CAMILA COOPER ES COLOMBIANA Y GRACIAS A UN RETIRO DE EMAÚS SE REENCONTRÓ CON JESÚS
Tras una infancia feliz, llegaron
los estudios y conoció el fracaso. Se fue a Londres para aprender inglés... una
relación tóxica, el consumo de ciertas sustancias y un intento de captación de
los Hare Krishna, provocaron que su mente se descontrolara.
Camila Cooper tiene 36 años, es colombiana, está casada y tiene dos hijos. Tras una
infancia feliz, llegaron los estudios y conoció el fracaso. "Algo que no sabía que podía estar bien". Se fue a Londres para aprender
inglés... una relación tóxica, el consumo de ciertas sustancias y un intento
de captación de los Hare Krishna, provocaron
que su mente se descontrolara.
Ha contado su testimonio en el
canal "El Rosario de las 11pm"
Camila creció en una familia muy
numerosa, vivía con su madre soltera en casa de sus abuelos, que tenían 11 hijos.
"Recuerdo mi niñez muy feliz, conviviendo con mis abuelos, mi madre me
sacó adelante sola. Me gustaba mucho bailar", explica. Como eran
tantos primos siempre se les ocurría organizar eventos y
Camila lideraba aquellos momentos.
EL
FRACASO COMO OPORTUNIDAD
Cuando estaba en el colegio, le
hicieron un test para ver qué quería ser
de mayor. A Camila, que era muy buena para los debates, le
salió que debía estudiar Derecho, sin embargo, en el tercer año de carrera
sufrió una crisis porque no pudo aprobar todo y aquel fracaso se
volvió una gran oportunidad.
"Perdí ese año
y me fui a México con mi tía a ayudarla con los niños. Era solo
por un tiempo pero me di cuenta que lo que quería estudiar era Ciencias de la
Comunicación. Me reté y me dije: 'perdí un año en Derecho pero en esto quiero
ser la mejor'", recuerda.
México estaba pasando una
situación muy complicada de seguridad en esos momentos y Camila se volvió a Colombia, allí homologaría su carrera para
seguir estudiando. Pero, no sabía inglés, así que decidió viajar a Londres para aprenderlo. Su idea era trabajar de
camarera y mantenerse sin pedirle nada a sus padres.
"Cuando tuve
mi primer sueldo tuve una gran felicidad", comenta.
En Londres llegaría a estar multiempleada; trabajaba limpiando
las oficinas del The Economist, siendo periodista, como recuerda con gracia; en una tienda, y más
tarde en un restaurante.
"Conocí a un
chico que fumaba marihuana y jugaba a videojuegos. El error fue pensar
que iba a cambiar su estilo de vida por mí. Yo trabajaba por ese entonces en la
revista latina de Londres y me tocaba ir a todos los eventos de la
ciudad, cuando iban presidentes, actores, eventos de moda, me
encantaba... Este chico quería que generara más ingresos, me separé de los
latinos y me puse a trabajar en un colegio inglés", relata.
LA
"SALVACIÓN"... Y LOS INDIOS
"Empecé a
perder el norte, Dios no estaba en mi vida. Iba al
gimnasio desde muy temprano. Estaba obsesionada con el tema de la alimentación.
Mi mente se empezó a desequilibrar porque no dormía bien", señala Camila. Un día fue a un barrio muy conocido para hacerse un
tatuaje sobre el poder de la mente.
"Salí de
hacerme el tatuaje y llamé a mi amiga diciéndole cosas muy extrañas. En ese tiempo había muerto Nelson
Mandela y yo pensaba que era su reencarnación y que debía salvar al mundo. Al
momento, aparece un hombre con los ojos azules profundos y una melena larga y
me dice: 'Aquí está la salvación', y yo con esa mentalidad de
superioridad le contesté que sí, que estaba esperando esa respuesta", explica.
En ese momento sacó 200 libras esterlinas del banco y se las dió, tal y como le había pedido. Se subió en un coche
y le acompañó a donde le decía, a un templo Hare Krishna. "Me llevan a una serie de ritos, olores. Todo
era muy extraño. Para mí era todo como un reality show",
comenta. Camila solo había llevado una mochila y su teléfono, que se apagaba si se descargaba.
Camila fundó la Fundación Fruto
Bendito para despertar conciencias de la responsabilidad que implica traer
un bebé al mundo. A través de la entrega de cunas ecológicas realizan un
acompañamiento y brindan oportunidades a las familias.
"Yo pensaba
todo el tiempo que iba a aparecer mi familia. Llegó una mujer rapada y me dijo al
oído que mi madre me amaba y
que pronto la vería. Empecé a llorar sabiendo que era verdad y que mi familia
iba a aparecer. Me dijeron que me iba a quedar ahí y que iban cambiar mi
vestimenta, pero dije que no, porque quería hacer cosas grandes", afirma.
Entonces la llevaron a una
especie de librería donde había un chico de Venezuela. "Me explicó
lo que tenía que hacer, yo le dije que no quería hacer eso, y me presentó a su
esposa. La abracé y ella me dijo al oido que tenía que irme de allí.
Empecé a preguntar que dónde estaban mis cosas. Todo estaba lleno de indios, me
entregaron mi mochila y mi movil", comenta Camila.
"Pero llegó un
hombre gigante y me dijo que a esas horas no podía irme, y de
repente apareció mi pareja, me había encontrado por la
geolocalización del movil. Me montó en un coche, él había estado desesperado
buscándome, yo lloraba todo el tiempo. Entré en pánico, pensé que los
Hare Krishna iban a venir a por mí, llegué a casa, cerré todas las cortinas, vi
una furgoneta blanca y le tomé una foto y se la mandé a mi padrastro", explica.
SUS
AMIGOS DEL PSIQUIÁTRICO
Camila estaba viviendo los
momentos más difíciles de su vida. "Estaba
fatal, no comía, no dormía, veía a todo el mundo como monstruos.
La profesora titular de mi clase me mandó a casa. Subí a un taxi y era un
indio, pensé que me iba a secuestrar, pobre hombre, fue el
recorrido más largo de mi vida. Llegué a casa, me encerré y empecé a
meter en bolsas toda mi ropa para donarla, mi pareja me dijo que parara, tiré
las bolsas por la ventana y escribí un estado en Facebook muy
alarmante", apunta.
Su pareja llamó a una ambulancia.
"Yo tenía solo mi pasaporte y la visa y decía
que quería volverme con mi familia. Solo podía escuchar todo el
tiempo 'Vivir mi vida', de Marc Anthony. Los médicos me dijeron que me iban a
mandar a casa, pero dije que no. Yo consumía con mi pareja, por
eso tenía alucinaciones. Me dijeron que estaba en muy mal estado y
debía sanarme antes de poder coger un avión", explica Camila.
"Les
dije que me mandaran a un psiquiátrico, no quería ir a mi casa. Me
llevaron a un centro público y fue algo muy feo. Cuando llegué tenía hambre y
el señor que cuidaba por la noche me puso un pan con Nutella. Mi mente empezó a
creer que todas aquellas personas eran conocidas,
y me sentía más tranquila. Allí había ladrones, drogadictos, de todo... Yo le
decía a mi madre que no viniera porque estas personas le iban a hacer algo",
confiesa.
La madre de Camila estaba
bastante mal y una amiga le dijo que iba hacer una cadena
de oración. "Lo único que me
calmaba era rezar el 'Dios te salve María'. Había un hombre que estaba mal, que cuando
yo rezaba él me cogía del brazo y se calmaba. Debía estar diez días de observación pero al día nueve llegó mi
madre. Yo solo quería presentarle a mis nuevos amigos, no
quería ni irme, mi mente estaba fatal", afirma la
colombiana.
Camila salió de allí y regresó
con su madre a la casa de su pareja. Pero, no quería marcharse a Colombia. "Por fin tomamos un avión y pensaba que se iba a
caer. Solo me calmaba rezar y caminar por el pasillo. Al llegar, me
esperaban todos mis amigos. Mi mente fue estabilizándose, empecé un
tratamiento psiquiátrico, pero quería volverme a Londres. Llegué
en enero y en marzo me regresé a Londres", recuerda.
Sim embargo, "Dios puso a mi abuela"
y Camila volvió a su país, ella era como su madre y se había fracturado la
cadera. "Cuando regresé, mi madre me preguntó si era feliz en Londres
y llorando le dije que no, pero que no quería fracasar, y desde
entonces no he vuelto. Mi vida comenzó a arrancar desde cero. Supe
que se podía fracasar y que nadie te iba a juzgar",
explica. Camila empezó un taller de un año en el que conoció a gente con problemas
más grandes que el suyo.
"Conozco a mi
esposo, maravilloso. Él había hecho Camino de Emaús. Yo quería entregarle a Dios todo,
a ese ser que había amado toda mi vida, porque siempre lo amé pero no de la
manera que debía. Hice Camino de Emaús, y me dicen que voy a ser mamá, caí
rendida a Dios. Estaba trabajando pero decidí que mi hijo y mi salud
mental eran lo primero y dejé el trabajo", explica.
"En ese
momento Kate Middleton iba a ser madre y el Gobierno de Finlandia le
envió una cuna de cartón, y me dije que yo iba a hacer eso en
Colombia, y así nació Fruto Bendito, y así caí enamorada de Dios. Ahora es la
oración la que me habla en la mente", concluye Camila.
La Fundación Fruto Bendito surge
en el año 2016 para despertar las conciencias de la
responsabilidad que implica traer un bebé al
mundo en los ámbitos emocional, afectivo y familiar. A través de la entrega de
cunas ecológicas, se realiza acompañamiento y brinda
oportunidades para las familias con dificultades.
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