fe. Su esposo desde 2011, el historiador escocés Niall Ferguson, explicaba en 2021 que
él fue educado en el ateísmo, "en un contexto
ético calvinista, aunque sin Dios", pero que defiende que el
cristianismo es bueno y necesario para proteger a la civilización de muchos
horrores.
Esta argumentación de que los retos del mundo necesitan del cristianismo la da también su esposa Ayaan en su artículo
de Unherd del 13 de noviembre titulado "Por qué ahora soy cristiana".
Es un artículo peculiar, porque argumenta muy bien a favor del
cristianismo como factor de bien en el mundo, especialmente frente al Islam, los totalitarismos, y "la expansión
viral de la ideología woke, que está
devorando la fibra moral de la nueva generación", pero no menciona
a Jesús en persona, aunque en una ocasión menciona "la
enseñanza de Cristo".
"No sería fiel
a la verdad si atribuyera mi aceptación del cristianismo sólo a entender que el
ateísmo es una doctrina demasiado débil y divisiva para fortalecernos contra
nuestros amenazadores enemigos. También he acudido al cristianismo porque al
final he visto que la vida sin un consuelo espiritual es insoportable,
de hecho, cercana a lo autodestructivo. El ateísmo fracasa a la hora de responder una pregunta sencilla: '¿cuál
es el significado y propósito de
la vida?"
En este vídeo, de hace unos meses, Ayaan
explica en qué se parecen, y como se apoyan la ideología woke y el Islam, según
lo ve ella.
REACCIONES
DE ANTICRISTIANOS, Y DE CRISTIANOS EXIGENTES
Enseguida han resonado voces
comentando el artículo. Los anti-cristianos se escandalizan porque aseguran que el cristianismo es muy malo con las mujeres y los
homosexuales. Se lo dicen a una
africana que sufrió ablación genital de niña y que ha recibido el primer Premio Simone de Beauvoir "por la libertad de las mujeres" en 2008 (y el Premio a la Tolerancia de
la Comunidad de Madrid en 2005).
Algunos ateos, sobre la pregunta del "sentido y propósito de la vida",
responden que no tiene ninguno y que es una 'blanda' por no aceptar esa dura 'realidad'. (En
realidad, estudios y sondeos indican que sólo 1 de cada 3 no creyentes dice
que la vida no tiene ningún sentido).
Y luego hay voces cristianas
señalando que convertirse por razones instrumentales (el cristianismo es útil para el bien, y me
da consuelo espiritual) no es una conversión muy profunda.
Pero la misma Ayaan escribe que apenas está empezando un camino (algo que han reconocido miles y miles de
conversos cuando empiezan a dar pasos en la fe). "Por
supuesto, aún tengo mucho que aprender sobre el
cristianismo. Descubro un
poco más en la iglesia cada domingo. Pero he reconocido, en mi larga travesía por un desierto de miedo
y duda de mí misma, que hay una forma mejor de afrontar los retos de la existencia
que lo que el islam o la increencia tenían que ofrecer".
UNA
MUJER VALIENTE
Queda por ver si declararse
cristiana dificultará el trabajo de su Fundación AHA por los derechos de
las mujeres (contra matrimonios forzados y ablación genital, por ejemplo)
y la libertad de expresión. Pero Ayaan no
se achantará ante las críticas, ha demostrado su valor y
ha sido amenazada de muerte muchas veces.
Hay que insistir en la relevancia
de su figura. En un artículo hace 8 años en XLSemanal la
definían como "la Salman Rushdie
holandesa" y "la Voltaire negra que se vio obligada a vivir oculta".
Aseguraba que perdió la fe musulmana con los atentados de las Torres Gemelas de 2001. En enero de 2003 criticó a Mahoma y desde
entonces vive amenazada.
Cuando avisó de que el Islam
violento llegaría a Europa, la llamaron racista. Criticó la ingenuidad de
muchos intelectuales. En 2004, un hijo de marroquíes mató a disparos a
su amigo el cineasta Theo Van Gogh en Holanda, no consiguió acabar
de cortarle la cabeza y le clavó en el pecho un cuchillo con una carta
amenazando a Ayaan. Holanda y Europa se horrorizaron. Luego llegarían más matanzas: Charlie Hebdo y Bataclán en París, los atentados de
Londres, Niza, Estocolmo, Manchester, Barcelona...
Para el Nuevo Ateísmo, con quien
compartió cartel en muchos actos y congresos, es una pérdida importante: una intelectual negra, africana, mujer, que
rompía la imagen del movimiento de ser cosa de hombres blancos occidentales. Ahora
la intelectual negra con premios de defensa a la mujer apuesta por el
cristianismo.
***
¿POR
QUÉ AHORA SOY CRISTIANA?
Por: Ayaan Hirsi Ali,
noviembre de 2023, traducción de extractos por ReligionEnLibertad
En 2002 descubrí una conferencia
de Bertrand Russell titulada 'Por qué no soy
cristiano'. No se me pasó por la mente, al leerla, que un día, casi un
siglo después de que él la pronunciara en la rama del sur de Londres de la
National Secular Society, yo me vería impulsada a escribir un ensayo
precisamente con el título opuesto.
[...]
Cuando leí la conferencia de
Russell, sentí que aliviaba mi disonancia cognitiva. Era un alivio adoptar una
actitud de escepticismo hacia la doctrina religiosa, rechazar
mi fe en Dios y declarar que tal entidad no existía. Lo mejor de todo, podía rechazar la existencia
del infierno y el peligro del castigo eterno.
La afirmación de que la religión se basa sobre todo en el miedo encontró eco en
mí. Yo había vivido demasiado tiempo aterrorizada por
los terribles castigos que
me esperaban. Aunque había abandonado todas las razones racionales para creer
en Dios, el miedo irracional al infierno aún permanecía. La conclusión de
Russell llegaba como una especie de alivio: 'Cuando
muera, me pudriré".
Para entender por qué me hice
atea hace 20 años, antes tenéis que entender el tipo de musulmana que había
sido. Era adolescente cuando los Hermanos Musulmanes entraron en mi comunidad
en Nairobi, Kenia, en 1985. Creo que antes de venir ellos, yo nunca había
entendido la práctica religiosa. Aguantaba los rituales de abluciones, oración
y ayuno como tediosos y sin sentido.
Los predicadores de los Hermanos
Musulmanes lo cambiaron. Articulaban una dirección, un camino recto. Un
propósito: trabajar para ser admitidos en el
paraíso de Alá tras la muerte. Un método: el
manual de instrucciones del Profeta sobre qué hacer y no hacer, lo halal y lo
haram. Como detallados
suplementos al Corán, los hadices deletreaban como poner en práctica la
diferencia entre el bien y el mal, lo correcto y lo erróneo, Dios y el mal.
[…]
La alternativa, complacerse en
los gozos del mundo, era merecer la ira de Alá y ser condenado a una vida
eterna en el fuego del infierno. Algunos de esos
"gozos mundanales" que criticaban era leer novelas, escuchar música,
bailar e ir al cine, todo
lo cual me avergonzaba admitir que me encantaba.
La característica más impactante
de los Hermanos Musulmanes era su habilidad para transformarme a mí, y a mis
compañeros adolescentes, de creyentes pasivos a activistas,
casi de la noche a la mañana. No
sólo decíamos cosas o rezábamos por ellas: hacíamos cosas.
Como chicas, aceptábamos el burka
y juramos rechazo a la moda occidental y el maquillaje. Los chicos cultivaban
su vello facial al máximo. Vestían ropa blanca, como los vestidos tawb usados
en países árabes, o recortaban sus pantalones sobre los tobillos. Operábamos en
grupos y éramos voluntarios en servicios de caridad a los pobres, viejos,
discapacitados y débiles. Pedíamos a otros musulmanes que oraran y a los
no musulmanes que se convirtieran al Islam.
[...]
Se nos decía en términos claros
que no podíamos ser leales a Alá y Mahoma y a la vez
mantener amistad y lealtad a los no creyentes. Si explícitamente rechazaban nuestras invitaciones al Islam,
debíamos odiarles y maldecirles.
Aquí, un odio especial se
reservaba para cierto grupo de no creyentes: los judíos. Maldecíamos a los
judíos varias veces al día y expresábamos horror, asco e ira por la letanía de
ofensas que supuestamente habían cometido. Habían traicionado a nuestro
Profeta, habían ocupado la Mezquita Santa de Jerusalén, continuaban dispersando
corrupción del corazón, la mente y el alma.
[...]
La religión, decía Russell,
estaba enraizada en el miedo. "El miedo es
la base de todo el asunto, miedo de lo misterioso, miedo de la derrota, miedo de la muerte".
Como atea, pensé que perdería ese
miedo. Encontré un círculo de amigos completamente nuevo, tan distinto de los
predicadores de Hermanos Musulmanes como se pueda imaginar. Cuanto más tiempo
pasaba con ellos, con gente como
Christopher Hitchen y Richard Dawkins, con más confianza sentía que hice la
elección correcta.
Porque los
ateos eran listos. Y también eran muy divertidos.
¿Qué cambió? ¿Por qué
ahora digo que soy cristiana?
Parte de la respuesta es global.
La civilización occidental está bajo amenaza de tres
fuerzas distintas pero relacionadas:
- el resurgir del autoritarismo y el expansionismo de
gran poder, en las formas del Partido Comunista Chino y la Rusia de Vladimir
Putin;
- el crecimiento del Islamismo
global, que amenaza con movilizar a una gran población contra
Occidente;
- la difusión viral de la
ideología woke, que está devorando la fibra moral de la
siguiente generación.
Intentamos frenar estas amenazas
con herramientas modernas, seculares: esfuerzos
militares, económicos, diplomáticos y tecnológicos para derrotar, sobornar,
persuadir, apaciguar o vigilar. Y aún así en cada
ronda del conflicto vemos que perdemos terreno. O nos quedamos sin dinero, con una deuda
nacional de decenas de trillones de dólares, o perdemos el liderazgo en la
carrera tecnológica con China.
Pero no podemos combatir a estas
fuerzas formidables a menos que podamos responder a la pregunta, ¿qué es lo que nos une? La
respuesta de que "Dios está muerto"
parece insuficiente. También lo es el intento de encontrar consuelo en el "orden internacional liberal basado en reglas".
La única respuesta creíble, creo
yo, descansa en nuestro deseo de defender el
legado de la tradición judeocristiana.
Ese legado consiste en un elaborado
conjunto de ideas e instituciones diseñadas para proteger la vida
humana, la libertad y la dignidad, desde el Estado nación y el imperio de la ley a las
instituciones de la ciencia, la salud y el aprendizaje.
Como ha mostrado Tom Holland en su
maravilloso libro 'Dominion', todo
tipo de libertades aparentemente seculares -de mercado, de conciencia y de
prensa- tienen sus raíces en el cristianismo.
Y así he llegado a darme cuenta
de que a Russell y mis amigos ateos los árboles no les
dejan ver el bosque. El bosque es la civilización construida en
la tradición judeocristiana. Es la historia de Occidente, aunque sea con
verrugas. La crítica de Russell a las contradicciones de la doctrina cristiana
es seria, pero también demasiado estrecha de miras.
[...]
Para mí, la libertad de conciencia y de expresión es quizá el mayor beneficio de
la civilización occidental. No ha
llegado al hombre de manera natural. Es el producto de siglos de debate entre
comunidades judías y cristianas. Son estos debates los que hicieron
avanzar la ciencia y la razón, disminuyeron la crueldad,
suprimieron supersticiones y construyeron instituciones para ordenar y proteger
la vida, a la vez que garantizaban libertad al máximo de gente posible.
Al contrario que el Islam, el
cristianismo creció por encima de su estado dogmático. Cada vez fue más claro
que la enseñanza de Cristo implicaba no
solo un papel delimitado para la religión como algo separado de la política. También
implicaba compasión por el pecador y humildad para el creyente.
Pero no sería fiel a la verdad si
atribuyera mi aceptación del cristianismo solo a darme cuenta de que el ateísmo es una doctrina demasiado débil y divisiva para fortalecernos frente a nuestros amenazadores
enemigos. He acudido al cristianismo porque al final veo que la vida sin
consuelo espiritual alguno es insoportable, de hecho, casi autodestructiva.
El ateísmo falla a la hora de
responder una pregunta sencilla: "¿cuál es el
significado y propósito de la vida?"
Russell y otros activistas
ateos creían que con el rechazo de Dios entraríamos en una
era de razón y humanismo inteligente. Pero
'el agujero con forma de Dios', el hueco
dejado al retirarse la iglesia, lo ha llenado una jerigonza de
dogma irracional casi religioso.
El resultado es un mundo donde
sectas modernas depredan sobre masas descolocadas, ofreciéndoles razones
espurias de ser y actuar, sobre todo mediante el teatrillo de señalar virtud a
costa de una minoría victimizada o nuestro planeta supuestamente condenado.
La frase que a menudo se atribuye
a G.K.Chesterton se ha convertido en profecía: "Cuando los hombres deciden no creer en Dios,
no pasan a no creer en nada, sino que son capaces de creer en cualquier
cosa".
En este vacío nihilista, el reto
para nosotros es de civilización.
No podemos resistir
a China, Rusia e Irán si no podemos explicar a nuestra población por qué es importante lo que
hacemos. No podemos luchar contra la ideología woke si no
podemos defender la civilización que está decidida a destruir. Y no podemos contrarrestar
el islamismo con herramientas puramente seculares.
Para ganar los corazones y mentes
de musulmanes aquí en Occidente, tenemos que ofrecerles algo más
que vídeos de TikTok.
La lección que aprendí de mis
años con los Hermanos Musulmanes fue el poder de una historia unificadora,
incrustada en los textos fundacionales del Islam, para atraer, implicar y
movilizar a las masas musulmanas. A menos que ofrezcamos algo así de
significativo, temo que la erosión de nuestra civilización continuará. Y,
afortunadamente, no hay necesidad de buscar
mezclas new-age de medicación y mindfulness. El cristianismo lo tiene todo.
Por eso ya no me
considero una apóstata musulmana, sino una ex-atea.
Por supuesto, aún tengo mucho que
aprender sobre el cristianismo. Descubro un poco más en la
iglesia cada domingo. Pero he reconocido, en
mi larga travesía por un desierto de miedo y de duda de mí misma, que hay una forma
mejor de afrontar los retos de la existencia que la que el islam o la
increencia pueden ofrecer.
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