BÉRYL RECORRIÓ EL MUNDO ELLA SOLA DURANTE AÑO Y MEDIO EN BÚSQUEDA ESPIRITUAL
Béryl enseñaba métodos para reducir el estrés basados en el amor a uno
mismo, pero no lo entendió de verdad hasta que se supo amada por Dios.
Béryl tiene 47
años y procede de una familia totalmente alejada del catolicismo: su padre
era protestante no
practicante, y su madre judía no practicante. “La religión era algo que no formaba parte de mi
educación”, explica a Découvrir Dieu.
BUSCANDO,
CON LA MOCHILA A LA ESPALDA
Sin embargo, cuando cumplió 25
años se le despertaron unas inquietudes
espirituales muy
fuertes a raíz de una experiencia singular: durante año y medio recorrió el mundo a pie, ella sola, sin más recursos que su
mochila.
“Creo que todo
debió comenzar entonces”, recuerda: “Buscaba a través de lecturas, de cursos, de contacto con todo tipo de
tradiciones… Hasta el punto de que hace diez años, más o menos, empecé a
ofrecer formación en reducción del estrés mediante la meditación”.
TRAGEDIAS
Y RECLUSIONES
Al cabo de un tiempo, Béryl
empezó a convivir con un compañero, a quien diagnosticaron
en 2017 una grave enfermedad. Falleció en enero de 2019.
Vivían en París, pero tras lo sucedido a ella no le quedaron ánimos para
quedarse: “Me preguntaba qué debía hacer. Al cabo
de dos meses, me fui de viaje con los niños”.
Regresaron casi un año después, “sin saber muy bien dónde echar raíces”. Fue justo
cuando comenzaron en todo el mundo los confinamientos
gubernamentales, que ella y sus hijos pasaron en una casa
prestada por unos amigos.
UN
HOMBRE CRISTIANO
Durante la libertad restringida
posterior, en verano de 2020, Béryl conoció a Bruno, un
hombre de profunda fe cristiana. “Yo estaba
alejadísima del cristianismo”, reconoce: “Había
buscado en todas partes, pero no el cristianismo y
todavía menos en el catolicismo, al que veía como una religión muy
culpabilizante y un poco seca”.
Pero ahora, con Bruno al lado,
buscó un poco más y tendió puentes con lo poco que conocía del
cristianismo: “Me impactó extraordinariamente.
Sobre todo, el hecho de encontrar una relación con Dios. Antes, yo
no Le llamaba así. Le llamaba ‘la Vida’ o ‘el Cosmos’ o ‘la Presencia’. Sentía
que formaba parte de algo superior a mí, pero no estaba personificado, no
podía relacionarme con ello”.
“Y ahora, sin
embargo, la tenía", continúa, "y era algo extraordinario, tanto más extraordinario cuanto que,
en el curso que yo impartía de reducción del estrés, siempre había hablado de
que era enormemente importante amarse a uno mismo, y solo a partir del momento
en el que uno se ama a sí mismo se puede amar a los demás. .Ésa era la clave
fundamental. Yo, racionalmente, estaba convencida, pero… no sabía cómo se
hacía. No sabía cómo amarse a uno mismo”.
EL
AMOR DE DIOS QUE VALORIZA
Pero eso era justamente lo que le estaba enseñando el cristianismo que empezaba a conocer: “Ahora, en esa
relación con Dios, yo podía dirigirme a Alguien que me amaba.
Era una dulzura infinita. Así fue mi encuentro con Dios. Y lo curioso es que yo
había tenido siempre el sentimiento de que en mi vida había lo que yo
denominaba ‘una estrella’".
Y por fin podía identificar Quién
era esa 'estrella': "Fue entonces cuando leí
en el Evangelio ese pasaje que dice: ‘Mira, estoy de pie a la puerta y llamo.
Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él
y él conmigo’ (Ap 3, 20). Eso me sucedió a mí. Y pensé: ‘Realmente, tú
llamabas a la puerta desde el principio’. Así fue. Un hermoso encuentro”, concluye.
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