San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor.
Por: Mary Torres | Fuente:
EvangelizacionCatolica.org
El Día de San Valentín es una tradición que se ha ido implantando en casi todo
el mundo, de manera muy particular en América pero más lamentable aún es
su creciente comercialización durante el siglo XX y XXI. La costumbre
dicta que los enamorados, novios o esposos expresen su amor y cariño
mutuamente. Mientras más grande sea el detalle más grande el amor. El comercio
compite grandemente por vender, al punto de que la fiesta es tan competitiva
como la Navidad.
Muchos
piensan que este día se celebra desde hace poco y que surgió por los centros
comerciales. Pero, como católicos nos compete clarificar varios detalles. Antes
de hacerlo debo admitir que no fue hasta ahora que me interesé en buscar
información sobre el particular. Ha sido tan sorprendente y significativo
para mí, que sería egoísta sino lo comparto con ustedes. El origen de
esta fiesta proviene de una hermosa e increíble historia que data de la
época del Imperio Romano; señalando como protagonista a Valentín de Terni, un
sacerdote católico. La celebración es de origen anglosajón y comenzó a
cobrar notoriedad a partir del siglo XIV, tomando como nombre de Día de
los Enamorados o Día del Amor y la Amistad.
San
Valentín nació en Interamna Terni, unos 100km al norte de Roma, cerca del año
175. Fue ordenado por San Felicio de Foligno y consagrado obispo de Interamna
por el Papa Víctor I c. 197. Famoso por su evangelización, milagros y
curaciones, este sacerdote ejerció en Roma durante el siglo III bajo el
gobierno del Emperador Claudio II quien prohibía la celebración de matrimonios
entre los jóvenes. El gobernante decía que: “Los
solteros sin familia son mejores soldados, ya que no tienen ataduras.”
Valentín
consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador celebrando en
secreto matrimonios para jóvenes enamorados. El emperador Claudio se enteró y
como el sacerdote gozaba de un gran prestigio en Roma, lo llamó al Palacio.
Valentín aprovechó la ocasión para hacer proselitismo del cristianismo y aunque
en un principio Claudio II mostró interés, el Gobernador de Roma llamado
Calpurnio lo persuadió y el emperador optó por su encarcelación. Ocurrió que el
oficial Asterius, encargado de encarcelarle lo quiso ridiculizar y lo puso a
prueba. “Te reto a que devuelvas la vista a mi hija
Julia que nació ciega”. Valentín aceptó e impuso sus manos sobre los
ojos de la joven. ”En el nombre del Señor y de su
infinito amor, te devuelvo la vista”. En el nombre de Jesús, se obró el
milagro.
Este
hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al
cristianismo. Valentín siguió preso, no pudieron liberar al sacerdote pues el
débil emperador lo mandó a arrestar por temor a un levantamiento de los paganos
y del ejército romano. De todas formas fue torturado y decapitado el 14 de
febrero del año 270. Lo mataron de noche y en secreto para evitar la reacción
del pueblo de Terni donde era muy amado. Como agradecimiento, Julia plantó un
almendro de flores rosadas junto a su tumba y partir de entonces el almendro ha
pasado a ser símbolo de amor y amistad duraderos.
En el año
496 DC el Papa Gelasio escogió la fecha del 14 de febrero para honrar a
Valentín. Sus restos mortales se conservan en la Basílica de su mismo
nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de
febrero dicho templo celebra una hermosa ceremonia donde las
parejas presentes realizan un acto de compromiso un año antes de contraer
matrimonio.
Cabe
preguntarnos ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a
ver nuestro matrimonio como una vocación, como una oportunidad de poner ese
llamado al servicio del Señor? San Valentín antepuso su misión a
su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor. Hagamos un alto
este día para elevar una oración por nuestros matrimonios y pidamos a Dios por
el renacer de este sacramento en el mundo.
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