Harisson Butker, de los Kansas City Chiefs, anotó la patada ganadora de la última Super Bowl: "Ahora soy un mejor jugador de lo que hubiera sido si no hubiese vuelto a la Iglesia y hubiese realineado mi vida hacia Dios".
El equipo de fútbol americano Kansas City Chiefs ganó este 12 de febrero su tercera Super
Bowl. Mientras su rutilante estrella Patrick Mahomes se llevaba todos los
honores, el pateador Harrison Butker había pasado a
la historia por anotar el
tanto definitivo.
Un nombre de 27 años orgulloso de
la que considera su faceta más importante. Butker se
reconoce católico practicante,
tiene una gran devoción por la Virgen María, y las cámaras de televisión
pudieron captar durante el partido cómo portaba un escapulario
marrón de la Virgen del Carmen.
EL
MOLESTO GRAN AMIGO
Un usuario de redes sociales
dijo: "La fe requiere coraje. Es
alentador ver su coraje". Otro usuario expresó: "Espero que Harrison Butker aprecie el modelo a
seguir que es para los niños católicos en todas partes. Los míos sonríen
mucho cada vez que ven una de esas fotos de él recibiendo una
bendición o usando su escapulario".
Harrison es mucho más que un
pateador de fútbol americano. Detrás de ese casco e indumentaria particular del
fútbol americano se esconde un joven que ha sorprendido a
muchos por su historia de fe. En
una entrevista con EWTN en 2019, Harrison Butker habló sobre cómo
fue criado como católico, pero con los años fue perdiendo su fe.
En el año 2013, poco después de
llegar al campus del Georgia Tech, Harrison Butker se preparaba para un entrenamiento
solitario en el campo de práctica, cuando se encontró con Grant
Aasen. "Todo lo que quería hacer
era patear algunos goles de campo por mi cuenta", recordaba Butker.
"Este tipo que no conocía en absoluto, sale de
la nada y actúa como si fuéramos los mejores amigos".
Grant Aasen, también estudiante
del primer año, esperaba unirse
al equipo como pateador de
despeje y estaba volando balones de fútbol por todo el campo, donde no había
nadie más. Se mostró feliz de ver a Butker y empezó a charlar.
Incluso pidió a Butker que lo grabara pateando para que pudiera analizar su
técnica. Mientras que Aasen le estaba pasando de maravilla, Butker
estaba terriblemente enfadado.
"Harrison era
uno de los mejores pateadores del país, y no encontró muy atractiva la charla de
un pateador de despeje de bajo nivel", recordaba
Grant Aasen, que de hecho no fue aceptado en el equipo en su primer año. "Yo no le interesaba para nada, y pensé que él tenía una mala actitud, así que
básicamente nos despreciamos mutuamente".
No se imaginaban que, cuando se
graduaran casi cuatro años después, con Butker reclutado para la NFL y Grant Aasen encaminado al seminario, los dos hombres se
habrían convertido no sólo en compañeros de equipo y de generación, sino
también en amigos cercanos y hermanos Caballeros de Colón.
A Harrison Butker le iba bien en
la cancha pero cada vez se sentía más frustrado y
solitario. Había asistido
ocasionalmente a la Iglesia durante la escuela secundaria, pero entró a la
Universidad planeando dejar atrás lo que percibía como las reglas y
regulaciones opresoras de la Iglesia. Pero esta separación
no le había traído la felicidad.
Irónicamente, Harrison Butker
acudió en busca de ayuda al pateador que una vez lo había molestado tanto. "Sabía que Grant era un católico practicante,
y también vi que era alegre", dijo Butker. "No comprendía cómo alguien podría vivir como quiere
la Iglesia y aun así ser feliz".
Para entender la situación,
comenzó a hacerle preguntas a Grant sobre Dios y la Iglesia. "Respondió a muchas de mis preguntas y me remitió a Catholic Answers y
al Padre Joshua Allen, en el Centro Católico de la escuela para que me
contestara otras", explicaba Butker.
"Las
explicaciones que recibí sobre la salvación, el matrimonio, la vida de familia,
la ciencia, y muchas otras cosas tenían sentido. Empecé a ver cómo
alguien podía realmente ser feliz como practicante de la
religión católica, porque estaba obteniendo una perspectiva clara sobre la
naturaleza de Dios y del hombre, revelada a través de la Iglesia".
"Empecé a ir a
Misa con Grant y entonces me confesé por primera vez desde
el segundo grado. Mi mayor salto de fe fue acudir al sacramento de la
Confesión, eso realmente me cambió, cuando salí ese día del confesionario realmente
me sentí diferente, me sentí como yo, como auténticamente Harrison
en todas las áreas de mi vida".
Según Butker, su amistad con
Grant cambió su vida por completo. "Ese tipo
irritante del primer año se convirtió en uno de mis mejores amigos",
dijo. "Puedo decir honestamente que si no
fuera por él, yo todavía sería desdichado en este momento. Tengo tantas
bendiciones, pero incluso tomando en cuenta solo el fútbol, ahora soy un mejor
jugador de lo que hubiera sido si no hubiese vuelto a la Iglesia y
hubiese realineado mi vida hacia Dios".
En el Georgia Tech, Aasen y
Butker eran parte de una vibrante comunidad católica. Unos 80 estudiantes asistían diariamente a Misa en el Centro Católico, y entre 200
y 300 asistían a cada una de las cuatro Misas los domingos. Allí trabaja el
Padre Allen, el cual cuenta con la ayuda de los Caballeros de Colón y la
Comunidad de Estudiantes Universitarios Católicos (FOCUS,
por sus siglas en inglés).
Harrison Butker ayuda durante la
Misa tradicional a coordinar a los diferentes monaguillos.
Y a ese círculo llegó Harrison
Butker, que estaba profundizando en su fe y buscando
camaradería con otros jóvenes católicos practicantes. En los últimos años
cerca de 20 alumnos del Georgia Tech han ingresado en el seminario o en la vida
religiosa.
Butker y Aasen se graduaron en
mayo de 2017, ambos con grados en Ingeniería Industrial. Butker terminó su
carrera en el Georgia Tech como máximo anotador de todos los
tiempos de la escuela, con
337 puntos. Después de ser seleccionado por las Panteras de Carolina en
abril, firmó con los Chiefs de
Kansas City el 26 de
septiembre.
Aasen, por su parte, decidió renunciar al año extra e ingresar al
seminario.
Aunque sus rutinas diarias son
ahora muy diferentes, Aasen y Butker continúan compartiendo
vínculos comunes. "A pesar de
nuestras diferencias iniciales", dijo Aasen, "ambos compartimos un deseo profundo de felicidad,
un deseo que el mundo, a pesar de sus promesas, no puede cumplir, y esto
nos unió como amigos en la fe".
"Ser un
católico practicante me ha hecho un mejor hombre, un mejor jugador de futbol, y, lo anticipo, un mejor esposo y
padre de lo que hubiera sido", reflexionó
Butker. "Ser un católico practicante significa
que tengo un sentido de propósito y una sensación de paz en mi alma,
así como un sentido de conexión con los demás, que me había faltado".
Aquí puedes ver la patada
definitiva de Butker que le dio el título a los Chiefs.
Tras haber firmado con los Chiefs
y ya en Kansas, Harrison Butker buscó una parroquia a la que pudiera asistir a Misa tradicional cotidianamente y comenzó a participar en la parroquia de
Santa María y en San Miguel en Leawood, Kansas.
"Me di cuenta
de que es muy difícil para los sacerdotes tener tiempo para enseñar
y coordinar a los monaguillos. Era necesario tener niños y jóvenes
para servir, así que me ofrecí voluntario. Ahora trabajo para
coordinarlos".
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