Leemos en el evangelio de San Juan: “Jesús les dijo: ‘Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre’. Le replicaron: ‘Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios’. Jesús les contestó: ‘Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo porque es mentiroso y padre de la mentira. En cambio a mí, porque os digo la verdad, no me creéis’” (Jn 8, 39-45).
* * *
De este trozo del Evangelio creo
que queda claro que Jesús llama hijos de diablo a quienes no
creen en Él, son homicidas y mentirosos.
Quienes cumplen las tres condiciones me parece que las palabras de Jesús
son muy claras sobre lo que son.
1. NO
CREEN EN JESÚS: Cualquiera sabe de sí mismo si es
un creyente en Jesús o no.
2. HOMICIDA: Según el Diccionario de la Real Academia, es el “causante
de la muerte de alguien”. Hoy, sin embargo, con el relativismo
imperante, muchos consideran que el aborto y la eutanasia no sólo no son
crímenes, sino incluso derechos.
-SOBRE
EL ABORTO: El derecho a la vida es el derecho humano fundamental, hasta el
punto que todos los demás derechos se apoyan en él. Ya en el juramento
hipocrático, que se ha realizado prácticamente hasta nuestros días por los
médicos desde el siglo V a. de C., encontramos: “Tampoco
daré un abortivo a ninguna mujer”.
El rechazo del aborto es uno de los puntos más claros de la doctrina
católica. En el Antiguo Testamento el Decálogo afirma categóricamente:
“No matarás” (Ex 20,13; Dt 5,17). Pero en el
Antiguo Testamento hay el convencimiento que la vida humana empieza antes del
nacimiento, pues Dios nos conoce cuando todavía estamos en el seno materno (Is
49,1 y 5; Jr 1, 5; Sal 139, 13; Job 31, 15; 2 Mac 7, 22-23). En el Nuevo
Testamento, San Juan Bautista, todavía en el seno
materno, se alegra de la venida de Jesús (Lc 1, 42-44). El Concilio Vaticano II
nos dice: “El aborto y el infanticidio son crímenes
abominables” (Gaudium et Spes, nº 51).
-SOBRE
LA EUTANASIA: He aquí lo que dice la Iglesia: “La Iglesia considera que debe reafirmar como
enseñanza definitiva que
la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque, con
tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano
inocente... La eutanasia, por lo tanto, es un acto intrínsecamente malo, en
toda ocasión y circunstancia. En el pasado la Iglesia ya ha afirmado de
manera definitiva «que la eutanasia es una grave violación de
la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente
inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en
la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por
la Tradición de la Iglesia y
enseñada por el Magisterio
ordinario y universal. Semejante
práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o
del homicidio». Toda cooperación formal o material
inmediata a tal acto es un pecado grave contra la vida humana” (carta Samaritanus Bonus de
la Congregación para la Doctrina de la Fe).
3.
LA MENTIRA: Nos dice el Catecismo de la Iglesia
Católica: "La mentira consiste en decir falsedad con
intención de engañar” (nº
2482); “es hablar u obrar contra la verdad para
inducir a error” (nº 2483); “la gravedad de
la mentira se mide según la naturaleza de la verdad que deforma, según las
circunstancias, las intenciones del que la comete y los daños padecidos por los
que resultan perjudicados” (nº 2484). Está claro que en este caso tiene
que ser muy grave.
* * *
Para quienes realicen las tres
condiciones que señala Jesucristo les recordaría dos textos del Nuevo
Testamento: “De Dios nadie se burla” (Gál 6,7), pero también “habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que
por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc 15, 7).
Publicado en ReL el
24 de noviembre de 2020.
Por: Pedro Trevijano
No hay comentarios:
Publicar un comentario