LOS PRIMEROS FIELES DE AMÉRICA ATRAVESARON MUCHOS Y «NUEVOS SENDEROS» PARA ANUNCIAR A CRISTO
La labor evangelizadora desarrollada por frailes y sacerdotes en América
fue titánica... pero ni fue la única, ni estuvieron solos: los laicos indígenas
tuvieron mucho que decir y hacer para expandir el Evangelio.
La Nueva Evangelización es un concepto relativamente reciente. Juan
Pablo II fue el primero en emplear el término en 1979, para referirse al nuevo "ardor, métodos y expresión" que deberían inundar la
labor evangelizadora en los
territorios descristianizados o que comenzaban a estarlo. Este concepto sería
ampliado posteriormente por Benedicto XVI, que también expresó la necesidad de "atravesar y transitar
nuevos senderos" para
anunciar a Cristo, cobrando las familias y los fieles laicos un papel crucial
en la misma.
Pero, ¿y
si esta propuesta no fuese tan nueva? Lo cierto es que, aunque la Nueva
Evangelización tiene sus rasgos propios, muchos de ellos ya
protagonizaron episodios apostólicos como la
propia evangelización de la lejana y descristianizada América desde el siglo XVI, viéndose obligados sus
protagonistas a desarrollar todo su ingenio para esta difusión.
En este sentido se expresó el
profesor y doctor de la Universidad San Dámaso Miguel Ángel
Medina Escudero el pasado 8
de febrero en el marco del Curso de Evangelización
Misionera. Durante su ponencia,
desarrolló extensamente la información recogida por los cronistas en torno a la
labor evangelizadora en América, ofreciendo decenas de ejemplos del papel crucial que asumieron los laicos en
esta tarea con no pocas similitudes a las propuestas de la Nueva
Evangelización.
Esta labor, expresó, no habría
sido posible al margen del "ímpetu
apostólico" que impregnaba la vida de fe en la España del siglo
XVI. Una España que "se sentía divinamente
elegida para realizar esta gran misión" y en la que
el laicado indígena, "con su ejemplo y
defectos, contribuyó indiscutiblemente a difundir el cristianismo" entre
otros naturales que desconocían la fe.
LOS
NIÑOS INDÍGENAS, LOS MEJORES EVANGELIZADORES
Una de las actuaciones evangelizadoras
más relevantes de la labor española en América fue la educativa, que no se
limitó a grandes universidades. De hecho se fundaron cientos de colegios y
escuelas allí donde se levantaba una casa o convento de frailes.
De este modo, los niños instruidos en las escuelas se convirtieron a su vez en una
"potente fuerza de penetración evangelizadora". Al salir de los centros donde
aprendían a cantar, rezar o leer, explicó Medina Escudero, "los niños volvían a sus casas y enseñaban a sus
mayores lo aprendido". De este modo, "la oración entró en muchas chozas indígenas y, junto con la afición de los niños a los misioneros,
provocó que los mayores también se acercasen a ellos".
MANTENÍAN
LA FE Y ABRÍAN NUEVOS SENDEROS PARA EXPANDIRLA
El historiador destaca que los
niños indígenas no solo enseñaban la fe a sus padres. También animaban las
funciones litúrgicas con los cantos aprendidos, informaban sobre las prácticas
idolátricas de sus mayores y ayudaban a los religiosos a aprender las lenguas
de los naturales.
Uno de los casos más reseñables
es el de fray Pedro de Gante, uno de los primeros
en organizó la labor de los "niños
predicadores". También fue el caso de fray Tomás de
Santo Domingo, que formó a
cientos de niños en su escuela y que más tarde abrirían las sendas y caminos
que conducían a los religiosos en expediciones misioneras.
INDÍGENAS
LAICOS Y MÁRTIRES DESDE LA INFANCIA
La entrega que generó la fe y la
conversión en sus primeros receptores americanos, los niños, llegó hasta el punto del martirio. Menciona el caso del protomártir
indígena Cristóbal, un niño de 12 años e hijo de uno de los cuatro caciques
principales de la población: "Al ser
corregido por su propio hijo, le quitó la vida a golpes y le quemó a fuego
lento".
Tal era la eficacia de las
escuelas de indígenas. Pero hubo otros elementos y propuestas de evangelización
entre indígenas laicos, como las escuelas móviles de fray Mateo de
Jumilla, en Cajamarca (Perú),
donde decenas de muchachos que constituían toda una escuela ambulante
estudiaban y recitaban en voz alta las oraciones y la doctrina cristiana,
evangelizando los lugares por los que pasaban.
CACIQUES
QUE CONVIRTIERON LA TIERRA DE GUERRA EN LA VERA PAZ
Los evangelizadores pronto fueron
conscientes de la importancia que tenía la conversión de los caciques o su
conversión de cara a la penetración de la fe entre sus súbditos. Del mismo
modo, los hijos de los caciques se convirtieron en una ayuda muy
apropiada para entrar en contacto con tribus no evangelizadas como mediadores.
Medina Escudero destaca el
ejemplo de la evangelización de los indios pochutlas,
relacionados armónicamente por entonces con los lacandones y los acalanes
en Venezuela, pero a las
que los españoles nunca pudieron acceder por su fiereza.
Fueron precisamente indígenas laicos,
en este caso caciques, los que lograron llevar el evangelio a esta zona,
conocida como "tierra de guerra".
Gracias a su ayuda, acabó conociéndose como la tierra de la vera paz,
Verapaz, tras convencer a sus habitantes de que se dejasen ser evangelizados.
Los laicos indígenas,
concretamente en la figura de los caciques, también fueron responsables de la
evangelización de una de los chinantecas, una de las "tribus
más terribles" que tampoco fueron conquistados. "Gracias a su labor, se permitió entrar a un
fraile, fray Francisco Sarabia, que comenzó a aprender su lengua y
compuso para ellos un catecismo de la doctrina cristiana o un homiliario que
luego fue copiado y predicado por los mismos indígenas.
NUEVOS
SENDEROS CON NUEVOS MÉTODOS: MERCADERES INFILTRADOS
Aspectos tan destacados por la
Nueva Evangelización como la puesta en juego del ingenio para
idear nuevos métodos de expansión de la fe fueron
aplicados hasta la extenuación durante la evangelización de América. Unos
métodos que involucraron a religiosos, pero también a los más comunes
habitantes de América, como podían ser los mercaderes.
El ejemplo mencionado por Medina
Escudero es revelador. En este caso se refiere a la región de Tezulutlán, en la actual Guatemala. Nuevamente los
evangelizadores se encontraban en una región extremadamente
peligrosa, en la que "cualquier
español que entraba se llevaba un par de flechazos".
¿Cómo introducir el
Evangelio en la región? Astutamente, los evangelizadores
reclutaron a unos mercaderes indígenas que tenían acceso a la región, instruyéndoles en la labor evangelizadora que debían llevar a cabo, bajo el pretexto
de vender no pocas piezas que les regalaron los cristianos a tal efecto.
"Les enseñaron
música cristiana que compusieron en la lengua de los naturales de Tezulutlán en
verso y música para ser cantado. Tras vender sus mercancías, los
mercaderes cantaban la doctrina cristiana y los naturales querían
saber qué era. Cuando les preguntaban, estos les decían que pidiesen frailes
para explicarlo, pudiendo entrar así los evangelizadores en aquella
famosa tierra de guerra", explica.
Los laicos indígenas que tan
hostiles habían sido contra los españoles, concluye, "acabaron
siendo los mejores defensores del imperio español en América".
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